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rrota de Kolin (1757) le obligó a evacuar el reino de Bohemia. Había hallado en el mariscal Daun un digno adversario. Acometido al Oeste por los franceses, al Oriente por los rusos, que se habían apoderado de la Prusia Oriental, y al Sur por los austriacos, que penetraban en Silesia, supo Federico resistir á todos sus enemigos. La lucha entre los generales prusianos y austria. cos presenta una serie alternada de triunfos y reveses. Los húsares húngaros llegaron hasta BerKín (1757); Federico II, que logró la victoria en Lissa (Leuthen, 5 de diciembre de 1757), donde batió al duque de Lorena, Daun y Nadasdy, fué

venció Mauricio, pero quedó mortalmente heri-
do. Se le ha erigido un monumento en 1853.

insertos en el fondo del cáliz, libres, unilocula-
res y con un óvulo ascendente en cada uno; es-
tilos terminales, continuos, filiformes, con es-
tigmas pelosos; aquenios numerosos, incluídos,
continuos con el pistilo, barbadoplumosos y con
arista muy larga y saliente; semilla ascendente
y embrión sin albumen con raicilla ínfera.

derrotado en Hochkirch (1758), Kunersdorf
(agosto), Maxen (noviembre de 1759) y Land-
shut; pero venció en Liegnitz (15 de agosto de
1760) y Torgau (3 de noviembre). Desde fines de
1760 la guerra continental se hizo sin gran em-
peño. Silesia, ambicionada por Austria y Prusia,
quedó en manos de esta última, y la paz de Hu
bertsburgo (1763), ajustada entre Prusia, Sajo-gitudinalmente dehiscentes; ovarios numerosos,
nia y Austria, puso en el continente término á la
lucha, dejando las cosas en el statu quo ante be-
llum. Por una cláusula secreta, Federico II pro-
metía su voto al archiduque José para la próxima
elección imperial. En la guerra se vió que Austria
debía figurar entre los Estados militares de Eu-
ropa. En adelante las grandes potencias se dis-
putaron su amistad. En el Océano, Francia,
sola al principio, luego apoyada por todas las
ramas de la casa de Borbón, luchó contra Ingla-
terra, y al cabo hubo de aceptar el tratado de
París, que representaba la ruina de las colonias
francesas. Por efecto de la guerra figuró en lo su-
cesivo Prusia como potencia de primer orden.
SIETEENRAMA: m. TORMENTILA.
SIETELEVAR (de siete y levar, levantar, lle-
var: m. En el juego de la banca, tercera suerte,
en que se va á ganar siete tantos.

SIETEMESINO, NA: adj. Aplícase á la criatura que nace á los siete meses de engendrada. Usase t. c. s.

También ha andado muy valido que las SIETEMESINAS Y las que nacieron mellizas, siendo varón el otro gemelo, eran radicalmente estériles.

MONLAU.

O al chico de Gerona le faltan cinco semanas para ser SIETEMESINO, ó el papamoscas de Tiburcio puede y debe probar la coartada,

BRETÓN DE LOS HERREROS.

SIETEÑAL: adj. Que tiene siete años ó es de siete años.

SIETES: Geog. Lugar de la ayuda de parro quia de San Emeterio de Sietes, ayunt. y p. j. de Villaviciosa, prov. de Oviedo; 145 habits. Véase SAN EMETERIO DE SIETES.

SIEVSK: Geog. C. cap. de dist., gob. de Orel, Rusia, sit. en la confl. del Moritza con el Siev ó Seva; 9000 habits. Fab. de jabón, cerveza, loza, telas de cáñamo, harina, curtidos y fundición de hierro. Comercio de cereales y cáñamo. Existía ya esta c. en la primera mitad del siglo XII, y fué sede episcopal desde mediados del XVII has

ta 1819.

SIEWIERZ: Geog. Lugar del dist. de Bedzin, gob. de Piotrkow, Polonia, Rusia, sit. á orillas del Czarna Przemsza, brazo derecho del Przemsza; 13520 habits. todo el municip., que lleva el nombre de Olkusz-Siewerz.

diezmo se había declarado redimible; al redactar el 6 el acta del 4, se quiso hacer constar que quedaba abolido: Sieyes se opuso en nombre de los principios de la propiedad, y, una vez vencido, pronunció las célebres frases: Quieren ser libres y no saben ser justos, las cuales frases repitió como epígrafe de un nuevo escrito titulado Observaciones sobre los bienes eclesiásti cos. En la cuestión del veto real combatió el veto absoluto, pedido por Mirabeau, y en un folleto titulado: Opinión de Sieyes sobre la cuestión del veto real, desarrolló su sistema repre

de plantas perteneciente á la familia de las Ro-
SIEVERSIA (de Sievers, n. pr.): f. Bot. Género
sáceas, tribu de las driadeas, cuyas especies ha-
ramificadas, con las ramas pelosas, las hojas al-
bitan en Méjico, y son plantas fruticosas muy
ternas, cuneiformes y muy estrechas en su base,
con el limbo tri ó quinquéfido; estípulas linea-
les, lanceoladas, y flores casi corimbosas; cáliz
con el tubo muy corto, apeonzado, y el limbo
muy abierto, quinquefido, provisto en su parte sentativo, pidiendo el establecimiento de las
exterior de cinco bracteillas pequeñísimas y con
las divisiones valvadas en la estivación y per-nicipios romanos, un Cuerpo Legislativo de 300
grandes municipalidades, semejantes á los mu-
sistentes; corola de cinco pétalos insertos en el
individuos renovados por terceras partes cada
cáliz, alternos con las lacinias del mismo y casi
año, y un rey, poder puramente ejecutivo, sin
de igual longitud que éstas, trasovados; estam-
sanción sobre el Cuerpo Legislativo, pero in-
bres numerosos, insertos con los pétalos, con los
vestido, en el caso en que se creyera amenazada
filamentos libres y las anteras biloculares y lon-
la Constitución, del poder de convocar una Con-
vención, cuyos individuos no podrían recibir
mandato imperativo. Este sistema no fué toma-
do en consideración, pero el pensamiento de las
municipalidades y de la división territorial del
reino en demarcaciones iguales inspiró el infor-
me de Thouret y decidió la división en departa-
mentos y distritos. Dejó oir su voz en 20 de ene-
ro de 1790, proponiendo un proyecto de ley
contra los delitos de imprenta, y en marzo de
aquel mismo año, pidiendo el establecimiento
del Jurado, tanto en el orden civil como en el
criminal. En 8 de junio la Asamblea concedía
á Sieyes la presidencia, y algunos días después
era dicho político objeto de una ovación popu-
lar. En 1791, en los momentos en que se dis-
cutía la constitución del clero, se le propuso
para ocupar la sede episcopal de París; pero él
rehusó semejante puesto, contentándose con
ocupar el de individuo del Directorio depar-
tamental del Sena, dedicándose en él con es-
pecialidad á las cuestiones de instrucción pú-
blica. Después de la huída del rey á Varennes,
combatió enérgicamente á los que pedían la Re-
pública, hasta que, viendo la oposición que sus
ideas encontraban, abandonó su puesto en el
Comité de Revisión de la Asamblea y se retiró
durante algunos meses de la vida pública, pero
después del 10 de agosto de 1792 fué nombrado
representante para la Convención por los depar-
tamentos de la Gironda, Orne y Sarthe. En el
proceso de Luis XVI protestó contra la confusión
de poderes hecha por la Convención. Luego, si-
guiendo á la mayoría, votó la muerte sin aplaza-
miento ni apelación. Encargado de la organiza-
ción del Ministerio de la Guerra, y de hacer algu
nas reformas en la instrucción pública más tarde,
no terminó muy airoso ambos encargos, pues sus
proyectos no alcanzaron la sanción. Desde la caída
de los girondinos se eclipsó del todo en el campo
de la política, evitando de este modo el cadalso.
Más tarde llegó á ser uno de los jefes del partido
moderado de la Convención; obtuvo la reivindi-
cación de los girondinos, proscritos desde 1793;
permaneció extraño á los excesos de la reacción
thermidoriana; entró á formar parte del Comité
de Salvación Pública, aunque rehusando la pre-
sidencia, y tomó una gran parte en los tratados
firmados con Prusia, Holanda y España (1795).
Ajeno completamente á los matanzas de Quibe-
rón, á pesar de que se le acusó de haberlas orde-
nado, trató, por el contrario, de restablecer el
prestigio de la ley, y después de la insurrección
del 12 de germinal del año III (1.° de abril de
1795) hizo votar la ley marcial y designó á Cha-
lóns-sur-Marne para recibir á la Convención, en
el caso de que se viera amenazada de nuevo. Tam-
poco tomó parte alguna en la redacción del Códi-
go fundamental del año III, y aun parece que no
desempeñó ningún papel en los sucesos del 13 de
vendimiario (4 de octubre de 1795), por más que
ciertas Memorias le presentan en el Pabellón de
Flora dando á Bonaparte la señal de romper el
fuego. En los días del Directorio fué diputado en
el Consejo de los Quinientos, y, nombrado indi-
viduo del Directorio Ejecutivo, rehusó entrar en
él, no aceptando más que la cartera de Relacio-
nes Exteriores. Alma de los principales comités
y de los más importantes trabajos legislativos,
puede decirse que fué el eje de la política de aque
ila época, hasta que el atentado del abate Poule,
que en abril de 1797 quiso poner término á su
vida, y la oposición que encontraba en el Conse-
jo, le hicieron apartarse de la mayoría del Direc-
torio. Aceptó (julio de 1798) el cargo de Minis-
tro plenipotenciario; y enviado á Berlín para ob

SIEYES (MANUEL JOSÉ, conde): Biog. Célebre escritor y político francés. N. en Frejús á 3 de mayo de 1748. M. en París á 20 de junio de 1836. Empezó sus estudios bajo la dirección de los Jesuítas y los terminó en la Universidad de París. La lectura asidua de Locke, de Condillac y de los economistas, le llevó á fijar particular mente su atención en las instituciones políticosociales. Canónigo en Bretaña, en 1775, diputado por el clero á los Estados de aquella provincia y consejero comisario de aquella diócesis, en la cámara superior del clero de Francia, dióse á conocer por sus ideas reformistas. Cuando el Ministerio invitó á todos los escritores á emitir su opinión acerca de los próximos Estados generales, Sieyes escribió simultáneamente tres obras: Examen de los medios de ejecución de que podrán disponer los representantes de Francia en 1789; Ensayo sobre los privilegios y el famoso folleto que lleva por título ¿Qué es el tercer estado? Todo, ¿Qué ha sido hasta aquí en el orden

SIEVE: Geog. Río de la prov. de Florencia, Toscana, Italia; nace en un contrafuerte occidental de la cadena de los Apeninos, en la Cal-politico? Nada. ¿Qué pide? Ser algo. En este úlvana, cerca de Montecuccoli; corre al S. E., pasa al pie del monte di Croce, recibe por la dra. las aguas del torrente de Lora, sigue por Scarperia, y después por Borgo, San Lorenzo y Vicchio; recibe luego el Dicomano y el Moscio, corre al S.O. y desagua en el Arno, cerca de Pontassieve, después de un curso de 62 kms.

SIEVERO-IEKATERININSKII: Geog. Canal de Rusia, sit. en la frontera de los gobiernos de Perm y Vologda. Pone en comunicación el Keltma del Norte con el Yirich, afl. izq. del Keltma del Sur, y por consiguiente el Mar Blanco con el Caspio. Su longitud es de unos 18 kms. Comenzado en 1785 en el reinado de Catalina II (de aquí su nombre Canal Catalina del Norte), y terminado en 1822, está abandonado desde 1838, á causa de lo poco que se navega en estos parajes.

SIEVEROVOSTOCHNYI: Geog. Antiguo nom. bre del cabo más septentrional de Siberia, y á la vez del Continente Asiático y de todo el Antiguo Mundo; hoy es conocido con el nombre de Chelinskin.

SIEVERSHAUSEN: Geog. Aldea del círculo de Eimbeck, presidencia de Hildesheim, prov. de Hannover, Prusia, sit. cerca y al O.S.O. de Eimbeck, cerca también de la orilla izq. del Ilme. Merece citarse por el combate de 9 de julio de 1553 entre el príncipe elector Mauricio de Sajonía y el margrave Alberto de Brandeburgo;

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timo, publicado en enero de 1789, afirmaba que
«el tercer estado forma una nación completa,» y
que si los dos órdenes privilegiados rehusal an
deliberar con él, debía constituirse en Asamblea
Nacional. Su sistema político rechazaba la Cons-
titución inglesa, queriendo sólo una democracia
representativa. El éxito de estas tres obras lla-
mo tanto la atención de los hombres más impor-
tantes, que en poco tiempo su popularidad fué
grandísima. Antes de la apertura de los Estados
generales, los mismos electores de París escogie-
ron á Sieyes por su representante en ellos. Des-
de las primeras sesiones desarrolló sus principios
de gobierno, propuso la reunión inmediata de los
tres órdenes para la deliberación en común, y
obtuvo que el tercer estado se constituyese en
Asamblea Nacional. Como redactor del Jura-
mento del Juego de Pelota, terminó la célebre se-
sión regia del 23 de junio (1789) con estas inol-
vidables frases: «Hoy somos lo que éramos ayer...
Deliberemos. Desde entonces, conociéndose
poco apto para hablar en público, apareció raras
veces en la tribuna; pero sus consejos eran te-
nidos en mucho por los oradores, al par que su
pluma no dejaba perder una ocasión de propagar
las nuevas ideas. Nombrado individuo del Co-
mité de Constitución, insistió sobre un proyecto
que había enunciado ya, y que consistía en la
creación de un campamento permanente entre
Versalles y París, y redactó una Declaración de
los derechos. En la noche del 4 de agosto el

tener la alianza ó la continuación de la neutralidad de Prusia, logró sólo la segunda y darse á conocer por sus excepcionales talentos diplomáticos. Reelegido individuo del Consejo de los Quinientos, y nombrado muy pronto individuo y presidente del Directorio, entabló una mortal lucha con Barrás, creyendo encontrar toda su salvación en una dictadura militar. Falto del apoyo de Jouvert, que acababa de ser derrotado en Novi, volvió los ojos á Bonaparte en el momento que éste regresaba de Egipto, y bien pronto abandonó en sus manos el consulado, aceptando el puesto de uno de los tres cónsules provisionales. Poco después rehusó el puesto de segundo cónsul, consintiendo sólo formar parte del Senado, cuya primera mitad nombró en unión de otros. Recompensado por sus nuevos servicios con el donativo de las tierras de Crosne, ocupó un brevísimo período la presidencia del Senado; pero muy pronto renunció á ella, votando generalmente con aquel grupo de la oposición llamado de los ideólogos. A pesar de esto recibió el título de conde del Imperio, lo cual no impidió que en 1814 diese un voto de adhesión á los que habían tomado enérgicas medidas contra Napoleón. En el período de los Cien Días fué par de la Cámara, y recobró todos sus honores y dignidades, á pesar de las acres censuras que mereció de boca de Sieyes la política imperial. La vuelta de los Borbones le obligó á expatriarse; pues, perseguido como regicida, tuvo que buscar un refugio en Holanda, de donde no vol. vió hasta que la revolución de 1830 le abrió de nuevo las puertas de Francia. Entonces, sin embargo, figuró poco ó nada en la política, consagrando los breves años que le quedaban de vida á algunos trabajos literarios y filosóficos. Sieyes tuvo la suerte singular de haber inaugurado las tres fases más imperecederas de la revolución de 1789. Su folleto sobre el tercer estado contenía la revolución social; su pensamiento de una Asamblea Nacional la revolución política, y la división de Francia en departamentos la revolución territorial.

SIFANTERA (del gr. oipwv, canal, y antera): f. Bot. Género de plantas (Siphanthera) perteneciente á la familia de las Melastomáceas, cuyas especies habitan en el Brasil, y son plantas herbáceas, pequeñas, erguidas, glandulosopelosas, con las hojas opuestas, sentadas, ovales, penninerviadas, y las flores dispuestas en cabezuelas apretadas, axilares y terminales, cortamente pedunculadas, provistas de brácteas foliáceas; cáliz con el tubo aovado, acampanado, libre, y el limbo con cuatro lacinias lanceoladas, acuminadas y persistentes; corola de cuatro pétalos insertos en la garganta del cáliz, tan largos como éstos y alternos con ellos, rosados, ovales y patentes; cuatro estambres insertos en los pétalos, alternando con cuatro escamitas muy pequeñas, con las anteras ovales terminadas por un pico largo, en el cual existe el poro de la dehiscencia, y con el conectivo prolongado hacia arriba formando dos orejuelas hinchadas; ovario libre, aovado, lampiño, bilocular, con las celdas biovuladas; estilo fusiforme, mazudo, con estigma casi acabezuelado; el fruto está envuelto por el cáliz y es una cápsula bilocular y que se abre en dos valvas por dehiscencia loculicida; semillas numerosas, trasovadas y rectas.

SIFANTO Ó SIFNOS: Geog. Isla del Archip. y prov. ó nomo de las Cícladas, Grecia; pertenece al dist. de Melos, y está sit. entre la isla de Serifos al N.O., la de Paras al E. y la de Kimolos al N.O. Tiene 74 kms.2 y 3900 habits., y afecta la forma de un triángulo cuyo vértice, señalado por el Cabo Filippu, mira hacia el N.O. Es muy montuosa; el Simeón, al N., se eleva á 503 m. de alt.; y el Hagios Elías, en el centro, á 698. Terreno fértil, regado por algunos arroyos. La principal localidad es Apolonia ó Kastro, cerca de la costa E. Sifnos fué importante en los tiempos antiguos por sus minas de oro y plata; pero habiendo descuidado los habitantes el pago del diezmo á Apolo, el dios los castigó inundando sus minas; así explica la tradición la pérdida de estos filones metálicos, cuyos yacimientos no se han encontrado. Hoy sólo se encuentra plomo y canteras de mármol y de granito. Sifnos fué colonizada por jonios de Atenas, que se hicieron célebres por su mala fe; sifniazem significaba faltar á la palabra. Combatieron en Salamina por la causa griega, y entraron luego en alianza con Atenas, á la que pa

garon un tributo anual de 3600 dracmas. Después de haber pertenecido á los romanos y al Imperio griego, Sifnos formó parte del ducado de Naxos, del cual se separó para constituir el dominio de dos familias italianas, los Coronia y los Gozadini. Barbarroja la arrebató á estos últimos en tiempo de Solimán el Magnifico, y perteneció á los turcos hasta la guerra de la independencia griega.

SIFAX: Biog. Rey de la Numidia occidental. M. hacia 203 a. de J.C. Nada sabemos de su vida anterior al año 213, fecha de su alianza con los romanos. Vencido por Masinisa, hijo de Gala, que era otro rey númida, se retiró á Mauritania. Sufrió nueva derrota cuando había juntado otras fuerzas, lo que no le impidió conservar sus Estados, y por gestiones de Escipión, el primer Africano, rompió los tratos iniciados con los cartagineses y ajustó (206) un tratado secreto con ba, y logró algunas ventajas en la guerra conel general romano. Luego fué esposo de Sofonistra Masinisa, también amigo de Roma. Al desembarcar Escipión en Africa (204), Sifax se declaró defensor de Cartago, á cuyo ejército se incorporó después de haberse apoderado de Tholus, donde guardaban sus provisiones los romanos. Escipión y Masinisa quemaron su campa mento, alcanzaron la victoria en otra batalla contra Sifax, y obligaron á éste á regresar á Numidia (203) con el resto de sus tropas. Hasta sus Estados le persiguieron Lelio y Masinisa. Quiso rechazarlos Sifax, y sólo consiguió caer prisionero con su hijo Vermina, siendo su capital, Cirta, presa del vencedor. Conducido á Italia para figurar entre los cautivos el día del triunfo de Escipión, murió, según Polibio, antes de aquel

suceso. Los romanos le dedicaron funerales correspondientes á su rango, y dieron á Masinisa una parte de sus Estados.

SIFEOTO: m. Zool. Género de aves del orden rapaces, sección nocturnas, familia estrígidas, que se caracterizan por tener la cabeza, nuca, pecho, vientre y nalgas de color negro brillante; el lomo, las espaldillas, las plumas del brazo, el tronco y las cobijas inferiores de la cola de un color pardo con líneas negras, y cada pluma en su centro presenta una mancha del mismo color; las cobijas de las espaldillas y las remeras son de un color blanco puro; los tallos y la extremidad de las últimas de estas plumas, así como las barbas externas de las tres primeras, tienen un tinte negro; las timoneras tienen las puntas blancas y manchas negras y de un amarillo de el ojo es pardo; la mandíbula superior negruzca y la inferior amarilla; las patas amarilloverdosas, y hacia su articulación azules.

cuero;

La especie tipo de este género es el Sypheotides bengalensis, que cuando está en celo tiene los caracteres citados, y una vez pasado éste pierde el plumaje del macho sus colores brillantes, asemejándose en un todo á la hembra, que tiene la cabeza y el lomo de un tinte rojizo claro con manchas, rayas y ondulaciones de un pardo negro; las cobijas superiores son blanquecinas; la nuca tiene líneas negras muy estrechas; las remeras están rayadas de pardo obscuro y rojizo. El macho mide de 50 á 60 centímetros de largo la cola 14 centímetros. La hembra tiene proy de 30 á un metro de punta á punta de ala, y ximamente la misma talla del macho, encontrándose algunos individuos en que es mayor.

Generalmente vive en los lugares cubiertos de hierbas altas y de matorrales espaciados; algu nas veces se aventura en los terrenos de cultivo, pero parece muy caprichosa en cuanto á elegir residencia; así es que no se la ve en ciertos puntos que parecen del todo semejantes á los que por lo regular habita. Los lugares recientemente incendiados son los que sobre todo le agradan.

Durante la fuerza del calor se dirige á los sitios más retirados y de más espesura; en cambio por las mañanas se la ve correr por los campos. Desde el mes de febrero al de abril se la encuentra solitaria ó por parejas, pues el macho y la hembra no acostumbran á separarse mucho, viéndose algunas veces en ciertas localidades tres ó cuatro juntas.

Según Hodgson este sifeoto no es monógamo ni polígamo, y los individuos de ambos sexos viven á corta distancia unos de otros. El período del celo comienza en junio; durante él se remonta el macho verticalmente por los aires batiendo con fuerza las alas; se detiene algunos

segundos, se eleva más, ensancha sus plumas y i luego baja para repetir la misma operación. Cuando se presenta una hembra baja las alas, extiende y levanta la cola, y hace los mismos movimientos que el pavo en celo. En esta época prefiere la hembra permanecer entre la espesura de hierbas, no siendo fácil desalojarla de allí; si un enemigo se acerca, agáchase al punto ó huye. Forma el nido en un lugar bien oculto, y deposita de dos á cuatro huevos, cubiertos de manchas más o menos obscuras sobre fondo aceitunado sucio; los hijuelos permanecen con su madre casi un año.

Este sifeoto vuela lentamente á impulsos de aletazos iguales, y no suele franquear un largo espacio de una vez. Cuando está sobre la tierra desnuda es prudente y tímido; aunque el peligro esté muy lejano huye y se oculta cuanto antes en las hierbas, donde es dificilísimo encontrarle. Su voz se la oye rara vez. Aliméntase principalmente de langostas, coleópteros, mariposas, etc., sin que esto impida que algunas veces devore lagartos, serpientes y escolopendras. Algunos autores afirman que también come granos y tallos y flores.

Su carne se aprecia mucho, y en las Indias se la considera como una de las más delicadas, por lo cual esta ave es muy perseguida. En los días de gran calor se la caza en elefante, y en ciertas localidades se sirven del halcón.

Existe en todo Bengala, al N. del Ganges, en ciertos puntos del Penyab, del Dacka, del Silhet y de Assam, hasta la falda del Himalaya.

SIFÍLIDE (de sífilis): f. Patol. Manifestación del vicio sifilítico en la piel ó en las mucosas. Algunos autores modernos, entre ellos Bréda (Manual práctico de enfermedades venéreas y sifilíticas, versión española del Dr. Carreras Sanchis, Madrid, 1889), han propuesto designar á las primeras con el nombre de sifilodermas.

I Las sifilides cutáneas ó sífilodermas se distinguen en precoces, intermedios y tardíos. Los intermedios aparecen, aproximadamente, unos diez meses después de la infección; los tardíos á los tres ó cuatro años y aun más tarde, indicando una infección que no es, hasta cierto punto, de las más graves. Sin embargo, á veces sobrevienen á las pocas semanas ó meses de la infección. Según su rapidez y gravedad, resultará en tales casos una sifilide maligna, ó, lo que es peor, galopante.

Los sífilodermas precoces apenas enrojecen la piel; los sucesivos forman eflorescencias, penetran en ella y la comprometen más y más. La intensidad, volumen, concentración y profundidad del infiltrado aumentan á medida que progresa la infección. De las formas más graves no se suele pasar á las leves; cada elemento eruptivo aparece a su tiempo, siguiendo un orden cronológico determinado; sin embargo, las manchas, y más aún las pápulas, pueden presentarse dos ó más veces. La presencia del virus en el organismo constituye la causa necesaria, eficiente, de estas erupciones. Con todo, hay circunstancias que pueden provocar ó agravar dichas manifestaciones; tales son: la pubertad, la preñez, el trabajo del parto, la reaparición de las reglas después de la lactancia, la menopausia, las emociones morales, el alcoholismo, los baños calientes, y más aun los sulfurosos, la viruela, la vacunación, la fiebre malárica, los desarreglos de diversa índole, etc.

Las eflorescencias elementales (así las llaman algunos autores) de los sífilodermas son las mismas que en las demás dermatosis. Como las escrofulosas, las sifilíticas tienen de común entre sí varios caracteres generales, á saber: 1.o el polimorfismo; 2.° un color cobrizo; 3.° la configu ración; 4.° la simetría; 5.° la topografía; 6. la falta de dolor, de prurito y de fiebre; 7.° el cronicismo. Cada una de las formas elementales posee además algún carácter propio que contribuye á distinguirla de las formas similares de otras enfermedades (dimorfismo).

La cronicidad de los sifilomas; la aparición, con cinco á diez días de intervalo, de elementos de una misma erupción; su aptitud para recidivar; la influencia que imprimen en su forma algunas localizaciones especiales... hacen que, en un mismo momento, en la misma persona, se puedan encontrar á la vez manchas, pápulas y pústulas, ó bien pápulas y tubérculos, ó tubérculos y gomas en tal ó cual estadio, aquí con tendencia resolutiva, allí con tendencia ulcerativa,

etc. Este polimorfismo simultáneo, lo mismo que el sucesivo, unidos á la cronicidad y á la falta de prurito, tienen una importancia clínica de primer orden.

Nicolás Massa, en una época (1532) en que la sífilis sembraba el terror por los pueblos cultos, reconoció en las dermatosis específicas un color malus. Falopio (1601) le comparó al de la carne de jamón, y más tarde Swediaur al del cobre. El color cobrizo no siempre es exactamente igual en todas partes, ni corresponde al de las diversas eflorescencias examinadas en el momento de su declinación, ni siquiera á los estadios más recientes de las formas graves desde el punto de vista anatomopatológico; pero lo han aceptado muchos autores y ha llegado á ser clásico.

En las erupciones muy difusas, generalizadas, los elementos eruptivos suelen estar dispuestos al acaso, sin orden: en las variedades papulosas que recidivan, en las pústuloulcerosas, y más aún en las tuberculosas, se agrupan en forma de círculos, elipses, curvas, ovoides, arcos de círculo unidos ó separados, herraduras, curvas poliédricas, figurando una S, etc. En las formas generalizadas no es extraño que, fijando un poco la atención, se encuentre aquí y allá cierta simetria; es raro que ésta falte en las pápulas húmedas. En las formas intermedias, en las tardías, no existe muchas veces ese carácter.

Las erupciones maculosas invaden principalmente los vacíos, el tronco y los puntos en que más delicada es la piel de las extremidades; las papulosas suelen infestarlo todo, tronco, miembros y cabeza, pero dominan en los confines del cuero cabelludo y en las alas de la nariz; son raras en el cuello, frecuentes alrededor del ano, etc. Las erupciones de pequeñas pústulas (acneicas é impetiginosas) prefieren la cabeza, las regiones cubiertas de pelos; en cambio las que se hallan caracterizadas por grandes pústulas (ectima) atacan sobre todo los miembros inferiores; las escamosas la palma de las manos y la planta de los pies; las pápulas húmedas son comunes alrededor y en las inmediaciones de los orificios naturales; las sifílides tardías invaden la nariz, los labios, el cuero cabelludo, las regiones esternal y clavicular, las nalgas y piernas (cerca de las articulaciones) mejor que los muslos. Sólo cuando la evolución de la dermatosis es muy rápida, y además en el momento de la descamación, si ésta es muy activa, suele haber prurito, en ocasiones leve. Si el prurito es intenso conviene buscar su explicación en tal ó cual dermopatía concomitante, especialmente en el prurito esencial, en la poca limpieza, en la profesión del individuo, etc. El dolor es todavía más raro que el prurito, pero se deja sentir cuando el sífiloderma ha sido provocado por inflamaciones, grietas, etc.; las ulceraciones precoces malignas y las ulceraciones serpiginosas duelen mucho en cier

tos casos.

La fiebre precede y acompaña á veces á la primera erupción general; también puede depender de la caquexia; en los demás casos no existe.

Un sifiloderma puede curar espontáneamente, bien sea maculoso, papuloso, seco ó tuberculoso, y más aún si el individuo se somete á una buena alimentación y á la higiene más exquisita. En cambio ciertas formas malignas exigen la pronta intervencion del médico para oponerse á la aparición de nuevas manifestaciones. De cualquier modo, las sifílides se disipan lentamente, como lentamente aparecieron. Algunas veces dejan en pos de sí una mancha pigmenta da, una cicatriz ó ambas cosas á la vez. Las cicatrices se distinguen por el sitio, forma, persistencia del color secundario en el punto en que se insertan á la piel sana, por la tendencia á hacerse delgadas y atróficas, etc. Las escamas de las erupciones sifilíticas son más finas, menos blancas, menos numerosas y relucientes que las de origen no sifilítico; su distribución y la infiltración que las rodea pueden indicar á qué enfermedad pertenecen.

Cualquiera que sea la manifestación sifilítica, no siempre es fácil diagnosticarla si no se la observa en varios de sus estadios. En el segundo período se manifiesta á veces una analgesia de la piel, que puede continuar en los casos en que ya se manifiesta durante la segunda incubación.

Los sífilodermas precoces aparecen en los primeros doce ó dieciocho meses. Predominan en tonces las formas maculosas, papulosas y pustulares, todas ellas con tendencia resolutiva. Las

formas intermedias son comunes en el segundo y tercer año; rara vez faltan las pápulas, siendo características las pústulas y los tubérculos. Unos y otros siguen manifestándose cuatro ó cinco años después de la infección, y á veces á veinte, treinta ó cuarenta años. Las pústulas del período intermedio, y mucho más las pústulas los tubérculos que se mezclan con formas del período terciario decidido, ofrecen marcada tendencia á destruir las papilas, el mismo cuerpo del corion y aun el tejido conjuntivo subya

cente.

Los tubérculos figuran generalmente entre las manifestaciones terciarias. V. TUBERCULO. Las manifestaciones sifilíticas en las mucosas pueden ser provocadas, y lo son á menudo, una ó varias veces, por irritaciones locales, pero también pueden surgir espontáneamente, es decir, por la sola fuerza de la infección. Todas ellas son secretorias; aumentan la producción catarral ó provocan la formación de pus: todas ellas son húmedas. Las sifilides mucosas y las manifestaciones cutáneas afines, situadas en las inmedia. ciones de los orificios naturales, son las que foEn las variedades pústuloulcerosas y tubércu- mentan y perpetúan en grado máximo esa llaga loulcerosas precoces malignas, la multiplicidad, social. Por sí mismas no provocan síntomas subel polimorfismo, causan bastante menos impre-jetivos dignos de mérito, pero se ulceran ó cubren sión que el aspecto general abatido, extenuado de detritus, de secreciones ó de hipertrofias; puedel sujeto, y la rapidez del trabajo ulcerativo, den disminuir la distensibilidad de la mucosa que en ciertos casos avanza en su camino, fo- que las padece y estrechar la luz misma del conmentado por un visible proceso gangrenoso. Si- ducto mucoso, hasta obstruirlo y dificultar el guen este curso lo mismo las pústulas que los paso de los productos fisiológicos ó anormales; tubérculos; unas y otros pueden ulcerarse, ora provocar inflamaciones vivas, hemorragias, trasfiguren como erupciones precoces, ora se decla- tornos funcionales, como la abolición de la voz, ren en el período de transición. del oído y del olfato; hacer que sean dolorosos los movimientos, etc.

Bréda (loc. cit.) admite la siguiente clasificación de los sífilodermas ó sifilides de la piel: 1.° maculoso ó eritematoso. 2.° Papuloso (papulas secas ó humedas). 3.o Vesicular y flictenular. 4. Pustuloso. 5. Tubercular; y 6.° Gomoso. La índole de este artículo, y el haber sido descritas en otra parte algunas de estas manifestaciones, impide entrar en mayores detalles.

Según Neumann (1885), los sífilodermas resultan de una proliferación de células redondas que comienza alrededor de los vasos. Es notable sobre todo ese fenómeno en los vasos de la capa superficial y del cuerpo papilar, pero también las arterias y las venas de las capas profundas y del panículo adiposo presentan alteraciones á veces considerables. Estas se acentúan cuando de la mancha se pasa á la pápula, al tubérculo y al goma. El pigmento se presenta bajo la forma de granulaciones finísimas, cuyo color varía del amarillo claro al rojo obscuro, envueltas por células inmigradas y por tejido conectivo.

II Las sifilides de las membranas mucosas tienen bastante analogía con las que aparecen en la piel; sin embargo, razones anatómicas por un lado, é irritaciones de diversa índole por otro, hacen que esta correspondencia falte algunas veces; así, sería inútil buscar en la piel las placas opalinas, y en cambio faltan por lo general en las mucosas el pénfigo, las vesículas y las pústu

las.

Bréda cree inoportuno comprender todos los elementos eruptivos de las mucosas bajo la denominación de placas mucosas, que abarcaría formas diversas; por el contrario, aconseja distinguir: 1.° Sifilides mucosas eritematosas. 2.° Erosivas. 3. Papuloerosivas. 4. Pápulohipertróficas. 5. Tuberculosas. 6.° Gomosas; y 7.° Ulcerosas.

El eritema maculoso ó difuso tiene color rojo obscuro que se destaca bruscamente en medio del normal de la mucosa. La superficie puede ser granulosa, desigual y con depresiones surcadas; algunas veces en los puntos que en estado sano son eminentemente papilares, como la lengua, se eleva la mucosa (placa lisa), pudiendo haber aumento en la secreción. El epitelio, modificado en su nutrición, puede descamarse ó bien cubrirse de plasma y de glóbulos purulentos, hacerse grueso, turbio, constituir manchas algo prominentes, ovoideas ó circulares, grises ó blanquecinas, como las que deja en una mucosa el toque con el lápiz de nitrato de plata (placa opalina).

En las formas erosivas suele haber caída del epitelio de la mucosa y eritema.

Las sifilides papuloerosivas, llamadas también pápulas mucosas ó pápulas húmedas, son infiltrados papulosos que carecen de epitelio y segregan. Cónicas, hemisféricas, planas, infundibuliformes, en forma de anillo, pueden elevarse por completo ó en parte sobre el terreno mismo del sifiloma.

Las sifilides pápulohipertróficas equivalen á púpulas desarrolladas exageradamente; la infiltración es más o menos considerable y abunda el epitelio; las papilas sufren en ocasiones una gran hipertrofia, se elevan y agrupan para constituir verdaderos papilomas en forma de hongo, de coliflor, etc. Las pápulas pueden deprimirse, y según su distribución y profundidad resultan escoriaciones y úlceras de diversa forma é importancia.

Las sifilides mucosas pueden ir acompañadas de sífilodermas diversos; otras veces existen solas.

Frecuentes en los orificios naturales y en las primeras vías, expuestas á irritaciones inevitables, suelen ser muy rebeldes, y siempre reclaman el tratamiento local y el general, higiénico y farmacológico. Interesan la boca, la faringe, el oído medio, la nariz, la mucosa de los órganos genitales, del intestino recto del ojo.

SIFILIS (de Siphylo, personaje del poema «De Morbo Gallico» de Jerónimo Fracastor): f. Enfermedad de origen venéreo, contagiosa, virulenta, específica y transmisible por herencia.

...: varias afecciones cutáneas, y la misma SÍFILIS, han perdido mucho de su brutal intensidad de trescientos años atrás.

MONLAU.

A otros (mozuelos) les da por la gloria, Como á aquéllos por la síFILIS, Nuevo linaje de buhos, Aunque blasonen de cisnes.

BRETÓN DE LOS HERREROS.

- SIFILIS: MAL VENÉREO.

- SIFILIS: Patol. Pocas enfermedades son tan frecuentes como la sífilis; pocas, acaso ninguna, producen tantos estragos al individuo que la padece, á su descendencia y á las personas con quienes se pone en contacto íntimo; pocas, en fin, han preocupado tanto la atención de médicos, legisladores y sociólogos.,

Es una afección general contagiosa, de curso crónico, caracterizada por un accidente primiti vo que aparece en el punto mismo en que se verifica el contagio, pápula ó induración, al cual suceden más tarde accidentes múltiples y variados en todos los tejidos de la economía, como manifestaciones de la infección general del orga nismo. Estos síntomas generales se han dividido, según el orden de su aparición, en accidentes secundarios, que consisten sobre todo en erupciones cutáneas no ulceradas, en afecciones de las mucosas y de los ganglios linfáticos, y accidentes terciarios, más tardíos, consisten en afeccioque nes cutáneas ulcerosas, de los huesos y de los órganos internos.

Como la transmisión se verifica, en la gran mayoría de los casos, por el coito, la sífilis se coloca entre las afecciones venéreas. Al principio de nuestro siglo, la palabra sífilis abrazaba aún todas estas afecciones y comprendía lo mismo el catarro virulento de la mucosa uretral y de la vagina, blenorragia ó gonorrea, que la úlcera virulenta designada con el nombre de chancro. Ricord fué el primero que estableció la diferencia específica entre la blenorragia y la sífilis; más tarde el mismo autor y sus discípulos demostraron que el chancro simple y la sífilis nada tienen de común, pues ambas enfermedades son debidas á virus diferentes. Después de largas luchas entre unicistas y dualistas, triunfaron definitivamente las doctrinas de estos últimos, por más que aún hay médicos, no muchos, que siguen siendo unicistas.

La historia de la sífilis comienza en los últimos años del siglo xv, en 1493 próximamente, es decir, cuando regresaron de América los primeros expedicionarios que capitaneó Cristóbal Colón. Sin embargo, algunos autores admiten

que la sífilis apareció en Europa mucho tiempo antes y que existía ya en la antigüedad y en la Edad Media. Liebermeister, en su preciosa obra de Enfermedades infecciosas, dice, ocupándose en este asunto: «Aparte de la falta de documentos auténticos ó bastante explícitos, pueden invo. carse otros argumentos contra la existencia de la enfermedad en Europa antes de los últimos años del siglo XV. Los cronistas que describieron la aparición de la sífilis en esa época están de acuerdo en considerar la enfermedad como completamente nueva, desconocida hasta entonces... Este hecho tiene gran importancia. Por poco que estemos al corriente del modo de vivir, costumbres, hábitos y relaciones sociales de la antigüedad y de la Edad Media, no cabe negar que, si hubiera existido la sífilis con sus caracteres especiales, tal como hoy la conocemos, no hubiera podido pasar inadvertida; por el contrario, se hubiera extendido rápidamente. La facilidad de las costumbres, la falta de precauciones en las relaciones sexuales, no podían menos de favore. cer el desarrollo de la enfermedad. >>

Por otra parte, el modo cómo se comportó la afección en Europa en los últimos años de la Edad Media, demuestra la influencia que hubieran tenido las condiciones sociales é higiénicas de aquella época sobre la extensión de la enfermedad. En menos de diez años penetró en todos los países civilizados, atacó á todas las clases de la sociedad, y la afección, desconocida hasta entonces, se convirtió en uno de los azotes más temibles de la humanidad. Puede, pues, afirmarse que, aunque las afecciones venéreas locales eran frecuentes en la antigüedad y en la Edad Media, es muy dudoso que la verdadera sífilis apareciera en Europa antes de 1493.

La sífilis, adquiriendo gran desarrollo, debía presentar necesariamente, en su primera apari ción, caracteres algo distintos de los que ofrece en la actualidad; era sobre todo mucho más contagiosa y mucho más maligna. Ciertos autores admiten que la enfermedad, en el transcurso de los siglos, llegó á modificarse especialmente; otros creen que la menor frecuencia y malignidad de la sífilis se debe á que los individuos, viviendo en el foco morboso, llegaron á adquirir cierto grado de inmunidad. Ni una ni otra opinión se fundan en argumentos serios. Quizás la mayor frecuencia de las formas graves, en época remota, se debe á la ignorancia acerca del tratamiento específico; en ciertos países, donde se conservan las costumbres primitivas, la sífilis es hoy tan común como lo era en todos los pueblos civilizados al principio del siglo XVI.

Corresponde ahora hablar de la etiologia. La sífilis sólo reconoce un origen: el contagio. El virus sifilítico es un contagio fijo, y se necesita el contacto inmediato para que ejerza su acción. Son puertas de entrada la superficie cutánea, siempre que existe una solución de continuidad de la epidermis; ó las mucosas, aun cuando estén intactas y no presenten ninguna alteración. El accidente primitivo y algunos secundarios, sobre todo los condilomas, las pústulas, las ulceraciones, están dotados de virulencia. Las secreciones morbosas de estos accidentes, inoculadas artificial ó accidentalmente, determinan la infección sifilítica. Cuanto á la virulencia de los accidentes terciarios, es una cuestión no resuelta todavía. La sangre contiene también el agente infeccioso y puede transmitir la sífilis por inoculación; en cambio la saliva, la orina, el sudor, las lágrimas y la leche de los sifilíticos no son virulentos. El agente contagioso no existe al parecer en los exudados accidentales y otros productos patológicos, al menos bajo su forma activa.

Ricord creía que sólo eran contagiosos é inoculables los accidentes primitivos, y consideraba los accidentes secundarios como no virulentos. Esta opinión se fundaba en el resultado negativo de muchas inoculaciones, pero inoculaciones que se practicaban en el individuo contaminado, en un punto cualquiera de la piel, pues el mismo Ricord, por un escrúpulo bien entendido, no quiso correr el peligro de inocular la sífilis á un individuo sano.

Posteriormente se han hecho numerosos experimentos para resolver la cuestión, y ellos han probado que los productos de los accidentes secundarios son inoculables y determinan una sífilis normal en un individuo libre de todo antecedente. Respecto á las afecciones terciarias, algu nos médicos han pretendido que no eran efectos directos del virus sifilítico, sino trastornos de

nutrición de los tejidos, consecutivos á la enfermedad. Según dicha opinión, los productos de este período no ofrecen nada de específico, no contienen el agente contagioso, ni son por lo tanto virulentos. Este punto particular merece nuevas investigaciones.

Como el punto de partida de la infección, en la mayoría de los casos, es el coito, pueden transmitirse al mismo tiempo otras afecciones venéreas, blenorragia, chancro blando, etc.; en tal caso, esas diversas afecciones, no sólo se desarrollan á la vez, sino que llegan á influirse recípro

camente.

El contagio se verifica á veces por otras vías; un niño sifilítico puede infectar á su nodriza al mamar, y por otra parte la nodriza puede transmitir la sífilis al niño que cría; los médicos y profesoras de partos están expuestos á contraer la enfermedad al practicar el tacto vaginal si tienen una ligera escoriación en su dedo. También se observa el contagio, de un modo indirecto, por el uso de un mismo vaso, instrumentos de música, vestidos, camas, retretes, instrumentos de cirugía, etc. Se han citado casos de propagación de la enfermedad á numerosos individuos por el intermedio de ventosas; finalmente, en ocasiones la vacuna ha servido de vehículo al virus sifilítico.

Los recién nacidos cuya madre es sifilítica pueden ser infectados durante el acto del parto ó poco tiempo después. La infección de la madre al niño se verifica quizás también durante la vida fetal; sin embargo, cuando la madre está sana en el momento de la concepción y es infectada durante el embarazo nada suele sufrir el feto, y esta inmunidad será tanto mayor cuanto más avanzada se encuentre la gestación al ocurrir el contagio. Si el padre ó la madre padecen sífilis en el momento de la concepción pueden transmitir la enfermedad al niño, y entonces resulta la sífilis hereditaria. Enseña la observación que la madre transmite la sífilis con más frecuencia que el padre. En los casos de sífilis larvada, y en aquellos en que no existe ningún accidente de los organos genitales, puede suceder muy bien que la madre esté sana, mientras que el nuevo ser presenta todos los signos de una sífilis hereditaria; el feto infectado de este modo suele morir pronto; así, los abortos repetidos deben hacer sospechar la existencia de la sífilis en uno de los esposos.

Otras veces el niño nace vivo, en ocasiones antes de término, y los síntomas sifilíticos sólo se presentan al nacer ó algún tiempo después. En ciertos casos el niño no ofrece nada de particular; y así, el que un niño esté sano no excluye la posibilidad de la sífilis en uno de los padres en el momento de la concepción. Puede suceder muy bien que algunos hijos de padres sifilíticos nazcan sanos y otros contaminados.

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duración primitiva. En la mayor parte de los casos no hay más que una pápula, rara vez dos ó más. En la piel se presenta bajo la forma de una eminencia plana, resistente al tacto, del tamaño y forma de una lenteja, y que gradualmente puede adquirir las dimensiones de una judía y aun más; está claramente separada de las partes inmediatas y da al tacto la sensación de un pequeño disco cartilaginoso. Si el punto en que aparece está bien protegido contra toda causa de irritación ó roce, la pápula puede no ulcerarse; sólo sobreviene una ligera descamación epidérmica: el centro de la pápula segrega un poco de líquido que se deseca y forma una costra delgada; en cambio otras veces existe en el vértice de la pápula una pequeña escoriación que profundiza y se ulcera poco a poco.

Esta ulceración difiere del chancro simple en que no tiene bordes cortados á bisel, ni fondo anfructuoso, ni tendencia á extenderse en superficie y profundidad, si bien en circunstancias excepcionales (irritaciones incesantes de la parte ó existencia de un estado caquéctico) la úlcera puede constituir una lesión local grave y hasta Îlegar á gangrenarse. En la mucosa del prepucio, ó en el surco balanoprepucial, el accidente primitivo suele limitarse á una vesícula que, al abrirse, deja una erosión ó ulceración superficial, cuya base se endurece.

En las mujeres el accidente primitivo reside las más veces en la cara interna de los labios mayores o menores, en la comisura posterior ó en la vagina, y la induración suele ser menos marcada. Preséntase casi siempre bajo la forma de una placa delgada, apergaminada, que se escoria en la superficie, y que ora desaparece rápidamente, ora se transforma en un condiloma por hipertrofia papilar. En el hombre la induración puede provocar la hinchazón del prepucio, y como consecuencia el fimosis y el parafimosis.

El accidente primitivo, chancro ó úlcera sifilítica, tiene duración muy variable. La resolución puede ser completa desde la sexta semana, pero otras veces se prolonga dos ó cuatro meses y aun más. En ocasiones la ulceración recidiva en el mismo punto, después de haber desaparecido por completo. Sólo se observan cicatrices en los casos en que ha habido ulceración, y las dimensiones de esta cicatriz se hallan naturalmente en relación con la úlcera primitiva; entonces sólo queda una mancha pigmentaria redondeada, de la piel. Con frecuencia se observa, poco después de aparecer la pápula, una ligera tumefacción de los ganglios linfáticos inmediatos. Cuando el accidente primitivo se encuentra en las partes genitales sufren los ganglios de la ingle, en uno solo ó en ambos lados. El infarto de los ganglios corres pendientes es signo de gran valor para el diagnóstico cuando el chancro reside en un punto anormal; esta adenitis (al contrario de lo que sucede en la del chancro simple) no ofrece ten

La receptividad para la sífilis es, por decirlo así, universal. La cuestión de la inmunidad conferida por un primer ataque no está comple-dencia á supurar y es indolente. tamente resuelta; sin embargo, recientes inves tigaciones tienden á demostrar que dicha inmunidad sólo es temporal y relativa, citándose casos de recidiva cuya autenticidad nada deja que desear. Las tentativas de inoculación de la sífilis á los animales sólo han dado hasta ahora resultados inciertos; por el contrario, se ha hecho con buen éxito la inoculación del chancro simple á los monos.

Si sobreviene en el mismo punto una doble infección (infección sifilítica y venérea) los dos procesos se desarrollan á la vez, uno al lado de otro, con relativa independencia.

No se conoce aún el microbio de la sífilis, pues los hongos y bacterias encontrados y culti vados por diversos observadores (Salisbury, Hallier, Klebs, Birch-Hirsfeld), lo mismo que los corpúsculos análogos á los micrococos encontrados en la sangre (Lostorfer) no pueden considerarse como causa específica de la afección.

La incubación dura bastante tiempo; el accidente primitivo suele aparecer tres ó cuatro semanas después del contagio.

Los síntomas del primer período son puramente locales y se limitan á los puntos por donde se ha verificado la infección, y, cuando más, á los ganglios linfáticos inmediatos. El accidente primitivo se declara en el mismo punto en que se ha depositado el virus, es decir, casi siempre en las partes genitales, pero también en en otras regiones de la piel ó de las mucosas fácilmente accesibles. Por lo general, á las tres ó cuatro semanas del contagio, rara vez más tarde ó más temprano, aparece al nivel del punto contaminado una rubicundez circunscrita y luego un tuberculito plano, que se llama pápula ó in

La simple pápula puede pasar completamente inadvertida, sobre todo cuando sigue su evolución sin ulcerarse: esto ocurre á menudo en la mujer, y también en los hombres sucios ó despreocupados, y así se explica que en algunos casos parece que la enfermedad comienza por los accidentes secundarios. Aun cuando exista un verdadero chancro, puede suceder muy bien que la induración, que aparece más tarde, algunas veces después de la cicatrización, escape á la observación del médico. Por otra parte, no hay que olvidar que los bordes y fondo de un chancro simple pueden presentar cierta resistencia, cierta dureza especial al tacto (induración inflamatoria), que suele alarmar al médico, aunque nada tenga de común con la induración sifilítica.

Para los médicos que no tienen gran experiencia en las afecciones venéreas, el diagnóstico del chancro simple y del chancro complicado con induración sifilítica presenta á menudo grandes dificultades, y hay casos en los cuales, aun los mas autorizados en la materia, no pueden resolver en definitiva y tienen que reservar su diagnóstico hasta que aparezcan los accidentes ulteriores. En los casos en que se ha creído ver la sífilis constitucional como consecuencia de un chancro blando, es muy posible que pasara inadvertido el accidente primitivo.

Desde el principio de la afección primitiva hasta que aparecen las primeras manifestaciones del período secundario transcurre un intervalo de seis à siete semanas (segunda incubación). Los primeros signos de generalización de la enfermedad aparecen, pues, por término medio, unas diez semanas después del contagio, pero la duración puede ser mayor ó menor. En este período la enfermedad no influye sobre el estado general; cuando más, se observan algunos signos de anemia y cierto malestar. Antes de que aparezcan los primeros síntomas constitucionales suele observarse un movimiento febril, que generalmente se limita á un simple acceso de corta duración: otras veces dura mucho bajo la forma de fiebre continua, y hasta puede convertirse más tarde en fiebre remitente. La elevación de temperatura es poco considerable; sin embargo, en ocasiones llega á 40°.

Los accidentes del período secundario se limitan á la región infecta. El agente morboso, durante la segunda incubación, ha penetrado en la sangre, extendiéndose por toda la economía. Como consecuencia de esta generalización se desarrollan al mismo tiempo en diferentes partes del cuerpo afecciones locales, primeras manifestaciones de la sífilis constitucional. Los síntomas más característicos de este período secundario son: las adenitis múltiples, diversas afecciones cutáneas, que se han denominado sifilides (Alibert), afecciones catarrales y ulcerosas, y por último vegetaciones de la piel y de las mucosas (condilomas, placas mucosas).

Las adenopatías postcervical y cubital son características, porque no hay otras causas que puedan provocar el infarto de dichos ganglios; en una época más tardía obsérvanse también adenitis locales análogas á las que acompañan al accidente primitivo. Las erupciones suelen comenzar por una sifilide maculosa, la roséola; en el pecho, vientre y otras partes del cuerpo aparecen manchas rojas, del tamaño de una lenteja y que al principio se disipan por la presión; los bordes no está bien limitados y se confunden con los de las manchas vecinas, de modo que forman una rubicundez difusa, más visible á cierta distancia que de cerca. La roséola desapa rece en ocasiones al cabo de algunas semanas; otras veces dura más tiempo y se transforma en una erupción distinta, que á su vez toma más tarde los caracteres de roséola. Cuando, al nivel de las manchas, la piel presenta pequeñas elevaciones, la roséola se llama papulosa; en otros casos esta sifilide papulosa aparece desde luego, sin ir precedida de roséola. Si las pápulas son pequeñas y se desarrollan sobre todo al nivel de los folículos pilosos se designa el exantema con el nombre de liquen sifilítico; si son más gruesas, del tamaño de una lenteja próximamente, resultará la sifilide lenticular. Si estas eminencias se cubren de delgadas escamas el exantema se llama soriasis sifilítico, por más que sea muy remota la semejanza con el soriasis verdadero, no sifilítico.

Algunas veces preséntanse las sifílides bajo la forma de pústulas, con contenido purulento. Cuando la supuración se observa sobre todo al nivel de las glándulas sebáceas resultará el acné ó impetigo sifilítico; si las pústulas son pequeñas y la ulceración profunda se dice que hay ectima salitico, forma de transición entre los accidentes secundarios y los terciarios. Lo mismo sucede con la rupia, que aparece en el límite de am. bos períodos. Dicha erupción se halla caracteri zada por costras gruesas, redondeadas, del tamaño de una peseta á un duro, y de color sucio moreno. Las costras están formadas por una serie de laminillas sobrepuestas. Comienza la afección por una pústula ó flictena que, al secarse, se cubre de una costra (V. RUPIA). Generalmente, hay varias apariciones sucesivas de rupia, sobre todo en los miembros, y algunas veces en el tronco y en la cabeza.

Los exantemas sifilíticos son casi siempre bas tante fáciles de distinguir de las erupciones no sifilíticas, si se buscan los signos diferenciales, menos en ciertos caracteres llamados patognomonicos que en el desarrollo y marcha general de la afección. Así, el color rojo cobrizo, que se ha considerado característico de las erupciones sifilíticas, y que se debe simplemente á una pigmentación de la piel por la materia colorante de la sangre alterada, suele observarse en erupcio. nes de distinta índole. Del mismo modo, la tendencia de las erupciones sifilíticas á agruparse

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en círculo, no es especial de dicha enfermedad. Por el contrario, en ciertas circunstancias tiene gran valor para el diagnóstico el sitio que ocupa el exantema, por ejemplo el soriasis; la erupción que aparece en la frente, por debajo de la raíz de los cabellos, es muy conocida con el nombre de corona de Venus. Más valor tiene la falta de comezón en las erupciones sifilíticas. Mucho más importantes que todos esos caracteres son: la marcha general de la erupción, la tendencia á convertirse una forma en otra, la existencia simultánea de muchos tipos, afecciones maculosas, papulosas, pustulosas, que se presentan unas al lado de otras; el polimorfismo, en una palabra, de los exantemas. Por último, podrá sospecharse la naturaleza sifilítica de una erupción cuando presente algo de anormal en su curso y en su aspecto. El diagnóstico se confirmará si al mismo tiempo existen otros fenómenos.

Los accidentes secundarios de las mucosas guardan cierta relación con los de la piel. Por lo general están diseminados en las diversas mucosas, rara vez localizados á una de ellas. La mucosa de las fauces, uno de los sitios predilectos de estos accidentes, suele presentar los signos de una inflamación catarral, con tumefacción, rubicundez de la supeificie, infarto de las amígdalas: es la angina sifilítica, que no se distingue por ningún carácter especial de la angina simple. La inflamación se extiende algunas veces á la mucosa de la boca y a la de la laringe; más tarde aparecen en el velo del paladar y en las amígdalas erosiones superficiales que, en ciertos casos, se convierten en verdaderas ulceraciones cada vez más profundas, y pueden determinar pérdidas de substancias considerables en las amígdalas y la destrucción de todo ó parte del velo palatino. También se observan ulceraciones análo gas en la laringe y las primeras vías respiratorias. En la laringe estas ulceraciones provocan ronquera y afonía, y pueden ser punto de partida de una pericarditis ó un edema de la glotis. En la tráquea y bronquios pueden dar lugar á una estenosis cicatrizal más o menos considerable.

Los condilomas ó vegetaciones son afecciones características del período secundario y aparecen casi siempre algún tiempo después de la roséola. Se hallan constituídos por el desarrollo hipertrófico de las papilas dérmicas, desarrollo que se observa sobre todo en las regiones de la piel, en que la epidermis, bañada á menudo por las secreciones, ésta en cierto modo macerada. En el hombre aparecen principalmente en las inmediaciones del ano, en las nalgas y en el escroto; en la mujer en los grandes labios, en las inmediaciones de las partes genitales y del ano, en el surco inframamario, etc. También se ven en el ángulo de la boca, en la cavidad axilar, entre los dedos del pie, en la piel del vientre; en una palabra, en todas las partes cuya piel, en contacto con ella misma, suele estar húmeda.

En las mucosas, las vegetaciones se designan con el nombre de placas ó chapas mucosas: aparecen sobre todo en la mucosa de los labios, en los bordes y superficie de la lengua, en la bóveda palatina, velo del paladar y otras regiones de la mucosa bucal y faríngea, en la nariz y laringe, en la vulva y vagina. Lo mismo que los condilomas de la piel, pueden ser invadidas por la ulceración y transformarse en una úlcera condilomatosa profunda.

El diagnóstico entre las vegetaciones sifilíticas y las que no lo son es fácil en la mayoría de los casos; sin embargo, la mayor parte de los caracteres que quedan expuestos sólo tienen valor relativo. Así, ocurre a menudo en las mujeres que los condilomas no sifilíticos del perinco y contorno del ano se extienden por una gran superficie de la piel y descansan sobre una aucha base. Por otra parte, los condilomas sifilíticos que se desarrollan en el surco interglúteo pueden presentar el aspecto de los condilomas acuminados, en virtud de la compresión á que se hallan sometidos. Las vegetaciones no específicas, cuando se encuentran en contacto permanente con líquidos acres ó cuando sufren irritaciones mecá nicas, pueden ulcerarse y rezumar un líquido; por otra parte, los condilomas sifilíticos preservados de toda irritación ó tratados localmente y por la medicación específica ofrecen una superficie seca. Es fácil, pues, equivocar el diagnóstico si no se tienen en cuenta todas las circunstancias. El tratamiento podrá en ciertos casos aclarar el diagnóstico, porque la medicación mercurial hace desaparecer rápidamente las vegetacio.

nes sifilíticas y no tiene ninguna influencia sobre las demás.

La iritis sifilítica (V. IRITIS) es también accidente propio del período secundario. Puede presentarse en un período bastante precoz, y, como la iritis ordinaria, se halla caracterizada por un estrechamiento y deformidad de la pupila, vivos dolores y fotofobia. Otra variedad de iritis, con formación de ciertos tubérculos amarillentos en las inmediaciones de la abertura pupilar, pertenece á un período más tardío y es más bien accidente de transición entre el período secundario y el terciario.

La coroiditis sifilítica, y sobre todo la forma diseminada, que, al menos en algunos casos, se halla en relación con la enfermedad sifilítica, lo mismo que ciertas afecciones de la retina, pertenecen al período secundario tardío ó al período terciario precoz.

Al período terciario se refieren las afecciones ulcerosas de la piel con tendencia invasora y destructiva, las afecciones graves del periostio y de los huesos, y por último las de los órganos internos. El límite entre las afecciones secundarias y las terciarias es algo indeciso, y hay ciertas manifestaciones que lo mismo pueden incluirse en uno ú otro de estos períodos. El desarrollo de tumores granulares (Virchow), designados con el nombre de gomas ó de sifilomas (E. Wagner), es uno de los caracteres más salientes del período terciario. V. SIFILOMA.

Todas las afecciones cutáneas terciarias ofrecen marcada tendencia á la destrucción de los tejidos, á la ulceración. Desde ese punto de vista, las pústulas del ectima y de la rupia pueden colocarse entre los accidentes de este período; pero como se presentan en una época relativamente precoz y no suelen coexistir con los gomas, se los clasifica entre las afecciones secundarias. En cambio los tubérculos sifilíticos de la piel pertenecen indudablemente á los accidentes terciarios. V. SIFÍLIDE.

Las afecciones sifilíticas de los huesos pertenecen sin duda al período terciario. Verdad es que en el secundario, y aun durante la fiebre de invasión, se observan á veces dolores terebrantes que el enfermo localiza en los huesos, y que se pueden observar asimismo en esta época formas leves de periostitis; pero las afecciones graves del periostio y de los huesos, sobre todo la formación de gomas, sólo se observan en el período terciario. Los dolores violentos en los huesos, llamados osteócopos, se observan principalmente en las afecciones profundas del periostio y do los huesos; presentan la particularidad de aparecer por la noche y calmarse á la madrugada; este alivio suele ir acompañado de sudores.

La periostitis sifilítica interesa á menudo los huesos situados inmediatamente por debajo de la piel, los del cráneo, la tibia, los huesos del codo, la clavícula y el esternón, pero también se observa en otros huesos. En ciertos casos la periostitis termina por resolución pura y simple; otras veces el periostio es invadido por la osificación, se forman elevaciones óseas, focos circunscritos constituídos por exóstosis ó hiperóstosis. Estas pueden ser origen de graves trastornos funcionales.

Otras veces el virus sifilítico provoca una osteomielitis gomosa que se desarrolla, bien bajo la forma de tumor circunscrito, con hinchazón considerable del cuerpo del hueso, bien bajo la de infiltración difusa. El tejido granuloso de nueva formación invade entonces el conducto medular, provoca la atrofia del tejido óseo y la caries seca. En la cara interna de los huesos del cráneo se desarrollan á veces osteofitos y exóstosis; por otra parte, las gomas de la duramadre pueden producir también, por la compresión que ejercen, el enrarecimiento del tejido óseo. En ciertos casos la afección ósea es consecuencia de la extensión del proceso ulcerativo y destructor que ha interesado los órganos vecinos; así, los huesos de la nariz y de la bóveda palatina pueden ser invadidos por la ulceración de la mucosa subyacente. La osteitis, lo mismo que los tumores gomosos, van seguidos de necrosis ósea y de la producción de secuestros que son eliminados por supuración.

Las afecciones terciarias viscerales consisten, por una parte, en la proliferación difusa del tejido conjuntivo intersticial; por otra, en la formación de gomas. En el hígado, por ejemplo, nótase una proliferación del tejido conjuntivo interlobular, que algunas veces es difícil distin

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