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inferior está movida por el engranaje cónico, llevan una cadena sin fin, yendo unidos á la polea superior unos rastros que al girar la polea van cogiendo y dejando las gavillas en el suelo con gran suavidad; posteriormente, en 1879, en cuyo mes de junio obtuvo premio en el concurso celebrado en Madrid, la ha modificado su inventor, simplificando aún más su mecanismo y reduciendo el peso total á 275 kilogramos, inferior al de todas las máquinas conocidas.

Las sierras de las segadoras son unas barras cubiertas de espolones ó cuchillas, todas en el mismo sentido, terminadas en punta y con cortes muy afilados; penetran en la mies, y por los movimientos de transformación alternativo van cortando las cañas que á su paso encuentran, siendo la carrera de la sierra ó amplitud del mo. vimiento igual á la separación entre dos espolo nes consecutivos de la sierra.

La segadora Samuelsón es de de hierro forjado, y por tanto de las más sólidas y ligeras y de las más empleadas en España; puede cortar la mies á alturas diferentes, según la alzada de la sierra ó barra de espolones; la rueda de rastrillo lleva seis de éstos con movimiento independiente, no sólo del de la sierra sino unos de otros, con lo que se puede interrumpir el movimiento de uno cualquiera por medio de una palanca al alcance del pie del conductor, lo que sirve para determinar el tamaño de las gavillas; la sierra va montada de manera que puede elevarse cuando ha de marchar por un camine y no es necesario que funcione; lleva además un tablero, como se ve en bA (fig. correspondiente de la lámina adjunta), que también puede levantarse cuando no trabaja, y el que está destinado á recoger las gavillas para atarlas.

La segadora Hornsby, designada con el pretencioso nombre de El Monarca de la Siega, es de acero y amarradora, y puede segar tan bajo como se quiera, pudiendo sus diferentes elementos pasar por encima de cualquier obstáculo que se presente en el suelo, formando la plataforma unos tableros guarnecidos inferiormente por una chapa de acero ó hierro, y las barras de espolón ó sierra se hallan próximas al terreno, dejando á la plataforma completamente libre, pudiéndose recoger hasta las espigas más cortas; esta disposición se encuentra en la figura correspondiente de la lámina adjunta; lleva unos separadores cuyo objeto es enderezar las espigas torcidas para que puedan segarse con aprovechamiento de la mayor cantidad de paja; las guadañas van en una barra impulsada por un vástago de acción directa; una vez cortados los haces, caen en elevadores de lona completa mente fuera de la acción del viento; estos elevadores, especie de vela, descienden hasta un nivel inferior al de la plataforma, donde dejan los haces con completa regularidad y son movidos aquéllos por cilindros que giran en cojinetes de metal; el amarrado de haces es automático, que dando en reposo el mecanismo hasta tanto que no se depositen los haces en la plataforma, y después que son empujados hacia adelante por los mecanismos embaladores; en el momento en que se reune cantidad suficiente, una guita enhebrada en una aguja pasa rodeando al haz, hace ella misma el nudo y corta la cuerda, que. dando el cabo suelto sujeto para hacer el haz siguiente: el anudador lleva un muelle de resorte, que al pasar por entre los lazos de la cuerda que va formando tiene el nudo ó lazo, que es de la forma representada en la fig. 1, habiendo, como se ve, escasísimo desperdicio de

Fig. 1

cuerda, pues en rigor sólo se emplea la estrictamente necesaria; deja los haces en tierra por grupos de á cuatro, perfectamente ordenados y sin la menor sacudida que pudiera hacer perder el grano, para lo que lleva un portahaz forma do por cuatro barras unidas por uno de sus extremos á una palanca en combinación con otras varias, de las que la última se halla al lado del pie derecho del conductor; al efecto, estas cua

tro barras de hierro entran en un tablero que se pone en contacto con otro, abisagrado á la máquina y formando entre ambos un lecho junto á la amarradora que va empujando los haces, y cuando hay número suficiente basta que levan te el pie el conductor para que, abriéndose el portalaz por el peso de aquellos, queden depositados en el suelo; cuando no convenga amarrar los haces basta no poner cuerda en el brazo del amarrador; la máquina se halla además perfectamente equilibrada.

La segadora Mac-Cormich es muy semejante á la guadañadora de Wood, de que después hablaremos, de la que únicamente se diferencia en que lleva la sierra en el borde anterior de un gran tablero destinado á recibir la mies segada, y en que lleva un aparato que sujeta las cañas que se van a cortar y las coloca después bien ordenadas sobre el terreno para formar las gavillas; después ha sufrido una primera modifica ción, debida á Burgess, que consiste en recibir la mies cortada en tres cilindros cuya superficie está labrada en espiral, y á los que se imprime un movimiento de rotación por medio de una correa sin fin; estos cilindros son los que depositan la mies con las espigas todas del mismo lado; otra segunda modificación ha sufrido esta máquina haciéndola amarradora, para lo que lleva una tela sin fin que corre sobre el tablero que recibe la mies, se eleva por un plano inclinado hasta la altura del conductor y vuelve á descender al suelo; á los costados de los tableros corre la tela, y en rebajos á propósito corren con aquélla unas fuertes correas con garfios que van cogiendo la mies, la que en manojos, al llegar á la parte superior, queda sobre una plata forma en que está la amarradora, con dos barras de hierro encorvadas en sentido contrario, espe cie de garfios, los que al propio tiempo que suje. tan el haz por su medio y le oprinen, uno de ellos desarrolla el alambre que ha de formar la ligadura, y el otro, que conduce una cremallera, al juntarse las extremidades de las barras y del alambre retuerce éste, forma la ligadura y la corta, soltando al haz terminado, que al encontrarse libre sigue el movimiento de la tela sin fin y queda depositado en el suelo; presenta este sistemia dos inconvenientes: es el primero que la ligadura de alambre puede cortar las cañas, y el segundo que los haces caen por el plano inclinado con alguna velocidad y pueden desgranarse las espigas.

La segadora Wood es también muy semejante á la guadañadora del mismo autor, y se la puede adaptar el aparato amarrador de que acabamos de hablar.

Después de las máquinas que acabamos de explicar, y otras de su misma índole, procede hablar de las llamadas segadoras combinadas, que pueden convertirse en guadañadoras sin más que el cambio de algunas de sus piezas, y que más propiamente se podrían llamar mixtas: son convenientes para los propietarios que cultivan las mieses, tanto como el heno y otras plantas forrajeras.

Las guadañadoras, que siguen á las máquinas anteriores, están destinadas á guadañar segar las hierbas de los prados naturales ó artificiales, siendo en general más sencillas que las segadoras; describiremos, según hemos dicho, la de Wood, que tiene varios modelos. aunque poco diferentes entre sí, construyéndose para uno o dos caballos, habiendo obtenido siempre los primeros premios en los concursos celebrados tanto en Europa como en América, porque realmente no conocen rival hasta el día, pues cortan la hierba completamente al raso aun cuando se halle echada, pudiendo también, como en las segadoras, levantarse la sierra sin parar la máquina, por una pequeña maniobra que hace el conductor desde su asiento; puede guadañar 4 hectáreas en diez horas de trabajo, Dastando para ello el conductor y dos caballerías.

Por el dibujo representado en la figura 3. de la lámina adjunta se ve su sencillez, y por lo tanto lo fácil de manejar y poco expuesta á descomponerse.

La sierra es una simple barra armada de espolones, á la que se comunica el movimiento de vaivén por su conexión con una de las ruedas del carro, las que van armadas de listones transversales para que agarren sobre el terreno.

Para terminar, indicaremos las épocas en que se hace la siega en las diversas partes del globo: en enero en Australia, Nueva Zelanda, Chile y

parte de la América del Sur; en febrero y marzo en Egipto y en la India; en abril en lå isla de Cuba, Siria, Chipre, Persia y Méjico; en el Asia Menor y en la central, en China y el Japón, en Marruecos y en Argelia, en mayo; en junio en la mayor parte de España, Italia meridional, Portugal, Grecia, Hungría, Turquía, Rumelia, Mediodía de Francia, Estados Danubianos, Rusia meridional, Oregon, California, Sur de los Estados Unidos de América, el Kansas, Kéntuky y Colorado; en julio en el resto de España y Francia, Suiza, Hungría, Polonia, Inglaterra, Alemania, Austria, Italia, Nueva Inglaterra, Nueva York, Virginia, Alto Canadá, en la India, el Illinois, Minnesota, Michigan y Ohio; en agosto en el resto de Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica y Holanda, Polonia, Dinamarca y Bajo Canada; en septiembre en Escocia é Irlanda, Suecia, Rusia del Norte y resto de América; en octubre en el resto de Escocia; en noviembre en el Africa del Sur, Norte de Australia y el Perú, y en diciembre en Chile y la República Argentina; estos datos han sido recogidos por la Revista Popular en su mayor parte.

Siega de los cereales. - Cuando la siega se hace á mano, los obreros depositan en el suelo, con orden y á medida que las cortan, gruesas gavillas, que se disponen en líneas sobre el campo que acaba de segarse. Las segadoras bien construídas hacen el mismo trabajo con perfecta regularidad. Algunas veces conviene dejar las gavillas tendidas en el suelo durante algún tiempo, pero nunca deberá ser excesivo, para evitar el riesgo de que las espigas se desgranen, y para mieses bien secas conviene que la reunión en haces se efectúe inmediatamente después de la siega. El fin principal que puede determinar la necesidad de retardar esta operación es el de aguardar la perfecta maduración de los granos, que en ciertos países se retrasa mucho sobre la mata. Cuando el tiempo es favorable este resultado se consigue en muy pocas horas, pues los principios nutritivos que existen aún en los tallos llegan poco á poco á las semillas, fijándose en ellas. También cambian las condiciones según la especie del cereal, pues mientras las gavillas de la cebada y del trigo pueden en general recogerse casi inmediatamente las de la avena requieren bastante más tiempo, y con frecuencia se las deja sobre el suelo algunos días.

Donde especialmente se requiere que las gavillas permanezcan en libertad bastante tiempo es en los países húmedos del Norte y Oeste, en los que se amontonan formando hacinas especiales á modo de tiendas, á fin de que el viento no se las lleve y de que puedan resistir con mayor facilidad las lluvias que puedan sobrevenir hasta la recolección. Para hacinarlas se disponen desde luego unas cuantas gavillas cruzadas, de manera que las espigas de cada una se apoyen sobre los tallos de las otras, y sobre éstas se aplica una capa de gavillas en forma circular con las espigas hacia el centro, procediéndose de este modo á colocar nuevas capas, que cuando llegan á alcanzar la altura de 1,25 á 1,50 metro presentan la base superior de forma cónica bastante inclinada para dejar escurrir el agua, y algunas veces se las recubre de una especie de techado de hierba seca. Esta disposición no debe desde luego emplearse para mieses demasiado húmedas, que en este caso deberán previamente desecarse, formando con ellas, entrecruzándolas, montones pequeños, y sólo cuando ya se encuentren casi enteramente secas se procederá al hacinamiento. Las hacinas, bien construídas y cubiertas de una hierba fina y apretada, pueden desafiar durante largo plazo un tiempo lluvioso, y este procedimiento se emplea como general en los países en que una desecación demasiado rápida de los tallos podría impedir la perfecta maduración. En todo caso la construcción de las hacinas requiere gran solidez é impermeabilidad para el agua, y presentar la menor resistencia posible al viento. Las disposiciones cilíndricas conoideas en la terminación, las rectangulares ú oblongas en su planta y abovedadas ó de dos vertientes en su parte superior, reunen generalmente buenas condiciones. En la indicada primeramente, que por su sencillez es empleada con mucha frecuencia para el hacinamiento en masas pequeñas, suelen construirse alrededor de un palo profundamente clavado en el suelo, ó á veces del tronco de un arbolillo despojado previa.

mente de todas sus ramas.

El mayor inconveniente que pueden presentar

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todas estas disposiciones es el de ser muy gran des, pues en este caso, cuando comiencen a desmontarse para proceder á la trilla, hay el inconveniente de que un temporal lluvioso pudiera alterar el resto de la liacina, desventaja que no ofrecen los hacinamientos en masas pequeñas, puesto que en cada uno sólo hay la cantidad de mies que puede ser trillada de una

vez.

También se recomiendan como prácticas para países lluviosos las construcciones de techum bre fija sostenida por un solo pilar, alrededor del cual se va almacenando la niies.

En los países meridionales y de clima seco todas estas precauciones pueden simplificarse mucho. Las gavillas, á las pocas horas ó al día siguiente de haber sido cortadas, se reunen formando un haz, con las espigas alternativamente dispuestas hacia ambos extremos y la base de los tallos hacia la porción media del haz, por la cual se le ata con un manojo de hierbas flexibles, las cuales pueden ser matas de centeno des provisto ya de los frutos y remojado previamente, ó sencillamente unos cuantos juncos. Estos haces pueden permanecer sin inconveniente varios días diseminados sobre el rastrojo, mas si su estancia en éste hubiere de prolongarse mucho deberán reunirse allí mismo, formando pequeñas hacinas de dos vertientes, á las que los agricultores dan frecuentemente el nombre de ascales.

En general conviene levantar pronto los haces del terreno en que se obtuvieron, bien porque se necesite disponer de él para preparar una nue va cosecha, ó bien por la necesidad de atender mejor á la custodia de la mies. En este caso, cuando se trate de mieses en cantidad considerable, deberá procederse á la formación de hacinas, de igual modo que cuando se trata de las gavillas sueltas. Todo cuanto se refiere à las formas y disposiciones de estas hacinas, así como á sus condiciones de solidez, resistencia al viento y defensa contra la humedad, es aplicable de igual modo á este caso; pero cuando se trata de haces bien atados, el montado y desmontado de las hacinas será mucho más fácil y practicable que cuando se trate de gavillas sueltas. En cambio presenta dos inconvenientes: que el volumen del hacinado en haces es siempre mayor para igual cantidad de mies que el de las gavillas ó mieses sueltas, y que la impermeabilidad es á su vez mayor en éstas que en los haces, defectos por los cuales el atado de las mieses sólo se recomienda para países secos.

Siega de los prados y forrajes. - Lo primero á que debe atenderse, respecto de la época conveniente para llevar á cabo la siega de los forrajes, es à llevar en éstos la mayor cantidad posible de principios alimenticios, y por razones prácticas, como por el estudio teórico, se fija como la época más favorable aquella en que las plantas se hallen floridas inmediatamente después de la fecundación; pero si ésta es fácil de fijar cuando se trata de plantas de una sola especie, como por ejemplo las praderas artificiales de una especie de trébol ó de alfalfa, no lo es tanto cuando se trata de campos cubiertos naturalmente de vogetación herbácea, la cual está compuesta de varias especies que naturalmente florecen en épocas más o menos distintas. En este caso deberá

atenderse á la época en que florecen la mayoría de las especies ó aquella en que lo haga la espe cie dominante. La razón de fijar la época de la floración para operar la siega es que, inmediatamente después, comienzan á desecarse muchos de los órganos aéreos, disminuyendo la cantidad de materias asimilables, y otros se hacen duros y leñosos, y por tanto de digestión difícil; los análisis practicados en Inglaterra y en Francia han demostrado que, á partir de la floración, la cantidad de compuestos nitrogenados disminuye rápidamente, mientras que aumenta la cantidad de leñoso. También hay desventaja en segar an tes de la floración plena, porque las plantas jóvenes y cortas, creciendo rápidamente, consumen gran parte de sus alimentos, y en relación con su masa y volumen su coeficiente de nutrición es menor. Sin embargo, el inconveniente de una siega prematura es menor que el de una siega tardía, puesto que en el primer caso cabe la compensación de obtener un forraje en la siega siguiente.

También hay que tener en cuenta para la sie ga de los forrajes el gusto de los animales á cuya alimentación se ha de dedicar, pues los solipedos

prefieren los forrajes bien desarrollados, que son muy saludables para ellos, mientras que los rumiantes, por el contrario, gustan más de los más tiernos; los brotes ó retoños aumentan la secreción de leche en las vacas, para cuya alimentación, lo mismo que para la de los chotos y corderos, son muy adecuados los forrajes segados prematuramente.

Como regla general, las leguminosas deben segarse cuando sus flores se hallen abiertas, pues después de esto suelen secarse sus hojas inferiores, y porque, además de retrasar la siega, las raíces, agotadas, sólo producirán después brotes muy débiles. Para esta plantas no deberá esperarse ni aun la floración cuando sufran por la sequía, pues sillegasen á ponerse amarillentas su crecimiento cesa, y aun cuando sobrevengan nuevas lluvias no se reanuda, sino que se originan nuevos brotes, y después de este segundo crecimiento el forraje obtenido tiene muy malas condiciones por estar constituído por tallos mezclados, unos débiles, demasiado jóvenes, y otros demasiado duros. También cuando las plantas se hallen tumbadas deberá anticiparse la siega para que no se altere con el contacto del suelo húmedo.

Para segar las gramíneas se espera general mente á que comiencen á presentar un color menos verde y aun ligeramente amarillento, pues su forraje es más consistente y no pierde tanto por la desecación; y en cuanto á los brotes, en praderas que tengan el riego seguro, el retraso de unos cuantos días en la siega no supone grandes pérdidas. Sólo el temor de que se aproximen los temporales de otoño puede obligar al agricultos á apresurar la siega de los últimos forrajes.

Para todos los forrajes debe atenderse á las condiciones climatológicas del país. Así, por ejemplo, en los países meridionales de clima seco, en que no debe esperarse segunda cosecha, no hay inconveniente en retrasar la siega de la primera, sobre todo si su producto se destina à la alimentación de los animales de trabajo.

A veces conviene dejar que la hierba se pase cuando conteniendo especies más tardías y de buena calidad alimenticia puedan recogerse forrajes bien nutridos y dar lugar á que las plantas tempranas diseminen sus semillas.

Aunque todas las horas del día son igualmente favorables para la operación de la siega conviene esperar á que el rocío se haya disipado, á fin de no cortar la hierba impregnada de humedad; pero esto sería demasiado penoso en determinadas exposiciones, en las que no se disipa por completo el rocío sino en las horas medias del día, y el trabajo sería más favorable para el obrero durante las horas frescas de la mañana; por otra parte, ciertas gramíneas de montaña, cuyos tallos son rígidos, son más fáciles de cortar cuando la hierba se encuentra húmeda.

La altura á que debe segarse la hierba es cuestión de interés, más que por la mayor ó menor cantidad de forraje que se recoja, por lo que afecta á la ramificación posible para la cosecha siguiente, cuando se trata de plantas perennes. No es conveniente cortar la planta por su misma base, pues esto en la mayoría de las especies dificulta la aparición de nuevos brotes, ni tam poco lo es segar demasiado alto; pues aparte de que esto disminuye sensiblemente la cantidad de forraje que puede recogerse, no por eso aumenta en proporción la cosecha siguiente. En general puede estimarse que la altura de unos 2 centímetros es la más conveniente, y en este caso quedan los prados en estado muy semejante al que quedarían si los herbívoros hubiesen ago. tado la cosecha sobre el terreno. También influye en esto el procedimiento seguido para la siega. Si ésta se efectúa por medio de la hoz es difícil apurar tanto la mies, pero nada más fácil si se opera por medio de la guadaña ó de la dalla. Una vez segada la mies se necesita proceder á su desecación, privándola de la mayor parte posible de su agua de vegetación, á fin de poderla conservar largo tiempo en buenas condiciones. Las plantas herbáceas desecadas disminuyen de peso, experimentando una pérdida de 49 á 80 por 100: pero no es una proporción muy fija la que puede establecerse aun para una mis ma especie, pues esto depende en gran parte de las condiciones en que ha vegetado; así, las plantas que han vivido á la sombra, ó las que son muy jóvenes y han experimentado un crecimiento rápido, pierden mucho más por la desecación. Además de la humedad las plantas

pierden en gran parte sus principios volátiles, que se evaporan bajo la influencia del calor, y pierden también cierta porción de sus partes sólidas, especialmente de sus hojas, de sus flores y de sus frutos. De estos efectos perjudiciales los hay que son inevitables, como la evaporación en parte de los principios olorosos de las flores y la solidificación del azúcar, de la albúmina y de las sales disueltas en la savia; pero otros, como la caída de las hojas y flores, pueden impedirse en gran parte si las manipulaciones que la desecación exige se realizan cuidadosamente.

Para proceder á la desecación con la menor agitación posible de las plantas, deberá comenzarse por dejarlas algún tiempo sin moverlas en el mismo sitio en que se segaron; de este modo las plantas mueren, y lasta entonces una ligera exposición al aire para conseguir la desecación. La hierba cortada por la hozó por la segadora se dejará tendida en el suelo formando bandas paralelas durante dos ó tres días, al cabo de los cuales se reune en montones pequeños, en los cuales se los deja otrcs dos ó tres días para que la desecación se ultime sin que la mayoría de la masa se encuentre directamente expuesta á los rayos solares. Si la exposición sobre el terreno se hubiese de prolongar en esta forma será preciso cuidar de que la hierba esté bastante unida en la superficie, á fin de que no la penetren las aguas en caso de lluvia. Es necesario que al cabo de dos ó tres días de haberse formado los montones, y utilizando horas y días de tiempo seco, se disemine nuevamente la hierba á fin de el aire y el sol ultimen la desecación. Este procedimiento economiza la mano de obra y no divide innecesariamente las matas, por lo que los resultados son generalmente muy ventajosos, y es el único que debe seguirse enando el tiempo no está muy fijo y sea de temer que después de dos ó tres días de buen tiempo sobrevengan otros de lluvias. Si estas alternati vas tuvieren lugar, convendrá diseminar nue. vamente la hierba tan luego como vuelva el buen tiempo y el piso se encuentre mediana

que

mente seco.

En algunos puntos recogen la bierba de las bandas apenas comienzan a mustiarse, dándole vuelta sin alterar la posición de las plantas, y en cuanto se encuentra á medio desecar forman con ella montones pequeños que se vuelven cuidadosamente, y después de secos se recubren con una capa de paja de centeno ó de corteza de tilo. En los Alpes atan las leguminosas casi inmediatamente después de segarlas, formando haces pequeños, que pueden resistir una lluvia ligera y transportarse fácilmente á un sitio seguro si las aguas persisten.

Los forrajes de gramíneas se secan con más facilidad que los de leguminosas y no exigen tantas precauciones, porque siendo plantas más delgadas y menos frágiles y carnosas su manipulación no ofrece el inconveniente que tienen las de aquéllas. Generalmente se espera para comenzar á volver las bandas del forraje á que el rocío haya desaparecido, á fin de no extender la hierba sobre el suelo húmedo.

La hierba mustia exige algún tiempo, variable según su naturaleza y según el grueso de las bandas, para ultimar su desecación, y hasta que ésta termine convendrá darles vuelta todas las tardes, a fin de que toda la parte más húmeda, que es la que había estado en contacto con el suelo, sea también la que reciba el rocío y la que se exponga al sol al día siguiente. Generalmente se dejan hasta el día siguiente las bandas que se han vuelto durante la tarde, y no hay grandes inconvenientes en que permanezca así por la noche; pues aunque durante ésta el calor no sea bastante para facilitar la desecación, las partes todavía verdes no se alteran por el rocío y reci ben la acción solar á la mañana siguiente, antes de que hubiese habido tiempo de volverlas; pero la práctica general es que durante la noche la hierba, cuya desecación esté algo avanzada, permanezca en montones para que no se impregne nuevamente de humedad, práctica recomendable sobre todo en los valles de los países montuosos, en los que, siendo abundante el rocío, una sola noche puede bastar á veces para hacer perder al heno su color verde. Si el tiempo fuese favora ble, estos montones se esparcen otra vez á la mañana siguiente después de desaparecer el rocío, diseninándolos en un área tanto mayor cuanto más sea lo que falte para ultimar la desecación.

En algunas regiones se hace uso para la desecación de los forrajes de leguminosas, ó de las de sitios pantanosos ó sombríos, de una especie de caballetes ó portahenos formados por palos unidos á modo de trípode, con pisos superpuestos formados por otros transversales menos resistentes. Esta especie de perchas se plantan en el suelo esparcidas ó en grupos, y á veces se unen unas á otras por medio de ramas largas sobre las cuales se puede tender el forraje, de modo que no tenga contacto alguno con el suelo. El empleo de estos aparatos es muy recomendable cuando se trate de climas muy lluviosos ó de suelos excesivamente húmedos.

También se han preparado los forrajes llamados de heno pardo, obtenidos por primera vez en Alemania por Klapmayer y extendidos después á algunos otros países de Europa, para lo cual se forman grandes montones con la hierba al día siguiente de la siega, y dejándolos largo tiempo sin remover se inicia en ellos una fermentación que deberá dejarse llegar hasta el punto de que la temperatura se eleve de un modo sensible, y logrado esto se extiende la hierba rápidamente, y bastan unas cuantas horas de sol ó de aire para ultimar su desecación.

En Hannover, para sustraer los forrajes á la acción de probables inundaciones, se amontona al poco tiempo de secarse sobre eminencias situadas de trecho en trecho, y la hierba experimenta allí una alteración especial que la hace tomar una coloración rojiza, un sabor particular y una tenacidad propia.

Todos los procedimientos empleados para la fabricación del heno pardo son útiles en los países muy húmedos ó en años muy lluviosos; y aun cuando la hierba ha sufrido una fermentación, no por eso adquiere mal sabor ni deja de agradar á los animales; pero para esto es necesario impedir el desarrollo de los mohos, lo que especialmente se logra impidiendo la acción del

aire.

SIEGBURG: Geog. C. cap. del círculo del Sieg, regencia de Colonia, prov. del Rhin, Prusia, sit. al S. E. de Colonia, cerca de la orilla derecha del Sieg, á 67 m. de alt. y en el f. c. de Deutz á Au; 7500 habits. Fab. de armas de fuego, perteneciente al Estado; de loza, célebre en toda Europa en los siglos XV y XVI, y de piedras refractarias. Antigua abadía, que fué Manicomio y hoy Casa de Corrección.

SIEGBURGITA (de Siegburg, n. pr.): f. Miner. Cera fósil, sumamente carburada, conteniendo además casi igual proporción de oxígeno, colocándose en las clasificaciones de estos cuerpos cerca del ámbar, atendiendo á su composición quími

ca.

Es un cuerpo sólido, cuyo color varía mucho, y así vense ejemplares amarillos de tonos bastante acentuados, otros hay pardos, algunos rojizos y varios se han recogido dotados del color propio del jacinto; posee la dureza del ámbar é igual brillo, pudiendo recibir pulimento y moldearse al igual de la substancia á la cual puede mejor asiniilarse. Según Ladanlk, quien principalmente ha estudiado la siegburgita, hállase compuesta, en 100 partes, de 81,37 de carbono, 5,26 de hidrógeno y 13,37 de oxígeno. A pesar del cuidado puesto en las determinaciones numéricas no todos los análisis están de acuerdo con las cifras apuntadas, y así tenemos que mientras su autor refiere la cera fósil cuya descripción nos ocupa á la krantzita, otros créeula más semejante á la rosthanita de Höfer y al copal encontrado en la arcilla de Londres, y también á una suerte de resina fósil, cuyo análisis y conocimiento son debidos à Bousingault; de todas suertes resulta siempre una resina sumamente rica en carbono, y también muy rico al mismo tiempo de oxíge. no. Sometida la siegburgita á la acción del calor, no tarda en inflamarse ardiendo con llama no muy clara y fuliginosa, y al propio tiempo despide olor empireumático desagradable, propio y característico suyo; si las acciones del calor llévanse á cabo en aparatos dispuestos para el caso, sometiendo el cuerpo que nos ocupa á la destilación seca, consiguese pronto un nuevo cuerpo líquido, de consistencia oleaginosa, bastante espeso, no bien conocido respecto de su composi ción química, enteramente exento de ácido sucínico y dotado de color amarillo verdoso, inalterable por el aire atmosférico; apelando á los disolventes neutros propios de las resinas y ceras, el alcohol y el éter, lógrase una disolución

bastante incompleta de la que estudiamos, y este fenómeno se advierte lo mismo, aunque se eleve hasta la ebullición la temperatura de los líquidos.

Ha sido encontrada la siegburgita en un piso verde que recubre el lignito de Siegburg, cerca de Bonn, á orillas del Rhin, en Alemania, y constituye con la arena superior al lignito concreciones á las cuales sirve de cemento, y la proporción en la cual está contenida en tales nódulos llega hasta ser de 54 por 100. El mineral descrito tiene analogías con muchos otros de parecida composición, todos ternarios y oxigena dos, los cuales agrúpanse en torno del sucino, tipo de las resinas fusiles, siendo entre elles los más importantes la butirita y la copalina, que al fundirse y arder despide olor aromático; la retinita, cuya llama amarilla es bastante briIlante, la bombicita, procedente de un lignito de Toscana y cuyos cristales son incoloros y transparentes; y la hofmannita, de incoloros y tabu- | lares cristales. A todos estos cuerpos puede asignárseles el mismo origen del ámbar, y aun cabe considerarlos productos de una transformación general llevada a cabo en el transcurso de los tiempos, habiéndose formado en ella hidrocarbu ros y compuestos ternarios, que son en definitiva resinas y ceras fósiles.

SIEGEN: Geog. C. cap. de círculo, regencia de Arnsberg, prov. de Westfalia, Prusia, sit. al S. de Arnsberg, á orillas del Sieg, á 234 m. de altura y en el f. c. de Betzdorf á Alten: 17000 habits. Importantes fab. de hierro, curtidos, parrocarriles. Escuelas Real, Profesional, de Agri ños, papel, jabones, máquinas y material de fe

cultura y de Minas. En los alrededores minas de hierro. Fué cap. del principado de NassauSiegen.

- SIEGEN (LUIS DE): Biog. Alemán, inventor del grabado à media tinta. N. en Utrecht en 1609. M. en Wolfenbüttel hacia 1680. Hizo sus estudios en Cassel; permaneció sucesivamente en Holanda y Francia, y fijó después su residencia en Amsterdam, en donde operó su importante descubrimiento (1641). Murió completamente olvidado, después de haber llevado una vida aventurera. Dejó, entre otros trabajos, los retratos de Amalia de Hanau; Isabel de Hungría, Leonor de Gonzaga, esposa de Fernando III; Guillermo de Nassau; un San Bruno; un San Je rónimo, etc.

SIEGENITA (de Siegen, n. pr.): f. Min. Sulfuro de níquel y cobalto conteniendo cortas propor ciones de hierro, cuyo metal no llega al 3 por 100; llámase también linneita, en memoria de Carlos Linneo. Cristaliza en formas pertenecientes al sistema cúbico, siendo las más frecuentes y caracterizadas el cubo típico sin deformaciones, y también el octaedro regular, su exfoliación no es fácil, y siempre se observa imperfecta, á lo menos en determinada dirección, en otra presentan los cristales características y bien definidas maclas, aunque no son frecuentes tales anomalías, pues las formas propias de la siegenita suelen ser perfectas y completas, lo mismo si se consideran los ejemplares que contienen hierro que si se trata de aquellos, muy notables y escasos, en cuya composición determinase cobre en proporciones variables, aunque siempre insignificantes. Variable en grado sumo el color del mineral cuya descripción nos ocupa, aparece unas veces blanco argentino bien marcado; otras ofrece los tonos agrisados peculiares del acero no exentos de ciertos visos azulados, y no es raro ver ciertos ejemplares en los cuales los colores blancos y grises se han tornado rojos ó rojizos más o menos acentuados; en todos estos casos presenta la sie genita intenso brillo metálico muy notable y característico; su estructura es compacta y sumamente desigual la fractura, y lo mismo cristalizada que amorfa es uno de los minerales cuya opacidad parece una cualidad determinante suya. El peso específico del cuerpo en el cual nos ocupamos varía entre los números 4,80 y 5,30, pudiendo atribuirse las diferencias á variaciones en las cantidades de níquel en él contenidas; la dureza, bastante considerable, es 5,5 en la escala correspondiente, y el polvo del mineral, cuando se raya, es de tonos grises ó negruzcos. No abunda la siegenita en los terrenos, ni son frecuentes sus cristales, antes bien cuando se encuentra es amorfa, y no se ha descrito tampoco como doble sulfuro de níquel y cobalto hasta bien rectificados sus análisis, pues era tenida como el

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bisulfuro cobáltico, y así era llamada en algunos libros, no muy viejos ciertamente, pirita de cobalto, á la cual daban por constantes asociados no bien definidos sulfuros de cobre y de hierro en muy variables proporciones, dependientes, en la mayoría de los casos, del yacimiento de los minerales. Ahora no parece haber dudas respecto del particular, y la composición de la siegenita corresponde á la de un sulfuro de cobalto, muy rico de níquel, variando, entre no muy apar tados límites, las cantidades proporcionales del primer metal, y conteniendo, a guisa de mezcla, hierro y cobre en cantidades exiguas; para la composición del mineral puede tomarse como típico el siguiente análisis hecho por Schnabel: azufre 41,98, níquel 33,64, cobalto 22,09 y hierro 2,29; esto no obstante, es menester tener presente cómo las anteriores cifras están sujetas å singulares variaciones, porque hay siegenitas que son puro sulfuro de cobalto, y otras más niquelíferas todavía que la indicada; por eso, y con muy buen acuerdo tratándose de definir la especie desde el punto de vista de la composición química centesimal, tomando los resultados de muy variados análisis, dícese que la proporción de níquel varía desde 0 à 42 y la de cobalto de 11 á 40, constituyendo de cualesquiera manera una buena mena de tan parecidos metales, pues se presta de igual modo al beneficio de uno ú otro, con la ventaja de no contener ni siquiera trazas de arsénico. En cuanto á los caracteres químicos de la siegenita, que sirven para determinarla y reconocerla, puede decirse cómo se de carbón, da un glóbulo ó botón metálico de trata de un cuerpo bastante fusible, el cual, sometido al fuego del soplete, empleando soporte

color gris negruzco más ó menos obscuro, y hȧllase dotado de bien manifiestas cualidades magnéticas; mezclado de sulfuro de cobalto y níque! en flujo negro presenta, después de un tratamiento más o menos largo por el fuego del soplete, los caracteres peculiares del níquel, del cobalto y del hierro, cuyos metales contiene siempre en distintas proporciones; ensayado con el bórax trabajos por vía seca, consiguese pronto la perla en el hilo de platino, de frecuente empleo en los de color azul vivo, peculiar y característica del cobalto. Por vía húmeda tiene la siegenita como disolvente más apropiado el ácido nítrico, en particular empleándolo concentrado y en caliente; el líquido resultante posee el color verde propio de los compuestos salinos de níquel, cuyo metal, así como los otros sus acompañantes, son determinables en él mediante la aplicación de los reactivos y de los métodos generales de aná lisis química, los cuales permiten separarlos para conocer la composición del cuerpo objeto del presente artículo. Con ser tan varia su composición asígnanle una fórmula (NiCo),S, que responde á los análisis tomando el promedio de muchos realizados y llevados á término por varios autores, no todos ciertamente conformes para definir la especie conforme aquí se hace, aunque desde el punto de vista de la metalurgia y beneficio de los minerales de níquel y de cobalto colócase siempre entre los sulfuros de ambos considerándose beneficiable, aun cuando, á causa de lo poco frecuente y escaso en sus yacimientos, no ha entrado en la industria practicada en grande.

A pesar de su escasez hállase la siegenita en España, y parece haberse encontrado algunos ejemplares de no gran tamaño en los Pirineos de Aragón y en las inmediaciones de San Juan de las Abadesas; su principal yacimiento está en terrenos primarios de los Estados Unidos de la América del Norte y en Suecia, señalándose como el principal Musen, cerca de Siegen, de cuya localidad toma nombre el mineral, cuyo conocimiento es à la hora presente bastante imperfecto, por no estar bien definidos, desde el punto de vista cuantitativo, sus componentes esenciales, al punto de no poder decir con rigor si se trata particularmente de los ejemplares amorfos de un sulfuro doble constituído ó formado como tal, ó de una mezcla de sulfuro de níquel y sulfuro de cobalto, ambos en cantidades no definidas y variables, y llevando cada uno los otros metales que los impurifican y son sus más constantes y obligados asociados, cuando aquellos minerales se consideran solos y aislados, como formando por sí mismos bien determinadas especies mineralógicas. Teniendo presentes las relaciones de este otro parentesco reconocidas entre el níquel y el cobalto, y tan íntimas que, en sentir del químico alemán Krauss, casi pueden ser conside

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