falta de reflexión, de hallarse cada sentido abandonado á sus propios recursos, mientras que en el estado de vigilia las potencias del alma y los sentidos externos se auxilian y rectifican mutuamente. El sueño en el hombre dormido se ha comparado con bastante exactitud al delirio en el hombre despierto. En estado de vigilia todos viven en un mundo común, pero en sueños cada individuo se forma un mundo particular y exclusivamente propio. Personas hay para quienes el sueño es una vida aparte, una especie de novela prolongada, es decir, que sus sueños se enlazan, y continúan la segunda noche lo que empezaron la primera. Durmiendo, por ejemplo, ven ciertas fisonomías que recuerdan haber visto ya otra noche, y que, sin embargo, nunca han encontrado en la vida real. «Cuidado, no obstante (dice Monlau), con los sueños frecuentes, solicitados ó prolongados por mero gusto; esta especie de embriaguez intelectual que place á los hombres de imaginación, y á la cual se acostumbran con facilidad, acaba por conmover la solidez de la razón, pues dispone á las locuras, aun en muchas personas es triste preludio de su enajenación mental.»> Se ha dicho, como una de tantas creencias y fantasías del vulgo, que la dieta y los alimentos ligeramente excitantes, como las carnes negras, las palomas, el pato, la caza, y sobre todo la liebre, hacen soñar. Igual virtud se atribuye á los espárragos, al apio, á las aceitunas, á los dulces aromatizados, y particularmente á los aromatizados con vainilla. El vulgo, ávido siempre de buscar maravillas, ha profesado y profesa aún mil ideas supersticiosas sobre los sueños, considerándolos como presagios de buena ó mala fortuna, indicios de tal o cual evento futuro, etc. Esta preocupación se hallaba tan arraigada entre los antiguos príncipes de Asia y Africa, que llegaron à tener cerca de sí á hombres encargados de interpretar los sueños. De ahí la onirocricia, ciencia muy acatada en la corte de Faraón y en la de Nabucodonosor; pero su explicación, como tantas otras fruslerías, no puede servir más que para engrosar la historia de las supersticiones de los pueblos. A pesar de esto, no falta quien asegura que en la naturaleza de los sueños, en sus anomalías y en las inquietudes instintivas que a veces se manifiestan durante los mismos, puede el médico práctico des cubrir no pocas veces la inminencia de tal ó cual enfermedad y haliar indicios de tal ó cual lesión secreta del organismo. Un mal sueño es á veces un buen elemento de diagnóstico y de pronóstico. III La psicología del sueño es mejor conocida que la fisiología de este estado. Si el sueño del cuerpo consiste en el reposo de los músculos de la vida de relación, en la lentitud de las funciones respiratoria y circulatoria, podría presumirse a priori que la vida psíquica sufre tam bién en estado de sueño cierta lentitud, cierta calma, que repara sus fuerzas en una inactividad relativa. Así sucede, en efecto, si se considera tan sólo la sensación; la visión está completamente abolida; los demás sentidos, en particular el oído y el tacto, dan únicamente sensaciones intermitentes, siempre mal interpretadas, que se encuentran en la trama de los sueños. Pero la vida psíquica superior (pensamiento, palabra interior, sentimientos, voluntad) no presenta, al menos á primera vista, la misma disminución de actividad; si el pensamiento propiamente dicho (entendimiento) está como aplanado; si se torna confuso, impropio para toda operación lógica; si la apreciación de lo posible, es decir, el conocimiento de las leyes de la naturaleza, ha desaparecido; si la memoria misma no funciona ó lo hace de una manera desordenada... en cambio la imaginación adquiere extraordinario desarrollo. La conciencia se halla ocupada por una sucesión continua de imágenes, sobre todo visuales y auditivas, casi siempre nuevas, en la mayoría de los casos raras y absurdas. El entendimiento debilitado sufre sin duda, y el que sueña cree encontrarse en presencia de un mundo exterior real, cuyas extrañas ideas le asombran ó no. A esas imágenes se refiere lo poco que queda de la sensación y del pensamiento, y provocan, lo mismo que los objetos reales, sensaciones muy vivas quizás y volicio. nes inútiles. El conjunto de todos estos fenómenos constituye lo que se llama soñar, siendo el sueño el modo de actividad consciente propia del que duerme. TOMO XIX siguiente: exaltación de la imaginación, depresión mayor ó menor de las demás facultades intelectuales, incluso el recuerdo y la sensación; dirección impresa por las imágenes á lo que queda de la actividad intelectual, á los sentimientos y á la voluntad; reparación dinámica de las facultades adormecidas, muy favorable para el género de actividad inmediatamente anterior al sueño. Así, el alma, como el cuerpo, descansa y repara sus fuerzas durante el sueño, y si la imaginación constituye, al parecer, una excepción á esta regla general, es quizás porque la actividad de esta facultad corresponde al género (cualquie ra que sea) de actividad somática que el sueño favorece, y que suspende ó dificulta el estado de vigilia. Aunque de orden inferior, esa actividad no es En resumen, el sueño, desde el punto de vista menos rica: los ensueños se suceden con prodi-psicofisiológico, puede considerarse en la forma giosa rapidez; en pocos minutos pueden abarcar sucesos que en realidad necesitarían años ente. ros para desarrollarse. Esta actividad debe ser considerada como continua; el sueño normal, no patológico, va acompañado siempre de sueño. Comienza por las alucinaciones hipnagógicas de Maury, que el espíritu, todavía no adormido, puede observar, y termina del mismo modo, porque también se observan, en la somnolencia de un lento despertar, los fenómenos descrites por Maury. En el intervalo del período hipnanógico y del despertar hemos perdido la facultad de podernos observar, pero hay que creer que el sueño es entonces constante, porque todo despertar brusco interrumpe un sueño. Es característico que se olviden los sueños tan pronto como hau ocurrido, y sólo dejan cierta huella profunda en la memoria los que han sido penosos, es decir, los que han perturbado el alma, despertando en cierto modo sus potencias adormecidas; los malos sueños son aquellos cuyo recuerdo se borra menos, porque impiden dormir bien: así se explica la preocupación de que los sueños son signos de un sueño imperfecto. El olvido inmediato de los sueños explica también la opinión según la cual éstos se realizan más bien en las últimas horas de sueño que en las primeras: es que después de un sueño algo largo sólo nos acordamos de los ensueños más recientes. El sueño constituye, pues, una rica actividad, pero esa riqueza no tiene ningún valor, porque su carácter distintivo es la incohorencia, pues la imaginación dirige en vez de ser dirigida. Las imágenes se agrupan y suceden conforme à las leyes de asociación de las ideas, pero las asociaciones del ensueño no tienen ningún carácter racional: las relaciones de los hechos más fortuitos, más insignificantes; las semejanzas de las palabras, por ejemplo, reemplazan á las verdaderas leyes de la naturaleza y del pensamiento. Se ha dicho muchas veces que los sueños irritan la vida real del hombre despierto, que existe en ellos la representación de las ocupaciones y preocupaciones habituales: todo esto es cierto; pero hay que tener en cuenta que las infidelidades del carácter individual durante el sueño son todavía más notables, y por lo tanto hay que admitir sin restricción la irresponsabilidad absoluta del soñador. Cuanto á su naturaleza, las imágenes del sueño son principalmente visuales y auditivas; las primeras son las más evidentes y las más comu nes, pero las segundas tienen gran importancia: el soñador cree que está hablando, ó bien oye á su interlocutor; en realidad, es la palabra interior del estado de vigilia, que se continúa durante el sueño con la apariencia engañosa de la exterioridad. Las imágenes visuales son casi siempre alucinaciones, pero la ilusión existe también en las imágenes auditivas y, aunque con menos frecuencia, en las que proceden del tacto, del sentido muscular, de la sensibilidad interna (sentido vital), porque todos estos sentidos persisten más o menos durante el sueño. Además del ensueño, es decir, de la actividad consciente, el sueño tiene propiedades que interesan al psicólogo. Los pensamientos que han precedido al sueño se conservan duranto éste en estado de tendencias inconscientes mucho mejor que lo harían durante la vigilia, y al despertar el sujeto se los encuentra con facilidad y lucidez extraordinarias. Por eso un buen escolar estudia atentamente sus lecciones antes de acostarse, y al despertar al siguiente día las recita muy bien. El sueño es también favorable á una especie de elaboración del pensamiento propiamente dicho; un problema, cuya resolución en vano se ha buscado antes de dormir, madura, por decirlo así, en silencio durante el sueño; un débil esfuerzo del pensamiento, al despertar, basta para que surja la solución. Algunas veces esa misma solución aparece en medio del sueño, pero semejante hecho es excepcional. La ley del ensueño es la incoherencia; el sueño descansa al pensamiento del esfuerzo lógico que lo ha castigado. Mientras que la loca de la casa ocupa casi exclusivamente el escenario de la conciencia las facultades del entendimiento se reparan en la inconsciencia, y este descanso las prepara para nuevos trabajos, Los casos de invención feliz que se han citado fueron casi todos ellos de invención artística: su honor corresponde á la imagninación y no á la razón. Lo absurdo de los sueños ha hecho que algu nos autores comparen el sueño con la locura: la analogía es evidente; y en cuanto a las diferencias, la principal es que el loco se siente casi siempre dominado por una idea fija, mientras que los objetos del sueño cambian incesante mente. IV Para terminar el estudio del sueño bajo todos sus aspectos, siquiera sea á grandes rasgos, corresponde hablar de la enfermedad del sueño (llamada también sueño endémico, somnolencia de los negros, etc.) Los primeros datos sobre la aparición frecuente de esta enfermedad, especial entre los negros de la costa occidental de Africa, proceden de Winterbottom, á principios del siglo actual. Clarke observó muchas veces la afección en las razas negras de Sierra Leona, Costa de Oro y República de Liberia. La literatura colonial francesa contiene multitud de datos acerca de este padecimiento, muy misterioso aún, y que se refieren á su presentación en la costa del Congo y de Gabul (Nicolás, Gaigneron, Dangaix), en el litoral de Baal y Sin (Corre), y también en las Antillas y en la América central y meridional (Corre). La marcha de los síntomas parece ser la siguiente: al sueño precede cierta depresión profunda y sensación característica de debilidad general. Unas veces con pérdida completa del apetito, otras con síntomas de hambre canina, se desarrolla una incapacidad, cada vez más inten sa, para los movimientos. Conservándose igual la temperatura de la piel, la marcha se hace vacilante, se presentan otras alteraciones en la coordinación, los enfermos no toman parte en lo que les rodea, las impresiones de los sentidos se perciben de un modo confuso, el pulso se hace más lento y se apodera de los enfermos un verdadero sucño soporoso. Como último impulso voluntario se presenta el de acostarse en una postura completamente abandonada sobre el suelo; desde entonces el enfermo apenas reacciona contra las irritaciones más extensas, y espontáneamente no practica movimiento alguno. Modernamente se han indicado por los observadores la pérdida de la sensación de presión y síntomas de ataxia, mientras que las publicaciones antiguas negaban toda anestesia y todo síntoma por parte de la esfera motriz de la medula espinal, y apenas admitían cierta debilitación en la conductibilidad centripeta y centrífuga. Asimismo, las alteraciones funcionales de los esfinteres, que alguna vez se observaban, no eran consideradas como parálisis y se explicaban de otro modo. Se nega. ba la existencia del delirio y se consideraba como una excepción rara la aparición de convulsiones y de temblor convulsivo. Aumentando la lentitud del pulso, y con demacración rápida, se desarrolla el cuadro del idiotismo completo y una palidez térrea, hasta que, por último, al cabo de dos ó tres meses, por término medio, sobreviene la terminación mortal. Según una estadística de Gore, recogida en los hospitales de Sierra Leona Costa de Oro, de 179 casos observados en los años de 1840 al 50 y 1859 al 62, murieron 132 enfermos. Respecto al carácter anatómico de la enfermedad, es difícil deducir conclusiones del material anatomopatológico acumulado en estos últimos años, especialmente porque las autopsias no pucden hacerse con el preciso detenimiento. Guérin, en 23 casos de autopsia, encontró los vasos sanguíneos y los senos cerebrales muy ensanchados y llenos de sangre; en tres observó un pequeño aumento en el líquido cerebroespinal; los ventrículos cerebrales contienen rara vez una corta canti ad de sucro, pero sin más alteración; en 90 un cadáver se vió cierta ligera alteración del espacio subaracnoideo, pero nunca vestigios de una inflamación aguda ó crónica de las meninges, hallándose siempre de consistencia normal la substancia del cerebro, sin vestigios de reblandecimiento ó de otra afección. Alguna, rara vez, se encontraron multitud de puntos sanguíneos, y en un caso de hiperemia muy intensa de las meninges un foco apoplético pequeño; todos los demás órganos estaban completamente normales, observándose en un caso derrames hidrópicos en las serosas ó en el parénquima de los órganos. Wernick (cuyo es el artículo Sueño del Diccionario enciclop. de Eulenburg) describe los siguientes fenómenos especiales: la pérdida más ó menos notable del tacto, con lo cual se explica la inseguridad de los movimientos, especialmen te de las extremidades superiores; los movimien tos convulsivos que a veces se observan, conservándose la inteligencia; las contracturas corei formes seguidas de parálisis locales transitorias y aumento en el coma; la demacración que afecta al sujeto durante su enfermedad, y la lentitud del pulso. Estos datos, sin embargo, no bastan para establecer un paralelo perfecto entre las lesiones anatómicas y la marcha de los fenómenos morbosos, ni menos aún para formar una opinión precisa acerca de la causa de la enfermedad. En otra época se sospechaba la influencia de los afectos deprimentes del ánimo que acompañan á la esclavitud; ; pero la afección se observa asimismo en Liberia y en la Martinica, en que ya no puede tratarse de esa acción deprimente. Cuando Corre y Gore descubrieron que en los individuos que padecen la enfermedad del sueño, y aun antes de la aparición de otros síntomas decisivos, se observa con relativa frecuencia la tumefacción de los ganglios linfáticos en el cuello, en la nuca y en otras regiones, se emprendieron nuevos estudios patogenésicos. Corre admitió en algunos casos la posibilidad de que la tumefac ción considerable de estos ganglios profundos de la nuca ejerciera una compresión sobre los vasos aferentes al cerebro, sobreviniendo de este modo la isquemia cerebral con sus fenómenos consecutivos. Las mujeres se hallan, al parecer, menos expuestas á esta afección que los hombres; los más predispuestos son los jóvenes de trece á veinte años. Los criollos, así como los negros nacidos en las Antillas, no gozan de una inmunidad completa. Mientras que en otra época se hacía responsable de esta enfermedad, aparte de las alteraciones anémicas y de la nutrición, á las circunstancias climatológicas de las regiones correspondientes, Corre ha tratado de estudiar estas circunstancias y comprobar la hipótesis de una intoxicación. La intoxicación erónica para el alcohol, así como las intoxicaciones con verdaderos venenos, pueden producir la enfermedad del sueño. Clarke, á su vez, consideraba como causa el fumar cáñamo indio, sin tener en cuenta que esta práctica se halla muy generalizada en Oriente, sin que jamás determine en otras razas el sueño morboso ú otra enfermedad análoga. La hipótesis de que esta enfermedad puede ser debida á una intoxicación por el maíz, que provoca en las gallinas una enfermedad análoga (el cólera de las gallinas) dió lugar á que algunos escritores franceses establecieran cierta analogía entre ambas afecciones. - SUEÑO: Mit. Dios de la Mitología romana, hermano de la Muerte é hijo de la Noche. El Sueño y la Muerte aparecen representados en los monumentos en las figuras de dos jóvenes dormidos que tienen en la mano antorchas inclinadas hacia la tierra. SUERAS: Geog. Lugar con ayunt., p. j. de Lucena, prov. de Castellón, dióc. de Tortosa; 1282 habits. Sit. en terreno elevado y montuo so, cerca de Tales. Cereales, vino, aceite, alga rrobas y otras frutas. El lugar se llama propia mente Suera Baja, y como le está agregada la aldea de Suera Alta el ayunt. ha tomado el nombre de Sueras. SUERO (del lat. strum): m. Parte acuosa de la sangre ó de la leche. ... su producto es un SUERO, una especie de leche serosa, amarillenta y clara, que lleva el nombre de calostro. MONLAU. | que queda después de la coagulación de la fibri- Para obtener suero puro hay que separar pri- El suero es generalmente coloreado cuando está puro: el de la sangre humana y del perro de amarillo algo verdoso; el de la sangre de caballo de amarillo ambarino; el del conejo es casi incoloro. Conviene tener en cuenta estos caracteres, hoy que va generalizándose la seroterapia. No siempre es transparente: en ciertas enfermeda des, ó después de una ingestión abundante de alimentos grasos, aparece turbio, más o menos lactescente, y por reposo deja depositar en la superficie una capa cremosa, en la que es fácil reconocer glóbulos de grasa. Posee el suero reacción alcalina, menos pronunciada que la del plasma, circunstancia que se atribuye á la formación de una pequeña cantidad de ácido para la coagulación de la sangre, ácido que satura una parte del alcali y aumenta la tensión del gas carbónico en el suero. Entre las materias contenidas en el suero, merecen ser estudiadas sucesivamente las materias alcuminoideas, las materias grasas, las orgánicas diversas dichas extractivas, las sales y los gases. Tiedeman y Gmelin y confirmada por Thomp Primer análisis. Arteria ca de sue. Vena yu rótida gular Segundo análisis. Tercer análisis. Según Abelès, la sangre del corazón derecho, de la vena cava ascendente y de la rena porta contienen sensiblemente la misma proporción de azúcar, á saber: 0,053 á 0,54 por 100, como término medio de cinco análisis. El azúcar reductor de la sangre no ha sido aislado aún. Sábese tan sólo que desvía el plano de polarización á la derecha. Ewald demostró este hecho en el azúcar que se obtiene de la sangre humana, Abeles en la sangre del perro y Kulz en la del ternero. Este azúcar es probablemente glucosa, quizás maltosa, ó una mezcla de ambas. El suero contiene otras materias orgánicas además de las mencionadas, tales son la urea, la creatina, la xantina, la hipoxantina (sarcina), los ácidos úrico ó hipúrico; pero es de advertir (Wurtz) que estas substancias, reconocidas en la sangre desfibrinada, no han sido aisladas todavía del suero. Es probable que existan en disolución en el plasma y queden mezcladas con lo que se llaman materias extractivas, últimos residuos acuoso resultante de la separación de las albi minas del suero, ó bien del extracto alcohólico de este suero. Según Lehmann, la proporción de estas materias extractivas varía entre 0,25 y 0,42 por 100 de suero. De las albuminoideas la más abundante es la modificación de la albúmina conocida con el nombre de serina. Hay otras que precipitan, la primera, cuando se diluye el suero en 10 veces su volumen de agua y para la corriente carbóni-incristalizables de la evaporación del líquido ca (paraglobulina); la segunda, cuando se neutraliza por medio del ácido acético el suero diluído en agua y tratado ya por el gas carbónico (caseína del suero). La proporción del precipitado que se forma por neutralización del suero diluído aumenta notablemente por la adición de una sal neutra, como el cloruro sódico (Heynsius) ó el sulfato de magnesia (Denis, Hammarsten). Aparte de estos principios, el suero de la vena porta contiene, al menos durante la diges tión, una materia que se considera idéntica à la peptona. Existe en disolución en el líquido que se obtiene coagulando las materias albuminoideas, por el calor en presencia de un ligero exceso de ácido acético y separando el coágulo por filtración. El líquido filtrado y convenientemente concentrado toma color amarillo por ebullición con ácido nítrico, pasando al color anaranjado cuando se añade amoníaco, y al rojo cereza en contacto del nitrato mercurioso. a La fibrina separada del plasma y las materias albuminoideas precipitadas por coagulación del suero nunca están exentas de materias grasas y pueden ser privadas de ellas por el éter. El mismo líquido acuoso separado por filtración del coágulo de albúmina puede retener una pequeña cantidad de materia grasa neutra, aparte de una débil proporción de jabones alcalinos. El residuo de la evaporación del líquido cede al éter una pequeña cantidad de grasa neutra. La cantidad de materia grasa que contiene el suero no pasa generalmente de 0,2 por 100, y aumenta de una manera notable por la influencia de la alimentación grasa. En este caso se ve con frecuencia que el suero es lactescente y se aclara por la agitación con el éter. Apenas se conoce la natura. leza de los cuerpos grasos neutros así suspendidos: el éter los abandona, ora en forma de masas pegajosas, ora en grumos sólidos, según la naturaleza de los cuerpos grasos ingeridos. El cuer po graso extraído del suero tras la ingestión del sebo es sólido y ofrece al microscopio una apariencia cristalina. Entre las demás materias se cita la colesterina y cierta cantidad de lecitina, enya proporción aumenta en la sangre de los animales grasos (Gobley, Hoppe Seyler). F. Boudet extrajo del suero cierta substancia cristalizable que designó con el nombre de serolina. La presencia de una pequeña cantidad de materia azucarada en la sangre de los animales ali- SUERO: Fisiol. y Quím. biol. Es el líquido mentados con almidón fué ya demostrada por La presencia de la urea en el suero de la sangre fué observada por Picard y confirmada luego por muchos observadores. Según Gschleiden, existe la misma proporción de urea en la sangre de los distintos vasos; aumenta durante la fiebre y disminuye por la inanición: este último aserto fué confirmado por Picard. Drechsel demostró hace algunos años (1875) la presencia en el suero de perro del ácido carbónico combinado con una base. Habiendo preci pitado este suero por el alcohol, añadió á la solución alcohólica una pequeña cantidad de cloruro cálcico y luego potasa. El precipitado que se formó daba con el agua carbonato cálcico: esta observación ofrece gran interés y debería confir marse. Scherer y Strecker han visto en la sangre del buey indicios de ácido úrico; el mismo ácido encontró Meissner en la sangre de pollos alimen tados con carne. En la sangre del buey encontró Voit creatina. El ácido hipúrico, encontrado por Verdeil y Dolffus en la sangre del buey, no se encontró después. Las materias minerales contenidas en el suero están primitivamente disueltas en el plasma, si se exceptúa la pequeña cantidad de alcali que queda en libertad por el hecho de la coagulacion de la fibrina, Generalmente se determina la pro porción de las materias minerales del suero por la incineración, procedimiento que no es muy correcto, porque el ácido fosfótico formado durante esta operación puede descomponer cierta cantidad de cloruro sódico, á pesar de la presencia de un pequeño exceso de álcali. El suero de la la mujer 0,81 según Hoppe-Seyler, y 0.75 segun sangre humana da 0,88 por 100 de cenizas; e' de Weber. Los sueros más ricos en materias mine. rales son los de la cabra, carnero y gato. La sangre arterial proporciona algo más que la ve nosa. La más abundante de las sales del snero es el cloruro sódico; cristaliza por evaporacion del líquido acuoso que queda tras la coagulación de las materias albuminoideas. El suero contiene, de una manera sensiblemente constante, entre 5 y gramos por kilogramo; es decir, algo más del por 100. Lleva el suero fosfatos solubles, es decir, alcalinos; en el residuo de su incineración 6 se encuentran además fosfatos térreos que pro ceden, al menos en parte, de la incineración de las materias albuminoideas. Los fosfatos abundan menos en el suero que en los glóbulos. Las cenizas del suero ofrecen reacción fuertemente alcalina. Dan efervescencia con los ácidos, lo cual prueba que contienen carbonatos alcalinos. Estos álcalis existen también en el suero, y por consiguiente en el plasma en estado de bicarbonato, porque la sangre contiene exceso de ácido carbónico; es, pues, imposible admitir en ella la presencia de sosa libre. Un experimento de Liebig prueba, por lo demás, que el suero privado de la serina por el alcohol se conduce con el sublimado corrosivo como una disolución de bicarbonato sódico; fórmase al cabo de algún tiempo un depósito cristalino moreno de oxicloruro de mercurio. Cien partes de cenizas del suero contienen, según Lehmann: cloruro sódico 61,087; cloruro potásico 4,054; carbonato sódico 28,880; fosfato bisódico 3,195; sulfato potásico 2,784. Según C. Schmidt, 1000 partes de suero contienen las siguientes sales: La comparación de estas cifras con las que da el análisis de las sales contenidas en los glóbulos hace resaltar el predominio del cloro y del sodio en el suero y la pobreza relativa de este último en ácido fosfórico y potasa. El hierro sólo se encuentra rara vez y en muy pequeña canti. dad en las cenizas del suero, y procede sin duda de algo de hemoglobina disuelta. En cambio se han encontrado en el suero indicios de cobre (Millón, Béchamp), y quizás de plomo y de manganeso (Millón, Burin Dubuisson). Folzwarsuy halló en él, por medio del espectroscopio, indicios de litio. Respecto á los gases del suero, son el ácido carbónico, el nitrógeno y el oxígeno, estos últimos en muy pequeña cantidad. Para demostrar la existencia de estos gases y determinar su proporción, es preciso dejar que se coagule la sangre en probetas llenas de mercurio y recoger el suero al abrigo del aire, porque en contacto de la atmósfera absorbe oxígeno (Nase, Fernet). Introdúcese en seguida el suero en una bomba de mercurio y se desaloja el gas haciendo el vacío muchas veces, calentando al propio tiempo á 40°. Expulsase así el ácido carbónico disuelto y el que está débilmente combinado con el carbonato y el fosfato sódicos. La adición de un áci do, como el fosfórico ó el tartárico, determina al punto un desprendimiento de gas carbónico, que se arrastra haciendo de nuevo el vacío repetidas veces. Las cifras obtenidas por análisis de Schöf fer, Preyer, Ofliger y otros prueban que el suero está lejos de contener su propio volumen de gas carbónico, aun reducido á 0o y á 0,76m. Numerosos experimentos de Fernet, Scherer, Mulder y Nasse prueban que el suero no está saturado de ácido carbónico. Ferner, por ejemplo, ha demostrado que 100 volúmenes de suero de la sangre de buey, privado de gas en el vacío, son capaces de absorber, á 16o y á la presión de 0,760, hasta 146 volúmenes de ácido carbónico, tres volúmenes de oxígeno y 1,41 de nitrógeno. Wurtz, en su notable Tratado de Química bioló gica, dice, ocupándose en este asunto, que el ácido carbónico se halla contenido en el suero bajo tres estados diferentes: 1.o, en estado de disolución; 2.o, en el de combinación química débil con el carbonato y el fosfato alcalino; y 3.o, en el de combinación con la sosa, que lo retiene fuertemente bajo la forma de carbonato, La porción disuelta y la débilmente combinada son expulsadas por el vacío; la otra sólo se des aloja por la acción de los ácidos. SUEROS: Geog. Lugar del ayunt. de Villamejil, p. j. de Astorga, prov. de León; 405 habi tantes. Lugar de la parroquia de Santa Eugenia de Seana, ayunt. de Mieres, p. j. de Lena, prov. de Oviedo; 195 habits. SUEROSO, SA: adj. SEROSO. SUERRI: Geog. Aldea del ayunt. de Cornudella, p. j. de Benabarre, prov. de Huesca; 23 habitantes. SUERTE (del lat. sors, sortis): f. Encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito ó casual. Faltóles allí la estrella, - SUERTE: Circunstancia de ser, por mera casualidad, favorable ó adverso á personas ó cosas lo que ocurre ó sucede. Ni tengo por buena SUERTE - SUERTE: SUERTE favorable. - SUERTE: Casualidad á que se fía la resolución de una cosa. Puesto que no podemos ponernos de acuer do, decídalo la SUERTE. Diccionario de la Academia. - SUERTE: Aquello que ocurre ó puede ocurrir para bien ó para mal de personas ó cosas. Fiar á hombres incapaces la sUERTE del es- - SUERTE: Estado, condición. - SUERTE: Extracción, origen, linaje. tres hombres de baja SUERTE de la colonia portuguesa pasaron á las de los naturales á robar. B. L. DE ARGENSOLA - SUERTE: Cualquiera de ciertos medios casuales empleados antiguamente para adivinar lo porvenir. Son los más célebres los llamados SUERTES de Homero, ú homéricas, de Virgilio, ó virgilianas, ó de los santos, las cuales consistían en abrir al acaso las obras de estos poetas ó la Sagrada Escritura, y en interpretar las primeras palabras que se ofrecían á la vista. - SUERTE: Género ó especie de una cosa. De esto procedía, que en justas, en torneos, en saber menear un caballo, y en jugar toda SUERTE de armas, cada uno se esforzaba. BOSCAN. - SUERTE: Manera ó modo de hacer una cosa. -¡Dichosa la que es amada BRETÓN DE LOS HERREROS. - SUERTE: Como contrapuesto al azar en los dados y otros juegos, puntos en que se gana ó acierta. Lisardo Capitán, jesto os espanta? Y me gane en dos SUERTES el sarnoso - SUERTE: En las fiestas de toros, burla que se hace de la fiera, poniéndose delante y librándose de ella con habilidad y ligereza. ... como dicen de las SUERTES de la plaza los mañosos á los toros. FR. HORTENSIO PARAVICINO. MORETO. - SUERTE: Con los números ordinales primera, segunda, tercera, etc., calidad respectiva de los géneros ó de otra cosa. - SUERTE: ant. En el comercio, CAPITAL, caudal de cualesquiera especies que alguno posee, valuado en dinero. - CAERLE á uno LA SUERTE: fr. TOCARLE á uno LA SUERTE. - CORRER BIEN, Ó MAL, LA SUERTE á uno: fr. Ser dichoso, ó desgraciado. - ECHAR SUERTES: fr. Valerse de medios fortuitos ó casuales para resolver ó decidir una cosa. echando SUERTES, fué mi protectora Que me cupo mi dama, y que me espera Que el parabién se ha dado de mi esposa. se echaron SUERTES, tocó á mi contrario tirar primero; etc. LARRA. - ENTRAR EN SUERTE uno: fr. Ser de aquellos entre quienes se ha de sortear una cosa. - LO QUE TE HA TOCADO POR SUERTE, NO LO TENGAS POR FUERTE: ref. que persuade á que sólo es digno de aplauso lo que adquirió la virtud y el mérito propio. - SUERTE Y VERDAD: expr. de que se usa en el juego, para pedir á los circunstantes que resuelvan y declaren sincera y desapasionadamente la duda en un lance dificultoso en que están discordes los jugadores. U. por ext. en otras materias. - TOCARLE á uno LA SUERTE: fr. En los sorteos, ser agraciado ó infeliz, según el número ó cédula que le cabe en ellos. SUERTES: Geog. Lugar del ayunt. de Candín, p. j. de Villafranca del Bierzo, prov. de León; 201 habits. SUESA: Geog. Lugar del ayunt. de Ribamontán al Mar, p. j. de Santoña, prov. de Santander; 233 habits. -SUESA AURUNCA: Geog, ant. C. de los auruncos, sit. en el Lacio Nuevo, al E. de la Vía Appia, entre Minturno y Teanum, en deliciosa comarca, llamada Vescinus ager, al O. del monte Massico. Fué patria de Lucilio y colonia romana desde la guerra del Sámnium; después colonizada de nuevo con el nombre de Julia Félix. -SUESA POMETIA: Geog. ant. C. de los Vosgos, sit. en el Lacio Nuevo, Italia. Fué cap. de los Vosgos, y e. grande y opulenta, sometida á los romanos desde el reinado de Tarquino el Soberbio, libre después, y más tarde tomada y destruída por P. Servilio, que pasó á cuchillo á sus habitantes. Plinio la cita entre las 23 c. destruídas en el territorio de las lagunas Pontinas, mientras que Estrabón habla de Suesa como de un lugar que aún existía en su tiempo. SUESCA: Goog. Laguna sit. al N. del dist. del mismo nombre, en el dep. de Cundinamarca, Colombia, sit. en medio de páramos y á 2810 m. de alt. Tiene 5 kms. de long., es de forma caprichosa, y contiene algunos islotes. Dist. de la prov. de Chocontó, dep. de Cundinamarca, Colombia, sit. en un hermoso valle, asiento de un antiguo lago, á 2656 m. de alt.; 3500 habitantes. Carbón de piedra; fuentes saladas. Al N. del pueblo bella laguna rodeada de páramos. En tiempo de los aborígenas fué c. grande y rica, llamada Suesusa, que en su idioma significa cola de guacamayo, por la variedad de colores que hay en la llanura, en cuyo centro se elevan algunas colinas de forma particular; era también c. libre, donde se daba asilo á todos los proscritos ó perseguidos que se refugiaban allí: la conquistó Gonzálo Jiménez de Quesada en el año de 1537, y después se retiró á ella y escribió su compendio historial de la conquista del Nuevo Reino de Granada, con el título de Ratos de Suesca (Esguerra, Die. Geog. de Colombia). SUESETANOS: m. pl. Geog. ant. Pueblo de la España Tarraconense, cuya situación han discu chiac comprendía en él el glaucónico inferior, la terreno tritoniense inferior según Omalius d'Ha- Lapparent admite la denominación de sueso. tido los historiadores. Según unos estaban don- Este género fué creado en 1874 por Eudes Deslongchamps, y su nombre es debido á haberle dedicado al célebre geólogo Suess; pertenecen las especies del género Suessia á las formaciones mesozoicas de los terrenos jurásicos, y especialmente se encuentran en los estratos del lías, siendo la más importante de ellas la S. costata. Ultimamente, y según los trabajos acerca de los braquiópodos del naturalista Vaagued, este grupo ha servido de tipo á la tribu de los suesinos por él fundada, basándose principalmente la clasificación en el estudio del aparato braquial calizo. SUESIONES: m. pl. Geog. ant. Pueblo de la Galia Bélgica II, sit. al S., entre los veromanduos al N., los belovacos al O., los catalaunios al S. y los remos al E.; c. principales: Noviodúnum ó Suesiones, y Augusta Suessiónum (Soissóns). Su territorio formó más tarde el Soissonés. siense, creado por Dumont y formado por las are- "citarse Egipto, hallándose construídas en él 'as grandes pirámides. Merced á los trabajos de los geólogos ingleses se ha reconocido su existencia en varios puntos de Asia, especialmente en la vertiente meridional del Himalaya, habiéndose citado en varios puntos de la India y en la provincia de Cuth, donde, según Grant, reposa sobre los terrenos jurásicos. En Africa ha sido estudia do también en la región de Argelia y en el desierto de Libia, donde Zittel la divide en dos pisos perfectamente caracterizados. En América se ha estudiado en la vertiente atlántica, donde re cibe el nombre de colignítico, existiendo también en las montañas Roqueñas, donde constituye el llamado grupo de Laramia; y por último me rece citarse, por el gran interés meteorológico que presenta su existencia, en las regiones árticas como Islandia, Groenlandia, la isla de los Osos y el Spitzberg. En el transcurso de esta época se realizaron los primeros esfuerzos de las partes continentales, particularmente en Europa, para adquirir las dimensiones y el relieve con que actualmente se presentan, acentuándose aún más el movimiento de emersión que se había iniciado á lo último del período cretáceo, sucediendo á la verdadera emersión que se realizó en aquella época; los se dimentos suesonienses atestiguan la lucha del Océano y de la tierra firme, especialmente en las partes septentrionales de los continentes donde abundan las formaciones de agua dulce que pos teriormente habían de extenderse muchísimo hacia el S. hasta la época del levantamiento de los Pirineos. La citada lucha no tuvo lugar en la cuenca del Mediterráneo, en que las formacio nes marinas conservan algunos caracteres particulares que las distinguen aún durante los períodos anteriores; es decir, que se presentan en grandes extensiones formadas por calizas de construcción, en las que los organismos marinos tomaron una gran parte, especialmente los pro Realizase en esta época la primera aparición verdadera de los mamíferos, de los peces pleuro. néctidos, de los gasterópodos pulmonados y de los crustáceos estomatópodos, así como la apari. ción de los géneros Sigaretus, Oliva, Triton, Terebra, Cassis, Helio, Bulimus, Cyclostoma, Metanopsis, Anodonta, Flabellum y otros varios. Paleontológicamente es el reino de los géneros Protornis, Terebellum, Buccinanops, Teredina, Conocrinus, Nummulites y otros varios. CorresPygurus, Hemiaster, Eupatangus, Gualtieria, ponden á este terreno las zonas de la Physa gigantea, Turnatella carinifera, Voluta ambigua, Cerithium vulcanum, Crassatella rhomboidea, Ostrea eversa, Nummulites nummularia y platozoarios, y más particularmente los denomina nulata, y algunas otras. dos nummulites, que han llegado á adquirir tal importancia que algunos autores dan este nom bre al terreno. del continente; bajo la influencia de un mar caliente que se extendía hasta el trópico, aparecio un régimen de estaciones secas y calurosas alternando con otras lluviosas y templadas, y la temperatura media anual era próximamente de 25o en la latitud de Proverza, realizándose en tonces la mayor elevación de temperatura en los tiempos terciarios, pues las palmeras abundalan en Francia y los cocoteros y árboles analogas se extendían por Inglaterra, hallándose relegados los árboles de hojas caducas à las grandes alturas, de donde descendieron al principio del pe ríodo eoceno. La extensión de este terreno es bastante gran de, y los puntos en que se presenta son tan numerosos que sería casi imposible su enumeración; Al comienzo de esta época el clima de Europa merece citarse en primer término toda la cuenca es más bien templado que muy cálido, siendo angloparisiense, formada por una especie de co- todavía nulo el invierno, como ha demostrado rona que rodea á varios islotes centrales y que Saporta en su obra titulada El libro de las Plan se extiende por los departamentos del Sena In-, tas, y la vegetación continental parece haberse ferior, Somme, Norte y Paso de Calais, habién desarrollado sin variaciones sensi les entre los dose señalado también grandes extensiones en el 40 y los 60o de latitud. Pero relativamente departamento del Oise y en el de Seine-et-Mar- pronta, al empezar este período, una verdadera ne, y prolongandose seguramente el Mar Sueso. revolución constituyó un mar mediterráneo cua niense por Inglaterra en el Dorsetshire, el Kent, tro ó cinco veces más vasto que el actual, ha el Sussex, en las cercanías de Londres y en Heciendo variar todas las condiciones geográficas refordshire; este mismo mar ó alguno de sus golfos constituyó las formaciones de Bélgica, donde ha sido citado en bastantes localidades. En la cuenca pirenaica ocupa el piso grandes extensiones, así como en toda la región aquitánica, habiendo sido señalado en 1814 por D'Orbigny en la desembocadura del Gironda, y extendiéndose por la cuenca de este río y por la del Adour, y ocupando parte de los Bajos Pirineos con yacimientos tan clásicos como los de Biar y Biarritz, continuándose hacia la parte oriental en el Haute-Garonne, los Hautes Pyrenees, el de Ariége; la formación correspondiente y homóloga de la vertiente N. de los Pirineos la tenemos en nuestra península representada desde Figueras hasta Oviedo, pues aparece este terreno ocupando una larguísima banda cuyos principales puntos son Castellfollit, Ripoll, Berga y Pobla en Cataluña; Ainsa, Jaca y Sangitesa en Huesca, algunos pun tos de Navarra y otros de Vitoria, continuandose hacia el Occidente hasta formar los clásicos yacimientos de San Vicente de la Barquera en la provincia de Santander y Colombres en Asturias. Volviendo á Francia, se presenta el terreno en el departamento de las Bocas del Ródano y en el de Var, así como en los Bajos Alpes, habiendo sido bien estudiados los alrededores de Niza y de Turín, por donde entra en Italia, presentándose en la Saboya, en el monte Bolea y en los alrededores de Venecia, continuándose por el Tirol austriaco y apareciendo en Austria Dada la importancia de este terreno no es de cerca de Viena, en Hungría, en Wellersdorf, en extrañar el extraordinario número de sinonimias algunos puntos de Istria, Dalmacia y Carniola, con que se le ha descrito, pues según sus fósiles en Polonia al pie de Tatra y en la Carintia. De más característicos ha sido llamado caliza num- las formaciones alpinas sube por el lago de Lumulítica de varios autores, y especialmente de cerna á Weissbad Schwarzenberg y algunos otros Gras, parte de los terrenos eocenos de Lyell; se- puntos de Alemania. Continuando hacia Turquía gún su posición forma el terreno terciario infe- se le encuentra en Crimea y Sebastopol, para serior para Dufrenoy y Elie de Beaumont; D'Arguir por el Cáucaso, Persia y Siria, mereciendo SUESONIENSE: adj. Geol. Llámase así al piso inferior del período o terreno eoceno, primero de la era ó serie de los terrenos terciarios, hallándose limitado inferiormente por el piso daniense, último de la serie secundaria y sobre el cual descansa, y estando cubierto superiormente por los estratos del piso parisiense, que forma la segun da época del mismo período eoceno, en que se halla incluído. Fué creado este piso por D'Orbigny, que le dió el nombre con que posteriormente le han descrito todos los autores, derivándole de la ciudad francesa de Soissons, que es la romana Augusta Suessiónum, en donde se encuentra muy desarrollado, evitando darle un nombre fundado en caracteres mineralógicos ó paleontológicos que no son absolutamente fijos y que difícilmente podrían generalizarse. Reunió dicho geólogo para formar este piso los estratos de la arcilla plástica, las capas de lignito y las arenas inferiores glaucónicas de la cuenca parisiense, colocados encima de la zona del Nummulites lærigata, correspondiendo a este mismo piso la caliza nummulítica de Royán, de los Pirineos y de Biarritz, así como las forma iones análogas de Suiza y otros varios yacimientos conocidos única y exclusivamente como formaciones nummulíticas. La estratificación de este terreno debe estudiarse en aquellos puntos que han sido menos alterados desde la época de su formación para lo cual debe servir de tipo la cuenca anglop risiense, en donde se suceden sin interrupción 19 de los 27 pisos establecidos por D'Orbigny. Al terminar la serie cretácea por completo, reposan sobre ella, en estratificación casi concordante, los estratos suesonienses, representados por arenas, lignitos ó arcillas, y cuando falta el ultimo piso del cretáceo, ó sea el dánico, reposan las capas nummulíticas sobre las senonienses. Criese generalmente que las primeras capas ter ciarias de la cuenca angloparisiense, represcrtadas por las arenas glauconiferas, por las arcillas ó por los lignitos, han sucedido regularmente á las últimas del piso danico, y que cuando faltin es debido á su destrucción ulterior; estes heel os permiten fijar exactamente la posición relativa del piso suesoniense, y falta saber si este piso, el primero de la cuenca, ofrece alguno interme dio que le separe del daniense. En la cuenca pirenaica, tanto francesa como española, reposin a veces estos estratos sobre los senonienses, y estos hechos, no sólo se repiten en la cuenca me. diterránea, sino en los Carpatos y en Crimea pudiendo afirmarse en resumen que la estratificación típica de la cuenca angloparisiense puede hacerse extensiva á todas las localidades donde se presenta el terreno que estudiamos. Los límites inferiores están marcados por discordancias positivas, por discordancias de denudación y por discordancias de aislamiento; de las primeras puede citarse como ejemplo la de Saint Palais, en donde el suesoniense existe, por una depresión de los últimos depósitos cretáceos. Las circunstancias de denudación abundan bastante en toda la cuenca angloparisiense; así, en Vigny la alteración del daniense ha sido completa, faltando las capas que han sido corroídas antes de los depósitos terciarios, y por esta causa se explica la falta del piso daniense y la sustitución por capas con sílex rodados procedentes de la creta y acompañados de arcilla y de limos rojizos, que han dado origen á las pudingas y areniscas, que parecen ser intermedias entre la creta blanca y el suesoniense. Las discordancias de aislamiento son también bastante numerosas, y se reconocen por la falta de los estratos que describimos sobre las formaciones cretáceas, lo que indica un movimiento geológico de elevación, bastante marcado en algunos puntos de las partes occidentales de la cuenca angloparisiense, teniendo más interés el fenómeno porque se repite en Bohemia, en algunos puntos de Rusia y en Chile. También se manifiestan las discordancias de aislamiento por la falta de los últimos miembros de la serie cretácea debajo del piso que estudiamos, indicando esto también un cambio de nivel geológico entre los dos períodos, observándose su existencia en la facies terrestre de Orgón, en que el suesoniense reposa directamente sobre el neocomiense, lo que demuestra la supresión completa de seis pisos ó épocas; en el llamado pilón de SaintVallier faltan aún bastantes más pisos, pues reposa sobre el oxfórdico, lo que representa una laguna de diez pisos, y en Vit, cerca de Castellanne, llegan á faltar hasta 16 pisos, pues se encuentra en contacto con el jurasico sinemuriense; y por último, en las montañas Negras, en el departamento del Aude, llega á darse el caso de reposar el piso que describimos sobre los terrenos paleozoicos, faltando por completo los 22 pisos intermedios. Por estas últimas discordancias tan considerables se ve la verdadera importancia de la Paleontología para la determinación estratigráfica de los terrenos en estos casos. Los límites estratigráficos superiores se hallan perfectamente limitados aún de su complemento en la formación eocena, que es el piso parisiense, pues de él se separa también por la estratificación como por las faunas, pues si los pisos hubie ran constituído una sola época se les encontraría siempre superpuestos y presentarían los mismos caracteres generales y las mismas faunas, siendo, por el contrario, bastante sencillo probar la existencia de un movimiento geológico entre los dos pisos. Se ha reconocido que el piso parisiense se presenta aislado y descansando sobre el cretáceo sin el intermedio del suesoniense; en bastantes puntos de los departamentos del Canal de la Mancha en Francia, y en muchos puntos de los Estados Unidos, todos los fósiles citados como eocenos pertenecen tan sólo al piso parisiense y además se han señalado en bastantes sitios discordancias completas de aislamiento entre los dos pisos, pudiéndose citar localidades tales como Colombres y San Vicente de la Barquera en España, Biarritz y Peyrorade en el Mediodía de Francia, repitiéndose el hecho en varios puntos de la cadena de los Pirineos, donde las últimas capas del suesoniense están completamente aisladas del parisiense, ocurriendo esto en las extensas superficies del departamento de las Bocas del Rodano y el Var, y pudiéndose citar un aislamiento semejante en el Vicentín, el Tirol, algunos puntos de Crimea y vertiente meridional de la cordillera del Himalaya. Siguiendo el notabilísimo estudio que acerca de este piso realizó el geólogo D'Orbigny, añadiremos algunas deducciones fundadas en la posición de los estratos. Las capas casi horizontales, ó ligeramente inclinadas hacia el centro, permitirían creer que las partes visibles están intactas tal como se depositaron durante la época; los depósitos de Saint-Palais, cerca de Royán, en capas casi horizontales, parecen formar una parte intacta del borde septentrional del antiguo mar suesoniense, y enfrente de tal persistencia pueden citarse las profundamente alteradas de los Bajos raleza de los sedimentos y de los fósiles pueden dePirineos y de España, y los estudios de todos los ducirse algunas de las condiciones de formación geólogos prueban que desde Biarritz hasta el Me- de los depósitos suesonienses. La sola presencia diterráneo los estratos suesonienses ó nummulí- de conchas terrestres ó fluviatiles, tales como los ticos han sufrido una fuerte dislocación, que ha géneros Helix, Pupa, Cyclostoma y Physa, permiinclinado las capas respecto á su primitivo depó-ten afirmar que los depósitos proceden de peque sito; como en toda la cordillera las últimas capas dislocadas son las nummulíticas, puede creerse que la perturbación que ha determinado la separación del piso suesoniense y del parisiense es el mismo movimiento orogenico que dió origen al levantamiento de los Pirineos, considerándose por tanto que el sistema á que Elie de Beaumont dió este nombre, que lleva el número 15 en su enumeración, está orientado O. 13° N., y pu diendo considerarse que este levantamiento ha interrumpido y dislocado los potentes depósitos del período eoceno, cortando, por decirlo así, la vida suesoniense para dar nacimiento á las posteriores y siendo la verdadera orientación de la dislocación de O. 18° N. á E. 18° S., pareciendo haberse efectuado en la misma época las de Bray y el Bolonesado en Francia y las de Surrey y Susex en Inglaterra. La composición mineralógica tiene ya todo el carácter de los materiales del terciario, variando extremadamente de unos á otros estratos, según la ley general, á medida que se aproximan à la época actual. Los sedimentos de las capas que han sufrido grandes modificaciones están profundamente alterados, habiendo variado, por tanto, su composición primitiva, en tanto que en la cuenca angloparisiense los estratos menos modificados presentan arenas pulverulentas, arcillas sin consolidar, y otros materiales análogos á los formados actualmente en los mares. Como ejem plo de esta variedad de materiales, cita D'Orbigny en algunos puntos de la cuenca angloparisiense sitios donde se presentan arcillas plásticas alternando con margas grises y negras, conteniendo Cerithium, Melanopsis y Cyclas; después arenas gruesas con Unio y Teredina, cu biertas por una extensa capa de arcilla sin fósiles; en Champillón y otros puntos alternan capas de arcilla plástica y de lignito, sobre las cuales van otras de arena, arcilla margosa y margas arenosas; en el monte Bernón se presentan arcillas, una caliza de agua dulce margosa cubierta por una marga azulada sin fósiles, y capas de lignito con arenas blancas y amarillas de grueso variable. En las cercanías de Reims está formado el piso por un limo rojizo con pedernales, unas arcillas sulfurosas con yeso y arenas blancas y margas arcillosas, todas ellas sin fósiles. En Meudón las capas inferiores están compuestas de un conglomerado con restos de mamíferos, de reptiles y de conchas marinas, sobre las cuales van arcillas hojosas y lignitos con grandes paludinas cubiertos por margas blancas y arcillas plásticas que se explotan. Todos los puntos que pudieran citarse probarían la diversidad de composición mineralógica, de la que sólo puede decirse que en la cuenca angloparisiense abundan las arcillas plásticas al S., los lignitos y margas al E. y las arenas hacia el N. En las formaciones pirenaicas alternan las calizas blancas con foraminíferos y equínidos con otra serie de calizas, encerrando restos de tortugas y nummulites, siguiendo después una arenisca cuarcífera compacta y capas de arena pulverulenta con ostras; en los Bajos Pirineos abundan las calizas grises algo silíceas, y en las montañas Negras las calizas de igual color con algu nos fosiles. En la cuenca mediterránea pueden verse, en Orgón, calizas de agua dulce blancas y compactas, conteniendo especies de fósiles terrestres, mientras que en Saint-Vallier la caliza es amarilla y está completamente formada de restos marinos; en Vit existen yesos de muy diversos colores cubiertos por areniscas y arcillas negruzcas, y s. ría interminable la demostración de que no pueden precisarse caracteres mineralógicos exactos para el piso que estudiamos. La potencia ó espesor de este terreno ha sido calculada por Graves para las capas de lignitos en 112 metros en Bettembos y en 101 en Solen. te. En Colombres, punto muy importante de la vertiente meridional de los Pirineos asturianos, ha calculado el geólogo francés Verneuil un espesor de 100 metros aproximadamente; en Inglaterra estima Archiac en 345 metros la potencia;en Alumbey y en los Bajos Alpes ha calculado Gras en 1000 metros el espesor de las capas marinas, y Raspail afirma que tienen unos 412 m. de potencia las que se presentan en Vaucluse. De la natu ños lagos de agua dulce, pudiendo considerarse análogas á éstas las que encierran Paludinay Anodonta y algunos otros géneros de conchas fluviátiles, como ocurre en Meudón, y se repite el caso en una porción de localidades francesas perfectamente estudiadas por D'Orbigny, pudiendo considerarse como depósito de la misma época terrestre las capas que contiene Physa gigantea en las montañas Negras y en algunos otros puntos de Inglaterra y de la India. Los yacimientos de lignito que se presentan en la cuenca angloparisiense, y que presentan conchas marinas litorales, como los géneros Venus, Corbula y Ostrea, y conchas decididamente fluviátiles, permiten afirmar que son puntos litorales en los que pequeños ríos arroyuelos mezclaban sus aguas con las marinas de la costa suesoniense. Puede considerarse como entradas del antiguo litoral en las que se manifiestan las mezclas de arenas y arcillas debidas á las perturbaciones naturales en las actuales costas, siendo fácil explicar, por tanto, la formación de los lignitos por los restos vegetales que encie rran. Los puntos que pueden considerarse como submarinos, pero vecinos de las costas ó poco profundos, se reconocen por el gran número de conchas de gasterópodos y lamelibranquios, y se caracterizan especialmente por conchas del género Ostrea y Cardita, que se encuentran en su posición normal de existencia. Las regiones que pudiéramos considerar como pelágicas o muy profundas son aquellas que pasan de unos 160 metros de espesor, y que están materialmente formadas por restos de formaciones de los géneros Nummulites, Assilina y Alveolina; pueden considerarse pertenecientes á esta facies las formaciones de los Pirineos y las que se encuentran en las provincias de Asturias y Santander, bastantes puntos de los departamentos del Aude y Var, y otros de Trieste, Crimea y algunas localidades de Egipto, debiendo notarse que estos puntos pelágicos están situados en el centro del mar suesoniense. Las oscilaciones del suelo existieron durante la época suesoniense, como lo demuestran la existencia de algunas capas de origen marino que se hallan cubiertas por otras de formación terrestre, é inversamente capas terrestres que han podido conservarse y cubrirse por sedimientos marinos, para lo cual ha sido preciso que se realice un descenso del suelo y que éste haya sido invadido por los mares, cosa que se observa perfectamente estudiando las capas que constituyen la formación de Meudón, donde se ve un conglomerado con cantos y diversos huesos procedentes de un depósito costero cubiertos por lignitos puramente fluviátiles. La existencia de una perturbación final que limitó, por decirlo así, el desarrollo de este período, se prueba por la posición regular y la estratificación de algunas formaciones que han debido resultar de un movimiento de las aguas que se realizó al final del período. Paleontológicamente, del carácter general de la fauna de este piso resulta que casi la totalidad de los géneros que nacen en esta época se continúan por todas las posteriores, y de los anteriormente existentes sólo un escasísimo número se extinguen en ella; estos resultados están en perfecta relación con las divisiones adoptadas para los terrenos, y prueban que el piso suesoniense es una nueva era y que inicia el período terciario. Para separar este piso del anterior, que es último de los cretáceos, basta tener en cuenta la existencia en aquellos de algunos géneros que no pasan á éste, y que si bien son muy escasos son perfectamente definidos. Para diferenciarlos, por este concepto, del siguiente, acudiremos á la aparicion en el parisiense de una porción de géneros, que pasan de 150, que no existen en el suesoniense; de estos géneros figuran en primer término más de 20 de los mamíferos, unos 10 entre las aves, cuatro ó cinco entre los reptiles y 25 de los peces; de los invertebrados figuran los crustáceos, los moluscos gasterópodos y los lamelibranquios, con una docena de géneros cada grupo, y los animales inferiores, especialmente los foraminíferos, que se multiplican extraordinariamente. Son más de 200 los géneros que aparecen en el suesoniense que no existían en los terrenos |