SILLA DE MANOS DE FELIPE V, EXISTENTE EN LAS REALES CABALLERIZAS (La corona se añadió en uno de los reinaudos siguientes) Las sillas de manos de los particulares en Francia eran magníficas. Por inventario fechado en 1653 sabemos que el cardenal Mazarino usó una con cristales á los lados, que estaba forrada por fuera de tafilete negro con galones de oro y clavos dorados, y por dentro de damasco carmesí galoneado de oro. De damasco rojo estaba también tapizada la de Molière (Invent., 1673). La del arzobispo de Burdeos, Enrique de Béthune, estaba realzada por barniz de la China y decora da con el escudo de Su Eminencia y cruces episcopales. No sólo se empleaban las sillas de manos para salir á la calle, sino para ser transportado dentro de los palacios. En ella se hacía llevar Luis XIV en Versalles cuando padeció de gota; pero él mismo la hizo sustituir por la silla de ruedas, que imitaron las damas de la corte. En aquella época cortesana la silla de manos tuvo mucha importancia. Las damas elegantes apreciabanla mucho y solían conservarla en su salón; cuando viajaban en ellas llevaban suficiente número de criados (40 llevaba la duquesa de Nemours para hacer su viaje de París á Neufchatel, Suiza, todos los años), que se renovaban por parejas. los romanos el arnés del caballo era completo: filete con barra ó sin ella, correas para el collar, pero no usaban silla los soldados, que montaban sobre una manta de lana, con pretal, gruperas guarnecidas de plata muchas veces y phaleras como adorno del pretal y del frontal. Mas pasando à épocas más recientes, vemos que entre los bizantinos era ya en el siglo IV conocida la silla de montar y acaso el estribo, y que en el siglo VIII se le agregó un fuste trasero ó respaldo; durante la época gótica, entre los siglos VII y X, la silla se componía de una armadura de madera muy semejante á las jamugas que entre nosotros usan en algunos puntos las mujeres, parecida á un sofá de brazos y sin respaldo, con una colchoneta embastada por asien. to y con la forma por la parte inferior á propósito para adaptarse al lomo del caballo (fig. siguiente); del medio del asiento partían hebillas á las que se sujetaba la cincha ó barriguera, y Silla de montar En el arte suntuario las sillas de manos tienen tanta importancia como en las costumbres cortesanas y galantes del mundo de Luis XIV y de Luis XV. En los palacios reales de abolengo y en los Museos todavía se conservan sillas de manos que demuestran, mejor que las citadas referencias, hasta dónde llegaron el lujo y el arte en los muebles. En las caballerizas del Real Palacio de Madrid hay sillas de manos, entre ellas una de lo más exquisito del gusto Luis XV. Toda otras que partían de los pies delanteros y trasesu armadura es de talla delicadísima, dorada; ros servían para unir á ellas el pretal y la grupesus tableros están adornados con composiciones ra; una rica mantilla cubría esta armadura, de pintadas, y sobre el techo, por remate, lleva la la que salían los estribo; en la época merovin. corona real. Del mismo estilo es otra silla de magia estaba en uso la silla de montar, muy semenos que se conserva en el Museo Arqueológico jante á la que hemos descrito. Nacional: su talla, dorada, es muy fina; sus pinturas, de asuntos mitológicos, son excelentes y se atribuyen á Paret, y el interior está forrado de tisú de oro y seda, de lo que son también las cortinillas de las vidrieras. En algunos de los palacios de nuestros grandes, como en el de Villahermosa y Denia, se conservan sillas de manos del siglo pasado, más sencillas que las descritas, y por lo común adornadas con los blasones correspondientes. El Museo de Cluny, en l'arís, posee tres sillas de manos, una de ellas de dos asientos, para niños, con tallas doradas y pin turas. - SILLA DE MONTAR: Art. y Of. Parece á primera vista que el origen de la silla para cabalgar había de ser tan remoto como el del caballo destinado á este objeto, pues para ello y marchar con comodidad había de procurar el hombre la manera de cubrir el lomo del animal, buscando los medios más comodos y apropiados para conseguirlo; sin embargo no fué así, pues se sabe que hacia el año 400 antes de J. C. fué cuando empezó á haber jinetes en Grecia, pero que montaban sin silla y sin estribos, sosteniéndose sólo por una fuerte presión de las piernas contra la montura, si bien desde luego hicieron uso de las espuelas, pues se han encontrado algunas de esta época en Italia; los asirios y babilonios conocieron desde más antiguo el uso de la silla, si así puede llamarse el vestido con que en el siglo XIII antes de J. C. cubrían sus caballos, formando un artístico atavío de pasamanería, cordones, bordados, franjas y borlas, pero no se sabe si lo hacían sólo como adorno ó si empleaban esto como medio de comodidad para cabalgar. Los árabes primitivos montaban en los camellos sin silla, y sin embargo se ven en las esculturas asirias sillas para los camellos, muy semejantes á algunas de las que hoy se usan, por más que parece que su objeto era resguardar la piel del animal del roce de la carga que sobre la silla se amontonaba. Los etruscos montaban en pelo. Parece lo natural que, como hicieron los griegos después de algún tiempo de hacer uso del caballo, le habían de cubrir primero con una manta y después con una colchoneta, que entre los griegos estaba rehenchida de bastos, para que ni el animal ni el jinete se lastimasen en sus movimientos, colchoneta á la que los griegos dieron el nombre de ephippion; esta montura se adoptó más tarde por los egipcios, pero le agregaban unas caídas laterales a manera de reposteros, y de esta clase de monturas son las que aparecen, tan pronto pintadas como talladas, en las ruinas de Herculano. Entre En el siglo XII desaparecieron los arzones, quedando la silla rasa muy parecida á la que hoy se conoce con el nombre de royal por su batalla ó caballería; el jinete montaba de pie sobre sus estribos, calzando éstos muy largos por lo tanto; en el siglo siguiente la silla de paseo llevaba una especie de gualdrapa ó sudadero de colores obscuros, grana, azul, marrón, etc., que caía por los costados; en el siglo XIV tomaron los arzones formas exageradas en altura, hallándose muy próximos, de nodo tal que dejaban al jinete como encajonado y sin permitirle apenas ningún mo vimiento; la silla, que hasta aquella época había presentado unos faldones cortos, los sustituyó por otros muy largos, de forma cuadrada, que cubrían por los costados el vientre del caballo, más tarde se fueron redondeado dichos faldones, recortándoles las puntas, hasta dejarlos en una forma muy semejante al galapago actual, que debe su aparición al siglo XV en España, Francia, Inglaterra y Alemania, época en que tuvo su origen la silla de montar para las señoras, muy semejante á la nuestra. Los árabes, entre otras muchas cosas, se distinguieron por el modo de embridar y ensillar sus caballos, usando sillas sin faldones ó con faldón muy corto, de arzones iguales y elevados y una especie de manta ó gualdrapa á la grupa, cubriendo el asiento de la silla una pequeña y rica manta bordada, y pusieron en la silla, junto al arzón delantero y á ambos lados, pistoleras cubiertas todas de vaqueta fuerte y á veces recu biertas con terciopelo ó seda cuajada de bordados; las sillas de los turcos son bastante diferentes de las de los árabes, cortas y con arzones poco marcados, especialmente el posterior, que casi ha desaparecido; los indochinos tienen sus sillas muy semejantes á las de los turcos, pero más desarrollado el arzón delantero que el de grupa. En los pueblos germanos, esto es, entre los escandinavos, anglosajones, normandos é ingleses la civilización comenzó á figurar en la historia muchos siglos más tarde que entre otros pueblos de Europa, hasta el extremo de que los escandínavos no aparecen en aquélla hasta fines del siglo VIII; los irlandeses eran muy diestros en arrojar piedras como si fueran granizo y en lanzar dardos y flechas; pero en el siglo XIII todavía montaban á caballo sin silla y sin estribos. Anuerin, bardo celta, al hablar de la batalla de Cattraeth, en que se batió con los anglosajones, dice que había trescientos guerreros con armaduras doradas y tres caballos acorazados, con tres jefes que llevaban aros de oro en el cuello,»> lo que parece indicar que ya usaban sillas en sus caballos, que de otro modo hubieran sucumbido bien pronto con el roce de la coraza, cuyo peso se aumentaba en el lomo con el jinete; y con efecto, según se ha comprobado por varios documentos, conocían la silla de montar, las espuelas y los estribos. Los normandos usaban silla de montar con arzones muy altos, en forma de volutas, que protegían los riñones y la parte baja del pecho del jinete. Los alemanes del siglo XII tenían la silla de arzón elevado, y de él salían los guerreros, cuyo cuerpo cubría pesada cota de malla: el casco en forma de puchero, inmediatamente debajo del cual iba un casquete de hierro para la frente, al que los franceses llamaron cerveliere, debajo de la capucha de cota de malla, que se sujetaba con correas á una gorra de tela guatada, con que cubrían su cabeza; muchos montaban con espuelas, ó mejor dicho acicates de una sola punta, pero sin estribos, colocada la primera sobre una manta y con arzones muy bajos, pero éstos fueron aumen tando en tal proporción en los dos siglos siguientes, que tanto en la de los franceses como en la de los normandos del siglo XI cubrían los arzones de las monturas, los riñones y el bajo vientre del jinete, moda que tardó en generalizarse entre los alemanes, y al hacerlo dieron á los arzones la forma de respaldos semicilíndricos, en que encajaba el cuerpo del jinete; al estribo, que en tiempo de los carlovingios se reducía á una correa en que entraba el pie, se le agregó una barra en la parte que formaba el lazo; con el mismo objeto y en el siglo x se le dió la forma triangular; además, se cubría el cuerpo del caballero con una gualdrapa para resguardarle de los golpes, se la llamaba kuverture, y era más corta por delante que por detrás, para no dificultar el paso de la cabalgadura, convirtiéndola en el siglo XII en verdadera armadura, formada de dos piezas, delantera la una y trasera la otra, las que se ataban á la silla; en este mismo siglo los alemanes volvieron á usar sillas de altos arzones, como medio de protección del jinete, y el arzón de detrás tenía por ambos lados unas piezas destinadas á guardar los costados de aquél, conservando el estribo su forma triangular; las cinchas con que se sujetaba la silla se adornaban mucho, cubriéndolas de terciopelo y ribeteandolas con flecos, de los que colgaban cascabeles y campanillas; vestían al caballo con armadura de hierro, que cubrían con rica gualdrapa de telas de seda ó terciopelo, guarnecida de latón y con rosetas de metal; en el siglo XIV no sufrió la silla alemana modificación especial, y seguía protegiendo los costados del jinete, pero sus arzones se volvieron algo para proteger las piernas; los estribos se fueron redondeando en su ángulo, para volver poco después á hacerse de ángulo agudo. Los musulmanes trajeron á España la silla de jineta, de grandes y elevados arzones, que aún se usa entre los pueblos orientales, y que son ligeras modificaciones de éstos; se emplea hoy por los picadores de toros en muchas plazas, siendo el arzón de grupa más elevado que el anterior, para dar firmeza al cuerpo y que el jinete pueda resistir, sin ser botado de la silla, el empuje de embestida del toro cuando, afianzando la pica sobre los rubios, le hace hocicar, librando á la cabalgadura, que es como antiguamente se picaban ó rejoneaban los toros sobre caballos briosos, y antes de que al mal instinto y peor gusto de este siglo no le bastase para su recreo contemplar los sufrimientos y la sangre de la víctima que, más noble que el espectador, se defiende contra numerosa prole de individuos, de los que el hombre, con su orgullo, dice que se hallan dotatados de inteligencia superior, y no bastándole aquellas víctimas se divierte viendo inmolar al caballo caduco que tal vez haya salvado de una muerte segura á alguno de los espectadores cuando él aún tenía la belleza y energía propias de la juventud; entre las sillas de jineta las había que se llamaban enteras para caballos anchos de lomos, y mediasjuntas para los estrechos; el carácter distintivo de dichas sillas, y opuesto al de las toreras nuestras, era tener el arzón delantero más alto que el trasero, recto y tan elevado que, puesto de pie el jinete sobre los estribos, no podía salir por encima, porque resultaba el extremo del arzón más alto que la horcajadura del jinete; estas sillas se empleaban en las fiestas de toros para picar y rejonear, en torneos, juegos de cañas y de cintas, y en todos cuantos ejercicios públicos necesitase el jinete una gran seguridad en su cabalgadura. Tres eran las clases de arreos ó monturas que se empleaban para las fiestas de que hemos hablado; se hacía uso de una de mucho lujo adornada con labores bordadas y realces de terciopelo, oro y plata, con estribos de plata ú oro tambien, cubiertos de cincelados y repujados de gran trabajo y del mejor gusto; la silla para caballeros era muy seria, tenía negro el caparazón, así como las cabezadas, los estribos barnizados, las riendas y arzones de cuero berberisco, caparazones, cabezadas, pretal y reata de cordobán negro ó de terciopelo, el resto de las correas de vaqueta, y el freno dorado ó bruñido; por último, la montura de campo era menos rica, pero mucho más vistosa y llamativa; hecha algunas veces con telas de seda bordadas y labradas, de gran ostentación, lo ordinario, sin embargo, era hacerlas de paño superior con correaje berberisco, y siempre de varios colores hábilmente combinados. que tienen pretal ni baticola. La silla de torear y una tela impermeable; la silla no reposa inmediatamente sobre el lomo del caballo, ya para que no le lastime, ya para que no se manchen sus bastos con el sudor de aquél, sino sobre un trozo de tela de lona en cuatro dobleces, llamado sudadera, y muchas veces entre la sudadera y la silla se coloca la mantilla, que puede ser de paño, de seda, de gamuza, etc., forrada de lienzo por debajo, de puntas redondeadas por el delantero y muy agudas por la grupa, con franjas y bordados al exterior; pueden además colocarse á uno y otro lado del arzón delantero, cruzando por pasadores, las pistoleras, cajas de vaqueta con su tapa á charnela, en que se colocan las pistolas que pueda necesitar el jinete: esto sólo se emplea en las sillas de los jefes militares. El galápago es una silla pequeña que sirve para pasco, no lleva de ordinario pretal ni baticola, apenas tiene marcado el arzón delantero y menos aún el de grupa; tiene dos faldones por cada laEn la actualidad se usan varias clases de sillas do, uno largo, estrecho (como la mitad del caque que difieren notablemente entre sí, y que puede parazón) y redondeado, y el otro mucho más decirse que en su conjunto comprenden toda la corto, para cubrir las hebillas de las acciones y historia de la silla. En primer lugar la españo que no lastimen la pierna del jinete. La silla á la, de caparazón ancho y cómodo, con armadura la royal, de origen francés, es un intermedio ende madera en la grupa y arzón delantero, ó sólo tre las dos citadas; suele llevar pretal, pero no en éste, cubierto de cuero, con bastos bien hun baticola; asiento ancho y comodo, faldones redidos y faldones cuadrados de puntas redondea- gulares y redondeados y correas para manta en das, sujeta con dos cinchas que parten de hebi- el arzón delantero, algo elevado; el trasero tamllas bajo los faldones, pasan de una á otra parte bien se marca bien, aunque menos que el antebajo el vientre del animal, en el que por el me- rior. La silla de carrera, usada en las carreras dio de aquéllas hay una correa formando lazo, de caballos, debe ser á la vez muy sólida y ligera, por el que pasan ambas para unirse; las cinchas con un peso que no es posible hacerle bajar de son de tejido muy fuerte, y el objeto de llevar dos libras, y de dos y media para carreras de dos es que, estando una apretada, puede más fá- obstáculos, porque la sacudida sufrida por el cilmente vencerse la resistencia del caballo para jinete en el salto le impide usar sillas más ligeapretar la segunda y dar seguridad al jineteras, con las que no tendría seguridad alguna; no afianzando la montura; esta silla lleva pretal, formado de tres correas que, reuniéndose en un botón ó estrella en el pecho del caballo, van dos, una por cada lado, á unirse á la silla en hebillas correspondientes; la tercera correa pasa por entre los brazos del caballo y termina en una lazada por la que pasa la cincha à que el pretal se sujeta; tiene por objeto el pretal impedir á la subida de grandes rampas y con los movimientos del caballo la silla se corra hacia la grupa de aquél ó se haga trasera; además lleva la silla baticola, correa que se une por la grupa á la silla por el intermedio de una hebilla, y que después se abre formando un lazo muy alargado constituído por la correa formando chorizo para que no lastime al animal, cuya cola pasa de abajo á arriba por el lazo y completa el encaje de la silla; el objeto de la baticola es impedir que al bajar las pendientes la silla se corra hacia la cabeza del caballo ó se haga delantera; por delante de las cinchas y de dos pasadores colo cados bajo una pequeña faldeta sobre los faldones pasan las acciones de estribos, que cogen á éstos de cualquier forma que sean y se reunen los extremos de la acción ó correa en una hebilla; las acciones llevan agujeros numerados para el enganche de la hebilla á la altura conveniente, igual en los dos estribos; éstos pueden ser vaqueros, que forman un prisma triangular suspendido de la acción correspondiente por una de sus aristas laterales, faltando las caras laterales del prisma que terminan en dicha arista; de zapato, en que cada estribo es medio zapato con suela de hierro; semicirculares, que son los más en uso; y de muelle á lo Amadeo, por deberse su invención á Amadeo I de Saboya, que son un doble estribo, apoyándose el jinete en el interior, que está suspendido del exterior por un muelle que resiste á los esfuerzos ordinarios que tiene que desarrollar el jinete á caballo, pero que si éste cae, y queda el estribo engargantado, por la posición que toma y por el peso del hombre cede el muelle, se abre, y deja en tierra al jinete; su objeto, como se comprende, así como su utilidad, son bien patentes: en caso de una caída, que no pueda verse arrastrado el hombre por la carrera del bruto; la silla lleva además una almohadilla SILLAR (de silla): m. Cada una de las pieen la grupa, sujeta por hebillas á aquélla, y por dras labradas, por lo común, en figura de paraencima de la que, entre pasadores, cruza la balelepípedo rectángulo, que forman parte de una ticola; dos correas que cruzan por pasadores á construcción de sillería. ambos lados de la grupa, con taladros y una hebilla cada una, sirven para sujetar á la grupa un maletín de equipaje que descansa sobre la almohadilla de grupa, para no molestar al animal; á los costados y en el medio del arzón delantero van otras tres correas semejantes, á las que se puede unir el capote ó abrigo del jinete convenientemente recogido, y á veces enfundado en Las sillas se forran con pieles diversas, según - SILLA: Geog. V. con ayunt., al por las aguas, convirtiéndolos en huertas muy Ancha zona, cubierta de braza y cañaverales, - SILLA (LA): Geog. Montaña de la Rep. de Haití, isla de Santo Domingo, Antillas, sit. al E.S. E. de Puerto Príncipe; 2712 m. de altura. Hay otro monte de igual nombre al N. de Puerto Príncipe. - SILLA DE JIBARO: Geog. Nombre que dan los marinos al conjunto de alturas que se elevan cerca del puerto de Jibaro, Cuba. SILLAPATA: Geog. Pueblo del dist. de Pachas, prov. Dos de Mayo, dep. Huánuco, Perú; 800 habits. Trátase en ella (en la obra) de unos muros de enormes piedras & SILLARES de berroqueña labrada, etc. JOVELLANOS. ... al (ruido) del picapedrero que labra los SILLARES, añadis los gritos del carretero que canta los pares de ladrillos que entrega, etc. ANTONIO FLORES. SILLAR: Parte del lomo de la caballería, donde sienta la silla, el albardón, etc. - SILLAR: Const. y Cant. En el artículo PIEDRA (véase) nos hemos ocupado en general de toda clase de bloques de piedra; mas en la parte que se refiere á los sillares ó grandes bloques paralelepipédicos de este material, hemos de hacer algunas indicaciones que no tuvieron cabida en el punto citado. La extracción de la piedra para sillares, ya sea la explotación subterránea ó á cielo abierto, se hace con perpales, cuñas ó pistoletes, según las condiciones en que la cantera se encuentre, comenzando por elegir los bancos más á propósito que presente aquélla, y señalando en el lecho ó cara guperior un rectángulo que exceda á los lechos que ha de tener el sillar ya labrado, 4 ó 5 centímetros de cada lado, como creces de cantera, abriendo una roza según el contorno señalado, haciendo por el frente del banco un trazado semejante que corresponda á una de las caras de junta; obtenida la piedra se la saca de la cantera empleando rodillos de madera para su transporte, siendo necesarios tres rodillos iguales, de un decímetro de diámetro; pues aunque son bastantes dos, es más cómodo el empleo de uno más, que se va colocando delante del sillar para que esté siempre apoyado en dos líneas y no cabecee; esto cuando la cantera está á cielo abierto y se puede establecer una rampa de acceso, que se dispone sin desigualdad alguna y no gran pendiente, conviniendo rodear la piedra por el costado con un cable de cáñamo unido á una percha de tiro, en la que se engancha una caballería que favorezca la extracción; mejor es aún hacer uso de una pequeña diabla ó carretón de cuatro ruedas, en que se coloca la piedra rodeada de esteras para que la cuerda no la lastime; para que descansen las caballerías se acuñan las ruedas cuando hay que hacer alto en la subida, colocando aquéllas del lado inferior bajo las ruedas ó rodillos: si la cantera es subterránea hay que subir el sillar en una cabria hasta llevarla á la superficie en que está el taller de desbaste, en el que se hace este trabajo, dejando aquél con la forma que próximamente ha de tener, para terminarle en el de la obra. Sin entrar aquí á ocuparnos de los medios prácticos de labrar los sillares, de que ya hemos tratado de una manera general al ocuparnos de las piedras, debemos decir que se conocen varias clases de labra. La común ú ordinaria, en que los sillares dejan ver el grano de la piedra, que presenta una superficie más o menos áspera, según la finura de aquél, pero siempre igual en toda la cara que ha de quedar al exterior, sin que la vista aprecie dibujo alguno; la labra fina, que se practica con el cincel dejando la superficie bastante lisa y tanto cuanto lo permita la piedra; la labra rústica, en la que la superficie parece desigual y como estriada en diversas direcciones, à la manera que si la acción del agua hubiera producido estas desigualdades; la in1 á 2 centímetros en todo el contorno del sillar termedia, en que se labran finamente cintas de y el resto es de labra común ó rústica; el almohadillado, en que cada sillar A ó B (fig. 1) presenta en el paramento visto un bloque paralele A B Fig. 1 pipédico a ó b de un centímetro ó 2 de salida sobre el resto del paramento, dejando unas fajas de la mitad de anchura todo alrededor de esta parte saliente, que es la que constituye la almohadilla, con objeto de que al colocarse las piedras presenten una serie de fajas entrantes en el paramento de la construcción, á la que da un carácter especial; la labra de las superficies a es la ordinaria, y la de los encintados es fina, pudiendo todavía, y es de mejor efecto, poner un encintado de labra fina todo alrededor de las Respecto de la colocación de los sillares en obra, en cuanto se refiere a su disposición ó aparejo, que tal nombre recibe, no nos es posible entrar en grandes detalles, cuyo estudio corresponde á la Estereotomía; pero ateniéndonos únicamente á cuanto á éstos concierne, se disponen en los muros á juntas encontradas, es decir, que se van formando hiladas horizontales, enrasadas cada una en un mismo plano, que es el de hilada, y teniendo cuidado que los sillares de las hiladas sucesivas se hallen, con las juntas verticales de cada dos sillares, en la mitad del ancho del inferior, esto con el objeto de dar enlace á la obra y que no puedan moverse sus diferentes partes; sin embargo, no es absolutamente preciso que las juntas verticales sigan en el medio de los sillares inferiores, sino que pueden distribuirse de distintas maneras, con tal que debajo de una junta vertical, ni muy próxima á ella, se encuentre otra en la hilada inferior. En el artículo correspondiente (V. SILLERÍA) nos ocuparemos de los diferentes aparejos más en uso, pues tiene esta parte su colocación natural en el artículo citado. les cruzan una gran explanada inmeliata á los La fabricación de sillares de las dimensiones En las construcciones marítimas, que han de estar expuestas al embate constante de las olas, no sirven, en general, las piedras que puedan extraerse de las canteras, muy pequeñas para resistir tales empujes, y que son arrastradas en breve tiempo, produciendo la destrucción de la obra; se encuentran piedras cuyo volumen excede de 3 à 4 metros cúbicos, que bajo la forma de sillares se obtienen artificialmente, construyéndose hoy sillares artificiales que alcanzan hasta la enorme cifra de 50 metros cúbicos, los que generalmente se emplean como escollera, pero que también se aplican á obras concertadas y aparejadas de modo semejante á las que en tierra se ejecutan; en las obras de Dublín se han encontrado sillares artificiales hasta de 152 metros cúbicos; hay que advertir, sin embargo, Un piso intermedio, á 1,50 metro bajo el su que bloques de tan grandes dimensiones son perior y al costado de éste, lleva una vía lonmuy difíciles de manejar, que para su transpor-gitudinal, por la que corren las hormigonete exigen aparatos especiales y relativa tranquilidad en el agua, pues el aparato flotante que conduce sillares tan enormes en aguas muy agitadas se halla muy expuesto á irse á pique; en Dublín se pudieron emplear los indicados sillares porque las aguas no estaban muy agitadas, por tratarse de construir un dique interior al que se conducían los sillares con poderosas grúas flotantes que llevaban suspendido el sillar a su vez sumergido en gran parte en el agua para hacer más fácil su transporte por la disminución de peso que sufre todo cuerpo sumergido; lo que limita las dimensiones de un macizo de esta clase es, además de la dificultad de su transporte, la dilatación, no debiendo exceder de 20 metros lineales su mayor dimensión. Los materiales que se emplean para la fabricación de sillares artificiales son el hormigón y la mampostería; el primero permite aprovechar toda clase de piedras, exigiendo un molde para vaciarlas; la segunda no necesita molde y exige menor cantidad de mortero. En las obras marí. timas en que se emplean sillares artificiales, como éstos han de ser en gran número, hay que montar talleres en la proximidad del puerto donde se han de embarcar; estos talleres se componen de varias vías que en dos sentidos norma ras, que son unos cilindros de hierro con as- | y se le hace correr por un sistema de vías hasta colocarse sobre el molde que ha de recibir el hormigón, en el cual se vierte haciendo girar la hormigonera hasta tener su boca mirando al molde, en cuyo momento se abre la compuerta, y en tanto se retira el vagón y se apisona el hor migón vertido, para que pueda recibir nueva cantidad. Los vagones vacíos pasan por la báscula al piso inferior. En Port-Said los malacates llevaban tres rastrillos entre los rodillos, con un movimiento de báscula los brazos de éstos y aquéllos para cuando, por acumularse mucho mortero en un punto, se hacía difícil la marcha, pudieran, elevándose algo, salvar el obstáculo; los vagones vacíos bajaban por donde habían subido, combinando este descenso con la subida de otro vagón por el otro platillo de la báscula: esto en cuanto á los des tinados á la cal yla arena; pero los de mortero y piedra, una vez vacíos, seguían por la vía su perior hasta una romana de un solo platillo, que Îlevaba su brazo de palanca libre unido á una cadena que se arrollaba á un torno, por el que se les hacía subir ó bajar; entre los sillares que se emplearon los había exclusivamente de mortero, lo que abreviaba las operaciones, hallándose la plataforma superior de este taller unida á la inferior por un plano inclinado con dos vías, por las cuales subía un tren cargado y bajaba otro vacío al mismo tiempo; el mortero pasaba directamente de los malacates á los vagones, que le conducían al taller de fabricación de si llares. En Cartagena se establecieron los malacates á la altura del terreno, lo que disminuía las maniobras, y debajo de aquéllos se excavó para formar lo que se llama vía honda, por la que circulan los vagones que reciben el mortero, y de allí pasan por un carretón transbordador á un plano inclinado, por el que suben á la plataforma superior en que se fabrica el hormigón, con una sola vía para subida y bajada de vagones cargados de mortero y vacíos después; los de piedra van y vuelven por el lado opuesto; la ventaja de esta disposición es que se evitan las falsas maniobras de subir la cal y la arena aisladamente, para hacerlas bajar después reunidas. Hoy se hace uso, en los talleres que se establecen, de hormigoneras, dentro de las que se hacen todas las operaciones de fabricación del mortero y hormigón, ahorrándose los malacates y mucho tiempo perdido en las operaciones. En Bilbao se emplea una hormigonera cilíndrica casi horizontal, en la que gira el cilindro á razón de 20 vueltas por minuto, y su eje, con 16 paletas helizoidales, en sentido contrario, á razón de 15 vueltas en el mismo tiempo; el eje está hueco y cubierto de aberturas ó agujeros en su mitad inferior solamente; por este eje se lleva el agua, de modo que los materiales se remueven en seco en la mitad superior y se mezclan con el agua en la inferior; el cilindro, abierto por su base superior, y prolongada la hélice al exterior, recibe en ella la arena y la piedra que elevan dos rosarios inclinados, uno á un lado para la arena y otro al otro para la piedra; la cal o el cemento baja de una tolva (véase), en que termina el cilindro que la contiene. Los moldes rectangulares se componen de cuatro tableros bien fuertes: dos longitudinales, M, y dos cabeceros, N; están formados por tablas colocadas horizontalmente á junta plana por sus cantos, que entran en ranuras practicadas en dos largueros, A y B ó C y D (fig. 2), y de dos montantes verticales extremos, estando reforzados |