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res, impresas por Mayáns. El nombre de Solís figura en el Catálogo de autoridades de la lengua publicado por la Academia Española.

graciosa; Loa para una comedia doméstica, que caracteres de la epopeya y del drama... Solís
se representó en casa de los condes de Oropesa; es un historiador artista, una especie de Quinto
El baile perdido, representación graciosa; y Loa Curcio español, menos atento à instruir que á
para la primera comedia que representaba en agradar. Los españoles modernos le celebran por
cada ciudad la compañía de Prado. La comedia haberse librado, mejor que ningún otro autor de
de Amor y obligación, que se ha perdido, sospe- su tiempo, del detestable gusto de su época, y
cha Barrera si será la que con el mismo título por no haber guardado del culteranismo más que
corre atribuída á Moreto Las nueve comedias cierta afectación de adornos que nunca degenera
de la edición de 1681 se reprodujeron en la de en puerilidades; y le adjudican el mérito capital
1716 (Madrid, en 4.°) Hay otra impresión titu- de poner un estilo tan calcado en el verdadero
lada Comedias escogidas de D. Antonio de Solis genio de la lengua castellana, que ni un término
(íd., 1828, en 8.°). La Biblioteca de Rivadeneira, ni una locución suya han envejecido. » Es dicha
en el t. XXIII, publicó: El amor al uso; Un bobo Historia un libro verdaderamente notable. Si
hace ciento, El doctor Carlino y La gitanilla de puede parecer exagerado Mayáns cuando dice
Madrid También escribió Solís: la primera jor- que «toda la contextura de esta preciosa obra es
nada de El pastor Fido, comedia en que colabo- una tela finísima de oro puro, ricamente adorna-
raron Calderón y Antonio Coello, y que puede da de muy cristianas y políticas sentencias, que
verse en la Biblioteca de Rivadeneira (t. XIV, lucen como diamantes finísimos,» también es
pág. 489); la segunda jornada de la comedia innegable que el estilo castizo que en ella res-
burlesca de La Restauración de España, repre- plandece, el tono grave y armonioso y la sensa-
sentada á los reyes en el Retiro el día de San tez y cordura de los juicios la constituyen uno
Juan de 1655, hoy desconocida, cuyas demás de los trabajos históricos más bellos y acabados
partes escribieron Monteser y Diego de Silva; el de nuestra lengua. «Si es lícito expresarnos de
entremés famose de Las vecinas, que se publicó este modo, dice Vedia, Solís dió á su libro un
con los Entremeses nuevos de diversos autores, aspecto poético y hasta una forma homérica; en
para honesta recreación (Alcalá, 1643), y estas efecto, abraza solamente la conquista de Méjico,
producciones, representadas al rey con los Triun- y no como Gómara, la vida de Hernán Cortés.»
fos de amor y fortuna, en el Buen Retiro en Adolfo de Castro ha dicho: «Escribió luego (So-
1568: entremés de El niño caballero; íd. de Ellis) La historia de la conquista de Nueva España,
salta-en-banco; otro entremés sin título, y un sai- cuya primera parte vió la luz pública, dejando
nete tampoco titulado. Gregorio Mayans publicó la segunda incompleta y sin corrección, y así
en Lyón en el año de 1755 un tomito que con- quedó inédita. El estilo de Solís como historia-
tiene algunas cartas de Antonio de Solís, uni- dor es á veces acertado, pero por lo común es
das á otras de Nicolás Antonio. En las de Solís más poético de lo que el asunto requiere.» En
luce el buen lenguaje, la facilidad y soltura, una Madrid se guardan en la Biblioteca Nacional
locución pura y correcta, una sencilla naturali- cinco manuscritos de Solís, así titulados: Obras
dad y un estilo elegante, siendo de sentir que poéticas; Varias poesías; Historia de la conquis-
sean tan pocas, mas el colector no pudo disponer ta, población y progresos de la América septen-
de otras. «Yo quisiera, dice, publicar todas las trional 6 Nueva España (original); Cartas ori-
otras cartas de don Antonio que en Madrid ocul-ginales á Dormer, año 1675, y Cartas familia.
ta la avaricia enemiga del mayor aumento y es-
plendor de la lengua española; lograría ésta un
singular adorno; también tendrían muchos la
justa gloria de leer en ellas los nombres de sus
padres ó abuelos, sobre lo cual debo advertir que,
si aquí se omiten algunas, se debe culpar á la
omisión del copiante, que tuvo por ocioso el es-
cribirlas, yerro que no se ha podido enmendar
por la dificultad insuperable en conseguir el ori-
ginal de Madrid.» Cuatro cartas de Solís se ha-
Ilan en el t. XIII de la Biblioteca de Rivade-
neira. En cumplimiento de los deberes que le
imponía el cargo de cronista mayor de Indias,
escribió y publicó Solís, después de reunir co-
piosos datos, la Historia de la conquista de Mé-
xico, población y progresos de la Amèrica septen-
trional, conocida por el nombre de Nueva España
(Madrid, 1684, en fol.), obra celebrada univer-
salmente, que sepultó en el olvido las crónicas
antiguas destinadas á referir aquel suceso impor-
tante y que ha multiplicado la imprenta en in-
numerables ediciones (Barcelona, 1691, en folio;
Amberes, 1704, en íd.; Bruselas, íd., idem,
en 4.o; íd., 1732, en fol.; íd., 1748, en íd.; Bar-
celona, 1756, en íd.; Barcelona, 1766, en ídem;
Madrid, 1768, en 4.°; íd., 1771, 2 t. en 8. con
láminas finas; Barcelona, íd., en' íd.; Madrid,
1776, en 4.o; íd., 1780, 3 t. en 8.°; íd., 1783, 2
t. en 4. mayor con láminas y mapas plegados;
íd., 1790, en 4.°; íd., 1791, 3 t. en 8.°; íd., 1798,
5 t. en 12.; París, 1824, 4 t. en 8.°; Madrid,
1825, 4 t. en 8.° con láminas; íd., 1832, 4 t. en
8.°; París, 1838, en 4.°; Barcelona, 1840, 2 t. en
8.; Madrid, 1843, en 4.°, edición aumentada
con un resumen histórico desde la rendición de
Méjico hasta el fallecimiento de Hernán Cortés,
é ilustrada con notas por José de la Revilla;
íd., 1851, en 4.° mayor; París, 1858, en 8.° ma-
yor). Citri de la Guette tradujo esta obra al fran-
cés (1691, en 4.0); un académico de la Crusca al
italiano (Florencia, 1699, en 4.), y Tomás Town-
send al inglés (Londres, 1723, en fol., y 1753,
en 8.°). La pobreza de Solís hubiera sido causa
de que la famosa Historia no se publicara en
vida del autor, porque el Tesoro español se ha-
llaba también agotado, á no mediar la generosi-
dad de un amigo del historiador, Antonio Car-
nero, veedor general de los Estados de Flandes,

guos, es el historiador de Méjico D. Antonio de
Solís y Rivadeneira. Antes, refiriéndose tam.
bién al poeta dramático, había escrito Marche-
na. Exceptuando en Los triunfos de amor y
fortuna, que más bien es ópera ó zarzuela que
comedia, el juicioso Solís se ha preservado de
los desatinos tan comunes en Calderón. Como
dramático se distinguió Solís por la habilidad
y feliz combinación de sus planes, no siempre
originales, y por la regularidad á que casi con el
rigor de un preceptista aspiraba en ellos. Puro
el estilo, armoniosa, natural y sencilla la versi-
ficación, más de lo que podía esperarse de unos
tiempos en que tan tiránico imperio ejercía el
culteranismo, las comedias de Solís, por su dis-
creción, gracia y regularidad, pueden competir
con las mejores de Moreto. De los dramas que
dejó escritos Solís, los que más fama le han dado
son los del género cómico titulados: El amor al
1480, comedia tan preciosa como alabada; Un bobo
hace ciento, comedia de argumento complicado é
inverosímil, pero sembrada de chistes y sales
cómicas; El doctor Carlino, no menos graciosa;
y La gitanilla de Madrid, no menos excelente
que las citadas, por su regularidad clásica, por
la gracia y verdad de los caracteres y por la
soltura del estilo: en esta comedia copio Solís la
novela de Cervantes titulada La gilanilla. De
El amor al uso, traducida al francés por Tomás
Corneille, que la tituló L'Amour á la mode, dijo
Martínez de la Rosa: «Invención agudísima,
traza sutil, situaciones cómicas, burla viva y
donosa de un defecto muy común en hombres y
mujeres, lenguaje castizo y ameno, versificación
fluida, chistes graciosos y oportunos, todo con-
tribuye á recomendar esta composición bellísima,
que tiene asegurado su éxito y aplauso mientras
dure en el mundo la maldita moda, antigua á lo
que parece, de amar poco y ponderarlo mucho.>>
La obra fué, con justicia, muy aplaudida en Es-
paña y Francia. Un bobo hace ciento fué también
traducida al francés, con el título de Le fou in-
commode, por Linguet, formando parte de su
Teatro español. En los dramas del género heroi-
co se dejó llevar Solís de la corriente del mal
gusto, como lo prueban las hipérboles y metáfo-
ras que abundan en los titulados Euridice y Or-
feo, que ofrece una ingeniosa alianza de la fábu-
la griega y de los sentimientos castellanos;
Triunfos de amor y fortuna, imitada por Qui-
nault, y Las amazonas. El mejor de su clase es
El alcázar del secreto, que es el que más imita á
Calderón, tanto en sus perfecciones como en sus
extravíos. La primera edición de las produccio.
nes dramáticas de Solís se tituló Comedias de don
Antonio de Solís y Rivadeneyra (Madrid, 1681,
en 4.), y comprendía los Triunfos de amor y
fortuna, con loa y entremeses; Euridice y Orfeo;
El amor al uso; El alcázar del secreto; Las ama-
zonas; El doctor Carlino; Un bobo hace ciento,
con loa; La gitanilla de Madrid, y Amparar al
enemigo. Allí se advierte al lector «que aunque
hay otras comedias con título de D. Antonio
de Solís, no se ponen en esta obra, por tener por
cierto no ser suyas.» En las Varias poesías sa-
gradas y profanas, libro antes citado, incluyó el
editor Goyeneche estas producciones de Solís:
Representación panegírica en el cumpleaños del
joven conde de Oropesa; Loa ó introducción de
una fiesta que hicieron unos seglares en un con-
vento de monjas; Loa para la comedia del mis-
mo Solís Un bobo hace ciento, que se represen-
tó á los reyes, Martes de Carnestolendas; Loa
para su comedia Las amazonas, que se repre-
sentó á los reyes, Domingo de íd., en 1655;
Loa para su comedia de Euridice y Orfeo, que
se representó á los reyes; Fiestas bacanales, sai-
nete con que se acabó la antedicha comedia;
Loa para la de Pedro Calderón Darlo todo y no
dar nada, representada á los reyes, Loa para la
comedia Pico y Canente, de Luis de Ulloa y
Rodrigo Dávila, representada á los reyes; Sai-
nete con que se dió fin á esta misma comedia;
Amor es arte de amar, que dejó empezada al
morir; Loa para la comedia de Ilipomenes y Ata-
lanta, de Francisco Antonio de Monteser; Loa
para la comedia (de Solís?) de la Cautiva de
Valladolid, representada á los reyes y á los con-
des de Oropesa; Loa para la comedia de Eurúdiá
cey Orfeo, distinta de la antedicha, y escrita
para el estreno de la comedia en Pamplona
(1642), en la fiesta del parto de la condesa de
Oropesa; Diálogo en celebridad de la salud der
conde de Oropesa, después de libre de un garro
tillo; El retrato de Juan Rana, representación

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quien Solís escribió alguna vez pidiéndole una capa. Publicado el libro, todo el mundo le admiraba, pero le compraban muy pocos. Solís se lamentaba de que, habiendo oído tantos elogios de la obra, no se hubieran vendido más de 150 ejemplares. La Historia de la conquista de Méaice, dice un biógrafo francés, participa de los

SOLISES: Geog. Aldea de la parroquia de San Pedro de Arcos, ayunt., p. j. y prov. de Oviedo; 94 habits.

SOLITARIA (de solitario): f. Silla de posta capaz de una sola persona.

- SOLITARIA: TENIA; género de lombriz, del cual hay varias especies. Tiene el cuerpo muy aplanado; por lo común es muy larga, y rara vez hay más de una en las entrañas.

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¿qué viene á ser la tenia?
Un espantoso animal.

-¡Gran Dios! - Lo que llama el vulgo
La SOLITARIA. -¡San Blas!

BRETÓN DE LOS HERREROS.

- SOLITARIA: Zool. Nombre vulgar con que se designan los gusanos parásitos del género Tænia y otros análogos al grupo de los cestoideos. Las solitarias ó tenias, como gusanos del orden de los cestoideos, se presentan bajo la forma de una larga cinta formada de artejos muy pequeños y casi indistintos los primeros, y cuyas dimensiones en longitud, anchura y grueso van creciendo gradualmente hasta el extremo terminal. El órgano llamado comúnmente cabeza sirve de aparato de fijación y termina la porción delgada del cuerpo. Esta cabeza ó escólex lleva cuatro ventosas situadas en los lados y termina en una doble corona de ganchos encorvados en la punta, que queda libre y vuelta hacia el exterior. Estos, movidos por fuertes músculos, penetran en los tejidos del animal que alberga la solitaria, y fijan el parásito de tal modo que con gran frecuencia se rompe antes que dejar de desprenderse.

Los anillos de la solitaria presentan entre sí una semejanza tal que se ha llegado á sostener que cada uno de ellos representaba una individualidad distinta, y que el conjunto no sería un solo animal, sino una colonia de ellos. La sola diferencia que pueden presentar consiste únicamente en el grado de crecimiento; sólo los últimos anillos, los más valuminosos, se encuentran en su desarrollo completo en su madurez sexual, y los embriones que contienen están ya completamente formados, al paso que en los anteriores están cada vez más atrasados hasta llegar al óvulo, que aun en los más próximos á la cabeza se puede ir viendo cómo se forma el aparato reproductor. Se conoce, pues, la estructura

en conjunto de los anillos, y aun de todo el animal, extendiendo uno de aquéllos.

Es de advertir que en la solitaria, al contrario de lo que sucede en la mayoría de los parásitos, el tubo digestivo falta por completo. Colocado el parásito en tal forma que se encuen tra rodeado de los alimentos que la digestión ha hecho ya asimilables no necesita sino absorberlos, y esto lo consigue fácilmente por ósmosis. Todo el anillo está formado por un tejido de mallas apretadas que rodean por completo todos los órganos del animal. Los músculos están situados debajo del dermis, en la capa más externa, y divididos también en dos partes, la una formando una capa circular y la otra una longitudinal. A cada lado del cuerpo se extiende el sistema nervioso, desprovisto de ganglios tendido como un largo cordón á través de la colonia. El estado de regresión en que se ve los elementos que le forman demuestra claramente lo rudimentario de sus funciones. Al lado de estos ramos nerviosos, y un poco más adentro, se encuentran uno, dos ó más canales que recorren longitudinalmente de un anillo á otro toda la colonia, y de los que uno al menos envía una rama transversal en cada anillo al vaso análogo del lado opuesto. No está aún bien determinado el papel de estos vasos, pero generalmente su función y significación les asimila al llamado aparato acuífero de otros animales inferiores.

ex

Todo el resto del anillo queda ocupado por los órganos del aparato reproductor sumamente desarrollados, como sucede en la mayoría de los animales parásitos. Los dos sexos están representados en cada anillo, pero los más próximos á la cabeza aún no tienen formado al aparato reproductor y los próximos al extremo de la cadena han perdido ya casi del todo estos órganos y se encuentran por completo repletos de embriones. El aparato masculino se desarrolla el primero, y por esta razón se encuentran sus elementos en los anillos jóvenes aún desprovistos de óvulos. Está formado este aparato por numerosas vesículas testiculares, piriformes, situadas en la cara dorsal, y cuyos pedúnculos son otros tantos canales deferentes que se reunen en un canal excretor común, sinuoso en su extremo y contenido en una especie de bolsa musculosa, la bolsa del cirro, de tal modo que puede salir fuera de ella y del orificio sexual del borde lateral del anillo.

El aparato femenino es aún más complicado, pues está formado por un ovario, una glándula vitelina, otra productora de la cáscara del huevo, un útero, un receptáculo seminal y una especie de vagina que generalmente desemboca al lado del orificio sexual masculino en el borde lateral. Formados los óvulos y fecundados pasan al útero, éste se ramifica emitiendo conductos laterales y llega á ocupar toda la cavidad del anillo, desapareciendo los demás órganos, que son reabsorbidos por completo.

¿Cómo se verifica la cópula, puesto que los dos sexos existen? Se ha dicho que cada anillo se puede fecundar á sí propio; pero en opinión de Momez el hecho no parece muy confirmado, y aun por analogía no se puede creer muy proba ble. Por el contrario, se ha podido observar la unión entre anillos distintos de una misma cadena de tenia, y aun entre anillos pertenecientes á diversos individuos.

El desarrollo del huevo después de fecundado se verifica con una gran rapidez y en poco tiem

Cabeza de Taenia solium, vista por el ápice, con rostelo y doble corona de ganchos, y cuatro ventosas.

po (V. CESTOIDEOS); el embrión, tal cual se ve en los últimos anillos, es de forma más o menos re

dondeada, extremadamente pequeño, puesto que no mide más de 30 milésimas de milímetro, y lleva en su parte anterior seis ganchos de forma característica, dispuestos por pares, uno anterior y dos laterales.

En ciertas especies, como sucede en las dos solitarias más frecuentes como parásitas del hom

Tania saginata (medio canellata); tamaño natural bre, el embrión está rodeado de una cáscara muy resistente, formada por numerosos bastoncillos colocados los unos contra los otros radialmente y muy aplastados, de tal modo que forman una superficie resistente; en las demás especies la cáscara queda reducida á una tenue membrana. Debajo de esta cáscara ó membrana, é inmediatamente aplicadas sobre el embrión, se encuentran otras dos capas de forma y consistencia muy variables, según las especies.

Cuando el desarrollo de los embriones queda completamente terminado, los anillos, á consecuencia de su gran distensión, se desprenden los unos de los otros dejando en sus extremos anchas superficies abiertas por las que se vacia en gran parte su contenido, pues no existen verdaderos orificios para la postura. Los embriones puestos en libertad se encuentran desde luego en el intestino de su huésped, y salen al exterior arrastrados por las heces fecales; accidentalmente una serie de anillos de la parte posterior de la cadena se desprenden y salen de la misma manera. Si estos anillos no se han vaciado antes de salir del cuerpo de su huésped, los movimientos de reptación que verifican cuando se encuentran fuera acaban por vaciarlos por completo y expulsar los últimos embriones que contuvieron.

Los embriones de la solitaria presentan, según la estructura de su cáscara, una resistencia muy desigual á las diversas causas de destrucción; los de las dos especies más comunes en el hombre, protegidos por una cáscara gruesa y resistente, soportan muy bien la desecación y pueden resis tir largo tiempo.

¿Qué sucede luego con estos embriones? La mayoría de ellos se pierden y acaban por destruirse, pues es absolutamente preciso que lleguen al estómago de un animal determinado, en el cual su cáscara se disuelve y quedan en libertad; si por casualidad llegan á penetrar en el intestino de un animal de otra especie, ó no se disuelven las

cáscaras y salen intactos, pero muertos, al exte rior, ó son digeridos por el animal.

Tomemos como ejemplo una de las especies de solitarias más comunes y fáciles de observar: la del perro, ó sea la Tania serrata. Los embriones expulsados con los excrementos deben caer sobre la hierba para que puedan continuar su evolución; quedarían completamente perdidos si no cayeran sobre la hierba, pues sólo allí pueden ser comidos con ésta por los conejos y liebres, en los cuales únicamente el aparato se puede desarrollar en sus primeros estados. Son, pues, precisas dos casualidades: que los embriones vayan á parar á la hierba, y que venga uno de estos roedores á consumirlas, lo cual demuestra lo preciso que es que estos parasitos sean extraordinariamente prolíficos para que un corto número de huevos pueda llegar á desarrollarse y sufrir todas sus evoluciones.

Llegados los embriones, con los alimentos, al estómago del conejo, la cáscara es atacada por el jugo gástrico, que la disuelve, y el embrión, puesto en libertad, pasa al intestino. En él permanece muy poco tiempo, merced á los ganchos de que hemos hablado le perfora por una de las vellosi dades intestinales, y penetra por los vasos sanguíneos, que contiene la vellosidad, en el sistema circulatorio de la vena porta, que va a parar, como es sabido, al hígado. El embrión del parásito se para en este organo, en cuyo seno va á sufrir importantes transformaciones; aumenta primero extraordinariamente de volumen, se alarga proporcionalmente y se forma una gran cavidad. Al mismo tiempo que se realizan estos cambios, y para no dar más que los rasgos más im portantes de sus transformaciones, se ve aparecer en un punto del cuerpo, directamente opuesto á aquel en que se encontraban los seis ganchos que el embrión primitivo poseía, un engrosamiento en sus tejidos, hasta constituir una especie de cabeza, que es ya la del animal, la cual, á medida que avanza en su desarrollo, va penetrando, como si buscase un abrigo, en la cavidad del cuerpo de la larva, y constituye entonces el cisticerco, forma larvaria de la solitaria adulta, que en un principio se creyó que era un animal completamente adulto.

Uno de estos cisticercos está, en suma, formado por una gruesa vesícula llena de un líquido de aspecto acuoso, en cuya cavidad se alberga la cabeza de la tenia en formación Esta vesícula representa el antiguo embrión, y queda destruída en las ulteriores metamorfosis del cisticer

CO.

A medida que se va desarrollando el cisticerco deja el centro del parénquima del hígado y se dirige hacia la periferia, obligado quizás por la elasticidad de los tejidos. Durante algún tiempo permanece en la superficie encorvado en una especie de vaina ó tubo que segrega el hígado, y entonces aparece la superficie de éste como veteada por los distintos tubos que encie. rran á los parásitos. Por fin el cisticerco se des prende del hígado y cae en la cavidad peritoneal, y aplicado contra cualquier víscera, el estómago, ó los intestinos, ó la vejiga, etc., se enquista por una cápsula que segrega el órgano contra el que se aplica. En esta forma los cisticercos, muy comunes en el conejo doméstico, tienen la forma y volumen de un guisante de mediano tamaño.

Fácilmente se comprende ya cómo podrán pe netrar estas formas larvarias en el organismo de un perro. El que mata un conejo arroja generalmente sus entrañas como impropias para la alimentación, y los perros las devoran introduciendo con este alimento los cisticercos que lleve. Una vez en el estómago la vesícula de las larvas se digiere, y aun parte de la porción que sigue á la cabeza, persistiendo únicamente ésta, que por la consistencia de sus tejidos no puede llegar á ser digerida, y penetra hasta los intestinos, en cuyos repliegues se fija comenzando á reproducir anillos por segmentación, de tal modo que en menos de dos meses reviste ya la forma de una tenia perfecta, alcanzando una longitud de más de 1m, 70.

Conocidas ya estas generalidades del desarro llo de las solitarias, apliquemos los datos á las tenias ó solitarias que, por vivir parasitas en la especie humana, son de más interés, las cuales son las siguientes: Tania saginata, T. solium, T. cucumerina, T. nana, T. flaropunctata, T. madagascariensis, que se encuentran parásitas en estado perfecto, y las 7. solium T. echino

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coccus, que son también, aunque rara vez, parásitas del hombre, en el estado de larva.

De estas tenias las dos primeras son las más frecuentes en la especie humana y las que más propiamente se designan con el nombre de solitaria. La T. saginata, llamada también T. inerme 6 T. medio canellata, es la que alcanza ma. yores dimensiones, pues llega á tener de 7 á 8 metros de longitud. Aunque muy semejante á la T. solium, verdadero tipo de este grupo de animales, difiere además, entre otros caracteres, por la ausencia de los ganchos, que, formando dos ciclos, lleva la T. solium en el extremo de su cabeza, y por la forma y ramificaciones del útero en una y en otra especie en los anillos maduros. En la tenia de que nos ocupamos el útero presenta numerosas ramificaciones muy apretadas entre sí, generalmente en cantidad de 25 á 30, mientras que en la T. solium éstas son sólo en número de seis á 13 y mucho más esparcidas.

La T. saginata, llamada T inerme por la ausencia de ganchos, es una especie absolutamente cosmopolita, y actualmente mucho más frecuente en la especie humana que su congénere la T. solium, más abundante en tiempos no lejanos, sobre todo en ciertas regiones en las que hoy es muy raro encontrarla.

El hombre recibe este parásito por intermedio del buey y de la vaca, que tanto usa en su alimentación, y por lo mismo que el empleo de esta carne ha aumentado ha aumentado también la frecuencia del parásito. El uso de las carnes poco guisadas, aún sanguinolentas y casi crudas, tan á menudo recomendadas por sus propiedades nutritivas, es la única causa de esta infección. El buey toma los embriones con la hierba de los prados, frecuentemente regada y abonada con heces fecales y aguas de las alcantarillas, y se transforman en él estos embriones en cisticercos, que completan luego su evolución en el hom

bre.

El cisticerco del buey presenta los mismos caracteres que el ya descrito del conejo; se le distingue fácilmente del de la T. solium por su pequeñez y por la ausencia de su corona de ganchos; es de notar que jamás se ha encontrado este cisticercc en tal estado sobre la especie humana, y es en cambio frecuente en el ganado vacuno y ha sido citado también como observado en la jirafa y en el carnero de Africa.

Sin embargo aún en el buey este cisticerco no es tan frecuente, pues de otro modo no se concebiría fácilmente cómo habiendo tantas personas que comen su carne muy poco asada son tan pocas relativamente las que adquieren el parásito. Se ha querido deducir de este hecho que especie de solitaria á que nos referimos podía adquirir su forma perfecta sin pasar por el estado de cisticerco, y que la carne del buey no era el vehículo preciso para dar entrada al parásito en el organismo humano; pero esto es un verdadero error, basado en la mala interpretación de los hechos y no probado jamás con ninguna observación. La rareza del cisticerco, lejos de probar que no existe ó que no es necesario que entre con las carnes, explica el por qué el parásito en estado perfecto no es mucho más frecuente que lo que realmente sucede. Si no es frecuente encontrar el cisticerco, depende quizás, más que nada, de que el examen que de las carnes se hace en los mataderos públicos es verdaderamente ilusorio; pues siendo de pequeño tamaño y en muy escaso número, es imposible que, diseminadas en las distintas regiones de la carne, se pue dan reconocer á no desmenuzar ésta por completo, cosa naturalmente imposible. En cambio cuando una res se encuentre repleta de cisticercos, hasta el punto de que constituyan en ella una verdadera plaga, será muy fácil encontrar la solitaria en este estado; pero como tal invasión es felizmente muy rara, de aquí el que la inmensa mayoría de las veces los cisticercos pasen inadvertidos, tanto en la inspección de las carnes como luego en el consumo que cada uno haga de ellas.

Es preciso también hacer constar que, á pesar de su rareza, se ha encontrado bastantes veces en Europa, y se ha podido comprobar el ciclo de evolución de esta tenia. Se ha reconocido en Berna, en Zurich, en Francfort, en Stuttgard, en Berlín, en Hungría, en Alsacia, en San Petersburgo y en Estokolmo, y es además sumamente frecuente en las reses de Argelia, Túnez, Abisinia, la India, etc., frecuencia que probablemente está en relación con el sistema de cría TOMO XIX

de los ganados, mucho más cuidados en Europa.

Hay además también otra razón que contribuye á hacer mucho más raro el cisticerco de la Tania inerme: está demostrado que los cisticercos resisten muy poco tiempo la fase de enquistamiento, y que después de formados en el buey y enquistados viven únicamente algunos meses, mientras que los de su especie congénere resisten mucho tiempo; y como el período de vida del buey, y aun el de su cebo, se prolonga mucho más, los cisticercos van muriendo poco a poco y desorganizándose, de modo que, sustraída la res á las causas de infección, los parásitos desaparecen en menos de dos meses, y luego, naturalmente, no se encuentran al hacer el examen de las carnes.

La Tania solium, al contrario de la especie que acabamos de describir, está provista en el extremo de su cabeza de una doble corona de ganchos dispuestos en dos ciclos, es de color blanco, de consistencia blanda y de aspecto cintiforme, con los segmentos, de unos 7 à 12 milí metros de anchura, mucho más largos que anchos; la cabeza, de 1 á 1,5 mm. de ancho, va provista de cuatro ósculos ó ventosas y de un rostelo formado por la doble corona de ganchos; los de la corona superior son de mayor tamaño, encorvados, puntiagudos en el extremo y algo ensanchados en la base; los del otro ciclo son de mayor tamaño, más cortos y encorvados y con la base formando una especie de talón bilobulado; las aberturas sexuales son salientes y quedan colocadas alternando irregularmente á uno y á otro lado de los segmentos; el útero en los anillos maduros presenta unas seis á 13 ramificaciones, que quedan más espaciadas que en la tenia ya descrita anteriormente.

De todas las especies de tenias observadas en el hombre ésta es la de más antiguo conocida y á la que se aplicó primeramente el nombre de solitaria, creyendo que, á diferencia de las lombrices (Ascaris y Oxiurus) que pueden existir en gran número en el intestino de este gusano, sólo podía haber uno solamente; pero la experiencia ha probado que no es siempre así, y demostrado de este modo lo impropio del nom. bre de solitaria.

El hombre adquiere únicamente esta solitaria por intermedio del cerdo, en cuyos músculos se encuentra produciendo la enfermedad que los franceses llaman ladrerie. Han creído algunos que pudiera encontrarse también en el carnero, fenómeno que sería muy raro, pues las tenias de los animales herbívoros y las de los omnívoros ó carnívoros son muy distintas, aunque no fuese más que por la presencia ó ausencia de los gan chos; pero esta observación es errónea: el cisticerco del carnero pertenece á la Tania marginata, que se encuentra luego en el perro. Cobbold consideraba este cisticerco como propio de una forma muy semejante á la T. solium, algo más delgada, que denominaba T. tenella.

Tratemos de seguir y completar uno de estos parásitos en las diversas fases de su desarrollo. Supongamos un individuo que posea esta tenia; los huevos emitidos por el parásito saldrán al exterior arrastrados con los excrementos que el hombre deposita en cualquier lado, en el campo, por ejemplo, en un estercolero ó en otro sitio frecuentado por los cerdos. Las asquerosas cos. tumbres de estos animales explican perfectamente cómo pueden ingerir los embriones ó los anillos repletos de embriones que el hombre expulsa con las heces fecales. Unicamente así adquiere el cerdo esta enfermedad, cuando los embriones ingeridos existen en gran cantidad; antes se creía que la causa era la pobreza en la alimentación, el poco cuidado, pero hoy sábese que es lo mismo hacerle ingerir estos embriones que sembrar una planta cualquiera para que ésta salga. Sólo cuando el cerdo haya comido de estas inmundicias cualquier otro alimento que pueda estar contaminado por ellas, ó aguas inmundas que las lleven en suspensión, podrá adquirir el parásito.

ó

Van Beneden comprobó experimentalmente este hecho haciendo comer excrementos de personas que poseían el parásito á cerdos, que adquirieron así la enfermedad. Kuchenmeister y Haubner, encargados por el gobierno de Sajonia de estudiar esta cuestión, hicieron ingerir huevos y anillos de tenias á tres cerdos, de los cuales dos adquirieron el parásito. Un pedazo de carne de uno de ellos, que pesaba 4dracmas, contenía 133 cisticercos, lo que hace para un peso de 22 libras alemanas 88000 cisticercos.

Un fragmento de tenia en la fase de la madurez sexual, es decir, cargado de huevos, introducido en el estómago del cerdo, se digiere rapidí. simamente y los huevos quedan libres. Por la acción del jugo gástrico pierden bien pronto su cáscara, y del huevo sale un embrión provisto de tres pares de pequeños estiletes ó ganchos, con los que atraviesa los tejidos del intestino, apoyando los dos del par de en medio como un topó su hocico en la tierra, y haciendo fuerza con los pares laterales. De este modo penetra por una vellosidad intestinal en uno de los vasos que éstas contienen, y arrastrado por la corriente circulatoria pasa por el sistema de la vena porta al hígado y de allí á todo el organismo, á diversos puntos del cuerpo en los que se enquista, revistiendo casi la misma forma y aspecto de los cisticercos del conejo. Se encuentran estos cisticercos, denominados antiguamente Cisticercus cellulosa cuando Van Beneden y Leuckart no habían demostrado que eran sólo fases del desarrollo de las tenias, en el tejido celular, en medio de la grasa, y sobre todo en los músculos intercostales y en el freno de la lengua. Si los cisticercos que se han desarrollado son muy numerosos para producir en el animal una gran perturbación, se manifiesta la enfermedad parasitaria llamada ladrerie ó lepra de los cerdos.

Si de un cerdo que posea cisticercos en mayor ó menor cantidad toma el hombre carne para su alimento y esta carne no ha estado bastante expuesta á la acción del fuego ó está totalmente cruda, como el jamón y los embutidos, se expone á que los pedazos que ingiere lleven cisticercos aún vivos, que se desarrollan luego en su inte rior. Es preciso notar la previsión de que la carne esté bien cocida, y que toda ella pierda su color sanguinolento y tome el color blanco, que prueba que el calor ha penetrado hasta el interior, para tener la seguridad de que el cisticerco ha quedado destruído. Una carne asada, por muy pasada que esté en la superficie, aun casi tostada, puede estar cruda ó poco menos en el interior, más si el pedazo es algo voluminoso, y contener cisticercos aún vivos; es, pues, preciso que, cualquiera que sea el guiso á que se la someta, el calor, lo menos de 70°, penetre en toda la masa de la carne. Con mayor razón las carnes ahumadas ó saladas pueden ser causa de infección aún más fácil.

El uso de carnes de cerdo en malas condiciones proporciona con mucha más facilidad la tenia que las del buey. El Dr. Mesbach cita un hecho que consigna Van Beneden en su conoci. da obra Comensales y parásitos. En Dresde un padre daba á sus hijos como alimento trozos de carne cruda de vaca, y estuvieron sometidos á este régimen mucho tiempo sin adquirir la tenia; pero se les ocurrió reemplazar la carne de vaca con cerdo poco cocido, y á las ocho semanas, estando en el baño uno de los hijos, expulsó una solitaria.

El mismo Van Beneden refiere que el Dr. Zittau hizo tomar á un condenado á muerte, setenta y dos horas antes de su ejecución, cisticercos mez. clados en sus alimentos, y haciendo la autopsia al ejecutado encontró cuatro pequeñas tenias en el duodeno y otras seis en el agua con que había lavado los intestinos.

Llegado el cisticerco al aparato digestivo, los quistes que le protegen se disuelven y la vesícula en que termina se digiere y es destruída, pero en cambio la cabeza y el cuello quedan intactos, pasan á los intestinos, se fijan con los ganchos que lleva el cisticerco de esta especie, y por estrobilación comienza á producir anillos que forman la cinta del cuerpo de la tenia, adquiriendo en uno o dos meses toda su talla, de 8 á 9 me

tros.

Ya en este período la solitaria ha completado todo su ciclo evolutivo, se encuentran los últimos anillos de la cadena, ó sean los primeres formados en el período de madurez sexual, y emite constantemente embriones que, en virtud de las mismas metamorfosis y de iguales emigraciones, llegan á su período adulto, repitiendo así el ciclo descrito anteriormente.

La solitaria más frecuente era antes la Tenia solium, pero hoy día su congénere la T. saginata se ha hecho mucho más abundante que la anterior, debido evidentemente á que la moda ha introducido el uso de las carnes de vaca poco cocidas, á la inglesa, como malamente suele decirse; el consumo de estas carnes se ha generalizado por todas partes, y en cambio la de cerdo se ha

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limitado, y á estos animales se les ha alejado de las poblaciones. Muchas estadísticas se han pu blicado acerca de esta proporción entre las dos especies; para darse cuenta de lo que hoy es realmente, bastará citar que un prático que se dedicaba recientemente á hacer expulsar estos parásito, en nueve años, entre 500 casos observados, solamente nueve eran de la Tenia solium, y casi todos los restantes de la T. saginata.

La Tania solium puede vivir en el hombre no solamente en su estado perfecto; puede ser también parasita en el de cisticerco, y esta es quizá la forma en que es más temible, según se ha podido observar desgraciadamente en los casos relativamente numerosos en que se ha comprobado, por la disección de las regiones en que se alberga el parásito.

La condición precisa, sine qua non, del desarrollo del embrión, es que llegue al estómago, en el que solamente su cáscara puede ser disuelta; pero los casos de que un hombre ingiera con los alimentos anillos de solitaria que contengan embriones deben ser ciertamente muy raros, y bastan para explicar esta infección, que se hace más bien de la manera siguiente: Todo el mundo sabe que frecuentemente la bilis, y aun otras materias contenidas en los intestinos, son á veces regurgitadas al estómago, y con ellas, en los individuos que posean el parásito adulto, podrán pasar también huevos de la tenia. Por otra parte, la solitaria no está siempre extendida en el intestino de tal modo que sus anillos maduros queden siempre lo más lejos posible del estómago; es frecuente que el animal se mueva, se contraiga, y aun se haga una bola, viniendo á quedar sus anillos maduros lo más cerca de la abertura del estómago, y en este caso los anillos desprendidos, y los embriones que la tenia expulsa, pueden perfectamente penetrar en él, arrastrados por las materias regurgitadas, y aun hay observaciones de individuos que han arrojado tenias enteras por la boca, lo cual comprueba la posibilidad del paso de los embriones. Una vez penetrados en el estómago de una ó de otra manera, pasará en el hombre lo que con el cerdo, su huésped habitual, sucede. El jugo gástrico disuelve la membrana de celulosa que forma su cáscara, los embriones quedan en libertad, perforan una vellosidad del intestino, y penetrando en uno de los vasos capilares de la vellosidad atraviesan el sistema circulatorio de la vena porta y pasan al torrente general de la circulación para ir á parar á un punto cualquiera del cuer po, pero más generalmente al cerebro ó al ojo, lo cual hace más terrible la invasión del parásito en este estado.

Una explicación aún más fácil para muchos casos, sobre todo en los que el individuo atacado por la larva no ha albergado jamás la solitaria adulta, y los cisticercos que le invaden existan en pequeña cantidad, es la siguiente: Es frecuente emplear en las huertas como abonos líquidos las aguas de las letrinas, que con mucha frecuencia llevan, procedentes de las materias fecales, gran número de embriones. Las ensaladas y verduras que se comen crudas pueden encontrarse de este modo en contacto con ellos y retenerlos entre sus asperezas, arrugas, etcétera, sin que un lavado hecho á la ligera baste para arrastrar cuerpos tan diminutos, que de este modo penetrarán con facilidad en el organismo humano.

La Tania echinococcus es la más pequeña de todas las tenias conocidas, pues no mide sino de 3 á 5 milímetros de longitud. Su cabeza pequeña, provista de ventosas, con un pequeño rostelo; el cuello corto y los anillos más largos que anchos y menos numerosos, rara vez más de tres á cuatro, pues à medida que adquieren la madurez sexual se desprenden.

Esta especie, de un gran interés desde el punto de vista patológico, vive en su estado perfecto en el perro y otros animales carniceros, y se pueden encontrar á la vez millares de individuos en el intestino de un perro atacado de este parásito.

Por regla general la evolución de los embriones de Tania echinococcus se hace de la manera siguiente: expulsados por los perros sobre la hierba, son ingeridos con ella por los animales rumiantes, en las vísceras de los cuales han de sufrir su primera transformación. La cáscara del embrión, que es muy poco resistente, se disuelve con facilidad por la acción de los jugos gástricos, y el embrión, como siempre, penetra por el in

testino al torrente circulatorio y va á parar á una víscera cualquiera, al pulmón por ejemplo. Entonces comienza una serie de fenómenos bastante diferentes de los que hemos visto realizados en las especies citadas anteriormente. El embrión de esta tenia comienza á aumentar de volumen, se excava una cavidad ventral que se agranda á medida que el embrión crece de tamaño, y constituye lo que se llama hidátide ó equi

nococo.

La hidátide se presenta bajo la forma de una esfera hueca, cuyas paredes, poco espesas si se las compara con el volumen de la vesícula, son en cambio de un gran espesor comparadas con el que presentan las formas larvarias de otras tenias. Estas paredes están formadas por dos clases de tejidos, de índole bastante diversa. La capa periférica forma una especie de cutícula que deriva de la capa interna y cuyo espesor va aumentando á medida que ésta se produce. La capa interna, llamada también membrana germinativa, está formada por una especie de tejido conectivo, de células dotadas de una gran proliferación, y esta capa es la que da origen por ge mación á una especie de brotes que forman como cabezas pequeñísimas de una multitud de tenias.

Estas cabezas se forman de la manera siguien te: en puntos muy próximos entre sí de la memrana interna de la vesícula germinal se ven aparecer protuberancias redondeadas que constituyen lo que Moniez llama vesículas proligeras, que toman el aspecto de una vejiguilla unida á la hidátide por un diminuto pedúnculo, y al mismo tiempo se forma en el interior una pequeña cavidad que bien pronto invade todo el cuerpo de la vesícula. La vesícula prolígera, implantada dentro de la hidátide, forma de este modo una hidátide secundaria que se diferencia principalmente de la principal porque sus membranas no presentan la capa externa cuticular; pero, como ella, la vesícula crece, y bien pronto en su interior se forman multitud de protuberancias diminutas, que por un fenómeno análogo al descrito se transformarán bien pronto en otras tantas diminutas cabecitas de tenia, ó mejor de pequeñas tenias, cuya cabeza queda en todas dirigidas hacia el centro.

De este modo en el interior de una sola hidátide se forman millares de pequeñísimas tenias, que no llegan á medir sino algunas centésimas de milímetro, pero cada una de las cuales puede, puesta en circunstancias favorables reproducir por sí la forma del adulto.

La hidátide puede también multiplicarse por otro procedimiento, aunque, lo mismo que el anterior, sea exclusivamente de reproducción asexual y de simple gemación. En estos casos las vesículas aparecen en el espesor de la membrana elástica que forma la parte periférica de la hidátide, y que, según hemos advertido, deriva y es homogénea con la membrana prolígera, y estas vesículas, que se llaman propiamente vesículas secundarias, para distinguirlas de la hidátide madre

de las vesículas prolígeras, tienen exactamente los mismos caracteres de la hidátide madre y están provistas de la capa elástica de fuera y de la capa germinatriz en el interior. A consecuencia del volumen que bien pronto adquieren las vesículas secundarias, rompen la capa elástica en que se han formado, caen al interior de la hidátide madre, llenándola á veces por completo. Cabezas numerosas se originan entonces en el interior de la vesícula secundaria, que se forman exactamente como las vesículas prolígeras de la hidátide primitiva

Como vemos, una diferencia radical de gran importancia parece separar la forma larvaria de la Tania echinococcus de las de las demás tenias, incluso la del cenuro, pues, como vemos, no existe verdadero cisticerco, fenómeno en extremo raro tratándose de especies sumamente veci. nas entre sí. Según Moniez la hidátide corresponde á un fenómeno que llama de condensación embriogénica, merced al cual el embrión se convierte, no en una larva sencilla, sino en una verdadera Redia, tal y como existe en los gusanos del orden de los trematodes, y así se explica que como en ella los nuevos embriones que se forman tengan la cabeza dirigida, no hacia el exterior como los verdaderos cisticercos, incluso los Cenuros, que también proliferan, sino al interior, como en la forma larvaria ya citada.

La forma exterior de las hidátides depende generalmente del órgano en que se desarrollen; Cuando están colocadas en la periferia del híga

do son generalmente redondeadas, pero en cam. bio en los pulmones su forma es sumamente irregular por la desigual resistencia que los bronquios presentan, á diferencia del parénquima pulmonar; así es que tienen que alargarse y desviarse en su desarrollo de los puntos de mayor resistencia; pero de todos modos, cualquiera que sea su forma externa, su estructura interna no varía en nada.

En ciertos casos una modificación importantísima se produce en la hidátide: no llega á proligerar y queda por tanto estéril, sin formar cabeza ninguna en su interior, y entonces se las da el nombre de acéfalocistos, que expresa las propiedades de estas hidátides; estas formas se creyó que eran sólo propias de los parásitos en la especie humana, pero posteriormente se han podido observar en diversos animales.

El volumen de las hidátides es sumamente variable entre el de un cañamón ó el de un puño cerrado ó aún más; pero como dimensión media de las más frecuentes, tanto en el hombre como en los demás animales, se puede admitir el tamaño de una nuez. Estas hidátides pueden desarrollarse en el hombre en todos los puntos de su organismo, pero generalmente se presentan en el hígado con mucha mayor frecuencia que en ninguna otra región; en cambio en casi todos los demás animales el pulmón parece ser el punto en que más fácilmente se forman.

Expuestos estos datos morfológicos y biológi cos, como preliminares necesarios para explicar cómo pueden desarrollarse estos parásitos en el hombre, importa ahora consignar cómo estas innumerables cabezas de tenia formadas en el in terior del quiste quedan en libertad y llegan á formar animales sexuados.

Como hemos dicho, las hidátides se observan con mayor frecuencia que en ninguna otra región en el hígado y en los pulmones de los bueyes y carneros, y generalmente en tan gran cantidad que ni siquiera la mala fe del mercader podrá hacerlo pasar inadverti o para la gente. En este caso la víscera no es vendible, y como objeto despreciable se arroja. En estas condiciones, los perros generalmente, devoran los órganos infectados. Además, no sólo los perros vagabundos pueden infectarse en esta forma, sino que los perros de las casas á los que muchas personas alimentan con trozos de hígado ó de pulmón ó desperdicios de carne pueden contraer el parásito. De todos modos las hidátides penetran en el tu bo digestivo del perro y en parte son digeridas sus cubiertas quedando en libertad las pequeñí simas cabezas de tenia formadas por gemación, y que existen á millares en cada una de ellas. Una vez colocadas en este medio favorable, en bien poco tiempo se completa su desarrollo y la cabeza produce los tres o cuatro anillos que la completan; éstos llegan á su madurez sexual y emiten una porción de pequeños embriones, en nú mero infinito como se comprende, considerando que en el intestino de un perro puede haber millares de Tania echinococcus; salen mezclados con los excrementos que el animal deposita en el campo, generalmente entre las hierbas, que pastan luego los rumiantes, adquiriendo el parasito la forma de embrión, que, como hemos descrito anteriormente, se transforma fácilmente en hidátide, que prolifera, como queda dicho, nuevas vesículas, repitiendo su ciclo evolutivo.

El hombre puede también adquirir estas hidátides, que constituyen en él una de las enfermedades parasitarias más terribles. Aun en este caso es siempre el perro el punto de partida de la infección en la forma siguiente.

Dada la enorme cantidad de tenias de esta especie que pueden existir en los intestinos de un perro, se comprende, como ya queda dicho, la innumerable cantidad de embriones que pueden salir mezclados con las deyecciones; la mayoría de ellos caen á tierra, pero algunos pueden quedar pegados alrededor del ano ó en los pelos de la cola y regiones cercanas al orificio. Los perros, como es sabido, tienen la costumbre de olerse unos á otros, y aun de lamer estas partes bien poco limpias, y de este modo recoger con su lengua diminutos embriones que quedan mezclados con su saliva, y luego pueden extender lamiéndose por todo su cuerpo. Supongamos que un pe rro de éstos por acariciar á su amo le lame á ve ces en su misma boca ó en las manos, ó que el hombre pasa simultáneamente la mano por la piel de un perro que lamiéndose ha diseminado por su superficie mil gérmenes; en este caso el

hombre, bien directamente porque el perro al lamerle en la boca haya dejado una porción de embriones, ó bien porque después de acariciar al perro se lleve distraidamente las manos, cargadas á su vez de embriones, á la boca, éstos podrán ponerse en contacto de la saliva, penetrar en la boca y pasar al estómago y de allí al intestino, atravesarle, entrar en el torrente circulatorio y terminar formando las hidátides en un punto cualquiera, generalmente el hígado.

Es preciso tener también en cuenta otro medio de infección aún quizás más frecuente que el primero: la mala costumbre de dar los platos á los perros para que los laman, y entonces en cualquier grieta ó aspereza del plato, si no se lava muy bien, como no es raro entre las personas descuidadas ó entre las más pobres del campo, que emplean en algunos sitios vajilla de madera, quedan fácilmente unos cuantos embriones que pueden luego, mezclados con la comida, penetrar en el organismo.

Finalmente, el beber en el campo agua en la cual hayan podido ensuciarse los perros atacados, ú á la que hayan ido á parar parte de sus excrementos, podrá ser otra de las causas más fáciles

de infección.

En Islandia las hidátides parecen ser suma. mente frecuentes; según Moniez, más de una cuarta parte de los perros de aquella población, en su inmensa mayoría formada de pobres pastores y pescadores, poseen la Tania echinococcus; dada, pues, la desidia de aquellas pobres gentes y la promiscuidad en que viven con sus animales domésticos, se comprende fácilmente la frecuencia con que allí se observan las hidátides en el hombre y la mortalidad que producen, hasta tal punto que el gobierno, justamente alarmado, para remediar el mal en su origen se vió precisado á dictar reglas severas restringiendo considerablemente el número de perros de la isla yobligando á los propietarios á quemar las reses atacadas por el parásito.

En Australia son, según se dice, muy frecuentes también estos terribles parásitos, y en todos los países del mundo, aun en las ciudades más civilizadas y entre las gentes más cultas y de verdadera limpieza, se observan frecuentemente casos de invasión de este gusano en la forma de hidátides, ya prolíferas o ya en la de acéfalo

eistos.

La Tania cucumerina, llamada también T. canina, es una de las especies más frecuentes en el perro, pero que también se ha observado con relativa frecuencia, sobre todo desde el año de 1888, en el hombre. Se distingue à primera vista esta especie de las T. solium y T. saginata por la forma de sus anillos, mucho más delgados y de forma elíptica, con su eje mayor dirigido en el sentido de la longitud del gusano. Generalmente su talla no pasa de un metro de longitud por unos 3 milímetros de ancho, y su color es rosado; la cabeza es también muy diferente, pues lleva un rostelo provisto de tres ciclos de ganchos, de forma bastante diversa de los que se ven en la solitaria.

Esta especie es bastante común en los perros, que a veces albergan, no sólo uno, sino numerosos individuos.

Un discípulo de Leuckart descubrió la fase de cisticerco de este animal en el piojo ordinario del perro (Trichodectes canis ). Los huevos de la tenia, arrastrados por los excrementos, pueden quedar accidentalmente adheridos á los pelos del ano, ó bien anillos que por este orificio han salido al exterior quedar en la cama del perro, y en sus contracciones diseminar los embriones que contienen. Los piojos del perro pueden entonces consumirlos fácilmente, y el cisticerco se desarrolla entonces en la cavidad de su cuerpo. Luego, invadidos los insectos por este parásito, podrán pasar fácilmente de un perro á otro. Irritados los perros por la picazón que el insecto produce tratan de destruirle mordiendo ó pellizcando con sus dientes, y destruyen el piojo, que de este modo penetra aplastado en la boca y luego en el estómago. Una vez el cisticerco en libertad, se fija en el intestino y completa su desarrollo.

En esta forma la cuestión de las emigraciones de esta especie parecía fácilmente resuelta, pero diversos observadores hicieron notar que en mu chos puntos en que el Trichodectes canis es muy raro ó falta por completo la 7. cucumerina es, sin embargo, muy frecuente, y que no era fácil tampoco admitir cómo los niños, en los que no

es muy difícil encontrar esta especie, podían haber ingerido el asqueroso insecto. Grassi pretendió primeramente que esta especie de solitaria no necesitaba de huésped intermedio, sino que bastaba uno solo para que en él el parásito verificase todas sus metamorfosis, aun sin pasar por la fase de cisticerco. Pero aunque así se quisiera admitir, era lo cierto que el cisticerco en cuestión, raro ó frecuente, existía y se había observado. Más tarde, en 1888, el mismo Grassi, profesor de la Universidad de Catania, anunció que la pulga del perro (Pulex serraticeps) servía frecuentemente de huésped intermedio del parásito en el período de cisticerco; y como si el Trichodectes puede ser raro la pulga es frecuente en todas partes, la observación salvaba la primera dificultad.

Hasta tiempos recientes no se conocían sino un corto número de observaciones relativas à la presencia de esta tenia como parasita del hombre; pero desde el año de 1887 se ha encontrado con relativa frecuencia, sobre todo en los niños, y mucho más raramente en un caso citado últi mamente por Blanchard, ayudante del Museo de París, en los adultos.

En cuanto á cómo se puede adquirir, fácilmen te se comprende: los cisticercos que lleva la pulga pueden ir á la boca del perro al matar ésta, y luego el perro, jugando y lamiendo al niño, po nerlos al alcance de su boca y penetrar en el tubo digestivo.

La Tania madagascariensis es también otra de las especies de solitaria observadas en el hom. bre. Davaine dió este nombre á una tenia que le fué remitida de la isla Mayotte; los ejemplares observados hasta el día son incompletos y falsos, sobre todo de la cabeza. Es una especie de pequeño tamaño; si se juzga por las dimensiones de los pedazos remitidos podrá llegar á alcanzar unos 12 á 15 centímetros; aunque como estos trozos estaban en alcohol se encontraban muy contraídos, el número de anillos era de unos 75, y se puede calcular, según Moniez, en el doble el total de los que formasen su cuerpo, y la anchura máxima de cada segmento unos 2 milímetros; los anillos maduros presentan contornos redondeados, mientras que los que les preceden los ofrecen trapezoidales. Davaine dice que los anillos que quedan libres son bastante variables en su forma y miden unos 3 ó 4 milímetros.

La disposición de los embriones en el interior de los anillos maduros es sumamente notable: se presentan agrupados en número de 300 á 400 en una especie de bolsas que ocupan casi todo el anillo, y existen en número considerable, unas 120 á 150, en cada segmento. A primera vista pudieran tomarse estas cavidades por huevos, pero al microscopio se ve fácilmente que son éstos los que las llenan. Davaine no ha podido encontrar nada que uniese unas con otras entre sí, y por el contrario, opina que quedan independientes.

Los embriones de esta solitaria tienen dos envolturas membranosas; la externa, á la que se le pueden asignar unas 40 milésimas de milíme. tro de espesor;y la externa, mucho más pequeña y tenue, que se adapta sobre el embrión, que mide únicamente 15 milésimas de milímetro de diámetro. La bolsa en que están contenidos los embriones contiene además numerosas granulaciones que, por decirlo así, cementan unos hue

vos con otros.

No es posible asignar esta especie T. mada gascariensis á ninguno de los grupos de este género; pues no habiéndose descrito su cabeza, y aun siendo poco completa la descripción que de ella hizo Davaine, no es fácil encontrar la analogía en ninguna otra. Davaine la relaciona con la T. cucumerina que hemos descrito por los huevos formando grupos unidos entre sí, y Moniez, refutando la citada opinión, cree que sea más bien semejante de la T. pectinata de la liebre ó con la T. Giardi del carnero, ó con la T. dispar de los batracios, pero sin que sea fácil fijar con precisión la posición de una especie tan poco conocida.

En los dos casos en que el Dr. Grenet observó esta tenia las complicaciones á que daba lugar se presentaban como fenómenos nerviosos de bastante gravedad.

Otra tenia también observada en el hombre es la T. nana, más común en otros animales.

La T. nana es un cestodo de pequeño tamaño, de unos 15 á 80 milímetros, y ancha de unos 15 solamente; la cabeza forma un rostelo pequeño

armado de 22 á 24 ganchos, y los anillos son más anchos que largos.

Esta pequeña especie de solitaria fué descubierta por el Dr. Bilharz en el Cairo en 1851, en una autopsia en la que encontró considerable número de individuos. Desde esta época no se había vuelto á hablar de esta especie, hasta que en 1885 Blanchard dió cuenta de un caso observado en Serbia: una niña había expulsado unos 250 animales de esta especie, de los cuales le fue ron enviados á Blanchard algunos ejemplares para hacer de ellos un detenido estudio.

En 1887, Grassi, profesor de la Universidad de Catania, hizo conocer sus observaciones sobre este mismo parásito, que con gran sorpresa de los naturalistas resultó ser la tenia más común en aquella región, y que también había sido observada con relativa frecuencia en Lombardía y en diversos puntos de Italia. Según el profesor de Catania, el número de individuos que se pue den encontrar varía de 40 hasta cerca de 5 000.

Grassi afirma además que la T. nana del hom. bre es la misma T. murina de la rata, que se observa con gran frecuencia en casi todas las ratas que pululan en los mataderos de Catania, ó que cuando más constituye una variedad de este parásito, tan común en ambas especies, sin que se observe en los ejemplares gran diferencia.

En cuanto a las emigraciones de este parásito, quedaba aún la cuestión muy dudosa á pesar de lo frecuente que era. El sabio profesor intentó buscar el cisticerco correspondiente en gran número de animales, especialmente en diversos insectos, y aun infestar éstos con huevos de la T. nana, pero sin resultado ninguno. Pensó entonces si esta tenia necesitaría un huésped intermedio para desarrollarse, y por tanto no pasaría por la fase de cisticerco. Para comprobarlo hizo tragar á ratas blancas anillos con embriones de la T. murina, y el resultado fué convincente: al poco tiempo las ratas estaban - infectadas del parásito.

El naturalista italiano hizo conocer á este propósito hechos verdaderamente curiosos: los embriones de T. murina se desarrollan en la mucosa digestiva y comienzan por formar un organismo que no es otra cosa que un verdadero cisticerco análogo al de la T. cucumerina, tal como Melnikoff lo describió.

Esto demuestra que el desarrollo de esta especie no es directo tal como quería significar Grassi, sino que hay intercalación de un estado cisticercoide entre el embrión y el animal perfecto, solamente que cisticerco y tenia se desarrollan sobre un mismo animal, lo cual constituye un hecho en extremo raro para la biología de estos parásitos.

Además, se encuentra algunas veces en el gu sano de la harina, ó sea la larva del Tenebrio mollitor, un cisticerco de pequeño tamaño, muy curioso, descrito por Stein como encontrado cerca de Berlín, vuelto á encontrar en Lila por Moniez y observado dos veces por Grassi en Catania. Küchenmeister, á pesar de su extremada rareza, había supuesto ya que pudiese ser el cisticerco de la T. murina, y Leuckart había combatido esta opinión; pero Grassi, volviendo á tomar esta idea, explicó cómo el desarrollo de la tenia de la rata podía hacerse directamente por la entrada de huevos en el tubo digestivo del huésped definitivo, ó bien por el paso de un huésped intermedio la larva del Tenebrio, en la que se desarrolla la forma del cisticerco.

Sin embargo, es preciso hacer constar que en este punto no existen hechos decisivos que demuestren que la T. nana y T. murina sean igua les, y que tampoco está demostrado que el cisticerco del gusano de la harina corresponda á la T. murina.

Este cisticerco posee una doble corona de ganchos largos, de unas 12 milésimas de milímetro, mientras que las T. murina y T. nana presentan 24 ganchos de una longitud de 15 á 18 milésimas de milímetro. Por el número de ganchos y sus dimensiones este cisticerco concuerda mejor con la T. microstoma del ratón, opinión que, emitida en un principio por el Dr. Villot, fué luego calurosamente defendida por Linstow.

De todos modos, no pudiendo demostrarse las hipótesis de Grassi, el desarrollo de esta especie en el hombre es muy difícil de explicar, y mucho más encontrándose siempre en número tan considerable como existen en un mismo individuo. Sólo por inducción puede explicarse por qué esta tenia, como la murina, no necesite huésped inter

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