en 8.°); Nuevas reflexiones sobre la trata de negros (Ginebra, 1815, en 8.°); Julia Severa, ó el año 492 (París, 1822, 3 vol. en 12.°), novela histórica en la que pinta las costumbres de la Galia en los días de Clodoveo; Consideraciones sobre la guerra actual de los griegos y sobre sus historiadores (id., 1825, en 8.); Revista de los progresos de las opiniones religiosas (íd., 1826, en 8.°); Historia del renacimiento de la libertad en Italia, de sus progresos y de su caída (idem, 1882, 2 vol. en 8.o); De las esperanzas y necesidades de Italia (íd., 1832, en 8.); Historia de la caída del Imperio romano y de la decadencia de la civilización, 250-1000 (íd., 1835, 2 volú menes en 8.), antes publicada en inglés en Lardner's Cyclopædia; Estudios sobre las Constituciones de los pueblos libres (id., 1836, en 8.); Estudios de ciencias sociales (íd., 1836-38, 3 volúmenes en 8.°), reimpresión de la obra anterior y de nuevos estudios sobre Economía política; Resumen de la Historia de los franceses (ídem, 1839, 2 vol. en 8.°). Mucho después de su muerte aparecieron los Fragmentos de su diario y de su correspondencia con mademoiselle de SainteAulaire (íd., 1863, en 8.°), y sus Cartas inédi tas á madama de Albany (íd., 1864, en 8.°). Sismondi, si se exceptuan las ocasiones más arriba citadas, escribió siempre en francés. He aquí los títulos de las versiones castellanas de algunas de sus obras: Estudios sobre las Constituciones de los pueblos libres. Traducidos al castellano por D. León José Serrano y D. Felipe Picón Garcia, Bachilleres en Derecho (en 4.°); Nuevos principios de Economía politica, ó de la riqueza en sus relaciones con la población (Granada, 1834, 2 t. en 4.°); Historia de la literatu ra española desde mediados del siglo XII hasta nuestros días, dividido en lecciones. Traducida y completada por D. José Lorenzo Figueroa y don José Amador de los Ríos (Sevilla, 1841, 2 t. en 4.): sospechamos que esta traducción es el arreglo ampliado de una parte De la literatura del Mediodía de Europa. SIMONDI: Geog. ant. Uno de los nombres de la isla de Ceilán. SIMONES (Los): Geog. Caserío del ayunt. de Albox, p. j. de Huércal-Overa, prov. de Almería: 150 habits. SIMONET (FRANCISCO JAVIER): Biog. Arabista español contemporáneo. N. en Málaga en 1829. En el Seminario Conciliar de aquella ciudad estudió Filosofía y Sagrada Teología, pasando luego á Madrid, en cuya Universidad cursó las Facultades de Derecho y Filosofía y Letras. Bajo el magisterio del célebre orientalista Serafín Estébanez Calderón estudió la lengua árabe, y la cultivó con gran empeño, obteniendo por oposi ción (1862) la cátedra de dicho idioma en la Universidad de Granada, cátedra que continúa desempeñando (septiembre de 1896). Ha publicado muchos escritos literarios, religiosos y aun polí ticos, mostrándose en ellos ferviente católico consecuente tradicionalista. Los principales escritos suyos de que tenemos noticia son: Leyen das históricas árabes (Madrid, 1858, en 4.° menor); Descripción del reino de Granada, sacado de los autores árabes (Madrid, 1861, en 4.° menor; 2.a edic. corregida y aumentada, Granada 1872); Recuerdos históricos y poéticos de Toledo, publicado en la Crónica Española de Ambos Mundos (Madrid, 1810); Los hijos de Witiza, leyenda histórica del siglo VIII, publicada en El Siglo Futuro, diario madrileño (1883 y 1884); Glosario de voces ibéricas y latinas usadas entre los mozárabes, precedido de un estudio sobre el dialecto hispano-mozárabe, obra premiada en público certamen de la Real Academia Española y publicado á sus expensas (Madrid, 1889, en 4.° mayor); El concilio III de Toledo, base de la nacionali dad y civilización española, edición poliglota en latin, vascuence, árabe, castellano, catalán, gallego y portugués, precedida de un prólogo por don F. J. Simonet y un estudio histórico por el R. P. D. Juan Antonio Zugasti, de la Sociedad de Jesus (id., 1891, en 4. mayor). De estas obras, la más importante es el Glosario de voces ibéricas y latinas. Además ha escrito una extensa Historia de los mozárabes de España, premiada hace largo tiempo por la Real Academia de la Historia, y que parece próxima á publicarse. El Siglo Futuro ha dado, en octubre de 1893 y en julio de 1895, algunos fragmentos ó extractos de esta obra. Simonet es hoy decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Granada, é individuo corespondiente de la Real Academia de la Histo ria. - SIMONET (ENRIQUE): Biog. Pintor español contemporáneo. N. en Valencia hacia 1863. Hijo de una familia malagueña en la que abundan las aptitudes intelectuales, comenzó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de la ciudad del Tu ria; y aunque sus padres quisieron dedicarle à la Iglesia, la vocación artística de Enrique triunfó de todos los obstáculos que se le opusieron. Continuó en Málaga su educación artística bajo la dirección de Bernardo Ferrándiz, y transcurrido algún tiempo se trasladó á Roma á expensas de su padre. Allí pintó La decapitación de San Pablo, cuadro de gran mérito que le dió mucha reputación. De regreso en Málaga, ganó poco después, por oposición, una plaza de pensionado en Roma. Su primer envío de pensionado desde la capital de Italia fué el hermoso cuadro de El corazón, estudio anatómico filosófico muy notable. Luego hizo una admirable copia de los frescos de Pompeya, y más tarde pintó otro cuadro: Flévit súper illam, que en la Exposición Internacional de Madrid le valió (1892) una primera medalla, y que también fué premiado en Chicago. De Alemania le hicieron ventajosas proposiciones para la compra de dicha obra. Excelente dibujante, fué á fines de 1893 y en los comienzos de 1894, en Marruecos, corresponsal artístico de La Ilustración Española y America. na, revista madrileña en la que aparecieron hartas pruebas de sus sobresalientes cualidades. Su citado cuadro de La decapitación de San Pablo figuró en Madrid en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887, tiempo en el que ya los periódicos de Valencia habían tributado muchos elogios á sus obras, especialmente á sus paisajes. Antes de pintar el cuadro que tituló Flévit súper illam, trabajado en Roma, hizo un viaje á Tierra Santa y visitó los lugares recorridos por Jesucristo. Allí estudió tipos, luz y ambiente, y á su estudio de Roma llevó gran copia de materiales para la más exacta reproducción del hecho que deseaba representar en el lienzo. En diciembre de 1892 estuvo gravemente enfermo á consecuencia de una pulmonía. A la Exposición del Círculo de Bellas Artes de Madrid, verificada en 1894, llevó un paisaje titulado Un voto. De esta obra dijo Balsa de la Vega: «Las piedras parecen de lava, el cielo caliginoso, y á pesar de ser la hora del crepúsculo tiene tonos de acero incandescente; hace allí un calor mortal. No sé por qué miro con angustia ese paisaje, místico, hondamente místico, pero que parece como si la vida hubiese huído de él.» SIMONETTA (FRANCISCO): Biog. Político italiano. N. en Caccuti (Calabria) en 1410. M. en Pavía en 1480. Aunque se mostró sumamente adicto de María Sforza de su hijo Juan Galeazo, perdió la confianza de la regente Bona de Saboya de las intrigas de Ludovico el Moro. y fué aprisionado y decapitado á consecuencia SIMONÍA (del lat. simonia; de Simón el Mago, que quiso comprar de san Pedro el don de conferir el Espíritu Santo): f. Compra ó venta deliberada de cosas espirituales ó que dependen de ellas. castigó con severidad todos los demás excesos de los clérigos, y principalmente la SIMOΝΙΑ deshonestidad. y GONZALO DE ILLESCAS. Pecó Esaú en vender la herencia de primogénito, porque era el derecho que tenían al sacerdocio, que iba entonces por los mayorazgos; y así, cometió SIMONÍA. MALÓN DE CHAIDE. La simonía, ó sea la deliberada voluntad de comprar ó vender por un precio temporal alguna cosa espiritual ó aneja á cosa espiritual, es una especie de sacrilegio que detestan con las más duras calificaciones los sagrados Canones, llamándole maldad execrable y peste que por su magnitud excede á todas las demás enfermedades. En la simonía la voluntad se toma por el acto de la voluntad, es decir, el efecto por la causa, y se dice deliberada para excluir los movimientos que no son enteramente premeditados. Bajo las palabras compra y venta se entiende todo contrato oneroso y cualquier pacto expreso ó tácito. Tambien bajo la palabra precio se comprende, no solamente el dinero, sino todo lo que por cualquier concepto tiene estimación ó nos puede ser de alguna utilidad, porque siempre resulta que de una manera ú otra las cosas espirituales son objeto de comercio, y no se dispensan según los preceptos evangélicos y disposiciones de la Iglesia. Para que haya contrato de compra y venta se requiere necesariamente que el precio consista en dinero: in numerata pecunia; en la simonía no sucede lo mismo, porque además del precio consistente en dinero ó en algún otro objeto que tenga para el hombre un valor cualquiera, hay el favor y los obsequios indebidos. Esta distinción, que ha sido recibida en las escuelas y en el foro, fué establecida por San Gregorio el Grande en los siguientes términos: quia aliud est munus ab obsequio, aliud munus á manu, aliud munus á lingua. Munus quidem ab obsequio est subjectivo indebite impensa. Munus á manu pecunia est. Munus á lingua favor. Por el munus ab obsequio se comete simonía cuando se hace un servicio temporal para obtener una cosa espiritual, como ser administrador, por ejemplo, desempeñar cualquiera de los cargos que suelen ser retribuídos. Munu á manus es el dinero, como hemos dicho arriba, ó cualquiera de las cosas que están en el comercio de los hombres, para lo cual no es necesario que de hecho se entregue, si no que basta la promesa de dar, perdonar la deuda, aumentar los frutos de una pensión, etc. Hay munus á lingua cuando se confiere el beneficio ó la cosa espiritual, no por los méritos del sujeto, sino por los ruegos ó recomendación de personas extrañas. Las cosas cuya venta ó concesión por precio constituye la simonía son espirituales ó anejas á cosas espirituales. Se entiende por cosas espirituales en general aquellas que han sido establecidas por Dios para la utilidad de su Iglesia y salvación de las almas, ó que han sido establecidas por la misma Iglesia para realizar los fines de la voluntad divina. Particularizando estas ideas, podemos distinguir las cosas espirituales en tres clases: la primera secundum essentiam, como los dones del Espíritu Santo, la potestad de jurisdicción y el carácter y potestad de orden; la segunda secundum causam, como los sacramentos que son causa de la gracia, y á la cual puede referirse el sacrificio de la Misa, los Sacramentales, el Sagrado Crisma, etc.; y secundum effectum, como administrar los sacramentos, dispensar y conmutar votos y cosas semejantes. Se dicen cosas anejas á las espirituales aquellas que tienen con ellas conexión, la cual puede también ser de tres maneras, á saber: antecedenter, concomitanter y consequenter. Antecedenter, porque se considera como causa aquella á que va anejo: como los vasos y vestidos sagrados, la bendición y con. sagración de los templos y todas las demás cosas que se refieren al sacrificio de la Misa. Lo mismo sucede con el derecho de patronato como acto previo á la colación de beneficios, y con el derecho de sepultura, por el cual se siguen mnchos espirituales instituídos por Cristo. Concomitanter, como el trabajo que se pone en la distribución de las cosas espirituales, como oir confesiones, predicar celebrar el Sacrificio. Y consequenter porque depende de cosa espiritual y se considera como un efecto respecto á su causa, como son los beneficios eclesiásticos que suponen un oficio divino por el cual se dan. - SIMONÍA: Dro. can. Trae la palabra simonía su origen de Simón Mago, que propuso á los Após toles le vendiesen por dinero los dones del Espíritu Santo. Obtulit eis pecuniam dicens: Date et mihi hanc potestatem, ut cuicumque imposuero manus, accipiat Spiritum Sanctum (Act. Após- La simonía se divide por razón de la ley protóles, c. VIII). El profeta Balaam y Giezi, esclavohibitiva en simonía de derecho divino y simonía de Elíseo, habían ya presentado en la antigua ley de derecho eclesiástico, y por razón de los que la dos célebres ejemplos de simonía; mas según cometen en mental, convencional y real. Esta últiobservación de los doctores, no habían hecho los ma se subdivide después en convencional expresa, sacramentos y dones del Espíritu Santo objeto tacita y confidencial. La simonía de derecho di de su codicia como Simón, por lo que el nombre vino es la que tiene lugar en las cosas meramensimonia ha tomado su denominación de este últe sagradas y espirituales por su naturaleza, cotimo más bien que de los otros. Al determinar lo concerniente á la simonía, nos atendremos á la exposición de Golmayo. mo los Sacramentos; de derecho eclesiástico la que no tiene más fundamento que la ley ecle siástica, que las ha colocado entre las espiritua les por razón de bien público eclesiástico. Simonía mental es un propósito interior por el cual, confiriendo á otro alguna cosa espiritual, intenta volverle alguna cosa temporal, ó al contrario, como si prestando dinero á algún patrono ó haciéndole algún servicio intenta el sujeto obtener la presentación para un beneficio. Simonía convencional es aquella en que ha intervenido pacto expreso ó tácito, pero sin haberse seguido la entrega al menos por ambas partes. Si no se ha procedido á la entrega por ninguna de ellas la simonía es puramente convencional; si, por el contrario, alguno de ellos la ha verificado, la simonía se llama convencional mixta. Simonía real es la que se ha completado por ambas partes, confiriendo una el beneficio y entregando otra el precio, bastando para esto que se entregue parte de la cantidad. La simonía real expresa es la que indica la misma palabra; la tácita se comete cuando un prelado á quien compete, por ejemplo, la confirmación de los elegidos, dilata el hacerlo de intento hasta que consiga alguna ventaja temporal. La confidencial se contrae cuando alguno confiere un beneficio ó hace la presentación para él, no para que le sirva perpetuamente, sino con el fin de que lo resigne des pués de cierto tiempo, cuando un tercero, por ejemplo, haya cumplido la edad para poderlo obtener, ó haya adquirido algún título ó cualidad que antes le faltase. También es confidencial si se da ó se acepta un beneficio con la obligación de dejar á favor del colador ó de otra persona parte de los frutos. Para que haya simonía no se requiere la complicidad del que recibe la cosa espiritual; basta que la haya entre el que la da y un tercero, de manera que si los padres, amigos ó parientes, consiguen su beneficio por dinero, se comete simonía, aunque lo ignore el beneficiado y sea además persona digna. Porque siempre resulta que se comercia con las cosas sagradas ó espirituales y que ha mediado precio para su concesión; y aunque el ignorante no incurra en las penas canónicas, la elección, colación ó presentación no deja de ser nula ipso jure, y el beneficiado no adquiere ninguna clase de derechos sobre aquel beneficio. Este rigor de las leyes para cortar en su raíz el vicio de simonía no puede llevarse hasta el punto de proteger el frande y la mala fe; por eso si alguno da dinero con intención de perjudicar al que ha de ser elegido ó presentado para un beneficio, prelacía ó cargo eclesiástico, el acto se sostiene como válido, sin perjuicio de castigar á los causantes como reos de simonía. La inclinación natural de eludir la sanción de las penas, y el vicio de la avaricia que más ó menos se ha dejado sentir individualmente en todos los tiempos, ha sugerido á los simoníacos varios pretextos, con los cuales han tratado de paliar la simonía. Este vicio se generalizó de una manera lamentable durante los desórdenes del régimen feudal, no para comprar la facilidad de dar el Espíritu Santo por la imposición de manos, como intentó Simón Mago, sino para recibir las órdenes ó adquirir beneficios, prelacías y demás cargos eclesiásticos. Uno de los paliativos es la piedad, la cual no se ejerce, dicen, sino con bienes temporales, los cuales pueden destinarse á dar limosnas y otros usos piadosos; pero no debe perderse de vista que el buen uso que se haga de los bienes no quita el vicio de su mal origen. Otro de los pretextos es afirmar que no se da dinero como precio de la cosa espiritual, que es lo que constituye la simonía, sino para mover el ánimo del que la ha de dar, y como una muestra anticipada de agradecimiento. También distinguen entre el oficio ó beneficio sagrado que ejercen los favorecidos, y los frutos ó emolumentos que van anejos como consecuencia de su servicio, y pretenden eximirse de la simonía diciendo que solamente se da el dinero en consideración á las temporalidades. Estos y otros paliati vos no pasan de ser invenciones más o menos ingeniosas que no pueden conciliarse con la sana doctrina, porque no es posible separar arbitrariamente lo espiritual de lo temporal, y porque, si se mirasen así las cosas, apenas si se encontraría un caso en el cual se cometa la simonía, pues el que comprase el Sagrado Crisma diría que sólo trataba de comprar el aceite común, en la sepultura eclesiástica el sitio ó solar, y hasta en la Eucaristía aparentaría el simoníaco no comprar más que las especies eucarísticas. Entre los paliativos de la simonía se cuenta el de redimir la vejación, y consiste en remover por dinero los obstáculos que se presentan á la consecución de un beneficio, ó á la elección, presentación ó cualquier acto por el cual se trate de conferir la jurisdicción ó ministerio sagrado. Para esto se ha de distinguir si el que pone el impedimento tiene ó no alguna intervención en la colación de la cosa espiritual, y si el que trata de redimir la vejación ha tomado ya la posesión tratándose de un beneficio. Si el que pone el impedimento tiene intervención en la colación se comete simonía porque media precio, y lo que se llama redimir la vejación no es más que un pretexto para cubrirla. Puede servir de ejemplo el caso de que se habla en el cap. 23 de Simon., según el cual fué elegido uno arzobispo de Turín por la mayor parte de los canónigos, y habiendo dado dinero un amigo al jefe de la minoría que se había opuesto, declaró Lucio III que debía renunciar porque había mediado simonía. Lo mismo sucede si en un beneficio litigioso se da dinero al contrario para que se retire del juicio, ó para que no se presente á litigar, porque este género de transacciones está prohibido terminantemente por los cánones. El único caso en que hay verdadera vejación, que puede redimirse por dinero sin nota de simonía, es cuando habiendo tomado alguno posesión del beneficio intenta otro moverle pleito sin tener derecho y con el solo objeto acaso de incomodarle, porque para la adquisición de la cosa espiritual en pleno dere cho no ha intervenido precio, y se concibe bien la redención de la vejación para continuar en la posesión de su beneficio legítimamente adquirido. El principio general al tratar de la dispensación de las cosas espirituales es que éstas se han de conferir gratuitamente, según el precepto de Jesucristo gratis accepistis, gratis date. Pero como la aplicación constante del principio podría traer graves inconvenientes, se han admitido en la práctica dos excepciones, á saber: que se puede llevar dinero en todos los casos en que esto sea permitido por ley ó costumbre; no siendo así, se incurre en las penas canónicas sobre simonía. Consiguiente á esto, pueden los párrocos exigir los derechos de arancel por la administración de ciertos sacramentos, funerales, sepultura eclesiástica otros actos de su ministerio, pero tienen obligación de dispensar todas las cosas gratuitamente á los pobres, han de procurar no incurrir en la detestable nota de avaricia, y no les es lícito negarse en ningún caso á cumplir con su ministerio bajo pretexto de deudas ó denega ción de derechos, que podrán exigir después por la vías legales. También puede llevarse estipendio por el sacrificio de la Misa con arreglo á la tasa sinodal, pero teniendo presente que no se ha de mirar el estipendio, en este y en los demás casos, como recompensa del trabajo, sino como medio de sustentación, lo cual tiene lugar por costumbre, según la opinión común de los doctores, aun respecto de los clérigos ricos. Lo mis mo sucede por la recitación de ciertas preces, dispensas de ley, relajación de votos y demás actos de jurisdicción, todos los cuales, aunque por su naturaleza sean materia de simonía, dejan de serlo en cuanto llegan á estar autorizados por la ley ó la costumbre Lo mismo podemos decir de la profesión religiosa, la cual debe hacerse gratuitamente, pero no se opone á esta doctrina la práctica recibida de dar las religiosas que han de profesar una cantidad con el nombre de dote, la que no tiene otro objeto que asegurar sus alimentos. Las cosas sagradas y espirituales deben ser consideradas como viles á los ojos de aquellos que juzgan pueden ser adquiridas por otras temporales. Esta idea envuelve la de suponer que los dones espirituales están en la potestad y comercio de los hombres, en vez de mirarlos como dependientes de la sola gracia y voluntad de Dios. Tan detestable doctrina se opone, por otra parte, al precepto que dió Jesucristo á los Após toles cuando les habló de la dispensación de sus dones: Gratis accepistis, gratis date. Además de estas consideraciones, la gravedad del delito de simonía se ha de regular por la gravedad y trascendencia de los males que su perpetración puede acarrear á la Iglesia. Estos males, que pueden llegar á ser incalculables, en perjuicio de la moral y de la disciplina, se reducen, por de pronto, á que se prescinde de la vocación de los ministros del altar; se desatienden los méritos y virtudes de las órdenes, y porque se confieren los be neficios eclesiáticos, y hasta las prelacías, á personas indignas que no sabrán conceder, y menos desempeñar, los elevados deberes del sacerdocio cristiano. Contra la simonía mental no hay establecida ninguna pena en el Derecho, porque no sale de la esfera de los pecados, y éstos únicamente están sujetos á la expiación por la penitencia en el fuero interno. En cuanto á la simonía convencional, afirman los doctores que no hay ninguna pena en que se incurra ipso jure, porque los cánones, que establecen penas contra los simoníacos, no hablan de sola la convención, sino de la exacción real, pero puede el Juez castigar á los reos con una pena arbitraria. Es también opinión de muchos que no se incurre tampoco en las penas del Derecho si la simonía es mixta, porque es preciso, según ellos, que se haya completado por ambas partes, dando y recibiendo recíprocamente la cosa espiritual y temporal. Las penas establecidas contra los simoníacos por el Derecho canónico nuevo son: 1. La excomunión la tæ sententie reservada al romano Pontífice, en la cual incurren en la ordenación el ordenante y el ordenado; en la colación de beneficios y cargos espirituales los que eligen, presentan ó institu yen, los elegidos presentados é instituídos y los interventores y procuradores del pacto simoníaco; en la profesión religiosa los que dan y reciben la profesión y el precio. La 2. pena es la suspensión en el ordenado del orden recibido, y en el ordenante de la colación de órdenes perpetuamente hasta de la primera tonsura, del ejercicio de los pontificales y de la entrada en la iglesia. La 3.a en los beneficios la nulidad de todos los actos, tales como la elección, presenta ción, colación, renuncia, etc., haciéndose inhábil el así presentado ó provisto, no sólo para obtener aquel beneficio, sino cualquiera otro. 4.a La irregularidad para órdenes, beneficios y cargos eclesiásticos. 5.a La obligación de restituir todos los frutos provenientes de los beneficios. Por la simonía confidencial se incurre en las penas establecidas por las constituciones Romá num Pontificem de Pío IV é Intolerábilis de Pío V, y son: 1. Se anula la colación simoníaca y se reserva aquel beneficio á la colación pontificia. 2. El simoníaco se hace inhábil, no sólo para obtener después aquel beneficio, sino que además es privado de los beneficios obtenidos legítimamente antes de la simonía, cuya privación, según los intérpretes, no se ha de entender ipso jure, sino por sentencia judicial. 3. A los obispos y superiores que cometan esta simonía se les priva de la entrada en la iglesia. 4. Que para incurrir en estas penas no es necesario que el contrato se haya cumplido por ambas partes, porque se refiere á diversos tiempos, por lo cual bastará que el obispo haya conferido el beneficio y el beneficiado lo haya recibido, con el pacto, verbigracia, de renunciarlo después de cinco años. Debemos advertir que la reserva á que se refiere el número 1.° no tiene lugar en España después del concordato de 1753. SIMONÍACAMENTE: adv. m. Con simonía. SIMONÍACO, CA (del lat. simoniacus): adj. Perteneciente á la simonía. ... queda tan maldito el dinero de simonia, que hasta el dia de hoy nunca se ha visto bien logrado el de los SIMONÍACOS, por más rentas que tengan. COVARRUBIAS. porque no fué en casa de Caifás SIMOFR. HORTENSIO PARAVICINO. NÍACO. - SIMONÍACO: Que la comete. U. t. c. s. SIMONIÁTICO, CA: adj. SIMONÍACO. U. t. c. s. SIMÓNIDES DE AMORGOS: Biog. Poeta griego, hijo de Crines. N. en Samos. Vivía en el siglo VII antes de J. C. Llevó una colonia á la isla de Amorgos (una de las Cícladas), en la que fundó tres ciudades: Minoa, Egialo y Arcesine, estableciendo su residencia en la última. Contemporáneo de Arquiloco, aunque más joven, compuso, á imitación de él, versos yambicos, y en esta medida hizo el poema histórico sobre la isla de Samos. Suidas, a quien debemos algunos detalles de Simónides de Amorgos, le ha confundido con Simmias de Rodas, y muchos otros escritores le han confundido también con su homónimo Simónides de Ceos, que vivió un siglo después de él. Se conservan algunos fragmentos de co, sus obras, que han sido publicadas por Welcker mónides elogiaba á los tiranos de quienes reci- los comentarios. SIMONILLO: m. Bot. Nombre vulgar mejicano empleado en Méjico para designar una planta perteneciente á la familia de las Compuestas, y conocida entre los botánicos con el nombre sistemático de Baccharis amara Cerv. SIMONOR: Geog. Isla del Archip de Joló, si- SIMONOSAKI Ó SIMONOSEKI: Geog. C. del ken es un SIMOQUILO (del gr. ouós, romo, y xeîños, la bio): m. Bot. Género de plantas (Simochilus) perteneciente á la familia de las Ericáceas, cuyas especies habitan en el Cabo de Buena Esperanza, y son matas frutescentes con aspecto semejante al de los brezos, con las hojas dispues tas en verticilos trímeros ó tetrámeros, las flores casi sentadas, reunidas en cabezuelas terminales, generalmente cabizbajas, rara vez solitarias, con los cálices coloreados, tetragonales, casi carnosos, lampiños ó ligeramente pestañosos en el ápice, sin nervios ó con ocho costillas gruesas; cáliz aovado-acampanado, con cuatro dientes; corola hipogina, trasovada ó mazudotubulosa, con el limbo cuadrifido y las divisiones erguidas ó conniventes; cuatro estambres insertos sobre un disco hipogino, con las anteras terminales ó casi laterales, libres, y las celdas dehiscentes cerca del ápice por un poro lateral; ovario de dos ó cuatro celdas uniovuladas, con el estilo saliente y estigma obtuso. El fruto es una cápsula con dos ó cuatro celdas y que se abre en otras tantas valvas, dejando al descubierto igual nú mero de semillas, rara vez unilocular por aborto y en este caso monospermo. SIMORFÓCERO (del gr. σúμμoppos, conforme, у Képas, cuerno): m. Zool. Género de insectos del orden de los coleópteros, familia de los brén tidos, tribu de los brentinos. Este género de insectos está caracterizado por presentar la cabeza transversal, cóncava, formando una corta órbita por dentro de los ojos, de forma variable por detrás; rostro corto, robusto, diforme, dividido por incisiones laterales en tres partes, de las cuales la media lleva por delante las antenas; la anterior, estrechamente escotada en su parte media por delante, forma una especie de disco anguloso sobre los lados; mandíbulas muy salientes, robustas, un poco diformes, desiguales, bruscamente arqueadas y bífidas en su extremo; antenas cortas, robustas, con el primer artejo más corto y más largo que los demás; ojos muy gruesos, transversales ó redondeados; el protórax alargado, estrechado en su cuarto basilar, cónicofusiforme por delante y truncado por delante y en su base; élitros alargados, paralelos, planos por encima, impresionados antes de su extremidad; su declividad posterior redondeada y oblicua; patas robustas, las anteriores contiguas en su base; fémures y tibias comprimidos, los primeros pedunculados en su base; tarsos brevemente ciliados por debajo, el primer artejo escudetes no muy grandes; el abdomen acanalade los posteriores más largo que los siguientes; do; el cuerpo glabro. Schoenher ha fundado este género sobre un insecto inédito de Natal, que llama Symmorphocerus monticola. Olivier ha descrito también el mismo insecto con alguna anterioridad, con el nombre de Brenthus frontalis. SIMORRINCO (del gr. ouós, romo, y púyxos, pico): m. Zool. Género de aves del orden de las palmipedas, familia de las álcidas, tribu de las simorrinquinas, que se caracterizan por tener el pico más corto que la cabeza, ancho en la base, algo deprimido y escotado; la frente á veces con adornos de plumas encorvadas hacia adelante; la primera remera la más larga. La especie tipo de este género es el Simorhynchus cristatillus Pall., que se encuentra en el Norte y Oeste de América, en la América rusa, islas Aleutianas y en el Japón. SIMORRINQUINAS (de simorrinco): f. pl. Zool. Tribu de aves del orden de las palmípedas, familia de las álcidas, que se caracterizan por tener el pico corto, muy comprimido, sumamente arqueado en el dorso; aberturas nasales mani. fiestas; las plumas de la frente se extienden hasta lo interior de las fosas nasales ó dejan sólo libres las aberturas; alas cortas, cóncavas, agudas é imperfectas; cola corta, comprimida y redondeada; membranas interdigitales completas; el dedo pulgar rudimentario y casi nulo. Esta tribu comprende dos solos géneros: el Cerorhina Bp., que habita en el O. de América y N. y E. de Asia; y el Symorhynchus Merr., que vive en el N. y O. de América, en la América rusa, en las islas Aleutianas y en el Japón. SIMOSA: Geog. V. CHIMOSA. SIMOSAURO: m. Paleont. Género de la familia de los porpocranios, orden de los sauropterigios, clase de los reptiles y tipo de los vertebra. dos. Los principales géneros de este importante género de reptil fósil son el presentar las vérte. bras biplanas ó ligeramente bicóncavas, teniendo tan sólo una ó dos vértebras sacras; los dientes están insertos en el borde alveolar de las mandíbulas y muy raramente en los palatinos y los pterigoideos; el maxilar superior tiene bastante mayor tamaño que el intermaxilar; el cuello es muy largo por el gran número de vértebras de que se halla formado; presentan un carácter muy particular, como es el de la existencia de nada deras pentadigitales; la superficie del cuerpo de estos animales debía hallarse completamente desnuda, sin escamas, placas ni especie alguna de formaciones esqueléticas dérmicas ó protectoras. Lo propio y característico del género Simosaurus es el contorno parabólico, que presenta su cráneo en el que se ven tres aberturas pares, exactamente igual á las que presenta el gé. nero típico Nothosaurus, y que corresponden las anteriores á las aberturas nasales externas; las intermedias, que son de un poco mayor tamaño á las órbitas, y las posteriores, que presentan un área muchísimo mayor que éstas últimas, corresponden á las fosas temporales. Existe además un agujero parietal entre los dos huesos parietales, si bien éste tiene muy pequeño tamaño. Los dientes implantados en sus alvéolos tienen una corona cónica poco elevada y presentan estrías laterales, teniendo el diente un aspecto claviforme á causa de un estrechamiento anular que presenta en el cuello del diente. Se han encontrado los restos del género Simosaurus, creado por Von Meller, en la formación conocida con el nombre de Lettenkohle, formada por areniscas y conteniendo restos de carbones, que pertenece al piso tiroliense ó geupérico de los terrenos triásicos. SIMOTASMO: m. Zool. Género de insectos del orden de los coleópteros, familia de los curculiónidos, tribu de los leptosinos. Sus caracteres principales son: rostro sensiblemente más largo y más estrecho que la cabeza, medianamente robusto y arqueado, ligeramente ensanchado por delante, redondeado en los ángulos y con tres quillas por encima; escrobas flexuosas y muy profundas por delante; antenas anteriores muy largas y medianamente robustas; el escapo llega hasta los ojos; ojos grandes, un poco convexos, ovalados y transversales; el protórax transversal, convexo, truncado por delante y en su base; escudo apenas distinto; élitros regularmente ovalados, un poco más anchos que el protórax y li geramente escotados en su base; patas muy cortas; tibias rectas y anchas en su extremo; tarsos medianos, muy anchos, vellosos y esponjosos por debajo; uñas simples y libres; el segundo segmento abdominal mucho más grande que los dos siguientes reunidos, y separado del primero por una sutura fuertemente arqueada; el cuerpo oblongo-ovalado, algo escamoso, revestido de pelos y áptero. Este género no comprende más que una pequeña especie (Simotasmus carinirrostris) de Australia, con su cuerpo revestido de un gris uniforme. SIMP en ocasiones caravanas enteras de personas con sus correspondientes camellos, dromedarios y otros animales. En Arabia, Persia, y en la mayor parte de las comarcas del Oriente, el viento abrasador del Desierto lleva el nombre de Samoun, Saumoun y Semoun. En Egipto se le llama Chamsin (cincuenta) porque sopla dentro del período de cincuenta días, desde fines de abril á fines de junio, al principio de las inundaciones del Nilo. En la parte occidental del Sáhara se le conoce con el nombre de harmattan. El nombre de Saumoun es el más generalmente empleado, pero los traductores han insistido siempre en la significación de veneno, sin reflexionar que los pueblos no civilizados llaman veneno á todo lo que es desagradable ó peligroso. El árido suelo de aquellas comarcas se calienta prodigiosamen te, pero sin que el calor penetre profundamente, porque la arena que le recubre es mal conductor del calor. Cuando se levanta el viento arras tra arenas y polvo hasta obscurecer los rayos del Sol. Lo mismo sucede, según aseguran los viaje ros, en la Nubia, en la costa de Guinea y á lo largo del Senegal. El hombre que se ve acometido por este viento no tiene más remedio que echarse á tierra y taparse la cara para no ahogarse, ó al menos para librarse de los dolores insufribles que causa. Hay mucha analogía entre el simoun y el harmattan, muy frecuente en el Sahara occidental, donde sopla algunas veces quince días seguidos, acompañado de una niebla muy obscura. Deposita sobre las plan tas y sobre la piel un polvo mineral ordinariamente blanco; seca con increible rapidez los vegetales y todos los objetos húmedos. Los negros, para librarse de los agudos dolores que les causa el harmattan en los ojos, en los labios y en el paladar, tienen cuidado de untarse todo el cuerpo con grasa. SIMP unguiculada, en forma de columnita tetragonal, bilocular, con cuatro semillas y que se abre en dos valvas con dehiscencia loculicida, cuyas val. vas llevan en las líneas medias adheridas porciones del tabique; semillas discoideas, angulosas, con papilas y algo ganchudas en la testa. SIMPANG: Geog. C. cap. de un principado indígena del dist. de Sukadana, costa occidental del Borneo, Indias holandesas, Archip. Asiático, sit. al N. E. de Sukadana, á unos 10 kms. de la costa y en la confl. del Sidiau ó Sidiuw con el Matan, que juntos forman el río de Simpang; 3000 habits. El principado tiene de sup. unos 10 000 kms.2 con 16 000 habits., y esta sit. entre el país de Kubu al O., el cantón de Meliau ó Meliuw al N., el de Sukadana al S. y el distrito ó afdecling de Sintang al E., separado de estos dos últimos por una cadena de montañas cuyos puntos culminantes son los picos Gunong Palungan y Gunong Pontiak. La parte occidental del país es llana y pantanosa, pero á medida que se avanza hacia el E. el terreno se levanta y las colinas aparecen cubiertas de bosques que su ministran maderas de construcción, y en los que se encuentra buena canela. El suelo es bastante fértil, pero sólo se cultiva en pequeña parte, que los orang-bukit y los malayos montañeses plantan de arroz. Minas de hierro y de estaño. SIMPATÍA (del gr. ovμrabela; de oúv, con, y Tá@os, afecto, pasión): f. Correspondencia ó afinidad que se observa entre algunos cuerpos por sus propiedades. - SIMPATÍA: fig. Inclinación instintiva hacia personas ó cosas. -Si yo á querer algún día MORETO. En Sevilla concurrieron En una posada un dia Los dos, y en viéndose en ella, Halló cada cual su estrella, Lo que llaman SIMPATÍA. ALARCÓN. - SIMPATÍA: Med. Relación de actividad fisiotienen entre sí conexión directa. El simoun, cuando sopla por algunos días seguidos, lo cual es raro, puede ser funesto á los hombres y á los animales que sorprende en medio del Desierto; su elevada temperatura y la velocidad que lleva determinan en la superficie de los cuerpos una evaporación rápida que seca la piel, acelera extraordinariamente la respiración, inflama la garganta y produce una sed devoradora. Al mismo tiempo evaporiza las aguas lógica y patológica de algunos órganos que no de los odres, privando de esta suerte á los desgraciados viajeros de los medios de poder calmar el ardor que les devora y consumie. La arena abrasadora con que llega sobrecargado, y que penetra en los ojos y en los órganos respiratorios, es el colmo de todas las desgracias que produce este viento. La Historia refiere que el simoun destrozó el ejército de Cambises. Después de esa época, multitud de caravanas han tenido mucho que sufrir por causa de este viento. No es solamente en los desiertos de Africa donde son temibles los vientos cálidos, sino en casi todas las comarcas continentales próximas á los trópicos. En la India estos vientos son conocidos con el nombre de vientos de los diablos. Hacen destrozos durante la estación del estío y llevan á las campiñas y aun á las ciudades la desolación y la ruina. Los efectos deletéreos de estos vientos han sido sin duda tan exagerados como los del simoun. Las calificaciones de vientos envenenados que les dan los autores ingleses son completamente hiperbólicas. En la Luisiana, en Chile y en las pampas de América tienen también ciertos vientos abrasadores y los llaman malsanos. Sobre las costas de la Nueva Holanda los vientos de la tierra alcanzan también una elevada temperatura. SIMOTO (del gr. ouós, romo): m. Zool. Género de reptiles del orden de los ofidios, familia de los oligodóntidos, que se caracteriza por tener la cabeza corta, casi cónica é indistinta del cuello exteriormente; frontales anteriores pequeños y transversos; aberturas nasales entre dos escudos; dientes poco numerosos en la mandíbula supe- SIMPÁGIDO: m. Bot. Género de plantas (Symrior y con el más posterior más largo pero sin pagis) perteneciente á la familia de las Acantásurco; con dientes palatinos; escamas lisas en ceas, cuyas especies habitan en las regiones tro15, 17 á 21 series; cuerpo cilíndrico y algo rí-picales de Asia, y son plantas fruticosas ó algu gido. La especie que sirve de tipo á este género es el Simotes Russelii, que habita en las Indias orientales. SIMOTSUKE: Geog, V. CHIMOTSUKE. SIMOU: Geog. Aldea de la parroquia de San Julián de Mugardos, ayunt. de Mugardos, partido judicial de Puentedeume, prov. de la Coruña; 157 habits. SIMOUN: m. Viento seco y abrasador que sopla del Mediodía al Norte de Africa, levantando en inmensas nubes la arena del Desierto y arremolinándola con tan atroz violencia que sepulta na vez herbáceas, con las hojas opuestas; las espigas, axilares ó terminales, más o menos apretadas, las brácteas foliáceas ó foliáceomembranosas; persistentes ó caedizas, y las bracteillas pequeñas, que faltan alguna vez; flores grandes, azules ó blancas, cáliz quinquepartido y con las lacinias herbáceas; corola hipogina, embudada, con el tubo bruscamente ensanchado en un lim bo acampanado, quinquéfido, con las lacinias iguales ó casi iguales, obtusas ó escotadas; cuatro estambres insertos en el tubo de la corola, incluídos, didinamos, con las anteras biloculares y las celdas paralelas; ovario bilocular y con las celdas biovuladas. El fruto es una cápsula casi la afeccionividad y la SIMPATÍA sexual casi siempre se establecen naturalmente entre organizaciones que contrastan en lo físico y en lo moral. MONLAU. – SIMPATÍA: Fil. La simpatía (compassio de los latinos, σvunаria de los griegos) es la inclinación natural á participar de los sentimientos é impresiones que los demás experimentan. La simpatía es la prueba evidente de la naturaleza sociable del hombre. El yo se convierte en nosotros; el individuo es varios, muchos, á veces todos en uno. Se dilata esta inclinación aun á los sentimientos que no nos alcanzan directamente. Basta para que surja que lleguen á nosotros signos de ellos. Claro está que su dilata. ción no corresponde con la intensidad; así se dice: ojos que no ven, corazón que no siente. Los dolores que presenciamos despiertan más vivamente la compasión que aquellos que se nos refieren. Pero aún éstos excitan nuestra piedad. Inclinación que arraiga en los más profundos limbos de nuestra constitución orgánica, la simpatía es con frecuencia involuntaria y aun carecemos de defensa contra ella. El carácter espon. táneo é irreflexivo de la simpatía (lo que el vulgo llama corazonadas) procede de algo semejante á lo denominado por los fisiólogos movimientos concomitantes. Nos sentimos, en efecto, conmovidos ante los milagros de equilibrio de un fu námbulo, y ejecutamos movimientos que instintivamente creemos que han de ayudarle á conservar su equilibrio, evitando una caída peligrosa. La simpatía tiene sus más hondas raíces en la ley de la unidad de composición de todo lo vivo, ó sea en la interna homogeneidad de los seres. Cuanto más se acentúa dicha homogeneidad, más intensamente se siente la simpatía. Cuanto más se obscurece dicha homogeneidad, más nos distanciamos del movimiento simpáti co, y aun, efecto de cierta reacción, se inicia el opuesto y contrario (V. ANTIPATÍA). Fenómeno es éste que se señala con caracteres imborrables en el obsesionado de su propia personalidad. El orgulloso comienza por desconocer ú olvidar rasgos de identidad con sus semejantes, y apenas si es capaz de sentir simpatía por nadie. Inter pares como la amistad, la simpatía requiere, aun la espontánea, condiciones de igualdad, ya en uno, ya en otro aspecto. El brahma, el noble, el príncipe, no sentían en la antigüedad al unisono con las clases y castas inferiores. Alejandro Magno sólo reconocía la flaqueza de su condición al sentirse herido. El cartesiano golpea y martiriza al animal, porque le considera un autómata incapaz de sufrir. De fondo, en la apariencia, tan incoherente como el que se muestra en las manifestaciones de la simpatía, surge la luz. Lo que no se individualiza y personaliza con afectos y emociones no puede ser percibido, y por tanto no es susceptible de expresión (V. SIGNIFICACIÓN). La base de toda percepción se halla en la vida afectiva. Pero se puede gozar ó sufrir (simpatía espontánea de la vida puramente afectiva) sin referencia á objeto determinado, falta de percepción, afecciones sin intuición, como decía Ampère, ó abstracción espontánea del elemento objetivo. Sirvan de ejemplo las tensiones de nuestros órganos, sin localización ni referencia á nada representativo; los momentos que preceden al síncope (en que, como decimos, ignoramos lo que nos pasa), las brumas que rodean á los primeros estímulos de los órganos genitales, la irritabilidad sin motivo, etc., etc. A medida que de la incoherencia de tales estados brota lo directo de la percepción, distinguimos lo objetivo que nos impresiona de lo subjetivo de nuestra reacción. Surge de lo difuso lo concreto, de lo indeterminado lo individual, y de lo neutro é indefinido el sentimiento de la propia personalidad. La vida afectiva se intelectualiza y perfecciona gradualmente. Simpatizar con la naturaleza entera, investigar su secreto, querer contribuir á su mejora, salir del egoísmo para vivir la vida universal, emocionarse con las alegrías y tristezas que, como eco, produce la complejidad del Cosmos, será siempre la característica del hombre que piensa y a la vez siente. Sin el rocío fecundante de la simpatía la vida se esteriliza, y, en medio de sus contrariedades, sólo ofrece aperitiVos que estragan y que precipitan la muerte. Las más crueles amarguras que sufriera Heine, a pesar de su indiscutible talento, eran hijas de la carencia de afectos. Ni aun creía (quizá porque sufrió ó se imaginó sufrir grandes decepciones) en la amistad, cuyo bálsamo calma los más acerbos dolores. Carlyle, genio igualmente desequilibrado, prefería á las trufas del hotel las sopas condimentadas por el afecto. Todos somos iguales en este sentido: todos, grandes y pequeños, necesitamos el pan de cada día amasado con ternura y con cariño. Los que carecen de mano cariñosa que se lo suministre, lo piden á su ideal ó á su sueño; se crean una familia en el cielo de su pensamiento, ó, como dice Guyau, idean un corazón en lo infinito.» De este modo el amor divino resulta un excedente de fuerza, un superábit del amor humano. Más inconmensurable el corazón humano que el mundo, más numerosos sus pliegues que las sinuosidades de lo real, aspira á rebasar ambos. El amor y lo imposible solicitan un maridaje ilusorio. El enajenado y fuera de sí tiende amorosamente sus brazos, y en alas de su ilusión busca un sér celeste y sobrenatural (V. MISTICISMO). Lo mismo sucede cuando naufragan los afectos humanos y el corazón no encuentra en el mundo sér ni objeto á que adherirse. La devoción exagerada de las viejas, el bigotismo ridículo de las solteronas que quedan, según el proverbio, para vestir imagenes y ostentar la palma de una virginidad malograda, ocultan la sequedad del corazón en expansiones místicas. El amor á lo divino representa en este caso un desquite necesario. Obra por mitad del egoísmo y de preocupaciónes desinteresadas, el amor á lo divino se acentúa con un vicio antropomórfico, del cual no se libran ni los místicos más exagerados. La simpatía es el vínculo social que más ahon. da en la naturaleza propia de los que se agrupan, sin que sea óbice para el nexo que establece la condición desagradable (dolorosa) de los sentimientos que comparten los que son atraídos por la simpatía; antes bien, el dolor que excita la compasión, que demanda auxilio, aprieta más fuertemente los lazos sociales. La comunidad en el placer, la orgía, suele ser aglutinante al compañerismo (camaradas ó calaveras), lazo que como cruz en el agua el egoísmo, si se desvanece el propio sentimiento de la personalidad (afecto que no se concentra en nada), amando todo in genere y no deseando nada en concreto, surge necesariamente la negación de la vida afectiva, la abstracta filantropía, que ama á la humanidad en general, á reserva de importarle un ardite de los sufrimientos de los hombres. El eretismo nervioso en lo fisiológico y el histerismo en lo psíquico, como expansiones que borran todo límite, llegan á la desaparición y á la muerte de todo afecto, al indeferentismo y á la insensibilidad del yoghi indio, que se entierra vivo y se suicida lentamente prohibiéndose hasta la respiración. A pesar de la pureza inherente á los movisubjetivo, por su condición inconsistente, por su exuberancia á veces desordenada, la simpatía, que suele ser causa ocasional de las más rectas intenciones (Moral formalista), no puede ser, como pretendía A. Smith, criterio de la moralidad. V. INTENCIÓN Y MOTIVO. pronto se desata si no lo ha cortado antes el hastío. Pero la comunidad en el dolor, compasión activa, es el sello de las amistades eternas (el amigo se prueba en la adversidad) y de los amores perdurables (el sufrimiento hace inextinguible la llama del amor). En el dolor alcanza su superior consagración la simpatía, llegando á la más alta manifestación, al amor. Cuando recoge su fruto dando su primer beso á la virgen, retira sus labios ensangrentados. Como todo lo que es fecundo, de las entrañas de su propia existencia brota la emoción. Guardián celoso el ángel del dolor, cuida de producir herida inevitable al gustar las primicias del placer, hondo misterio y simbolismo gráfico de la condensación y dilatación de toda idealidad. Existe algo más simpá-mientos simpáticos, por su carácter variable y tico que la simpatía, y es la simpatía del dolor. Con ella se llega á la piedad universal. Presentida con cierta delicadeza, rayana en la filigrana sensible, se halla por Sterne, afectada grandemente por la bondad de corazón de Tobías, que, molestado por un insecto, le coge delicadamente por las alas, abre la ventana, le suelta, y dice: «anda, pobre diablo, el mundo es suficientemente grande para que podamos vivir tú y yo.» Rebosa piedad universal el alma genial y apocalíptica de Víctor Hugo cuando exclama: «Un puerco socorrido, vale medio mundo. » El mismo sentimien to anima á Turgueneuf al fijar sus ojos en los de su perro, ínterin se oye rugir la tempestad, diciendo: «él y yo somos idénticos; en ambos oscila la misma llama.» Si las ideas que sugieren tales emociones parecen á primera vista, por la incoherencia de la simpatía y por sus vaguedades de expresión, tocadas de cierto sabor panteísta, la discreción del análisis, restringiendo el alcance de la propia individualidad y reconociendo su atmósfera nutritiva en la solidaridad universal, determinará la correlación de lo cuan. titativo con lo cualitativo, base del orden real de las cosas, del formal de los pensamientos y del armónico de las emociones. La simpatía general, piedad para los demás (compasión), con la raíz del sentimiento del dolor propio, señala el punto por donde puede vadearse el Rubicón que separa el egoísmo del altruismo. El amor, especulación en acto sobre el misterio eterno de las cosas, si comienza en el egoísmo, sigue después trayectoria distinta, y en lucha perpetua consigo evoluciona hacia la abnegación. El egoísta, con una afirmación absurda, llega á una negación completa (la de sí mis mo). Préstamo que hace la especie á calidad de devolución, la vida individual, cuando se recoge en sí misma con un egoísmo irracional, siente en el tránsito á la pubertad (clavo histérico), en la emissio partis animi de Celso, la tendencia à la expansión. La realidad misma de la vida se opone al egoísmo completo; la expansión de lo vivo halla la raíz del altruismo en el egoísmo (Véase ALTRUISMO Y EGOÍSMO). Cuanto más intensos y vivos los afectos, cuanta más expansión damos con lo emocional á la vida, tanto más se acentúa el altruismo, que llega al sentimiento de la caridad y de la piedad universal. Como consecuencia de la dilatación de nuestros afectos nos impresiona todo lo que nos rodea, y con ello queremos vivir en comunidad de sentimientos (simpatia), lo cual nos obliga á constituirnos en especie de arpa eólica, que vibra al unísono y al compás de todo. Negativo el egoísmo concluye en lo positivo de la caridad, que, como ya dice la sabiduría de las gentes, comienza por uno mismo. Como el humo que obscurece el fuego naciente, pero que se disipa con el crecimiento de la llama, el egoismo arraiga en los limbos de la vida vegetativa, y cuando ésta crece (excedente de vida) disipa el denso vapor del egoísmo y aumenta la lumbre del amor con el altruismo. El que ama, se ama á sí propio en los demás. Aun en las manifestaciones patológicas y fetichistas del amor (V. AMOR) se descubre, con su carácter propio de excedente de vida, la raíz intensamente egoísta de todo afecto. Desde la histérica, que concentra todo su cariño en un bibelot ó en un perro de aguas, porque egoístamente le gusta y le agrada, hasta el místico que desgarra la entraña misma de su vida porque egoistamente espera que desaparezca el velo de Maya que entenebrece la existencia humana y brille la vida perdurable con la cual sueña, de uno á otro extremo la vida afectiva conserva su impulso primordial en el egoísmo, siquiera después evolucione hasta llegar á la renuncia generosa de cuanto es individual. Si por una expansión excesiva de la simpatía se diluye - SIMPATÍA: Fisiol. y Patol. Para el médico, lo mismo en el terreno patológico que en el fisiológico, es simpatía toda cooperación, simultaneidad ó sucesión de movimiento; en una palabra, toda relación, encadenamiento ó dependen cia de acción entre unos órganos y otros. Hipócrates, Areteo, Galeno, Celio Aureliano, Fernel, Baillón, Pareo, Mercado, Riverio, Van Helmont, Willis, Vienssens, Morton, Valentini, Miller, Baglivio, F. Hoffmann, Whyte, Meckel, Borden, Haller, Tissot y mil más, entre los antiguos, estudiaron detenidamente las simpatías y formularon apreciaciones y leyes acerca de las mismas. Haller, por ejemplo, hacía proceder las simpatías: 1.° de la comunicación de todos los vasos, que hace que cuando los humores son rechazados desde alguna parte vayan en gran abundancia á otra; 2. de la analogía entre la organización y los usos de dos partes, de donde resulta que las mismas causas producon sobre una y otra cambios semejantes; 3.° de la continuidad de las membranas; 4.o de las anastomosis nerviosas; 5. del cerebro mismo; y 6." del tejido celular. Tissot objetó que, de estos seis medios de ma. nifestarse la simpatía, el primero no es más que una metástasis, el segundo resulta de la acción de una misma causa sobre dos partes, el tercero viene á ser igual al cuarto, pues la continuidad no produciría ningún resultado si las membranas no estuvieran tapizadas de nervios; que el cuarto no es más que el primer grado del quinto, y ambos constituyen por sí solos la verdadera simpatía, no siendo el sexto más que una extensión de la enfermedad; finalmente, que no hay más simpatías que las nerviosas. Por lo demás, cree Tissot, con Willis, Perrault, Astruc, Van Svieten, Kaan, Haller, Monró, Maluer y Whytt, que no puede haber simpatías sin intervención del cerebro. A esto objeta un ilustre fisiólogo: <Tissot no tuvo en cuenta que, aun admitiendo la metástasis del humor, habría que admitir también una simpatía entre el órgano que la envía y el que la recibe; que si muchas veces dos órganos de igual estructura padecen al mismo tiem po porque se hallan sometidos à una influencia morbífica determinada, ocurre también que cuando uno ha dejado de estar enfermo padece el otro, aunque la causa haya cesado mucho tiempo antes, y entonces no puede negarse que hay simpatía. En realidad, todas las simpatías se explican por acción directa de un filete nervioso sobre otro; pero afirmar que no pueden manifestarse aquéllas sin la intervención del cerebro, es desconocer lo que nos enseña la Anatomía.»> Fabre y Broussais repitieron los argumentos de Whytt para demostrar que en todas las simpatías el cerebro es el centro de acción; pero siempre que se vean filetes nerviosos de dos órganos que simpatizan en estado de salud ó de enfermedad y que van al mismo ganglio ó al mismo plexo, hay motivo para creer que cuando la excitación es moderada, aun en estado de enfermedad, se propaga por el ganglio ó el plexo sin ilegar hasta el cerebro. No sucede lo mismo si la excitación es violenta; entonces, no sólo obra sobre el cerebro, sino que a veces éste obra sobre todo el sistema nervioso, aunque los efectos se manifiestan más en unas partes que en otras. Barthez decía que había simpatía cuando la afección de un órgano ocasionaba sensible y fre |