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Es conveniente que los sillares descansen sobre las vías mismas para su más fácil transporte, y en este caso hay vías laterales para la marcha de las grúas; con una se levanta un sillar, se tiende una vía debajo, pasa un vagón y en él se deposita el sillar, que pasa al embarcadero; las operaciones que hay que ejecutar con los sillares son: la suspensión, su traslación á la vía de embarque, transporte al embarcadero, embarque y asiento en obra.

éstos y se ajustan en bb muescas inferiores, las moderar la velocidad en el descenso hasta coloa a de los largueros, colocando luego los trave- car el sillar sobre la gabarra; estas indicaciones seros C de modo que las muescas b encajen en bastan para comprender la operación del embarlas a superiores de los largueros, y que en las ca- que, que se reduce á suspender el sillar, llevarle jas y ranuras que llevan ajusten las tablas Fy con el torno sobre las gabarras o flotadores que los refuerzos D, acuñando después bien para dar se hallan debajo, y hacerle descender hasta aquéfijeza al molde. Los talleres de fabricación de si- llos. Del transporte por mar nada hay que dellares forman una gran explanada en que que-cir, pues se reduce á conducir las gabarras ó flopan los sillares necesarios para surtir á las obras tadores hasta el punto en que se ha de soltar el durante tres meses á lo menos, tiempo necesario sillar, que conviene que vaya sumergido en parte para el endurecimiento de los sillares; se colocan si es muy grande, para disminuir su peso. No los moldes en filas ordenadas entre las vías que corresponde hablar en este punto de su colocalos separan; se espolvorea con arena seca el fon- ción en obra, que varía con la naturaleza de ésta. do para que no se agarren al suelo los sillares; Los bloques de mampostería son los que de se colocan transversalmente hacia los tercios ex- ordinario alcanzan dimensiones más consideratremos dos canales de madera invertidas para bles; ya hemos hablado de los bloques de Dublín, que dejen una vía en el sillar, por cuyo medio que alcanzaban 152 metros cúbicos, el ingeniero se le puede coger, y se llenan los moldes apiso López Navarro redactó en 22 de julio de 1882 nando constantemente, según antes hemos indi- un proyecto ó presupuesto, que llamaba progra. cado; al cabo de pocos días han adquirido los ma, para el puerto de Manila; en la fabricación sillares suficiente consistencia para poder des- de bloques de mampostería, que después se sustiarmar los moldes y colocarlos en otro punto. tuyeron en las obras por otros de hormigón por razones que no es del caso exponer aquí, huía el autor de las grandes dimensiones, sin duda por no juzgar ésta una solución satisfactoria. Los sillares artificiales de mampostería hidráulica tienen, según hemos apuntado anteriormente, la apreciable ventaja de no exigir moldes para su fabricación; la instalación de un taller de esta clase es, por lo demás, muy semejante á la empleada comúnmente para los bloques de hormigón que hemos reseñado muy á la ligera, pero economiza muchos aparatos y grandes maniobras, exigiendo sólo los talleres de fabricación del mortero hidráulico que ha de unir los bloques de la mampostería, los moldes se sustituyen aquí por armaduras á claraboya ó esqueletes, formados por largueros, traveseros, tornapuntas y tirantes de hierro ó de madera y hierro, según la posición de las piezas, que no tienen otro objeto que marcar las líneas ó paramentos de los macizos de mampostería; ésta se construye á mano por buenos mamposteros, dando á los sillares la forma paralelepipédica, con cajas ó ranuras para el paso de las cadenas de suspensión; muchas veces las aristas de tales sillares están constituídas por cadenas de sillarejos. En el puerto de Denia el ingeniero D. Rafael Yagüe propuso el empleo de bloques ó sillares de esta clase, pero de pequeñas dimensiones, pues los mayores tenían sólo un metro cúbico, aprobado también por el gobierno de España para su puerto de Gandía, siendo los menores de solos 10 kilogramos de peso.

Para suspender el sillar se han empleado varios aparatos, de uno de los que sólo daremos ligera idea, suficiente á nuestro objeto; un bastidor montado sobre dos rodillos, y formado por dos largueros y dos traveseros, lleva en los extremos de los primeros unos garfios para poderle arrastrar con cuerdas; apoyándose en los rodillos tiene en un ángulo cuatro dobles montantes unidos por sus cabezas por otro bastidor semejante al primero; lleva entre cada par de montantes unos husillos, unido cada uno á una rueda de palancas para hacerle girar cuando convenga; pero á fin de impedir este giro cuando no sea oportuno, tiene unas barras horizon. tales de hierro que entran en ranuras chapeadas de hierro también, que llevan los montantes; cada husillo termina en su extremidad inferior en un grillete para sujetar los extremos de la cadena de suspensión de los sillares; encima del bastidor superior va una plataforma rodeada por una balaustrada para que puedan colocarse los operarios que han de hacer las maniobras; para suspender el sillar se introduce la cadena por debajo de la ranura de aquél, sirviéndose de una aguja ó listón de madera, uniendo uno de los extremos de la cadena á una cuerda delgada para enhebrarla, y el otro extremo á una de las cadenas de suspensión; haciendo esto con las dos ranuras del sillar, y sujetando los extremos de las cadenas de suspensión de las de amarra, y haciendo girar los husillos, se levanta el sillar lo suficiente para que pueda pasar por debajo el carretón que le ha de transportar, el que una vez colocado recibe al sillar, al que se hace descender hasta aquél, cuyo piso de tablones se tiene cuidado de ensebar primero En lugar de este aparato puede emplarse una grúa movida por fuerza animal, ó por el vapor o por la electricidad, como se hizo en Bilbao. Cualquiera que sea el procedimiento que se emplee para la suspensión del sillar, se transporta, ya con el carretón, ya con la grúa, á una vía transversal que hay en el taller y que pone en comunicación la otra vía con los embarcaderos, cuya vía es recorrida por una plataforma que recibe el sillar ó el carretón que le conduce; un cabrestante arrastra al sillar en esta disposición hasta el embarcadero por la tracción de una cadena sin fin sostenida de trecho en trecho por pequeñas poleas; el torno ó cabrestante que está en el embarcadero va movido por el vapor ó por la electricidad, como en Bilbao, en que la dinamo del carro transbordador servía de locomotora, tomando su fuerza de la corriente que circulaba por el taller. Para el transporte por mar, unas veces se colocan en gabarras y otras van suspendidos de flotadores formados por toneles ó por pontones de palastro; para hacer el embarque tiene el embarcadero dos pisos: el inferior en prolongación de la vía de servicio, y el superior, á la entrada de la vía, forma escuadra con ella, y en este piso hay un torno que marcha sobre una vía, del que penden los aparejos de suspensión, con un freno para

Las armaduras que sustituyen á los moldes en esta clase de bloques exigen, como condición indispensable, que puedan armarse y desarmarse con facilidad.

Para terminar cuanto á sillares se refiere, debemos mencionar el importante estudio que el ingeniero D. Pedro Valdés hizo siendo subdirector del puerto de Barcelona sobre los sillares huecos, con objeto de disminuir su peso ó aumentar su volumen cuando, como allí sucedía, las circunstancias especiales de la obra pudieran aconsejar esta clase de sillares; los interesantes trabajos teóricoprácticos, y varios ensayos hechos por el referido ingeniero, han venido á demostrar la posibilidad y conveniencia del empleo de tales sillares en determinados casos; el sillar aparece en el sentido longitudinal del aspecto de un sillar de hormigón, que es el material que emplea para su fabricación, pero se halla vaciado en casi toda su longitud por una bóveda colocada de tal modo que cambie poco la posición del centro de gravedad respecto de un sillar macizo de las mismas dimensiones.

De modo que (fig. 3) N será la sección por un

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han de ser iguales, y á cuyo molde se le llama cimbra, porque en efecto hace veces de tal, aun cuando su carga sea pequeña; las condiciones que su autor la imponía eran: una gran solidez, para poderse emplear un número crecido de veces, sin deformaciones de ningún género; ser ligera, para la facilidad y economía en su maniobra y que pudieran hacerse con rapidez extremada las operaciones de montaje y desarme. Satisface á estas condiciones formando la cimbra de tres elementos, iguales y simétricos dos de ellos para formar los costados, y el tercero es una tabla horizontal que llama falsa cimbra; cada uno de los costados se compone de siete semicerchas arriostradas entre sí por tablas machiembradas superiores al revestimiento, comprendiendo cada cercha la altura que le corresponde de la parte circular, más la del estrilo hasta el plano de la solera; las cerchas no llegan al plano medio de la bóveda, y tres de ellas se enlazan por pequeñas barras de sección cuadrada sujetas por chavetas á dos tornillos empotrados en el extremo de las cerchas y correspondiendo uno á cada una; por esta disposición la falsa llave sólo tiene por objeto impedir que el hormigón caiga al fondo al verterlo en el molde, como sucedería si esta tabla no existiera; las juntas de esta pieza con las cerchas tienen dirección inclinada, pero opuesta las de las claves de las bóvedas, con objeto de facilitar el desarme, y se hallan completamente abiertas en toda su extensión, hallándose revestidas de una plancha de palastro para evitar la deformación; el extremo interior de la falsa clave se apoya en el fondo que hace de tapa vertical de la cimbra por una junta biselada que permite à aquélla un giro alrededor de su arista horizontal; el extremo opuesto lleva en la parte superior una pequeña caja de fondo ligeramente inclinado y revestida de palastro; el fondo de la cimbra se compone de tres partes, sujetas por cuerpos salientes en sus rebordes al marco que forman las últimas cerchas, y de tal modo dispuestas que no pueden moverse la parte superior ni la inferior sin desprender la central, que se une al marco por dos fuertes tornillos de hierro. Para desprender el molde interior ó cimbra hay que entrar en el molde para quitar los dos tornillos del trozo central de la tapa, aflojar las correas de la cimbra, esto es, los maderos que descansan sobre las cerchas, lo que se hace con un golpe de mazo en las chavetas que sujetan las otras barras cuadrangulares, pero sin sacarlas del todo, para que aun cuando la falsa clave se desprenda por sí sola no pueda caer; el obrero que está dentro de la cimbra introduce una palanca acodada entre el trozo central y el marco en el punto conveniente, que para conocerle está forrado de palastro, y haciendo un pequeño esfuerzo se desprende dicho trozo, pudiendo ya sin dificultad terminar el desarme de la cimbra.

SILLARBAJA: Geog. Aldea del ayunt. de Diezma, p. j. de Iznalloz, prov. de Granada; 569

habits.

SILLAREJO: m. Sillar pequeño, esté ó no bien labrado.

- SILLAREJO: Const. Como su nombre indica, es un sillar de pequeñas dimensiones; y por más que con el mismo nombre se designa en general á toda piedra labrada en forma de paralelepípedo rectángulo, se marca el tamaño admitido para los sillares, que es, para el sillarejo tipo, según el ingeniero Rebolledo, 20 cents. de alto por 40 de ancho y 60 de long., es decir, que sus dimensiones están en la relación de los números 1: 2: 3; también los adoquines son verdaderos sillarejos (". ADOQUÍN), que se emplean para una construcción especial en los pavimentos, á que se da el nombre de adoquinado (véase). El sillarejo tiene de ordinario una labra mucho menos esmerada que la sillería, labra que se hace con el pico ó la escoda; y como el peso de las piedras es mucho menor que el de las empleadas en la sillería, se simplifican mucho las operaciones en las fábricas en que se emplea, y que se llaman fábricas de sillarejo. En muros se colocan por hiladas como la sillería, no comenzando una hilada hasta no tener terminada la inferior, cuyo sobrelecho se enrasa y limpia perfectamente, mojando después una parte de éste, la en que se va á trabajar, y el sillarejo que se va á colocar; se tiende sobre la hilada inferior una tortada de mortero entrefino, de 2 à 3 centímetros de grueso, sobre la que se coloca el sillarejo de plano,

golpeándole con un pisón de madera ó con un mazo hasta reducir la capa de mortero á un centímetro ó centímetro y medio, enrasando bien la cara de paramento con la parte ya construída; se guarnece después con mortero la cara de junta, sentando otro sillarejo del mismo modo que el anterior y oprimiendo aquél contra éste lateralmente, de modo que el espesor de la junta ó llaga no pase de 2 centímetros, siendo tanto mejor la fábrica cuanto más se reduzca dicho espe sor; cuando un sillarejo resulta de menor altura por la cola que por la cabeza se le acuña con cuñas de piedra hasta que su paramento venga á ajustarse con el del muro.

El aparejo de los sillarejos es semejante al que se emplea en la sillería, por más que, como no necesitan tener dimensiones tan fijas como en aquélla, no son tan obligadas las disposiciones de las juntas verticales, siendo, sí, preciso que no se correspondan las de dos hiladas consecutivas, y conveniente que una junta vertical, al terminar en un lecho, no vuelva á encontrarse hasta tres ó cuatro hiladas más abajo, con lo que se da mayor seguridad á la obra.

Tanibién se emplean los sillarejos en bóvedas, pero sin necesidad de labrarlos como dovelas, bastando que tengan menor espesor por la cabeza, ó bien por la cola, para tener en cuenta el desarrollo del arco exterior; el mortero que forma las juntas subsana las pequeñas diferencias de espesor que resulten.

Para pavimentos ó adoquinados, como han de resistir el paso constante de vehículos de pesos muy diferentes, que marchan á todo género de velocidades, necesitan un cimiento ó fundación, porque si descansasen directamente en el suelo y éste fuese de roca se partirían con los choques producidos por la trepidación de los carruajes á gran velocidad; si fuese impermeable al agua pasaría al fondo por las juntas que los separan, y con aquélla y los choques se formaría un barro líquido que refluiría por las juntas, al propio tiempo que reblandeciéndose el suelo se irían hundiendo en él los sillarejos ó adoquines, que producirían baches constantemente, lo que es preciso evitar por lo que dañan al tránsito y por lo que perjudican al adoquinado; el firme de éste debe ser de condiciones tales que, repartiendo las presiones en la mayor extensión posible, sea poco compresible y conserve igual resistencia en todo tiempo y con cualquier clase de suelo; á ellas satisface la arena bien apisonada, porque no cede á la compresión, es permeable y deja pasar el agua á las capas inferiores por donde puede correr ó ser absorbida, se endurece con la humedad y es inalterable; se empieza por lo tanto por formar la caja, que de ordinario se limita con losas de canto, que pueden ser las de las aceras; se nivela perfectamente, y encima se tiende una capa de arena fina de mina, á ser posible, y que tenga un espesor de 15 á 25 centímetros, que en caso necesario puede reducirse á 10 ó elevarse á 30, debiendo ser tanto más espesa cuanto el suelo sea más impermeable y que las lluvias sean más frecuentes; sin embargo, cuando la frecuentación excede de los límites ordinarios, y en países muy húmedos, como sucede en muchas calles de Londres, el cimiento le constituye un macizo de hormigón de 15 centímetros de espesor; aquél le forma una parte en volumen de cemento Portland ó cal hidráulica y siete de arena y piedra partida, e cima se coloca una capa de arena de 2 á 3 centímetros de espesor, y encima el adoquinado á baño flotante de mortero. Para una frecuentación intermedia basta una lechada de cal sobre la arena, ó en todo caso una pequeña capa de mortero, cuidando que sea éste muy fluido.

mente la arena del firme haciendo la cama al ado-
quín, que se coloca en seguida y se afirma con la
mocha del martillo, haciendo que quede vertical,
se oprime la arena que se removió en un princi-
pio contra la junta, y se golpean las caras late-
rales para unirle en lo posible á los de la hilada
anterior; si las juntas no quedan bien cubiertas
de arena se introduce en ellas con una fija de
albañil; después se vierte la arena, como lleva-
nos dicho, y se extiende, conviniendo, si se pue-
de, regar encima ligeramente, y en seguida se pro-
cede al apisonado con pisones de madera de dos
manos y unos 30 kilogramos de peso para sentar
el pavimento, haciendo que quede formando una
superficie unida; y como es frecuente que la are-
na que se puso primeramente haya descendido
por las juntas á ocupar otros huecos en la parte
inferior, hay que volver á cubrir de arena, y si es
preciso llenar las juntas con la fija, apretando
bien la arena hasta estar seguros de conseguir el
objeto.

Hay que hacer, sin embargo, todavía algunas
observaciones; en primer lugar que la caja no ha
de ser plana, sino bombeada hacia los costados,
porque el adoquín, siendo de la misma altura
para todas las piezas, la caja ha de presentar la
forma que el pavimento, y éste ha de tenerla tal
que reuna las aguas ó en los costados, en la cuneta
triangular que queda entre el adoquinado y la
acera, ó al centro en una vaguada llamada vul-
garmente arroyo, y por tanto la caja debe tener
el bombeo que hemos indicado, y que suele ser
de 10 á 12 centímetros de flecha, ó bien, por el
contrario, darla dos vertientes hacia el centro de
la vía, formando una cuneta central.

El Parlamento de Londres, en 1766, pensó en la conveniencia de un firme para las calles muy semejante al adoquinado de hoy, según resulta de un acta del mismo; pero hasta 1826 no se empezó á dar forma al asunto, ó por lo menos á pensar seriamente en él; se hicieron adoquines de granito azul de Aberdeen, de dimensiones exageradísimas, pues tenían de 18 á 30 pulgadas de largo por 7 á 8 de ancho y 9 de alto ó cola; despues se redujeron estas dimensiones de 10 á 14 de largo por 4 á 5 de ancho y 7 de altura; se colocaban en las calles de mayor movimiento, y cuando resultaban inútiles se relabraban para las de menor tránsito, y cuando ya no servían, al cabo de muchos años, se machacaban para cimiento del nuevo adoquinado: las dimensiones hoy está demostrado que no deben pasar de 25 á 30 centímetros de largo por 10 á 12 de ancho 15 á 16 de tizón.

y

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hierro en su parte inferior; la experiencia demostró que carruajes de dos ruedas, cargados con 10 toneladas inglesas de peso (1015,65 kilogramos), no dejaban la menor impresión de su paso; en cambio Holland, ingeniero, asegura que el buen resultado obtenido por Taylor se debe, no al tamaño de los sillarejos, sino á lo rígido é inalterable del cimiento empleado.

Para terminar, diremos que ni en muros, ni en bóvedas, ni en pisos, puede ir el sillarejo solo, sino que es preciso que vaya encuadrado y como encajonado por materiales de más resistencia; así que para los pisos se hace necesario el empleo de un encintado de losas de canto de alguna longitud y mayor tizón que los adoquines, ó de verdaderos sillares que atizonados sujetan al pavimento y que la mayor parte de las veces limitan también los andenes ó aceras más altas que el resto del piso; en muros y bóvedas se hacen necesarias cadenas y boquillas de sillería, con adarajas para el enlace de las piedras grandes con las pequeñas, para lo que los dientes que forman dichas adarajas deben tener un espesor igual al de dos ó tres hiladas de sillarejo, más el mortero que entre ellas debe colocarse para hacer la unión; también se acostumbra en estos casos hacer resaltar las boquillas de sillería ó las cadenas de este material sobre la fábrica de sillarejo 1 ó 2 centímetros, para expresar el objeto de resguardar al material más débil y como decoración natural de la obra.

SILLASO: Geog. Lugar de la parroquia de Santiago de Sierra, ayunt. y p. j. de Cangas de Tineo, prov. de Oviedo; 138 habits.

SILLEDA: Geog. Lugar con ayunt., formado con las parroquias de Santa María de Abades, San Pedro de Ansemil, Santa María de Carboéiro, San Salvador de Cerbaña, Santa Eulalia de Cira, Santa María de Cortegada, San Ciprián de Chapa, San Martín de Dornelas, San Salvador de Escuadro, San Martín de Fiestras, Santa María de Gestoso, Santa María de Graba, San Miguel de Lamela, San Salvador de Laro, San Tirso de Manduas, San Mamed de Moalde, San Martín de Negreiros, San Miguel de Oleiros, Santo Tomé de Parada, San Julián de Piñeiro, San Miguel de Ponte, San Pelayo de Refojos, San Martín de Rellas, San Juan de Saidres, San Miguel de Siador, Santa Eulalia de Silleda, Santiago de Taboada y San Martín de Villar, y las ayudas de parroquia de Santiago de Breijas, San Pedro Félix de Margarid, San Cristóbal de Martije, San Mamed de Ocastro y San Martín de Pazos, p. j. de Lalín, prov. de Pontevedra, dióc. de Lugo; 12434 habits., de los que sólo 146 viven en el lugar cab. Sit. al N.O. de Lalín y á orillas del río Deza, por donde pasa la carretera de Orense á Santiago. Terreno montuoso; cereales, lino, castañas, patatas y frutas; cría de ganados. V. SANTA EULALIA DE SILLEDA.

SILLEIRO: Geog. Cabo de la costa de Pontevedra, cerca y al O. de Bayona. Es un frontón alto y escarpado que corre del N. N. E. al S.S.O. por distancia de 7 cables. Su extremidad meridional se conoce con el nombre de punta Queimada y dista 4 millas al N. de la punta Orulluda. La parte más pronunciada del cabo es su extremimidad N.O., de la cual arranca un extenso arrecife que se corre hasta la punta Queimada. Este arrecife se prolonga por distancia de 6 cables en dirección al N. O., y se recubre casi todo en cada pleamar, pero á bajamar escorada manifiesta multitud de piedras más o menos aisladas. Casi en la extremidad del arrecife se halla el Lobo de Silleiro, laja que queda á flor de agua á bajamar. Distamilla de la punta N.Ö. del cabo al rumbo del N.O. N. Por poca que sea la marejada revienta ésta sobre la piedra, aun en pleamar, y se descubre en parte á bajamar de aguas vivas à la caída de la ola. Los navegantes llaman Lobos de Silleiro á todas las piedras visi

Los adoquines empleados en Madrid tienen de 26 á 28 centímetros de largo por 12 á 14 de ancho y 25 de tizón mínimo; resultan excesivamente grandes, siendo mucho mejores los llamados pedruscos, empleados en la mayor parte de las calles y paseos, que son adoquines desbastados con 16 centímetros de longitud por 10 de latitud y 25 de altura; como se ve, el sillarejo para adoquines es menor que el tipo antes fijado. William Taylor ensayó un sistema de adoquinado en la estación de Eustow-Square del ferrocarril del North-Western con resultado satisfactorio, cuyo sistema estaba reducido á desmontar el terreno hasta la profundidad de 16 pulgadas (medida inglesa) bajo la superficie en que había de quedar el pavimento, dando á la caja la forma que había de tener el haz; después hizo una fundación de grava gruesa perfectamente apisonada, sobre la que tendía otra capa del mismo material, pero mezclado con cal, á fin de dar elasticidad á esta tongada, que se apisonó perfectamente, y sebre ésta una tercera capa como la segunda exactamente; afirmado el cimiento, se cubría con una capa de arena fina de una pulgada de espeSobre el cimiento, cualquiera que sea, se colo- sor, sobre la que se colocaron los adoquines excan los adoquines, á los que pueden darse dos traídos del monte Sorrel, de granito muy duro, disposiciones: ó por líneas paralelas normales al con 4 pulgadas de largo, 3 de ancho y de 3 á 4 eje de la calle, que es lo general, ó formando las de cola, pudiendo aumentarse, según Taylor, líneas de hilada un ángulo más ó menos abierto esta dimensión para vías de mayor tránsito hasta cuyo vértice mira de ordinario á la parte más 5 pulgadas, pero nunca más, para que no hubles del arrecife. Esta prolongada restinga se baja de la calle; se colocan de canto por el lado biese tendencia á voltear alrededor de su arista más largo, unos en contacto con otros formando inferior. Estos adoquines prescribe se junten tohiladas, á juntas encontradas, y una vez cubier-do lo posible y se apisonen, haciendo dar al pisón to un cierto espacio se vierte arena fina angulosa y algo húmeda encima del pavimento, barriendo con escoba basta para que llene la parte de las juntas que dejan en hueco las partes salientes de los adoquines, y se apisona. Para colocar los adoquines se emplea, á fin de sentarlos, un martillo con dos bocas, una recta y la otra curva y afilada en forma de corazón; con éste se remueve ligera

Томо ХІХ

un pequeño giro alrededor de su eje al tiempo
de imprimir el golpe, continuando hasta que ya
el pison no produzca efecto, en cuyo momento
se extiende por todo el pavimento una capa
de arena fina no muy espesa, la que, con el trán-
sito y las aguas, rellena las juntas; el pisón, al
que daba mucha importancia este constructor,
pesaba 56 libras, iba herrado con un cincho de

hace temible con mares gruesas, porque las rompientes salen hasta cerca de una milla, pues si bien á esta distancia del cabo se sondan de 33m, 4 á 46m, 8 la mar arbola mucho sobre su prolongación submarina. Es el punto de la costa en donde revienta la mar con más furia. El Cabo Silleiro, particularmente su extremidad septentrional, baja en pendiente rápida de terrenos elevados que se derivan del monte de la Grova, distante 3 millas por su parte del S.E., y cuya máxima alt. es de 649 m. Hay faro, emplazado

22

en el declive de la parte más saliente del cabo Es de cuarto orden, de luz fija y natural, con alcance de 17 millas. El edificio dista 25 m. de la orilla y línea de pleamar, y el foco luminoso se eleva 22,2 sobre el nivel medio de las aguas y 10m, 6 sobre el terreno. Este faro tiene el do ble objeto de indicar de noche la entrada meridional de la ría de Vigo en unión del faro de Las Cíes, y de valizar los peligros de que debe huir el navegante al dirigirse de noche al puerto de Bayona. Sirve al propio tiempo de guía á los buques que con procedencia de Ultramar recalan á sotavento, ó sea al S. de la indicada ría. El faro de Silleiro tiene la ventaja de verse mejor en tiempos foscos que el de Las Cíes, que por su mucha elevación sobre el nivel del mar suele quedar envuelto entre las nieblas, tan frecuentes en estas costas (Derrotero de las costas occidentales de España).

SILLÉ LE GUILLAUME: Geog. Cantón del distrito del Mans, dep. del Sarthe, Francia; 10 municipios y 15000 habits.

SILLERA: f. Apartado hecho regularmente de tablas, de que usaban en la casa de los señores para poner las sillas de manos.

SILLERÍA: f. Conjunto de sillas iguales; ó de sillas, sillones y canapés de una misma clase con que se amuebla una habitación.

Tapices, SILLERÍA guarnecida también de damasco, mesa y escritorio de nogal, etc. HARTZENBUSCH.

- SILLERÍA: Conjunto de asientos unidos unos á otros; como los del coro de las iglesias, los de las salas capitulares, etc.

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- SILLERÍA: Conjunto de estos sillares. -SILLERÍA: Bell. Art. y Arqueol. En las iglesias más antiguas de Occidente, al fondo del ábside, en sitio prominente y adosada al muro, estaba la silla (cathedra) del obispo ó del abad, y partiendo de ella los bancos, dispuestos en hemiciclo, que ocupaban los individuos del capítulo ó de la comunidad. En algunas iglesias de Italia todavía se conserva esta disposición de asientos. Cuando en el siglo XIII cambiaron las costumbres litúrgicas y la disposición de los altares con la aparición de los retablos que empezaron á cubrir los muros de los ábsides (V RETABLO), dichos asientos se colocaron generalmente en medio de la iglesia, á partir de la línea del crucero, hasta casi la mitad de la nave central, cuyo espacio, convenientemente cerrado y lleno con dos y aun tres órdenes de asientos, es decir, de sillerías en el fondo y costados, más el facistol en el centro, constituyó el coro V esta voz.

Raros son los restos de sillerías anteriores al siglo XII, época en que la industria de los muebles se ofrece ya bastante adelantada, y las obras de ebanistería y de talla, entre las que se cuentan y sobresalen por su importancia las que aquí nos ocupan, tienen ya un valor artístico y decorativo que sería ocioso desconocer, y que va en aumento á medida que el estilo ojival desarrolla su riqueza ornamental y multiplica su variedad inagotable de motivos. Más que obras de ebanista son de arquitecto y de escultor las sillerías, según la amplitud de su traza y la importancia de sus exornos, en el siglo XV. Más o menos decoradas, todas tienen la misma disposición y la misma estructura. Separados por los brazos se suceden

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los asientos, con su respaldo alto y coronado por un doselete ó arco en los asientos de la fila superior, y bajo en la inferior; unos y otros con la tablilla niovible sobre pivotes laterales, de suerte que se puede levantar, y que una vez levantada ofrece una ménsula llamada misericordia, que permite algún apoyo á la persona mientras ésta permanece de pie. Salvo rara excepción, las filas de los asientos son dos, una más elevada que la otra, y sobre los respaldos de ésta hay un atril corrido para que los oficiantes de la fila superior puedan tener sus breviarios. Esta fila superior es la destinada á los canónigos ó religiosos profesos, y la inferior á los individuos inferiores de la clerecía ó congregación. Para subir á la sillería alta hay en algunos puntos tres ó cuatro escalones que interrumpen la sillería baja. La silla del obispo hállase por lo general á uno de los extremos al principio del coro ó al fondo, en el medio, y se distingue por la riqueza de su decorado.

En Alemania hay numerosas y buenas sillerías en las iglesias, entre ellas restos de una del siglo XII en la iglesia de Ratzburg, y una completa del XIV en San Gereón, en Colonia, con figuras talladas en alto relieve. En Francia las hay también notables: de mediados del siglo XIII en la catedral de Poitiers y en la iglesia de Saulieu; en la capilla de Nuestra Señora de la Roche de fines de la misma centuria; de los siglos XV y XVI en la iglesia de Flavigny, en la de Jura y en la de la catedral de Amiéns, extremada por la riqueza de sus detalles. Esta sillería de Amiens fue comenzada en 1508, acabada en 1522 por dos maestros ebanistas, Alejandro Huet y Arnult Boullín, bajo la dirección de Juan Turpín y por el imaginero Antonio Avernier, y costó 11230 libras y 5 sueldos.

En España el resto más antiguo de sillería que conocemos procede de León; parece datar del siglo XI ó del XII, y se conserva en el Museo Arqueológico Nacional. No sólo es curioso por su remota fecha, sino por su carácter artístico, pues pertenece al estilo llamado mudéjar; y aunque es cierto que sólo mudéjares pudieran hacer entonces en León una sillería de coro, sólo al gusto oriental corresponde su exornación, sin que en ella se descubra el menor detalle del arte cristiano. Tan rara pieza arqueológica solamente consta de tres sillas seguidas, cuyos asientos faltan. Están divididos los huecos por tablas caladas figurando arcos lobulados, y al extremo de cada tabla hay una columna que sostiene el brazo del sitial. Estas columnas, con capiteles de hojarasca, descansan sobre unos paralelepipedos, cuyas tres caras visibles están decoradas de análoga manera. Toda esta parte tallada es de nogal los respaldos son de pino y llevan pintadas sendas figuras de leones, cuyo carácter persa salta á la vista.

No existe, que sepamos, sillería alguna española de los siglos XIII y XIV. Sin duda las que hubiera, ó por viejas ó por sencillas, fueron sustituídas con otras más lujosas y sólidas á fines del siglo XV y principios del XVI, que es la época en que están hechas casi todas las que se conservan La fastuosidad decorativa, la exuberancia ornamental del estilo ojival florido y del plateresco con que comienza el Renacimiento, son la característica de las sillerías de esa época de transición, en la que por esta misma causa se desborda la imaginación de los artistas Las sillerías, obras complejas en las que era menester agotar los recursos de la inventiva para dar variedad á los motivos, prestábanse como pocas á desarrollar las galas y riquezas de esos dos estilos, que a veces se desarrollan unidos en una sola de aquéllas.

Entre las distintas sillerías de gusto ojival sobresale por su importancia la de la catedral de León. Se sabe que en 1468, por conducto del obispo Antonio de Veneris, fueron pedidas bulas para subvenir al coste de esta sillería, y que en 1481 todavía se trabajaba en ella Largo debió ser por lo visto, y asaz costoso, el trabajo de su talla Contra lo acostumbrado en otros coros, tiene el de León puerta al fondo y dos pequeñas laterales. Aquella divide en dos secciones los cuerpos de las sillerías alta y baja. Los asientos de ésta tienen no acostumbrado desarrollo, tanto que sobre sus respaldos elévase otro cuerpo ó friso en el que á cada uno de aquéllos corresponden dos figuras de medio cuerpo que representan personajes del Antiguo Testamento. Sobre los respaldos de la sillería alta hay efigies, de cuerpo

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entero, de Apóstoles y santos, que ocupan los sucesivos huecos de una arquería ojival con peregrinos entrelazados. En los tableros contiguos á la entrada se ven la generación temporal de Jesucristo, la Visitación, la caída de los ángeles y la bajada del Salvador á los infiernos. Sobre una y otra sillería se alza un elegante guardapolvo de menuda labor, y sobre el de la superior, por remate, hay un calado friso, interrumpido por pináculos y por un gallardo doselete en el medio de cada costado. Ornamentación varia y caprichosa invade los brazos y costados de las sillas, las misericordias, los grumos y florones que sustentan los guardapolvos, los costados y puertas laterales que interrumpen las sillas en la serie alta bajo los indicados doseletes. El trazado y la composición arquitectónica de esta sillería están hechos con mucho saber, dando á los miembros sobria elegancia y severa gallardía, que no desaparecen bajo los accidentes decorativos como en otras obras de este género. La ornamentación, sin embargo, es rica y profusa, y está ejecutada con sumo arte y acabado primor. Las figuras, que son lo que más avalora esta sillería, están talladas en bajo relieve, no como simples elementos decorativos, á menudo incorrectos en otros ejemplares, sino por mano que dibujaba con seguridad y corrección, que modelaba con delicadeza y gusto exquisito. ; Lástima que sea desconocido el nombre del maestro que ejecutó obra tan excelente! A juzgar por su estilo, por el naturalismo arcaico de sus figuras, por la grandiosidad que supo darles, la blandura y la distinción con que supo plegar aquellos paños angulosos, el desconocido autor debió ser algún artista flamenco.

La sillería del coro del convento de Santo To más, en Avila, está también reputada, con razón, como una maravilla de arte. El coro está en alto, á los pies de la iglesia, y la sillería, con sus dos órdenes de asientos, llama la atención por su originalidad. Es de gusto ojival, y su prolija decoración está toda ella compuesta con motivos ornamentales: llevan la mejor parte elementos arquitectónicos delicadamente tallados y trazados geométricos de pasmosa variedad, en los tableros que hay sobre los respaldos de la sillería alta y en la rica faja, calada de corridos doseletes, que sirve de coronamiento; entre los adornos aparece por casualidad alguna figurilla humana de personaje grotesco, algún animal cuadrupedo ó ave, ó algún escudo real de los católicos monarcas Fernando é Isabel, con la granada, que aquí marca una fecha al monumento en cuestión. Están estos escudos, que son dos, cada uno en uno de los tableros de las sillas de en medio de las 16 de cada lado en la serie alta. Separados de las sillas y como complemento de la sillería, pero unidos à ella por la labor de las dos sobrepuertas que tienen las entradas laterales, se ven, uno á cada lado junto à la barandilla del coro, dos sitiales cobijados por doseletes y con su torre piramidal colocada encima, en cuyos respaldos destaca el simbólico haz de flechas, pregonando que eran los sitios de honor en que se sentaban, cuando moraban en aquella casa, los Reyes Católicos (Uno de estos sitiales es visible en nuestro grabado).

La ausencia de representaciones y símbolos religiosos, las primeras casi constantes en otras sillerías, han dado pábulo á la absurda suposición de que el desconocido autor de tan prolija y bella obra de talla fué un judío, el cual se pretende que la hizo para que tan pecienzuda labor le sirviese de conmutación de cierta pena que le había impuesto el Tribunal de la Inquisición, y que él, como persistía en su religión, se abstuvo de emplear allí los signos de la nuestra. El vulgo ha querido explicarse por medio de esta fábula el hecho de ser exclusivamente ornamental la decoración de la sillería, hecho que en el terreno del Arte tiene facilísima explicación, pues obedece á la razón de que el decorador que la trazó era un ornamentista y no un imaginero, y bien se alcanza que con ser el autor quien la trazó no pudo ser él solo quien ejecutase trabajo de tal índole. En cuanto al nom. bre de ese artista, que por lo inagotable de su invención merecía conocerse y alabarse, no existe en el convento de Santo Tomás documento que nos lo revele. D. Isidoro Rosell (Musco Esjañol de Antigüedades, t. III, pág. 380) conjetura que pudo ser autor de esta sillería el mismo que lo fué de la del convento de la Cartuja de Miraflores, junto á Burgos, Martín Sánchez, fundán

dose en la identidad de proporciones y repetición de adornos que encuentra en ambas. Hizo Martín Sánchez la de la Cartuja en 1488 por 125000 maravedís, según nos informa Ceán Bermúdez. La de Santo Tomás de Avila no pudo hacerla antes de 1493; pues aparte de que la construcción del convento no se terminó hasta este año, la granada no pudo ponerse en el escudo real hasta la fecha memorable en que los Católicos Reyes acabaron la obra de la Reconquista. Además la madera en que está tallada esta sillería, por unos autores llamada nogal, por otros roble, parece ser caoba, según dijo un carpintero que la restauró, al P. Cienfuegos, autor del libro Reseña histórica del Real Colegio de Santo Tomás, y dicha madera no pudo venir de América antes de dicha fecha.

Al estilo ojival pertenece también la sillería del coro de la catedral de Zamora, de la que dice Quadrado que pocas como ella «pueden ostentar esculturas como los bustos de patriarcas y profetas que hay en las respaldos de la sillería baja, como los santos de uno y otro sexo entallados en la alta, y el Redentor y los Apóstoles que ocupan el muro del testero. » Las barandillas de las escaleras de comunicación ofrecen en sus ángulos imágenes entre haces de columnas y bajo doseletes. Los casetones del friso superior están decorados con follajes y variados caprichos, y la crestería es de labor más delicada, como el aéreo doselete de la silla episcopal. Entre las obras de imaginería de la Edad Media es curiosa esta sillería por el carácter pornográfico de una parte de su decoración. Quadrado da cuenta de esta particularidad con las siguientes palabras: «De humor alegre, de fecunda y retozona fantasía, debió ser el artífice que en el reverso (debe ser en las misericordias) y en los brazos de los asientos esculpió mil picantes apólogos, mil raras caricaturas y transparentes alegorías, algunas, en verdad, sobrado licenciosas.»

Ojival es asimismo la sillería del coro de la catedral de Palencia, para la que se dice dió don Sancho de Rojas 2000 florines, especie que desmiente Quadrado con acertado juicio, indicando que no corresponde á la pureza de estilo del edificio, que es de comienzos del siglo XV. Las sillas bajas llevan sus respaldos adornados con labores geométricas, y las altas están coronadas por doseletes piramidales, más elevados en la silla episcopal.

El coro de la catedral de Barcelona ofrece interés desde dos puntos de vista; pues al propio tiempo que como obra de arte puede ser considerado como monumento histórico, en atención

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que los escudos de armas pintados en los espaldares de la sillería alta dan testimonio de que en él celebró su primera reunión en España el capítulo de la Orden del Toisón de Oro, bajo la presidencia del emperador Carlos V. Dan razón de este memorable suceso, y de su fecha (5 de marzo de 1519) ciertas inscripciones en latín y en francés colocadas á derecha é izquierda de la puerta que tiene este coro, como el de León, al fondo. Las dos series en que por esta causa queda dividido el coro alto recibe cada una su nombre: la de la derecha de San Juan ó del Obispo, porque al extremo está la silla episcopal, con su gran doselete y alta torrecilla; la de la izquierda de San Pedro ó del Deán. Como sucede en muchos coros no son coetáneas ni de la misma mano las sillerías alta y baja, pero ambas corresponden al estilo ojival, que en la alta aparece mezclado con algunos conatos del Renacimiento en las columnillas abalaustradas que dividen los huecos y en las misericordias y figuras que las acompañan. Si hemos de dar crédito á las noticias que trae Piferrer, por los años de 1457 á 1460 trabajaba la sillería baja el tallista catalán Matías Bonafé, y la sillería alta hiciéronla desde 1483 á 1485 los alemanes Miguel Loquer y Juan Frederich, éste discípulo del primero. Observando ambas sillerías, cuesta trabajo admitir todo esto al pie de la letra. Los asientos de la sillería alta y los de la baja son exactamente iguales, trazados por el mismo dibujo, de donde puede inferirse que si los alemanes hicieron aquélla la hicieron copiando la obra anterior del catalán é introduciendo novedades en las misericordias. En cambio los doseletes, con sus aéreas torres caladas y las agujas intermedias, que forman la vistosa crestería del coro alto, es indudablemente obra de los alemanes, que dejaron en ella muestra preciosa de las delicadezas del estilo ojival del Norte. Pero hay todavía

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con la silla episcopal que está enfrente. El estilo de esta decoración es el mismo de la talla de la siilería, sin duda empleado de intento para armonizar con lo demás. Cada respaldo está dividido en tres compartimientos rectangulares: uno arriba grande, donde campea el escudo correspondiente con su yelmo, sus lambrequines, etcétera, y el collar del toisón, en cuyas figuras predomina el oro sobre fondo azul; y dos pequeños abajo, con adornos separados por una pilastrita. Bajo cada escudo aparece escrito en caracteres alemanes el nombre del personaje á quien aquél corresponde. El primer sitial, á la derecha de la puerta del fondo, ostenta el escudo real de Carlos I de España, V de Alemania; el primero á la izquierda el del emperador Maximiliano I, y en la ceremonia este sitial estuvo cubierto con paños negros, por haber fallecido ya su augusto dueño. Tampoco ocuparon los

suyos otros de los caballeros de la Orden por la misma causa, que aparece indicada bajo el nombre con la palabra traspassé. La circunstancia de ser ésta francesa, y de estar también en francés las inscripciones, que según dijimos conmemoran en la puerta del coro la solemne ceremonia, induce á pensar si sería francés el autor de esa decoración pintada. Los nombres allí escritos nos revelan con toda exactitud qué personajes asistieron al capítulo. En éste recibieron el collar de la Orden: Cristerno, rey de Dinamarca; Segismundo, rey de Polonia; D. Fadrique de Toledo, duque de Alba; D. Diego Pacheco, duque de Escalona; D. Diego Hurtado de Mendoza, duque del Infantado; D. Iñigo Fernández de Velasco, duque de Frías y condestable de Castilla; D. Alvaro de Zúñiga, duque de Béjar: D. Antonio Manrique, duque de Nájera: D. Fa drique Enríquez, almirante de Castilla; D. Fer

nando Folch, duque de Cardona; el príncipe de Visiñano, del reino de Nápoles; D. Esteban Alvarez Osorio, marqués de Astorga; Pedro Antonio, duque de Saint-Mary; Adriano Croy, señor de Beauraiga; Jacobo de Luzimburgo,

conde de Guare; y Filiberto de Chalón, príncipe de Orange.

En Zaragoza hay dos hermosas sillerías: una en la catedral de La Seo, y otra en la iglesia metropolitana del Pilar. La primera es de gusto

Silleria del coro de la Seo de Zaragoza, siglo XVI

ojival, sencilla, con rosetones para los apoyos de las manos en los sitiales bajos y en los altos, con haces de columnillas para separar los res. paldos de éstos, que terminan en arcos conopiales con peregrinas y variadas tracerías y ménsulas de fina y saliente talla, que sustentan una cornisa labrada con crestería plateresca. Las dos series altas de esta sillería se ven interrumpidas á su comedio por sendas puertecillas de tracería mudéjar. La silla arzobispal y sus dos colaterales se distinguen por los elegantes doseletes que las coronan, por su riqueza decorativa de figuras y hojarasca, y por la delicadeza de la talla. De roble de Flandes leemos en más de un libro que se hizo esta sillería en el siglo XV á expensas del arzobispo D. Dalmau de Mur, que está enterrado allí en el coro. La sillería del Pilar es harto peregrina, no sólo por su estilo, el primero

en que se manifiesta pujante el Renacimiento, sino por la singularidad de tener tres órdenes de asientos. Los señores Gascón de Gotor, en su obra Zaragoza, consignan que el proyecto de esta sillería fué trazado por el escultor navarro Esteban de Obray, que percibió por su trabajo 6 ducados, y que auxiliado del florentino Juan Moreto y del vecino de Zargoza Nicolás Labato la hizo por 62000 sueldos, principiándola con madera de Flandes en 1542 y dándola por terminada en 1548. Los respaldos de los sitiales altos están decorados con relieves cuyos asuntos se refieren á la Virgen María y al Salvador, apareciendo en el de la silla presidencial la venida de la Virgen del Pilar. Están estos relieves como dentro de hornacinas, separados por lindas columnas de fuste ornamentado, todo ello de ejecución saliente y acabada. Tanto la traza ge

neral como la profusión de detalles grutescos, de variedad inagotable, que llenan los frisos, voladas cornisas con sus ménsulas y crestería, costados, etc., tienen esa elegancia especial de las obras selectas del estilo plateresco.

Desde el punto de vista artístico, la silleria mejor que hay en España es la de la catedral de Toledo. Compónenla dos órdenes de asientos, de estilo y época diferentes. La sillería baja es de gusto ojival y la más interesante que conocemos; la alta es una joya del Renacimiento. Débese la sillería baja al cardenal Mendoza, que hizo representar en los respaldos la epopeya de su tiempo, la conquista del reino moro de Granada, empresa gloriosa que valió á nuestros reyes el sobrenombre de Católicos. Con efecto, en cada respaldo de los sitiales hay un relieve que representa el asalto ó rendición de alguna de las plazas conquistadas ó la entrada triunfal de los vencedores en ella; los nombres de las distintas ciudades, grabados oportunamente, precisan los asuntos. Estos relieves son la crónica viva de aquella guerra memorable, y excusamos encare. cer la fidelidad de los asuntos y de los detalles con decir que el autor de tal obra, un tallista llamado maestre Rodrigo, la dió por terminada en 1495, es decir, tres años después de la rendición de Granada. Más que por la corrección del dibujo se distinguen estos relieves por la gracia, el acento y el carácter de la ejecución, y sobre todo el mérito descriptivo de su autor, pues no perdonó detalles y á todos dió su importancia y fisonomía especial. Los trajes, las armas de moros y cristianos, los arreos, los pertrechos de guerra, las fortalezas: todo está tratado á conciencia, de un modo acabado; el espíritu dramático y aun trágico de ciertas escenas, la expresión de los personajes, sus aptitudes y ademanes, todo está sentido é interpretado con elegancia y arte. El coste de tan prolija obra fué de 43 315 reales 30 mrs. vn., á razón de 866 reales 20 mrs. cada sitial. Está tallada en rico nogal, y los asuntos, encuadrados bajo arcadas rebajadas, están sobre un friso de figuras quiméricas propias de la imaginería del siglo XV.

La sillería alta es del tiempo del arzobispo don Juan Tavera, y fué labrada por los famosos escultores Alonso Berruguete y Felipe Vigorni, conocido por Felipe de Borgoña; hizo aquél la serie que está al lado de la Epístola y éste las correspondientes al lado del Evangelio, dando por terminado su trabajo en 1543. En esta sillería los sitiales son de nogal con incrustaciones de maderas finas, formando peregrinos y diferentes grutescos, y sobre ellas se levanta un rico cuerpo arquitectónico con columnas de jaspe, con basas y capiteles de alabastro, de cuya materia son también los arcos y las bovedillas que cobijan cada uno de los nichos á que da lugar la columnata y el entablamento, decorado con un friso de medallones en los que destacan de medio relieve las figuras de los Patriarcas progenitores de Jesucristo. Cada nicho corresponde á un sitial, y sobre éstos, en el fondo, se ven otros tantos tableros en los que aparecen esculpidas sendas figuras de santos, profetas y patriarcas. La ejecución de imágenes y adorno es magistral por su valentía y excelente dibujo. Su estilo es el llamado plateresco, que se manifiesta en toda su pujanza. La silla arzobispal, que ocupa el centro del testero, lleva el escudo del cardenal Silíceo, en vez del de Tavera que tienen los demás, y es más alta que éstas; las columnas que sostienen la arcada de su hueco son de bronce con adornos resaltados, y el medallón del respaldar es ovalado y de alabastro; representa á Nuestra Señora poniendo la casulla á San Ildefonso, y es obra de Gregorio Vigorni, hermano del citado Felipe. Sirve de coronación á esta silla un grupo colosal que representa la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor; consta de seis figuras de tamaño natural y es monolito, de alabastro de Cogolludo; su autor, Berruguete, tuvo alguna diferencia con el cabildo sobre el precio de su trabajo, que por fin tasó el escultor Pedro Machuca en 82626 reales 26 maravedises vellón.

Al mismo Alonso Berruguete se atribuye otra sillería, de muy artística talla, que con otra, también importante, se conserva en el Museo Arqueológico de Valladolid.

La sillería de la iglesia de San Marcos de León es también obra excelente, de estilo plateresco. El coro está en dicho templo á los pies del mismo, en alto, y en él se halla la sillería dividida, como de costumbre, en dos, alta y baja. Los res

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