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SUFIO: m. Zool. Género de insectos del orden de los coleópteros, familia de los ditíscidos, tribu de los colimbetinos. Los caracteres más no

consecutivas salen del agua y se meten en el
suelo, dispuestas a sufrir su metamorfosis. Las
larvas, lo mismo que el insecto perfecto, poseen
un par de estigmas en la extremidad del octavo
y último segmento abdominal, muy cerca de la
abertura anal; estos estigmas son los que toman
provisión de aire cuando el animal sube á la su-
perficie.

Este género no contiene más que dos especies,
descritas por M. Aubé, que son de pequeño ta-
maño y propias de América. Una de ellas es el
Suphis cimicoides, originaria del Brasil y de Ca-
yena, y la otra el Suphis gibbulus, de los Esta-
dos Unidos.

SUFISMO (de sufi): m. Doctrina panteística mística entre los mahometanos, principalmente

en Persia.

SUFLACIÓN (del lat. sufflatio): f. ant. SOPLO; acción, ó efecto, de soplar.

SUFLAR (del lat. sufflāre): a. ant. SOPLAR. SUFLI: Geog. V con ayunt., p. j. de Purchena, prov. de Almería, dióc. de ídem; 982 habitantes. Sit. al N. de la sierra de Filabres. Terreno montuoso; cereales, vino, legumbres y fru tas; cría de ganados; fab. de aguardientes. SUFOCACIÓN: f. SOFOCACIÓN.

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SUFOLQUIENSE (de Suffolk, n. pr.): adj. Geol. Dícese de un subpiso ó formación que forma parte del piso astiense, ó sea de la tercera época del período ó terreno plioceno, dentro de la era de los terrenos terciarios, hallándose limitado superiormente por el piso arnusiense y descansando sobre las formaciones del piso plaisan. ciense, ambas incluídas en el sistema plioceno, y correspondiente al desecamiento de la cuenca del Ródano y al establecimiento de un régimen fluvial perfectamente marcado. Ha recibido el nombre de la formación más clásica y que puede servir de tipo para su estudio, que es la del Red crag ó crag rojo de Suffolk, y que está constituído por arenas cuarzosas ferruginosas de 8 á 12 m. de espesor en capas generalmente inclinadas y conteniendo huesos timpánicos de la Balena smarginata, algunos dientes de Carcharodon y de Myliobates, á los que se unen algunos moluscos, tales como el Fusus contrarius, Voluta Lamberti, Purpura tetragona, Nassa granulata y Pectunculus glycimeris. Más de la mitad de las especies son comunes con las del denominado crag blanco, y en su base está formado por un lecho lleno de restos fosfatados, en el cual abundan los dientes de tiburones, las vértebras de peces

tables de este género de insectos son los siguien-
tes: diente medio del menton corto y redondea-
do, el último artejo de los palpos labiales de la
longitud del precedente, un poco arqueado y
fusiforme; el de los maxilares tan largo como
los tres anteriores reunidos, bífido en su extre-
midad; el labro declive, redondeado por delante
y estrechamente escotado en su mitad; la cabeza
ancha; el epistoma truncado por delante; los
ojos poco salientes; las antenas muy largas, muy
delgadas y setáceas; sus dos primeros artejos más
gruesos que los otros; el protórax muy corto y
Tobulado en medio de su base; élitros ovalados
poco convexos; patas anteriores é intermedias
poco robustas; los tres primeros artejos de los
tarsos ligeramente ensanchados en los machos y
provistos por debajo de algunas cúpulas muy
grandes, patas posteriores robustas y comprimi-
das; tibias notablemente más cortas que los fé-
mures; tarsos largos; los cuatro primeros artejos
provistos por debajo de un apéndice dirigido
hacia atrás, de donde resulta un surco incomple-
to y lleno de pestañas; las uñas de estos tarsos
desiguales; el apéndice coxal poco pronunciado y los huesos de cetáceos: pero muchos de estos
rectamente cortado por detrás; el prosternón muy restos provienen de la alteración de la arcilla de
estrecho y comprimido, terminado posteriormen. Londres, sobre la cual descansan, encontrándose
te en una punta aguda; el cuerpo ovalado y algo también en este curioso subpiso restos de Hip-
deprimido. Toda esta organización está admira-parion, Equus plicidens, Mastodon arvernensis,
blemente adaptada al género de vida de estos
insectos, que viven únicamente en las aguas dul-
ces, y de preferencia en las que están estancadas.
La respiración no es necesaria más que á largos
intervalos; se les ve subir á la superficie del
agua, emergen la parte posterior de su cuerpo, y
después penetran en el agua llevando consigo
una buena provisión de aire. Durante la prima-
vera muchos salen del agua; su vuelo va acom-
pañado de cierto ruido muy agudo. La cópula
de los dos sexos tiene lugar en la primavera.
Los huevos son alargados, cilíndricos y se abren
al cabo de doce ó quince días. Las larvas son
ágiles y muy voraces; su alimento consiste en lar-
vas de otros insectos y hasta de su propia espe
cie, y en moluscos acuáticos, de los cuales sacan
la sangre con el auxilio de sus mandíbulas. Des-
pués de haber cambiado de piel por tres veces

Elephas meridionalis y Sus antiquus.

En Bélgica está representado este subpiso por las capas que forman las arenas con Trophon antiquus; en la parte septentrional de Francia, especialmente en el Cotentin, donde se caracte riza por los fósiles del género Nassa; en la cuenca del Ródano pertenecen á estas formaciones las arenas de Mollón y de Treboux y la toba de Meximieux, así como las margas caracterizadas por el Pyrgidium Nodoti. En el Languedoc y el Rosellón existen también formaciones sufolquienses, representadas por las arenas amarillas de Montpellier con Ostrea cucullata, y las arenas de Mastodon arvernensis, que abundan en el Kosellón. En los Alpes marinos representan este subpiso las capas superiores de Cannes y de la Colle. En el plioceno italiano constituyen estas formaciones las margas de Mastodon arvernensis

del valle del Arno, y además las arenas amarillas del Astesán y algunos puntos de Toscana, hallándose por último representando este subpaso en la Europa oriental por las capas llamadas de vivíparos de Rumanía.

Más importante aún que geológicamente es el aspecto paleontológico y prehistórico de la formación de Suffolk, por haberse discutido la existencia del hombre o de sus restos en sus estratos. En la sesión del 8 de abril de 1872, celebrada en el Instituto Antropológico de la Gran Bretaña, el antropólogo Charlesworth presentó dientes de un escualo del género Carcharodon procedente del piso astiense del crag rojo de Suffolk; hállanse estos dientes agujereados en la base, y el autor creía que era debida la perforación al trabajo humano, análogamente à los practicados por los insulares del Mar del Sur con los dientes de pescado que fijan sobre sus armas para hacerlas más dañinas, siendo también de esta opinión el gran anatómico Owen, que realizó un atento estudio de dichos dientes. Los citados agujeros no son parecidos á las perforaciones producidas por ciertos moluscos, tales como las folas y las saxicavas, así como por los agujeros hechos por algunas esponjas, tales como los cliones y algunos anélidos como las teredinas; además fueron hechos en la misma época de la formación del terreno, pues varios contienen en su interior materias calizas depositadas por las aguas de aquella época. La anterior manera de ver ha sido aprobada por Collyer, considerando que las perforaciones son irregulares y presentan un bisel en los bordes, y además ocupan el centro de la parte basilar del diente, es decir, una posición tal que los dientes agujereados han podido fácilmente ser fijados á los mangos de las armas ó formar parte de un collar. Los habitantes de las islas Sandwich y de Nueva Zelanda emplean para los mismos usos dientes de tiburón agujereados de la misma manera, no pudiendo citarse ejemplo alguno de antozoarios que vivan en la substancia dental, ni tampoco se ha afirmado por nadie hasta el día que los dientes de los escualos estuvieran sujetos á la

caries.

A pesar de las anteriores afirmaciones, M. Cobbold cree que las perforaciones son obra de un antozoario análogo al género Nematogothrium filarina, que vive en las cavidades branquiales de una especie de Sciena. Otra opinión es la de M. Whitaker, que, fundado en las dimensiones variables de las perforaciones y en su particular situación, las ha considerado como producto de la descomposición de la raíz del diente, y aun este autor y Carter Blake suponen que la caries puede haber agujereado la ósteodentina.

El geólogo Hughes ha resumido toda la discusión demostrando que las aberturas de los dos lados del diente no se correspondían exactamente, y que en algunos ejemplares la perforación es incompleta, siendo este un hecho capital, sobre todo si se une al que afirma haberse encontrado perforaciones análogas en huesos pertenecientes á depósitos más antiguos, tales como las areniscas verdes y los terrenos secundarios, en los cuales es imposible suponer la existencia del hombre. Debe afirmarse, por tanto, que las perforaciones de los dientes del crag y de Suffolk pueden atribuirse á litodomos, á gasterópodos ó á espongiarios, ayudadas posteriormente por la descom posición del hueso, habiendo sido confirmada esta demostración por el célebre antropólogo Busk en la discusión tenida en el Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistóricas de Bruselas.

SUFRAGÁNEO, NEA (de sufragar): adj. Dependiente de una persona á cuya jurisdicción pertenece.

Urbano segundo pasó la silla episcopal de Iria à Compostela, y la sacó de la sujeción del metropolitano de Braga, de quien era an tes SUFRAGANEA.

AMBROSIO DE MORALES.

- SUFRAGÁNEO. V. OBISPO SUFRAGÁNEO. SUFRAGANO, NA: adj. ant. SUFRAGANEO. Usáb. t. c. s. m.

SUFRAGAR (del lat. suffragāri): a. Ayudar ó favorecer.

Digo bien dotado (el Montepio), porque de otro modo no podrá SUFRAGAR á las necesi dades de una ciudad tan populosa como Se villa, etc.

JOVELLANOS.

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SUFRAGIO (del lat. suffragium): m. Ayuda, siete, nueve, treinta ó cuarenta días, según la

favor ó socorro.

Cenas matan los hombres, yo no ceno, Ni ladrón, ni heredero me atribula, Huevos me dan SUFRAGIOS de la bula, Mas no la bula sin SUFRAGIO ajeno. QUEVEDO.

-SUFRAGIO: Cualquier obra buena que se aplica por las almas de los difuntos que estan en el purgatorio.

... ahí se hace alusión al agua bendita, la cual, como usted sabe, es uno de los SUFRA

costumbre de cada país; pero lo más general, y
que se conserva todavía, era celebrarlo ai cum-
plirse el año de acontecer la defunción.
La oración, limosna y ayuno es otro de los
medios que se emplean desde la más remota an-
tigüedad en favor de los difuntos, cuyos medios
están reconocidos y recomendados por la Iglesia,
como que se hallan fundados en la fuente más
importante del Derecho canónico, que es la Sa-
grada Escritura.

El Sumo Pontífice, en virtud de la potestad de las llaves que le está concedida, y en el deseo GIOS más provechosos para las benditas áni- plenaria aneja á un altar, que por esto se llama de favorecer a los difuntos, concede indulgencia

mas del purgatorio.

ISLA.

Rezando un SUFRAGIO por las almas de sus compañeros ahogados, les dieron un vale eterno, y volviéronse á sumergir en su negra me. lancolía.

QUINTANA.

- SUFRAGIO: VOTO; parecer ó dictamen explicarlo en una congregación ó junta en orden á la decisión de un punto ó elección de un sujeto; y el que se da sin fundarlo, diciendo simplemente sí ó no, ó por medio de bolas, etc.

Se habla mucho de sucesores para las dos secretarias, pero no se atina con señalar uno que reuna la mayor parte de los SUFRAGIOS, JOVELLANOS.

privilegiado, en el que haya de celebrarse el san-
to sacrificio de la misa, cuya gracia, según la
mente del que la concede, libra de todas las pe-
nas del Purgatorio; pero su efecto mayor o menor
pende en un todo del beneplácito y aceptación de
la misericordia divina. Esto depende de que es-
tas indulgencias recaen sobre sus súbditos, y por
esta razón se les aplican á manera de sufragios.

Los sufragios hechos en favor de los difuntos han de reunir por parte del que los hace las condiciones siguientes: 1.° Que tenga intención de aplicarlos en favor de otro, ó sea del difunto ó difuntos, porque de otro modo cederá en beneficio propio por ser obra suya. 2.° Que la obra practicada sea voluntaria. 3.° Que se halle en estado de gracia, cuya condición es de necesidad tratándose de obras á las que no va anejo el que produzcan su efecto, independientemente de las cualidades del sujeto, como el sacrificio de la misa. Respecto á las personas por quienes se aplican, es de necesidad que se hallen en estado de gracia. En este supuesto los sufragios aprove -SUFRAGIO: Dro. can. Esta palabra procede chan á los difuntos, siempre que éstos no se de la latina suffragari, y significa ayudar á al-hallen en estado de pecado mortal, y se hallen, guno; lo cual puede verificarse, ya rogando por en su consecuencia, pagando en el Purgatorio la el, ya pagando por él las penas debidas, trasla pena debida por los pecados ya perdonados en dando las propias satisfacciones en beneficio cuanto á la culpa. suyo. Se entiende por sufragio, según Gómez de Salazar, á quien seguimos, la traslación de las

En los países que tienen establecido el su FRAGIO universal, puede haber cierta apariencia de justicia en reclamar el voto para las mujeres; etc.

MONLAU.

satisfacciones de uno en poder de otro, pudiendo también definirse como los auxilios espirituales por medio de los cuales la Iglesia socorre á sus individuos, ó sufraga por ellos en orden á la sa. tisfacción.

Los sufragios pueden ser públicos y privados. Los primeros se ofrecen en nombre de la Iglesia por sus ministros. Los privados son las obras piadosas practicadas por los fieles, como personas particulares.

La mancomunidad de la oración no se acaba con la vida de este mundo, y por esta razón, aunque los vivos deben sentir la muerte de los arrebatados de sus brazos, no les está bien abandonarse como los gentiles á un dolor sin límites, y menos aún el manifestarlo con pomposas vanidades, porque curatio funeris, conditio sepulturæ, pompa exequiarum, magis vivorum solatio sunt, quam subsidia mortuorum; así que debe tenerse presente respecto á este punto: 1.° Que los fieles pueden rogar á Dios y satisfacer unos por otros. 2.° Que las almas de los difuntos ruegan y piden á Dios por los que viven en este mundo. 3. Que los sufragios de los vivos apro. vechan á los difuntos para satisfacer á Dios por las penas temporales que aún tienen que pagar en la otra vida, ó sea el purgatorio; así que el concilio de Trento enseña de nuevo esta verdad dogmática contra los protestantes.

Las especies de sufragios por los difuntos pueden resumirse en los siguientes: Missa pro defunctis. Las misas por los difuntos se celebran á fin de que sirvan de refrigerio á las almas del Purgatorio para que sean sacadas de allí y conducidas á la patria celestial. Officium defunctorum. Desde los primeros tiempos se halla establecido un oficio especial por los difuntos. Se llevaban sus restos mortales á la iglesia la víspera del entierro, y se empleaba la noche en recitar himnos y salmos, hasta que llegado el día se celebraba el santo sacrificio, durante el cual se hacían oblaciones por el finado. Las oraciones usadas primitivamente se han conservado en el

oficio de difuntos con el mismo nombre que tenían; pero ni el oficio ni la misa se acostumbraban á celebrar de cuerpo presente, sino después del entierro ó ante un catafalco. El oficio de difuntos, establecido por la Iglesia para encomendar á Dios las almas de los finados, á fin de que pasen á gozar cuanto antes de la eterna bien

-SUFRAGIO: Pol. V. ELECCIÓN.

de plantas (Suffrenia) perteneciente á la familia
de las Litrariáceas, cuyas especies habitan en el
Norte de Italia, y son plantas herbáceas, casi
sencillas, delicadas, con las hojas opuestas, elíp-
ticas, sentadas, enterísimas, y las flores axilares,
loso-acampanado, provisto en su limbo de ocho
solitarias, sentadas y blanquecinas; cáliz tubu-
dientes alternos, los cuatro exteriores muy pe-
queños y los cuatro interiores aovados, agudos
y casi erguidos; corola de cuatro pétalos insertos
en la parte superior del cáliz, opuestos á los
dientes menores de éste, muy pequeños y caedi-
zos; dos estambres insertos en el tubo calicinal,
opuestos entre sí é incluídos, con los filamentos
filiformes, y las anteras introrsas, biloculares,
con óvulos numerosos, anátropos, insertos sobre
placentas hemisféricas; estilo muy corto y estig.
ma acabezuelado; el fruto es una cápsula oblon-
ga, pedicelada dentro del cáliz y casi unilateral
por reabsorción parcial del tabique medianero,
bivalva y con la placenta central libre; semillas
numerosas, aovadas, planoconvexas, con la testa
coriacea y lisa; embrión sin albumen, con los co-
tiledones orbiculados, casi planos, ortótropos, y
con la raicilla obtusa, basilar y prolongándose
hasta el ombligo.

SUFRENIA (de Suffren, n. pr.): f. Bot. Género

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rarse la pepita ó pedazo de hierro que saca el punzón.

- SUFRIDERA: Art. y Of. La sufridera tiene varias formas, según el trabajo á que está destinada, pues para hacer taladros basta una masa plana de hierro con uno ó varios agujeros circulares de diferentes diámetros, en relación con el tamaño de la broca del perforador, pero siempre bastante mayor que él; es plana y de algún espesor, que se coloca sobre el yunque y debajo de la pieza en obra, de modo que el centro del hueco se corresponda con el eje de la herramienta; cuando es el punzón el que ha de obrar, necesita tener un mango largo para que un obrero sujete ocasiones, el yunque, la bigornia ó el tas tienen la sufridera en tanto que se golpea; en muchas un taladro rectangular ó circular, con lo que resulta el trabajo mucho más cómodo. También se llama sufridera una masa de hierro, con su mango, que se usa para sufrir el golpe dado por un macho ó un martillo sobre un roblón para remacharle, empleándose muchas veces para este objeto un martillo grande; su objeto es, como se comprende, evitar que, al ser el roblón golpeado por la punta, se salga de su sitio; y como es este útil el que recibe el golpe, el que le sufre, por esto, se le ha llamado de este modo.

Los carpinteros también usan la sufridera para clavar en los cercos y en los sitios en que la obra no puede apoyarse en el banco, á fin de que resista la obra y de que no haya rechazo, que arrojaría fuera el clavo por efecto de la reac

ción.

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MARIANA.

de todos los pueblos del continente, éste (el español) era acaso el más á propósito para recibir con fruto el germen de la libertad. Templado, frugal, SUFRIDOR de trabajo y de fatiga, etc.

QUINTANA.
SUFRIENTE: p. a. de SUFRIR. Que sufre.
todo pretendiente se da por SUFRIENTE
primero á solas.
FR. HORTENSIO PARAVICINO.
SUFRIMIENTO: m. Paciencia, conformidad,
tolerancia con que se sufre una cosa.

Ni hay hombre que el SUFRIMIENTO
No le sea muy necesario.
ALONSO DE BARROS.

- Don Iñigo, ya ha llegado
A extremo mi SUFRIMIENTO,
Que pasar dél no consiento
A mis celos y cuidados.

TIRSO DE MOLINA.

Se abandonaron á toda la alegría que debía inspirarles el gusto de verse socorridos y la satisfacción de no perder el fruto de tantos

SUFRIMIENTOS.

QUINTANA.

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SUGAMUXI: Geog. Prov. del dep. de Boyacá, Colombia. Comprende el dist. de la cap., Sogamoso, y los de Cuitiva, Chámeza, Firavitoba, Gámeza, Iza, Labranzagrande, Mongua, Monguí, Marroquín, Pajarito, Paya, Pesca, Puebloviejo, Tópaga, Tota y Zapatosa.

SUGAR: Geog. Río del est. de Indiana, Estados Unidos. Nace en el condado de Clinton, corre al SO. y O. por el condado de Boone, atraviesa luego los condados de Montgomery y Parke, y se une al Wabahs, orilla izq., á los 210 kms. de curso. Isla del río Santa María, que corre del lago Superior al Hurón; pertenece al condado de Chipewa, est. de Michigan, Estados Unidos, y tiene unos 600 habits.

SUGA SIMA: Geog. Isleta de la prov. de Sima, Archip. del Japón, sit. cerca de la costa S. E. de Hondo, á la entrada del Golfo de Ise, delante del puerto de Toba; faro á 145 m. de alt., cuya luz es visible á 27 kms.

SUGAVA: Geog. Riachuelo de la prov. de Ivasiro, Japón. Tenía unos 28 kms. de curso y regaba las siete aldeas de Hibara, Akimotohaka, Ogosava, Kavakami, Nagasaka, Sibutani é Inavasiro, desaguando en el lago de este nombre. Su cauce y su valle quedaron obstruídos á consecuencia de la erupción que tuvo el volcán Bandai-San en 15 de julio de 1888. Varias aldeas y muchos de sus habits. quedaron sepultados bajo las rocas y las masas de fango mezcladas con agua hirviente que arrojaron los cráteres.

SUGER: Bing. Abad de Saint-Denis, regente de Francia. N. probablemente en 1082. M. en Saint-Denis á 30 de enero de 1152. Hijo de una pobre familia de labradores, entró como oblato á los diez años en la abadía de Saint-Denis y se educó en las escuelas del monasterio, teniendo por compañero de estudios al hijo de Felipe I, que luego fué Luis VI. Hábil é instruído, se dedicó á registrar los archivos de la abadía, encontrando documentos en pro de algún derecho olvidado ó de algunas tierras usurpadas, y entonces, con pruebas en la mano, hacía la reclamación

al

rey ó la sostenía con las armas. Puso su talento
investigador al servicio del rey, proporcionándole
cartas para apoyar sus derechos. Nombrado pre-
boste del priorato de Berneval, en Normandía,
encontró varios documentos, en cuya virtud fue-
ron devueltos al priorato varias tierras que los
señores normandos habían usurpado. Asistió
como representante de su monasterio á varios
concilios y asambleas, entre ellas á la de Worms,
en la que se firmó el concordato entre el Papa y
el emperador. Desde esta época estuvo en ínti-
mas relaciones con la corte de Francia, y era ad-
mitido en los Consejos de Luis VI. En 1122 mar-
chó á Roma con una misión secreta del rey para
la Santa Sede, y habiendo muerto durante su
residencia en aquella ciudad el abad de Saint-
Denís, los religiosos eligieron á Suger sin con-
sultar al rey, el cual se disgustó por haber pres-
cindido de sus prerrogativas. Suger, abad de
Saint-Denis, era un verdadero soberano, y de los
más poderosos de Francia. Se dedicó á restablecer
la disciplina y dió el ejemplo de una vida regu
lar. La buena administración de los bienes del
monasterio y el acertado cultivo de sus tierras
aumentaron de tal modo sus rentas, que pudo
hacer frente á los grandes gastos de sus construc-
ciones. Levantó la basílica de Saint-Denis, una
de las primeras iglesias en que se empleó la ojiva.
Fué el consejero íntimo de Luis VI, quien le con-
fió la educación de Luis VII. Muerto aquél en
1137, aumentó la influencia de Suger, pues el
joven príncipe necesitaba un guía y siempre res
petó á su antiguo maestro. Cuando el monarca
francés decidió ponerse al frente de una cruzada,
reunió una asamblea de señores y de obispos
para nombrar un regente, y esta asamblea, por
indicación de San Bernardo, nombró á Suger,
cuya elección fué confirmada por el rey y por el
Papa. Desde entonces se dedicó Suger a atender à
las necesidades del reino y de los cruzados, arregló
la Administración, mantuvo el orden por todas
partes y obligó á los señores á respetar su auto-
ridad. Al regresar Luis VII le demostró pública-
mente su reconocimiento por su acertado gobier-
no. Suger escribió en latín: Vita Ludovici VI;
De Translatione corporum S. Dionisii et socio-
rum ac consecratione ecclesiæ a se ædificato y De
rebus in sua administratione gestis (París, 1648,
en 8.°).

SUGERENTE: p. a. de SUGERIR. Que sugiere.
Aristóteles las divide en arquitectónicas

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y SUGERENTES.

que en el de hipnotismo (sugestión vigil ó hipnótica) ha adquirido extraordinaria importancia en los últimos años, habiendo sido objeto de numerosas aplicaciones terapéuticas, trabajos experimentales y escritos científicos, cuya enumeración sería prolija. Las obras de Cullerre, Bourru y Durot, Beaunis, Bernheim, etc., y en España la del doctor Sánchez Herrero, catedrático de Medicina de Madrid, andan en manos de todos, y en ellas puede encontrar el lector detalles que la índole de este artículo impide consignar.

En el presente trabajo hay que estudiar á grandes rasgos la sugestión, primero en el terreno psicológico y después desde el punto de vista de la Fisiología.

I La sugestión normal es un impulso que comienza á imponerse al espíritu, es una voluntad elemental y primaria que se instala en el seno de la personalidad ante la repetición de determinados fenómenos. Llega á establecer corrientes de simpatía entre varios individuos. Las obser vaciones de carácter patológico que se recogen de las neurosis en los soninámbulos é hipnotizados han servido de base á algunos médicos (la escue la de Nancy y su jefe Bernheim) para considederar la sugestión como un recurso de la Terapéutica. Abundante la literatura que se ocupa de la sugestión patológica, es relativamente escasa la que trata del fenómeno normal y ordinario que a todas horas podemos observar de la sugestión consciente y regular. Y ello es indudable que lo anormal supone lo normal, que lo patológico implica lo fisiológico, y que en todo desorden existe un cierto principio de orden.

La sugestión, fenómeno muy semejante al instinto (pues ambos expresan que la acción del todo se encarna en el individuo (V. INSTINTO), en cuanto se produce normalmente explica y aun justifica la iniitación voluntaria y la obediencia. Sirve de nexo á los individuos, traduce en hecho el principio de la homogeneidad. El individuo y sus congéneres mutuamente se sugestionan dentro del todo. El ejemplo tiene virtud educativa (la superior en la moral) y eficacia para la sugestión, merced á la solidaridad de las conciencias. Un movimiento rítmico provoca su ejecución en los neurópatas. Las epidemias espasmódicas no tienen otra explicación. El individuo sugestionado obedece á la ley de la solidaridad. El homcomplejo, es el que puede más fácilmente ser bre, que no es monocelular, sino un sér muy sugestionado. Mediante la sugestión adquiere más clara conciencia de su solidaridad con los demás seres y con el todo. Aspira á ponerse al unísono con lo que le rodea, siguiendo la ley de la adaptación, que le convierte en el único sér cosmopolita. Tiende, por impulso propio, à es tablecer nexo con cuanto le circunda. Los uniformes tienen gran poder sugestivo. El hábito no hace al monje, pero el respeto del hábito entra por mucho en la conducta del monje. La sugestión es la transformación lenta mediante la cual un organismo pasivo tiende á ponerse al unísono con otro más activo. Este domina al primero y llega á regular sus movimientos ex: teriores, su voluntad y sus creencias. De uno á otro media el todo ó el principio de homogenei dad bajo el cual se establece el comercio entre ambos. El individuo sugestionado (la voluntad SUGESTIÓN (del lat. suggestio): f. Acción de débil) acepta y sufre el dominio de aquel que le sugerir.

JUAN PÉREZ DE MONTALBÁN. SUGERIR (del lat. suggerère): a. Hacer entrar en el ánimo de alguno una idea ó especie, insinuándosela, inspirándosela ó haciéndole caer en ella.

Esta misma dificultad SUGIRIÓ á algunas personas fervorosas la idea de establecer unas casas públicas en que se socorriese á las perso

nas menesterosas, etc.

JOVELLANOS.

...encarcelaban, ahuyentaban, saqueaban, y excepto matar, hacían cuantas vejaciones podian SUGERIRLES su condición propia y el resentimiento ajeno.

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QUINTANA.

sugestiona (la voluntad fuerte), porque para el primero personifica el segundo algo generico y se espera que el director y los profeso-algo grande. A veces el dominio del uno sobre res reunan su celo y constancia para no dar oídos á las SUGESTIONES del favor, etc. JOVELLANOS.

Contribuyeron también á este escandaloso
acontecimiento SUGESTIONES de extranjeros.
QUINTANA.

pues no hay á quien cuadre
La idea de SUGESTIÓN
Mejor, culpa si hay razón
Para ello, á tu mismo padre.
HARTZENBUSCH.

- SUGESTIÓN: Especie sugerida. Tómase fre-
cuentemente en mala parte.

... no parece creible que se diese concurso del demonio en los medios con que conseguia la salud de los españoles, al mismo tiempo que procuraba (Hernán Cortés) destruirlos con la SUGESTIÓN de sus oráculos.

SOLÍS.

- SUGESTIÓN: Psicol. y Fisiol. El estudio de la sugestión, lo mismo en el estado de vigilia

el otro, sin revestir los caracteres francamente patológicos, llega á prescindir de la cualidad de los actos. Es fuerza tan avasalladora la de la sugestión, que propaga con suma rapidez los crimenes; una mujer hecha pedazos por un malvado en París sugiere el mismo acto á un criminal de Madrid; del clavo de una garita se cuelgan consecutivamente siete soldados; el viaducto de Madrid se convirtió en la Roca Tarpeya de los suicidas. A la imitación se une cierta auréola de admiración hacia la persona ó los actos que se imitan. Es un verdadero contagio del pensamiento, acción y vida, gravitando el todo con fuerza incontrastable sobre los individuos, y provocando en ellos predisposiciones de ánimo que son corrientes que nadie encauza. Basta eitar los milenarios del siglo x, la enfermedad del Wertherismo (suicidios por causa de amores des graciados) en tiempo de Goethe, y la vida boh ma en los comienzos del romanticismo. Produ ce la sugestión el fenómeno de la dinamogenit, que presta vida y movimiento á imágenes ait.h

ciales. Poetas, músicos y actores, de una organización nerviosa muy impresionable, han vivido los personajes que concebían ó con frecuencia representaban. Weber creyó ver al diablo después de haberle evocado en la música; Shelly tenía también alucinaciones; Flaubert padecía cólicos cuando describía el envenenamiento de madama Bovary, y la Malibrán sè identificaba con Desdemona. Como en la sugestión (aunque aparentemente sea influencia de uno en otro sujeto) existe la acción del todo sobre el individuo, demanda condiciones y cricunstancias, medio adecuado (aun la sugestión patológica). Es nula la sugestión sin las condiciones circundantes que requiere. La desilusión que produce un teatro visto entre bastidores sólo es comparable á la que causan las flaquezas y debilidades de los grandes hombres (no hay grande hombre para su ayuda de cámara, se dice). El creyente fanatizado palpa, con religioso respeto y con la es peranza de su curación, la misma imagen que el rapavelas limpia diariamente sin emoción ninguna. Para el primero el pedestal y las vestiduras aumentan la impresión; para el segundo se empequeñece por la familiaridad. Las Tablas de la Ley son dictadas á Moisés desde el Sinaí con las luces refulgentes del relámpago y el estampido del trueno.

que requiere trabajar hondo y recio, pero con constancia. El poder sugestivo es contrario á toda crítica. Prefiere sumandos heterogéneos á la discreción cualitativa; amontona fuerzas, no las examina especificamente. Sacrifica el cuale al cuantum, la energía a la fuerza. Integra, pero no diferencia; afirma el todo, anula la individualidad. Los espíritus críticos afirman, en medio de sus salvedades y negaciones, la individualidad. El propagandista y el orador, que tienden á lo dogmático, contagian creencias é imponen opiniones. El grande hombre, el dotado de poder sugestivo (por la elocuencia de fuego de su palabra, por las ideas que concibe ó por las heroicidades que lleva a cabo), es intransigente y dogmático. No tiene más amigos que los que piensan como él; casi le agrada que los que le rodean desempeñen el papel del pueblo en los concilios de Toledo, diciendo á todo amén. No tolera la contradicción, desea sugestionar á las gentes. Como es carácter de la sugestión la debilidad de la voluntad, prefiere autómatas á gentes convencidas ó por convencer. Quiere fortalecer la impresión que produce convirtiéndola en única y exclusiva. Fanático de sí mismo y víctima del vertigo de las alturas, odia el espíritu crítico (la más leve censura es falta gravísima); no concibe más movimiento que el de adhesión. Para conRadica el poder sugestivo más en lo que los tagiar su estado de exaltación é imponer sus fisiólogos llaman circumfusa que en los ingesta, ideas exaltadas, busca almas débiles, tabula rasa, porque el instrumento es el sugestionador, pero y se desvía de los caracteres enérgicos. Va tras el actor es el todo, el medio. Se realiza la suges- la inercia psíquica para implantar en ella la exutión mediante el movimiento, y sobre todo mer- berancia de su pensamiento. Repugna la neutraced á la palabra, grado más ó menos acentuado lización ante impulsos contrarios; desea provode la idea y del sentimiento y verdadero comien car en los demás un monoideísmo artificial. Prezo de acción, pues siempre se ha dicho que la sintiendo que en sus afirmaciones reside su auto. palabra de fuego del propagandista sirve de me- ridad, no admite discusión; con él no reza el cha para la pólvora del revolucionario. Aun el eterno adversativo de las cosas humanas: pero... poder sugestivo de la palabra depende del medio. Para él la realidad carece de anverso y de reverAsí se explica la eficacia sugestiva de la oratoria so. Y si á la acción bien hechora que en su indien medio adecuado (asambleas con cierta solemvidualidad encarna el todo sustituye su personidad, meeting, etc.). Por el contrario, el que en nalidad, suponiendo que vale primero por sí y la conversación familiar emplea tonos oratorios, después por las ideas que representa, el grande con profusión de recursos y escazez de éxitos, hombre se constituye en un Narciso enamorado matu pájaros á cañonazos, y su poder sugestivo de sí mismo. Se ocupa y preocupa sólo de sí, resulta nulo cuando no cae en el rídiculo (char- quiere pedestal cada vez más alto para su reprelatanismo). El lenguaje de la pasión (la música sentación, importándole un ardite lo impersonal y el gesto) es sugestivo, y como dice Mantegaz y objetivo que representa. Para él es todo la imaza, apostólico (V. SIGNIFICACIÓN). Un gesto gen y el símbolo; nada lo simbolizado. Si el esolímpico de Goethe es suficiente en un momento píritu crítico formula la más mínima observapara calmar á la multitud que voceaba y gritabación, por discreta que sea, es declarado icono. en el teatro de Weimar. Comunica y sugestiona clasta y rebelde. El que aún conserva frente á él á los demás su entusiasmo artístico. Siempre se la fatal manía de pensar, olvida el proverbio chiha dicho que al hombre se le sujeta con la pala- no: «Si te pregunta algo el mandarín, no digas bra. Las más grandes dictaduras, las de los ja que sí; pero no contestes no, porque en ambos cobinos durante la Revolución francesa, verda. casos creerá que contradices su voluntad...> dero Sinaí de los tiempos modernos, se ejercían merced al conjuro de la palabra. La elocuencia de fuego del apostolado sugestionó la creencia en el Cristo. La autoridad (como encarnación del todo en un individuo) que procede de la suges. tión es referida á determinadas personas, tanto por el contagio de estados de fe é intensidad de afirmación cuanto por los circumfusa. La pompa y boato de reyes y emperadores, el tricornio y capote del gran Napoleón, las insignias de mando, etc., son pruebas bien precisas de la influencia del medio. El monarca sorprendido por el diplomático andando á cuatro pies, debió sufrir un eclipse de su poder sugestivo hasta que recobrara su majestática postura. La obediencia, como sugestión victoriosa, requiere también el aparato de ciertos vestigios. La opinión que resulta de hábitos acumulados y de percepciones repetidas se debe en parte á sugestiones constantes (ideas recibidas, lecturas, educación, etcétera). A medida que es más intensa la acción sugestiva más y más arraiga, con cierto carácter exclusivo, la opinión formada (intransigencia).

Si lo que, en último término, se sugestiona es el pensamiento, la idea, ciega el vértigo de las alturas al que desconoce que el pensamiento es discreto y crítico, y la idea obrera incansable del progreso. La imagen es estadiza, no crece como la túnica del Redentor; lo simbolizado en ella es dinámico, demanda nuevos impulsos. Así es frecuente observar cuántos grandes hombres faltan á su misión, porque la individualidad, por grandiosa que sea, vale menos que lo colectivo. Son las ideas las madres de la vida, es el individuo, aun el más alto, su servidor: si fiel, con honra; si deficiente, ídolo que se pulveriza. Es, por tanto, el pensamiento (la idea) la fuerza sugestiva que sirve de aglutinante del individuo con el todo. Mediante el pensamiento (la comunidad de él en las confesiones religiosas explica la fuerza que han tenido), el individuo ha de aspirar á adquirir conciencia reflexiva del todo que le rodea. Pero el todo no es ente de razón, producto del intelecto ó abstracción personificada, sino realidad que se concreta en cada caso y momento en lo que se llama el medio (V. MEDIO). Si por la influencia invasora de la sugestión las Nexo del individuo con el todo, principio y fin opiniones no se contrastan con otras diferentes, de la vida individual, término central que despeja degeneran en el fanatismo. La sugestión, acen- muchas incógnitas, el medio es la base de toda tuando el poder del todo, concluye anulando la sugestión, y ésta la acción del medio sobre el inindividualidad y convierte al creyente en faná- dividuo. Suple la sugestión las deficiencias de los tico. No ve el que se halla sugestionado más que más, con lo que avalora á los menos. Siempre en línea recta, es incapaz de percibir la espiral, ha imperado en el mundo una minoría prestile disgusta la controversia, se enamora del dog-giosa, la aristocracia del valor ó de la sangre, matismo, que es el orgullo científico. La afirma- la del dinero, la de la inteligencia, etc. A medida ción es la que contagia. Dominada por el afán incesante de la solidaridad, contradice el espíritu crítico de los tiempos, y si no puede obtener conclusiones cerradas, de carácter dogmático, prefiere caer en el escepticismo (que es un dog. matismo al revés, falsa modestia científica) á mantener la exigencia ineludible de la crítica, ΤΟΜΟ ΧΙΧ

que se ensancha la línea media de la cultura y
se restringe la densa corriente de la vulgaridad,
se hace más difícil la influencia sugestiva. Hay
más individuos conscientes, existe menos auréola
para los que descuellan. La sociedad va gradual-
mente dejando de ser un rebaño para convertirse
en organismo de individuos libres. Lo colectivo,

concretado dentro de su límite en cada indivi-
duo, emancipa poco a poco de la servidumbre
sugestiva. La obra lenta, pero segura, del pro-
greso social, convierte á cada individuo, según
el grado de su conciencia, en personificación del
todo, que capacita para estimar á cada hombre
igual á otro: Nos, que valemos tanto como vos,
y juntos todos más que vos... La luz de la con-
ciencia convierte á cada individuo en agente,
dentro de su límite, del todo; adquiere mayor
dominio sobre las cosas, y se emancipa de la
dependencia de las personas. Hay en toda obra
seria de educación (como en la labor de la tierra)
un trabajo de eliminación para separar la cizaña
del trigo, y otro de asimilación para que el trigo
fructifique. Cuanto más se asimila el individuo
por sí mismo la acción del todo, más fortalece
su voluntad, menos sufre la influencia sugestiva.
Adaptarse y readaptarse el individuo á su medio,
conservando plasticidad flexible para seguir el
dinamismo que brota de cuanto le rodea, parece
ser, no sólo característica de la vida racional,
sino condición indispensable para que cada cual
se emancipe de la sugestión y deje de ser, por
pasos contados, individuo ó número de la gene-
ralidad (carne de cañón), llegando á ser persona
consciente, cuyo valor propio pende, tanto de lo
que circunscribe en él su límite, cuanto del nexo
que conserva con su medio.

II Hay tres cuestiones (dice Beaunis, El
somnambulismo provocado, 8. edic. esp., 1896)
que merecen estudio detenido del fisiólogo: la
de las sugestiones en estado de vigilia, la de las
alucinaciones provocadas y la de la resistencia
á los sugestiones, con la cual está relacionada
la de la voluntad y espontaneidad en el sueño
hipnótico.

Tiempo ha que han sido conocidas y estudiadas las sugestiones en estado de vigilia. Hacia el año de 1848, un habitante de Nueva Inglaterra, Grimes, determinaba en personas despiertas toda la serie de efectos nerviosos que los hipnotizadores (Braid y sus discípulos) obtenían por su método. El procedimiento de Grimes ó la electrobiología, como él la llamaba, fué introducido en Inglaterra por el Dr. Darling en 1850, es decir, cuando los experimentos de Braid habían entrado ya en el dominio público. Carpenter, en su Mental physiology, consagra un capítulo al estado biológico, ó soñar inducido, como él lo llama. Los biologizados deben ser considerados como despiertos; pero, sin embargo, se encuentran en ellos todas las gradaciones entre esta condición y el verdadero estado de somnambulismo. Carpenter estudia las diversas formas de sugestión en estos sujetos; pero entra en pocos detalles por lo que se refiere a la memoria, y sólo dice que se pueden encontrar todos los grados de transición estre la memoria de los hechos y la pérdida de la memoria, tal como se observa en el sueño hipnótico. Las sugestiones en estado de vigilia han sido estudiadas en los últimos años por Bernheim, Liégeois, Beaunis, etc. De aquí lo que acerca de ellas dice Bernheim: «Muchos sujetos que han sido hipnotizados anteriormente pueden, sin ser de nuevo hipnotizados, á poco que hayan sido dirigidos por un corto número de hipnotizaciones anteriores (una, dos, tres veces en algunos), presentar en estado de vigilia la aptitud de manifestar los mismos fenómenos sugestivos, >> y menciona las contracturas, los movimientos automáticos, modificaciones de la sensibilidad, alucinaciones, etc. «No es necesario, dice más adelante, que el sujeto llegue à un sueño profundo; hay individuos en quienes se realizan fácilmente sugestiones hechas en estado de vigilia, mientras que son ineficaces las que hacen durante el sueño hipnótico.»

Iguales observaciones ha hecho Liégeois, quien se expresa en estos términos: «El sujeto sometido á la experimentación no presenta la menor apariencia de sueño; tiene los ojos abiertos y los movimientos libres; anda, habla; obra como todo el mundo; toma parte en la conversación; responde á las objeciones, las discute, y tiene á lo mejor ocurrencias felices; parece que se encuentra en un estado absolutamente normal, excepto en el único punto sobre el cual recae la prohibición del experimentador.» C. Richet, el simpático profesor de la Escuela de París, vió dos mujeres en las cuales no había entre el estado de sueño magnético y el estado normal esa diferencia clara y terminante que pintan los libros clá sicos; en ellas pueden provocarse casi todos los fenómenos de alucinaciones sin que los párpados

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se cierren, y conservándose completa y exacta la noción de la personalidad. >>

Sea como quiera, demuestran numerosas ob. servaciones que puede determinarse en ciertos sujetos un estado particular, que no es ni el sueño hipnótico ni la vigilia. Ese estado se distingue del sueño hipnótico por varios caracteres: el sujeto está perfectamente despierto; tiene abiertos los ojos y está en relación con el mundo exterior; recuerda muy bien todo lo que se dice ó se hace á su alrededor, y todo lo que ha dicho ó hecho él mismo; sólo está perdido el recuerdo sobre un punto particular: la sugestión que se le ha hecho; por eso y por la docilidad á las sugestiones es por lo que dicho estado se asemeja al somnambulismo. Esos dos caracteres son los únicos que la distinguen de la vigilia ordinaria.

nos, de producirle hambre ó sed á voluntad, de hacerle sentir calor ó helarse de frío, etc.: todos esos experimentos son bastante conocidos, y no hace falta insistir acerca del particular.

Hay una categoría de hechos que ha sido poco observada, y que pudieran llamarse alucinaciones motrices. Puede sugerirse al hipnotizado que haga tal ó cual movimiento estando absolutamente inmóvil. Basta la representación del acto motor en el cerebro para hacer creer al sujeto que el acto se verifica: es, pues, una verdadera alucinación. Un acto que no existe es considerado como real y verdadero, solamente porque hay la voluntad de este acto en el centro ídeo motor. Estas alucinaciones motrices son muy comunes en los sueños.

¿Cuánto tiempo pueden persistir las alucinaciones después de despertar? Las alucinaciones ¿En qué consiste ese estado de vigilia som- de la vista son las que más se prestan á la exnámbula? ¿Cómo es producido? ¿A qué modifica-perimentación: en efecto, por la molestia que ción cerebral corresponde? He aquí (según Beaunis, loc. cit.) otras tantas cuestiones insolubles por el momento; lo único cierto es que constituye un estado aparte, que no puede ser confundido ni con el sueño hipnótico ordinario, ni con el estado de fascinación del Dr. Brémand, ni con el encanto del Dr. Liébeault, ni tampoco con el sueño hipnótico incompleto, tal como se observa en ciertos sujetos. Esto no es decir que haya una diferencia marcada, radical, entre la vigilia somnambula y el sueño somnámbulo; al contrario, es muy probable que existan todos los grados de transición de uno a otra, siendo muy útil caracterizar y diferenciar bien los dos términos extremos de la serie.

Las alucinaciones sugeridas representan uno de los capítulos más interesantes de la historia del hipnotismo. Las aluciones sensoriales han sido las más estudiadas, siendo fácil encontrar nuinerosos ejemplos en todos los autores, especialmente por lo que se refiere á las alucinaciones del oído y de la vista. Sin embargo, como dice Beaunis, hay algunos puntos que han sido desatendidos por la mayoría de los autores

El primer punto concierne á la claridad de las alucinaciones provocadas, especialmente de las alucinaciones de la vista. Cabe dudar si estas alucinaciones tienen el carácter y la claridad de las sensaciones producidas por objetos exteriores. Cuando á un hipnotizado se le sugiere la visión de un perro, per ejemplo, es tan clara la imagen del perro como la claridad misma? «No conozco experimento alguno, dice Beaunis, hecho con el fin de resolver esta cuestión. Para obtener algún resultado véase cuál es el medio que he empleado. Sugería á un hipnotizado que veía un dibujo representando un objeto ó un animal cualquiera sobre un papel blanco que le presentaba, y le decía que siguiera exactamente con un lápiz los cortornos del objeto que le había sugerido que hiciese; en una palabra, un verdadero calco. El medio me parecía excelente en teoría, pero en la práctica tropecé con algunas dificultades. Si el sujeto no sabe dibujar, puede ser demasiado torpe para hacer siquiera el calco de un dibujo; si, por el contrario, sabe dibujar, podrá dibujar con la mejor buena fe el objeto que se le haya sugerido, no como lo ve en realidad, sino como su imaginación se lo figura.» Parece indudable que la alucinación sugerida no tiene claridad ni la realidad de una imagen ob jetiva, y que la imaginación del sujeto juega en ella probablemente un gran papel. Puede compararse la alucinación visual á la impresión de pronto que se tiene de una persona ó de un objeto sobre el cual se dirige una mirada de paso; se tiene la impresión del conjunto, pero los detalles se escapan. Es, sin embargo, posible que con el ejercicio adquieran las alucinaciones de la vista la precisión de la realidad. Cuando se sueña parece a veces que así es, al menos en ciertos individuos.

Mucho mayor parece ser la claridad en las alucinaciones del oído. En éstas, que tan fáciles son de producir por el hipnotismo, los sujetos oyen distinta y claramente las palabras, y éstas tienen un sonido muy preciso. Sabido es cuán frecuentes son estas alucinaciones en los enajenados, y con qué irresistible automatismo ejecutan los actos más criminales cuando las voces que ellos oyen se lo mandan. Las alucinaciones pueden referirse también á sensaciones internas, como la sensibilidad muscular, las necesidades. Nada más fácil que sugerir á un sujeto toda especie de sensaciones viscerales, de dolores inter

produciría al sujeto no se puede provocar una alucinación persistente del oído ó del tacto, ni siquiera del olfato ó del gusto, mientras que sin inconveniente alguno se le puede hacer ver, por ejemplo, su traje de otro color distinto del que en realidad tiene. Desde este punto de vista es preciso distinguir el caso en que se precisa por la sugestión, el tiempo que debe durar la aluci nación provocada y aquel en que no se fija duración precisa á la sugestión. En el primer caso la alucinación suele durar el tiempo prescrito; en el segundo dura un tiempo variable algunos minutos, horas ó días enteros, sin que pueda determinarse siempre la causa. Por lo demás, la alucinación sugerida no desaparece de golpe, toda á la vez, sino que se extingue gradualmente, y á veces por fracciones, por decirlo así.

Merecen especial mención lo que se han llamado alucinaciones negativas. Por medio de una sugestión hecha, ya durante el sueño, bien durante la vigilia, se puede en un sujeto hipnotizable poner en interdicto, por decirlo así, una persona presente ó un objeto cualquiera, de tal suerte que aquella persona ó aquel objeto sean para él como si no existieran. Hay en estos hechos algo extraño, que confunde la imaginación más que los estudiados hasta ahora. Cuando esas alucinaciones negativas recaen sobre simples sensaciones, son todavía fáciles de explicar. Si se le dice á un sujeto: ya no veréis más el color rojo, puede suponerse que un conjunto de elementos retinianos (de elementos cerebrales correlativos) ha sido paralizado, lo mismo que, cuando se le dice: ya no podréis hacer tal movimiento, se paraliza cierto grupo de músculos. Pero hacer desaparecer una persona que se encuentre delante, de manera que el sujeto no pueda oirla, ni verla, ni sentirla, tiene mucho más de inexplicable que hacer que aparezca una persona ausente. En efecto, en este último caso se comprende todavía que una idea dominante pueda adquirir tanta intensidad que se transforme en sensación, de este modo determine el fenómeno alucinatorio; pero en el primer caso es más difícil aceptar una explicación de este género.

Lo que todavía es más extraño es que se pueda hacer desaparecer una persona parcialmente; el sujeto hipnotizado deja de verla, pero en cambio la oye; podrá acaso verla y oirla, pero no sentir su contacto; se concibe desde luego cuán tas combinaciones de experimentos y qué escenas tan originales de toda especie pueden inventarse, pareciendo entrar ya aquí en el dominio de lo maravilloso: sin embargo, estas maravillas constituyen la realidad más exacta y más auténtica. Tales experimentos puede repetirlos todo el mundo, á poco que se ponga al corriente de los procedimientos de hipnotización y se tropieze

con sujetos convenientes.

Resta estudiar otra de las cuestiones indicadas al comenzar este artículo: la espontaneidad en el somnambulismo. «Es un carácter de los actos efectuados en un momento lejano de la sugestión, el que la iniciativa para su ejecución en el instante en que ocurre el pensamiento parece al sujeto que viene de su propio fondo; y, sin embargo, bajo el imperio de la determinación que se le ha hecho tomar, marcha al obje to con la fatalidad de una piedra que desciende, y no con ese esfuerzo reflexionado y contenido, causa de todas nuestras acciones razonables. » Estas palabras del Dr. Liébeault caracterizan de una manera magistral el estado de la voluntad en el somnambulismo provocado, según dice Beaunis (loc. cit.). Puede decírsele á un hipno

tizado durante su sueño: dentro de diez días haréis tal cosa, á tal hora, y escribir en un pa. pel cerrado y lacrado lo que se le ha dicho. En el día marcado y á la hora fija el acto se verifica, y el sujeto ejecuta palabra por palabra todo lo que se le ha sugerido, y lo ejecuta convencido de que es libre para ello, que obra así porque ha querido, y que hubiera podido obrar de una manera distinta: sin embargo, si se le hace abrir el pliego sellado, encuentra anunciado diez días antes el acto que acaba de ejecutar.

la

Con todo, en ciertos casos, cuando el acto sugerido tiene carácter demasiado extravagante ó criminal, la atención del sujeto se despierta y él mismo se admira, no quizás de la idea (¡quién sabe las ideas que á cada cual le cruzan por mente!), sino de que esta idea sea aceptada por su inteligencia y se implante en ella con el ca. rácter de una obsesión; entonces siente que su voluntad es impotente, se da cuenta de que no puede obrar de otra manera y que es imposible toda resistencia por su parte. En aquel momento es comparable al loco que, bajo el imperio de una idea fija y de una impulsión irresistible, mata, roba o incendia con la más completa irresponsabilidad.

La manera como se establecen las sugestiones en los sujetos, y los medios que á veces emplean para resistirlas, suministran datos preciosos acerca del estado de la voluntad en el somnambulismo. Nada más curioso, desde el punto de vista psicológico, que seguir en su fisonomía la aparición y desarrollo de la idea que les ha sido sugerida. Esto ocurre, á lo mejor, en medio de una conversación cualquiera que no tiene relación ninguna con la sugestión. De repente el hipnotizador, que está advertido y vigila al sujeto con disimulo, nota en un momento dado como una especie de suspensión en el pensamiento, de choque interior, que se traduce por un signo imperceptible, una mirada, un gesto, una arruga de la cara, cualquier cosa; después reanuda la conversación, pero la idea vuelve á la carga, todavía débil é indecisa; hay cierto asombro en su mirada; notà el sujeto que algo inesperado atraviesa por su espíritu como un relámpago; la idea aumenta poco poco, se apodera cada vez más de la inteligencia, y la lucha empieza: los ojos, los gestos, todo habla, todo revela el combate interior; pueden seguirse las fluctuaciones del pensamiento; todavía escucha la conversación, pero vaga y maquinalmente; está en otra parte: todo su sér es presa de la idea fija que se implanta más y más cada vez en su cerebro. Por fin, el momento llega; desaparece toda vacilación; la cara toma notable expresión de resolución; el sujeto se levanta, y cumple el acto sugerido.

Se concibe desde luego que, según la naturaleza de la sugestión, alegre, triste, grotesca, rara y aun criminal, la escena cambia de aspecto; pero siempre el conjunto de la fisonomía traduce con fidelidad y potencia increibles los movimien tos interiores que proceden á la ejecución, y toda esa lucha entre la voluntad del sujeto y la fatalidad de la idea provocada por el hipnotizador. Esa lucha interior es más o menos larga y más ó menos enérgica, según la naturaleza del acto sugerido, y especialmente según el estado mismo del somnámbulo. Cuando éste ha sido muchas veces hipnotizado, y, sobre todo, lo ha sido por la misma persona, ésta adquiere sobre él un poder tal, que aun los actos más excéntricos, graves y peligrosos se cumplen sin que haya siquiera lucha aparente ni tentativa apreciable de re

sistencia.

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veinte he predicado ya en este SUGESTO ó púlpito. FR. HORTENSIO PARAVICINO. SUGOD Ó SUGOT: Geog. Ensenada de la costa S. de la entrada del Seno de Albay, Luzón, Filipinas. Se abre al E. del pueblo de Bacón; su boca se halla comprendida entre la punta Papu cha al O. y la de Nabug al E.; tiene 1 milla de ancho y profundiza al S. cerca de 2 millas hasta el desagüe del río y visita de Sugot. Su costa O. se halla rodeada de arrecifes que salen casi una milla; pero la del E., formada de playa de arena y muy aplacerada, con sondas desde 10 metros á la entrada hasta 3 al acercarse al fondo de la ensenada, permite fondear sobre la punta

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