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exceder necesariamente de dos atmósferas; además los agujeros de los tabiques transversos que dividen el cilindro se obstruyen de tiempo en tiempo por el bicarbonato depositado, lo que obliga a limpiar el aparato y llenarle de agua que se calienta por medio de vapor hasta que, disueltas las costras formadas, pueda recomenzarse la operación.

Boulouvard emplea un carbonatador que exige menor fuerza motriz que el anteriormente descrito y permite que el trabajo sea á la vez continuo y metódico; este aparato, representado en corte y proyección por la jig. 2, en la que las mismas letras representan iguales partes, se compone de una serie de 10 cilindros horizontales A (en la figura no se comprenden más que cinco), colocados en gradería y que comunican entre sí por una serie de tubos inclinados F, dispuestos alternadamente según se ve en la proyección horizontal; cada cilindro lleva á lo largo de su eje un agitador B, que gira de una manera continua por los engranajes C, y sostiene una serie de cangilones G; la salmuera amoniacal penetra por el cilindro colocado en la parte superior, y el anhidrido carbónico se introduce por los tubos E y D, de los que el pri mero conduce el producido en los hornos de cal y el segundo el procedente de la calcinación del bicarbonato sódico. En virtud de esta disposi ción, el gas y el líquido marchan en sentidos contrarios y se facilita la absorción por medio de los cangilones, que producen una agitación continua aumentando las superficies de con

tacto.

Tanto en el aparato de Solvay como en el de Boulouvard los gases que salen por la parte superior se lavan en una torre formada por un cilindro lleno de fragmentos de cok constantemente humedecidos por agua salada, y de ésta van á otra semejante, pero regada con ácido sulfúrico, con objeto de retener los vapores amoniacales que pudieran escaparse de la primera.

3. Terminada la carbonatación, y precipitado todo el bicarbonato de sosa, es preciso separarle de las aguas madres que le acompañan, de manera que quede completamente libre de ellas, pues de otro modo el cloruro amónico que contienen se disociaría durante la calcinación, ac. tuando el ácido clorhídrico sobre el carbonato

sódico para dar lugar á la regeneración del cloruro de sodio, lo que disminuye en no despreciable proporción la riqueza alcalimétrica de la sosa obtenida. En esta separación tiene gran importancia el estado físico del bicarbonato, pues de encontrarse en cristales excesivamente menudos el precipitado es muy voluminoso y retiene grandes cantidades de agua, aumentando las dificultades del lavado y los gastos de la calcinación, mientras que si, por el contrario, dichos cristales son demasiado gruesos, retienen gran cantidad de aguas madres que no pueden ser eliminadas por el lavado; el precipitado voluminoso es debido, al parecer, á la carbonatación rápida á bajas temperaturas, y los grandes cristales se forman cuando, siendo dicha temperatura algún tanto más elevada, la reacción marcha con lentitud; además, suponiendo iguales todas las circunstancias, la presencia de un exceso de sal con relación al amoníaco parece más ventajosa para que el precipitado se produzca en el estado conveniente, si bien facilita la cristalización del cloruro amónico, que es absolutamente indispensable disolver.

Los aparatos empleados en las diversas fábricas de sosa al amoníaco para filtrar y lavar el carbonato monosódico son muy diversos, recurriéndose, ya á la acción del vacío (Solvay), ya á la de la prensa hidráulica (Boulouvard), ya, en fin, á turbinas (Schlösing y Rolland), herméticamente cerradas para impedir la pérdida del amoníaco; el efecto que estos distintos sistemas producen es bastante análogo, y como no presentan ningún carácter particular que sea propio de este género de fabricación no se describirán con detalles, debiendo decir únicamente que el que parece producir mejores resultados es el de Boulouvard, pues permite someter el producto á muchas lociones consecutivas sin salir de la prensa, á la vez que proporciona por hora tres tortas de bicarbonato de 40 kilogramos de peso.

4. Los panes de bicarbonato sódico, ya lavados, necesitan experimentar la calcinación para que, perdiendo la mitad de su anhidrido carbónico, se transformen en sosa del comercio; y esta operación, aunque muy sencilla en apariencia, presenta en la práctica ciertas dificultades, originadas, más que por otra cosa, por la facilidad con que el producto se aglomera é impide la propa

|

Fig. 2

C

gación del calor, haciendo que fragmentos perfectamente descompuestos en su superficie no hayan experimentado la menor alteración en el interior; por otra parte, al salir la masa de los aparatos filtrantes contiene, no sólo una proporción de agua que se eleva por término medio á 20 por 100, sino también pequeñas cantidades de clorhidrato y bicarbonato amónicos, sal esta última difícil de eliminar en razón de su insolubilidad, y cuya presencia en el bicarbonato sódico constituye un serio inconveniente; es verdad que se ha tratado de conseguir este resultado sometiendo la materia lavada á la acción de una corriente de ácido carbónico (Solvay), y recientemente Mond ha obtenido privilegio para purificar el bicarbonato de sosa preparado por este procedimiento disolviendo la sal en agua calentada á 60° en atmósfera de ácido carbónico y haciéndola cristalizar. En la actualidad la desecación y calcinación de este último cuerpo constituyen una sola operación, en la que importa mucho recoger los gases desprendidos, que componiéndose de anhidrido carbónico casi puro son utilizados con gran ventaja para carbonatar las salmueras amoniacales; el aparato empleado por Solvay para conseguir este resultado consiste en un cilindro de fundición provisto de agitadores movidos mecánicamente y colocado en un horno cuyo hogar corresponde á uno de los extremos del cilindro; el bicarbonato súdico penetra por la parte más alejada del hogar y recorre todo el aparato hasta salir al exterior por la región donde la temperatura es más elevada, y los gases desprendidos en la calcinación, después de atravesar un aparato refrigerante, se lavan en ácido sulfúrico, que retiene el amoníaco y son aspirados por bombas destinadas á inyectarlos en los carbonatadores.

5. Una vez obtenida la sosa del comercio, después de calcinado el bicarbonato y antes de entrar en la crítica del método de Solvay bajo el punto de vista económico, es sumamente esencial decir algunas palabras acerca del tratamiento que se hace sufrir á las aguas madres de la cristalización del bicarbonato, así como también del aprovechamiento á que se prestan los residuos de la fabricación. Terminadas las reacciones que tienen lugar en la carbonatación, y precipitado el carbonato monosódico, resulta un lí

quido que contiene en disolución todo el amoníaco bajo la forma de carbonato y clorhidrato, compuestos cuyas proporciones relativas varían según la marcha de la operación y las cantidades de cloruro sódico primeramente empleadas; cuando se tratan disoluciones amoniacales de sal común que contienen próximamente equivalentes iguales de este cuerpo y de amoníaco el rendimiento obtenido es de 65 por 100 con relación á la cantidad teóricamente calculada, y por lo tanto la porción de amoníaco correspondiente á este rendimiento estará al estado de cloruro, mientras que el resto, es decir, 35 por 100, se encuentra combinado al anhidrido carbónico para formar sesquicarbonato, deduciéndose de los análisis efectuados por Schlösing y Rolland que cada metro cúbico de aguas madres contiene 71 kilogramos de amoníaco, de los que 23 están al estado de sesquicarbonato. Siendo volátil esta última sal puede separarse por simple destila. ción, lo que ahorra anhidrido carbónico en el tratamiento de las salumeras; pero el álcali que se encuentra combinado con el cloro no puede separarse por este medio, haciéndose preciso ponerle en libertad mediante la acción de la cal ó de la magnesia, operación que debe realizarse del modo más completo posible para evitar pérdidas de un cuerpo cuyo precio es relativamente elevado, y que por consiguiente importa mucho economizar; este problema en la práctica no está exento de dificultades, pues se trata de expulsar la totalidad del álcali por ebullición del líquido sin que la porción destilada resulte excesivamente diluída; ahora bien: mientras que el agua amoniacal rica desprende con facilidad, por la acción del calor, la mayor parte del gas que contiene, no sucede lo mismo cuando su riqueza desciende á menos de 2 por 100, de tal manera que la cantidad de combustible que se gasta para eliminar una cantidad dada de amoníaco aumenta proporcionalmente á la disminución de la riqueza, pudiéndose afirmar que el combustible necesario para expulsar las últimas centésimas del amoníaco contenido en las aguas madres es igual, si no superior, al exigido para separar la primera porción. Además se ha observado que en las fábricas donde se tratan las aguas saladas de las salinas es indispensable que el álcali regenerado sea muy pobre en vapor de agua, á fin de no aumentar excesivamente la cantidad de sal sólida, que en otro caso se tendría que añadir, razones todas que han obligado á los diversos fabricantes á perfeccionar los aparatos de manera que se consiga el resultado en las condiciones más favorables.

compensar de esta manera el defecto atribuído
al procedimiento al amoníaco comparado con el
método de Leblanc. Estos medios varían según
contengan dichos líquidos cloruro cálcico ó clo-
ruro magnésico, pues en el primer caso basta
evaporarlos á sequedad y mezclar el residuo con
materias silíceas ó arcilla, calentando las mez-
clas en retortas ú hornos de mufla, á los que se
hace llegar corriente de vapor de agua sobreca-
lentado; en estas condiciones el cloruro cálcico
se descompone formando silicato y desprendien-
do ácido clorhídrico, aunque excesivamente di-
luído.

Desde que Solvay puso en práctica su proce-
dimiento había tratado de reemplazar la cal por
la magnesia en la regeneración del amoníaco,
pretendiendo descomponer luego el cloruro mag-
nésico formado, por el vapor de agua para que
quedase en libertad el ácido clorhídrico; pero sus
ensayos fueron infructuosos, á causa de dificulta-
des diversas: por una parte la magnesia no des-
compone el cloruro amónico sino con suma len-
titud, y por otra el cuerpo sobre que ha de reac-
cionar el vapor de agua es una mezcla de cloruros
magnésico y sódico, y la presencia de este último
tiene muchos inconvenientes, pues modifica el
estado físico de la masa haciéndola fusible á la
temperatura de la reacción, á la vez que protege
la sal alcalinotérrea de la descomposición. Esta
circunstancia hace que sea necesario en primer
término separar los dos cloruros si se desea ob-
tener buenos resultados; conseguida esta sepa-
ración mediante los procedimientos conocidos
de cristalización se procede á descomponer la
sal magnésica cristalizada, lo que hoy se hace
según el procedimiento practicado en la fábrica
de Selindres, perteneciente á Pechiney y Com-
pañía, y que se funda en que, según las obser-
vaciones de Berthelot, el oxígeno á temperatu-
ras suficientemente elevadas desaloja el cloro
Sal común.
180 kilogs.
Hulla.
Cok..
Caliza.

Sal amoníaco..
Acido sulfúrico de 50° B.

del cloruro magnésico. La práctica de esta descomposición por el método citado, comprende tres operaciones, que son: 1.°, la preparación de un oxicloruro de magnesio mediante la mezcla de la sal cristalizada con magnesia; 2.°, deseca. ción de la masa á bajas temperaturas; y 3.°, calcinación de la misma en una corriente de aire. Con productos porosos convenientemente preparados se consigue una descomposición bastan te rápida en la que se utiliza la totalidad del oxígeno que contiene el aire introducido; y aunque el cloro que se produce está bastante diluído (10 á 15 por 100 de la mezcla gaseosa resultante), se halla, sin embargo, en condiciones de ser uti lizado para la fabricación en grande escala del cloruro de cal y de los cloratos; la magnesia residual contiene aún de 3 à 4 por 100 de cloro, lo que no obsta para que sea de nuevo utilizada en la regeneración del amoníaco. Este procedi miento, como se ve, es digno de estudio, pudiendo presentar gran interés bajo el punto de vista de que puede dar origen á la industria del cloro como accesoria de la de la sosa al amoníaco.

Terminada la exposición que, aunque de una manera sucinta, acaba de hacerse, resta sólo decir algunas palabras acerca de los resultados que el procedimiento produce, no sólo bajo el punto de vista económico, sino en cuanto a las cualida des de la substancia obtenida; en el primer concepto poco puede decirse de una manera general, pues el precio de coste de la sosa depende de multitud de circunstancias independientes de la fabricacion misma, y que varían según las localidades; pero este precio, que los franceses estiman en 22 ó 24 francos por cada 100 kilogramos, puede calcularse conociendo la cantidad de primeras materias necesarias, y añadiendo el coste de la mano de obra y los gastos generales, por lo que es de suma utilidad el siguiente cuadro en que se indican aquellas cantidades:

200 kilogs. 200 kilogs. 190 kilogs. 177 kilogs,
250
200
160
150
>

129

>

72

135

50 > 100

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3,5
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4 á 4,5
10

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amoníaco ha vencido, siquiera sea con lentitud, la mayoría de las dificultades que en un princi pio presentaba, y por tanto no es de extrañar que en adelante se extienda cada vez más en la gran industria, sobre todo atendiendo á que la sal que produce tiene caracteres de pureza muy dig. nos de ser tenidos en cuenta.

Aunque los demás métodos de fabricación de la sosa por tratamiento directo de la sal común no han alcanzado, ni es probable que alcancen, tanta extensión é importancia como el que se acaba de describir, no es posible, sin embargo, pasarlos en silencio, y es preciso indicar, aunque con la concisión impuesta por la índole de este trabajo, los tres siguientes:

1.

En cuanto á la calidad del producto, es inme-ve, el procedimiento de fabricación de la sosa al jorable, pues según se ha dicho, está exento de la mayoría de las substancias que de ordinario impurifican la sosa fabricada por el método de Leblanc, y sólo contiene corta proporción de cloruros y además agua, que puede llegar hasta un 10 por 100; pero si bajo el punto de vista químico es inmejorable, en su estado físico presenta algunas deficiencias que, aunque fáciles de corregir, contribuyen algún tanto á aumentar los gastos de fabricación. La sosa obtenida por el procedimiento al amoníaco es pulverulenta y de una densidad igual á 0,7 6 0,8 (la preparada por el método de Leblanc tiene por densidad 1,2), lo que hace que siendo más voluminosa cueste más caro el embalaje necesario para transportarla, y sobre todo que sea impropia para ciertos usos; así, en las fábricas de vidrio, en que tan impor tante papel representa el carbonato sódico, no puede emplearse esta sal en estado pulverulento, sobre todo si se opera en hornos de cuba, porque entonces es fácilmente arrastrada por la corriente gaseosa del horno, y además en esta misma industria se prefiere la sal que contiene cierta cantidad de sosa cáustica, que aumenta mucho la fusibilidad de la mezcla. Estos defectos han tratado de corregirse por medio de aparatos metálicos más ó menos ingeniosamente combinados, en los que se funde la materia resultante de calcinar el bicarbonato, no habiendo tampoco inconveniente alguno, al parecer, en efectuar la fusión en hornos de reverbero, cuyo calor pudiera además aprovecharse en producir el vapor indis

La operación de regenerar el amoníaco comprende dos fases diferentes, que consisten: primero en destilar el sesquicarbonato, y después en descomponer el cloruro amónico por la cal, no pudiéndose añadir ésta en primer término, porque entonces se formaría carbonato cálcico que, á más de aumentar el gasto de tierra alcalina, fija una cantidad de anhidrido carbónico que puede ser útilmente aprovechado en la carbonatación. No pudiendo entrar en la descripción de los distintos aparatos empleados en las diversas fábricas, sólo se citará el de columna de Solvay, que permite obtener vapores muy ricos en amoníaco; este aparato, que en realidad se compone de dos porciones superpuestas, consiste en un cilin dro cuya parte superior está dividida por tabiques transversales que comunican entre sí por tubos laterales destinados á la circulación del líquido, y por otros centrales que sirven para dar paso al amoníaco; de esta manera las aguas madres que penetran por la parte superior marchan en sentido contrario que el gas desprendido, de tal modo que, al llegar dichas aguas à la parte inferior, han perdido todo el sesquicarbonato amónico que contenían; la segunda porción del aparato, situada debajo de la primera y también de forma cilíndrica, está destinada á la descompensable á la fabricación; desde algún tiempo á posición del cloruro amónico por la cal, colocada en dos recipientes laterales, de los cuales pasan los líquidos á una columna semejante á la utilizada en la primera fase de la operación.

Los residuos que quedan en la fabricación de la sosa por el procedimiento de Solvay consisten en líquidos que contienen en disolución cantidades variables de cloruros sódico y cálcico, pudiendo este último ser sustituído por el magné. sico en el caso de regenerarse el amoníaco por medio de la magnesia en vez de hacerlo por la cal, y estos líquidos pueden aprovecharse para obtener el ácido clorhidrico que contienen, para

esta parte se encuentran en el comercio sales caus-
ticas de sosa que contienen las mismas propor-
ciones de hidrato y carbonato sódicos que las
fabricadas por el procedimiento de Leblanc, y en
las que los sulfatos y cloruros de las últimas (6 á
7 por 100) son reemplazados por la cantidad
equivalente de agua; estas sales se preparan mez-
clando en calderas provistas de agitadores el car-
bonato sódico pulverulento con disoluciones de
sosa caustica convenientemente saturadas, con
lo que resultan productos aglomerados cuyos
fragmentos tienen mucho mejor aspecto que los
de la sal correspondiente de Leblanc. Como se

Fundándose en la reacción que tiene lugar cuando se hace pasar vapor de agua sobrecalentado sobre una mezcla de sílice y sal marina niantenida á la temperatura del rojo, reacción en vir tud de la cual se forma silicato sódico y se desprende ácido clorhídrico, se ha tratado de establecer fábricas de sales de sosa en las que se opera de distinto modo; Blanc, Bazille y Tilghmann en Inglaterra, y Fritzche en Austria, calentaban la mezcla de arena y de sal hasta el rojo cereza en cilindros de fundición por los que se hacía pasar después el vapor de agua, y Gosage en Francia calentaba la sílice al rojo blanco, y sobre ella hacía llegar la llama de un hogar que a su paso había volatilizado cloruro sódico arrastrándole en vapor, y vapor de agua sobrecalentado; en uno y otro caso se realizaba la reacción arriba dicha, siendo preciso condensar el ácido clorhídrico desprendido utilizando para ello procedimientos or dinarios (V. CLORHIDRICO (ACIDO). El silicato de sosa, que se obtenía bajo forma de un verdadero vidrio soluble, se disolvía en agua hirviendo después de pulverizado, y la disolución se des componía, ya haciéndola hervir con lechada de cal, con lo que se produce silicato cálcico insolu

ble

y sosa caustica soluble, ya por corriente de anhidrido corbónico, que precipita la sílice hidra tada y deja disuelto el carbonato sódico. Los inconvenientes que presenta este método son: en primer término la forma en que se precipitan tanto el silicato cálcico como la sílice hidratada,

pues haciéndolo en masas gelatinosas sumamente voluminosas aprisionan más de 100 veces su peso de líquido, y son completamente imposibles de lavar desde el momento en que se opera en cierta escala; además el vidrio soluble es difícilmente atacado por el agua hirviendo aun cuando se le pulverice previamente, lo que obliga á emplear grandes cantidades de disolvente.

con la de la obtención de la sosa, en tal forma que todas las fábricas que á la producción de la última se dedican, siguiendo estos medios, obtienen previamente el sulfato necesario para sus operaciones; de modo que la preparación de esta última substancia constituye, más que una industria aparte, una primera fase de la fabricación, lo que proporciona ventajas bajo el punto 2. Otros métodos propuestos para conseguir de vista económico y permite vender á bajo el cuerpo de que se trata son los que se fundan precio los productos finales obtenidos. Para seen la acción que sobre la sal común ejercen águir una marcha metódica en el estudio de los alta temperatura la alúmina y el agua ó el ácido crómico y el oxígeno; en el primero se hace pa sar por un mineral de alumina, la bauxita por ejemplo, vapores de cloruro sódico y de agua sobrecalentados, en cuyo caso se forma aluminato sódico y se desprende ácido clorhídrico según la ecuación

Al2O3+2NaCl + H2O=Al2O,Na2+ 2HC1;

el aluminato formado se disuelve en agua y se descompone después por anhidrido carbónico á la manera que se indicó hablando del tratamiento de la criolita; este método, en el que es preciso evitar el empleo del silicato de alúmina, presenta como mayor inconveniente la necesidad de elevar extraordinariamente la temperatura, lo que, además de suponer enorme gasto de combustible, destruye los aparatos con más rapidez que la conveniente para conseguir resultados económicos.

El segundo de los procedimientos indicados al comenzar el párrafo anterior, para cuya explotación solicitaron privilegio Hargreaves y Robinson en 1872, consiste en fabricar ladrillos con la mezcla formada por una parte de cloruro sódico y dos ó tres de óxido de cromo, y someterlos luego, calentados al rojo vivo, á corriente de aire sobrecalentado, ó también á la acción de este gas mezclado con vapor de agua; en ambos casos se forma cromato sódico, desprendiéndose cloro en el primero y ácido clorhidrico en el segundo; el cromato alcalino que se produce se trata por carbón ó por un hidrocarburo, con lo que se regenera el óxido de cromo á la vez que se origina carbonato sódico.

3. Splisburg, Mangham, Authon, Kessler y Tessié du Motay, han pretendido aplicar á la fabricación de la sosa la propiedad que tiene el ácido fluosilícico de precipitar el sodio del cloruro sódico, y han ideado un procedimiento que en realidad comprende dos partes: en la primera procédese á la preparación industrial del ácido fluosilicico que se consigue calcinando por medio del cok en una especie de altos hornos, bri quetas ó ladrillos compuestos de fluoruro cálci co, sílice, alúmina y carbón pulverizado; al bajar la carga por efecto de la combustión fórmase una lechada compuesta de silicatos dobles alumínicocálcicos, cuya fusibilidad se aumenta por la presencia de 15 á 20 por 100 de fluoruro de calcio no descompuesto, y á la vez se desprenden abundantes vapores de fluoruro de silicio, que mezclados con los productos de la combustión son conducidos á una serie de cámaras donde se ponen en contacto con agua muy dividida, que descompone el fluoruro de silicio citado en silice gelatinosa y ácido fluosilícico acuoso. La segunda parte del método consiste en disolver 5 kilogramos de cloruro sódico en 100 litros de ácido finosilicico que marque 5 ó 6° en el areómetro Beaumé, para que se precipite el fluosilicato sódico y quede disuelto en el agua el ácido clorhidrico; el precipitado recogido, escurrido y secado se calcina en vasijas cerradas para que se transforme en fluoruro de sodio, y éste á su vez se hace hervir, bien con hidrato cálcico para obtener sosa caustica, bien con carbonato de cal cio, que le transforma en carbonato disódico ó sosa del comercio. Este procedimiento tiene como defectos, no sólo el alto precio del ácido fluosilicico (el de 5° Beaunié cuesta á 120 francos por quintal métrico), sino también la forma del precipitado de fluosilicato sódico, que siendo gelatinoso y de enorme volumen, en comparación con su peso, se lava con suma dificultad; á más de los inconvenientes citados, este método resulta excesivamente caro de combustible.

métodos comprendidos en este grupo, se tratará primero de los diferentes medios de producción del sulfato sódico, para describir después su

transformación en carbonato.

Muchos son los manantiales de sulfato sódico que pueden aprovecharse en la Industria; pues encontrándose esta sal en la naturaleza en la forma y yacimientos que se expusieron en el lugar correspondiente (V. SODIO), existe en las salinas y en los pantanos salados, donde queda en las aguas madres, y en los productos secundarios de la fabricación de la sal común. De las

ciones que marquen de 27 á 28° Beaumé, conteniendo por cada tres moléculas de cloruro sódico una de sulfato magnésico ordinario

(SO,Mg+7H,0);

estos líquidos experimentan durante las noches de helada del invierno un fuerte enfriamiento, en virtud del cual reaccionan las dos sales 7 cristaliza el sulfato sódico, que si no es suficientemente puro se somete á una nueva cristalización antes de deshidratarle por el calor.

En todos los medios de obtener sulfato sódica que se acaban de citar, se toman siempre como primeras materias residuos de otras fabricaciones; pero como éstos no darían en modo alguno la cantidad de sal que la Industria consume, ha sido indispensable preparar muha partiendo del cloruro sódico, cuya abundancia excede á toda ponderación, y con este objeto se han ideado diversos métodos en los que dicho cuerpo se descompone en condiciones tales que produzcan el resultado perseguido; y de todos ellos el más empleado es el que se funda en el uso del ácido sulfúrico, que reaccionando sobre la sal común puede dar lugar á sulfato mono ó disédico, según la temperatura, con desprendimiento siempre de ácido clorhídrico, según se expresa por las ecua

ciones

NaCl + SO,H2SO1NaH+ HCl

SOH2+2NaCl = SO,Na2+ HCl;

como este medio es el que se practica en gran escala, debe describirse con el consiguiente dete

nimiento.

aguas madres y de los pantanos salados puede extraerse por el procedimiento de Balard, aplicado sobre todo en las salinas del Mediterráneo, y que consiste en concentrar las aguas que han abandonado la sal marina, hasta que marquen 32 á 35o Beaumé, para que depositen cristales de lo que se denomina sal mixta, compuesta próxima. mente de pesos iguales de cloruro sódico y sul y fato magnésico hidratado; esta sal mixta después de abandonarla al aire por algún tiempo en grandes montones con objeto de eliminar el cloruro magnésico que es delicuescente, se redisuelve en agua hasta que el líquido marque de 31 á 32° B., en cuyo caso se somete á un descenso de temperatura, ya natural aprovechando las noches de invierno, ya artificial por medio de aparatos Carré, para que se verifique una doble descomposición cuyo resultado es formarse sulfato sódico que cristaliza y cloruro magnésico que queda disuelto; la temperatura más apropiada para que la reacción tenga lugar es de 1 á -2° centígrados, pues de descender más se depositaría cloruro doble de magnesio y de potasio, cuya formación es preciso evitar con todo cuidado; los cristales de sulfato sódico, una vez escurridos, se deshidratan calentándolos en cajas de hierro colocadas en el interior de hornos especiales. Péchiney ha perfeccionado este procedimiento con objeto de evitar la calcinación, y su modificación consiste en fundir el sulfato de sosa cristalizado en su agua de cristalización con 45 veces su peso de sal mixta, elevando la temperatura á 80° por medio del vapor; en estas condiciones dicha sal mixta deshidrata el sulfato sódico, que se precipita anhidro al estado de polvo cristalino; se deja enfriar la mezcla hasta 33' para que termine la precipitación, y sin que la temperatura varíe se separan los cristales, que ya no contienen sino 3 à 4 por 100 de agua, pudiendo someterse la disolución al tratamiento descrito para que se efectúe la doble descomposición entre el sulfato magnésico y el cloruro sódico.

Otro medio de producción de la sal de que se trata es como producto secundario de la evaporación al fuego de las aguas de las salinas, operación durante la cual se forman depósitos denominados schlots, compuestos principalmente de sulfatos sódico y cálcico con proporciones variables de sal común; estas materias se abandonan generalmente al aire en montones para que la lluvia disuelva el cloruro sédico y disminuya la cohesión de la masa, y conseguido esto se agotan con agua hirviendo, que disuelve el sulfato sódico y deja como residuo la sal cálcica; la disolución que marca 25 6 26° Beaumé se introduce en cristalizadores de madera colocados al aire libre, ó á lo más protegidos por un cobertizo, para que durante la noche tenga lugar la cristalización del sulfato de sosa hidratado ó sal de Glau

El ácido sulfúrico empleado en este procedimiento no hace falta que sea ni muy puro ni excesivamente concentrado, utilizándose por lo común el que después de su paso por la torre de Glover marca de 58 á 61° en el areómetro de Beaumé; conviene evitar la presencia del hierro, porque daría lugar á compuestos fijos que quedarían en el sulfato, y en cambio la del arsenico no constituye un gran inconveniente, porque al reaccionar el ácido sobre la sal común se transforma aquél en cloruro, que, siendo volátil, es arrastrado por los vapores de ácido clorhídrico y se condensa á la vez que ellos. En cuanto al cloruro de sodio se prefiere de ordinario el más puro (sal de cocina), no sólo porque está casi exento de substancias insolubles, sino porque su porosidad le hace fácil y completamente atacable por el ácido, lo que favorece la pureza del producto resultante; cuando se hace uso de la sal gema es preciso elegir con cuidado las mejores suertes, evitando sobre todo las que contienen cantidades algo notables de arcilla, óxido de hierro, yeso ó sulfato de magnesia, y en todos los casos debe pulverizarse finamente para evitar que existan fragmentos algo voluminosos, pues éstos se recubrirían de sulfato, impidiendo la acción ulterior del ácido y obligando á los obre. ros de los hornos á un trabajo sumamente rudo, que consistiría en romper con los espetones los trozos más o menos aglomerados.

En cuanto á los aparatos en que se verifica la reacción entre el cloruro sódico y el ácido sulfúrico, constan siempre de dos partes, destinada la una á la producción del fenómeno y la otra á condensar el ácido clorhídrico que durante el mismo se desprende, sin que sea posible prescindir de esta última, no sólo porque se perdería un producto de que se hace bastante consumo en otras industrias, sino también porque al mez clarse los vapores citados con la atmósfera comunicarían á ésta propiedades nocivas que impedirían la vegetación, así como la vida del hombre y los animales, hasta el punto de que en Inglaterra los poderes públicos han reglamentado la cantidad de gas ácido que puede mezclarse con el aire, y en 28 de julio de 1863 se publicó una ley, el Alcali Act, por la cual se fija en 5 por 100 dicha cantidad, tratándose hoy de reducirla á una cifra mucho menor. La primera parte del aparato, donde según se ha dicho tiene lugar la reacción, consiste siempre en un horno denominado también bastringa, construído por lo general con ladrillos fuertemente cocidos y con frecuencia embreados, ó con piedras silíceas que, aun siendo densas, no estén sujetas á saltar ó descascarillarse por los cambios un poco bruscos de temperatura; su forma es la de un paralelepí pedo rectángulo, y comprende siempre dos dela masa por agua hirviendo para tener disolu-partamentos, denominados cubeta el más alejado

bero.

En Stassfurth, donde existe el poderoso yacimiento salino cuya descripción se hizo en el artículo POTASIO, se aprovechan los residuos de la fabricación del cloruro potásico, que contienen de 25 á 30 por 100 de kieserita (sulfato magnésico III Métodos fundados en el tratamiento del con una molécula de agua), 55 á 60 por 100 de sulfato de sosa. - Todos estos métodos exigen sal común y el resto de anhidrita, arcilla, agua primera materia el sulfato sódico anhidro y corta cantidad de cloruro potásico, residuos ó cristalizado; y si bien esta sal se encuentra en que, abandonados al aire, absorben vapor acuoso, la naturaleza, no existe con la suficiente abun- haciéndose la kieserita soluble en agua; cuando dancia para satisfacer las exigencias de la fabri-la acción atmosférica se ha completado se trata cación, lo que obliga á asociar esta industria

como

del hogar, y hecho de plomo ó de hierro fundido, y calcina el más próximo, donde se termina la reacción; en cuanto á la disposición de estas dos partes es sumamente variable, y ha ido perfeccionándose á medida que la experiencia ha demostrado los inconvenientes de cada sistema. El horno ordinario con cubeta de plomo y calcina de reverbero, representado en corte en la fig. 3, se compone de un hogar 4, donde se quema el cok cuya llama pasa á la calcina Cy después al departamento B, donde se encuentra la cubeta, pudiendo impedirse la comunicación entre ambas partes mediante el registro 1; la cubeta de plomo, situada en B, se calienta por su fondo, haciendo pasar los gases de la combustión al recinto My dándoles salida por el canal L, que comunica con los condensadores; la parte superior de esta cubeta es abovedada y lleva uno ó dos tubos E, que conducen el ácido clorhídrico á los aparatos de condensación, de que más tarde se hablará. La calcina C, también abovedada, lleva una abertura D, que permite, á la vez remover la masa pastosa por medio de espetones y hacerla caer al depósito G una vez terminada la reacción; finalmente, el calor que atraviesa los

Fig. 3

H

que la conduce al tubo E, por el que sale también
el ácido clorhídrico. Las calcinas B son de rever-
bero, y cada una está provista de su hogar A,
cuyos gases, así como el ácido clorhídrico, se
reunen con los de la cubeta en el tubo E. Con
esta disposición se consigue que todos los gases

Fig. 4

se hallen cargados uniformemente de ácido, lo
que facilita la condensación, á la vez que se evi-
tan los cambios bruscos de temperatura, que pu-
dieran romper las cubetas; este percance se pre-

viene también introduciendo en ellas tanto el
ácido como la sal á la más alta temperatura po-
sible y no vaciándolas nunca par completo, pues
se ha observado que una capa de sulfato de 1 á
2 centímetros contribuye mucho á proteger el
hierro, no sólo contra el enfriamiento, sino de
la acción corrosiva de los ácidos: el trabajo de
estos hornos es tal que en ellos pueden descom-
ponerse hasta 12 000 kilogramos de cloruro só-
dico por día.

El defecto que presentan todos los hornos an-
teriores consiste en las dificultades que existen
para condensar los vapores de ácido clorhídrico,
por lo que los ingleses los han modificado, con
nos de mufla, de los que da idea la fig. 5
en corte longitudinal y transversal, en la que
la llama, C la cubeta de fundición donde se ve-
A representa el hogar, B la mufla envuelta por
rifica el comienzo de la reacción, Dy D' los tubos
por donde sale el ácido clorhídrico respectiva-
mente de la mufla y de la cubeta, E los tubos
per donde se carga la última y F los canales
destinados á la circulación de la llama; con este
sistema, en el que se opera de un modo análogo

muros de esta calcina es recogido por el depósito
de plomo F, en donde se calienta y concentra
hasta 60° Beaumé el ácido sulfúrico necesario
para la operación. Para poner en marcha el hor-
no, se introduce en la cubeta por la puerta Hobjeto de evitar aquéllas, inventando los hor-
la carga de sal común (de 100 á 250 kilogramos),
y por medio de sifones de llave el ácido sulfúrico
(su peso ha de ser próximamente igual al de la
sal); efectuada la mezcla se enloda la puerta y
se eleva la temperatura, con lo que comienza la
reacción desprendiéndose enormes cantidades de
ácido clorhídrico casi puro, que determinan la
tumefacción de la masa elevándola hasta cierta
altura; estos fenómenos van cesando poco á poco,
y cuando la materia tiene consistencia pastosa
se deja de calentar por un momento, se levanta
el registro I, y con palas cóncavas se la hace
pasar á la calcina C. Efectuado el transporte, y
vuelto el registro á su posición primitiva, se
carga de nuevo la cubeta à la vez que se trabaja
con espetones la masa de la calcina, removién-
dola frecuentemente y desmenuzando los frag
mentos gruesos con objeto de que la acción del
ácido sea completa; se da por terminada la opera-
ción cuando la materia calentada al rojo naciente
toma color amarillo de limón, y entonces se hace
caer el sulfato á la cueva G. Durante la opera-
ción hay que tener cuidado de que no se funda
el plomo de la cubeta, lo que se consigue calen-
tando con precaución, y entonces el sulfato ob-
tenido es bastante puro, conteniendo corta can-
tidad de sal común sin descomponer.

En algunas fábricas han sustituído las cubetas de plomo por las de hierro fundido de grandes dimensiones, que tienen la ventaja de favorecer la rapidez del trabajo á la vez que permiten tratar grandes cantidades de sal, existiendo algunas, como las de la casa Hutchinton, en Widney, que pueden recibir 500 kilogramos de cloruro sódico, durando la operación sólo una hora; estas cubetas presentan de ordinario las dimensiones siguientes: diámetro 3,30 m., profundidad 0,50, espesor de las paredes 0,115 á 0,120 y diámetro de la porción no recubierta por la fábrica y expuesta directamente al fuego 2,50 á 2,65. La fundición de que están hechas debe ser a la vez compacta y tenaz, muy resistente á la acción de los ácidos y poco expuesta á agrietarse por las variaciones de temperatura, por más que de ordinario se disponen los aparatos de manera que se disminuyan éstas en lo posible. Como modelo de hornos de cubetas de fundición puede citarse el representado en corte y plano en la fig. 4, y que consta de dos calcinas B y una sola cubeta C, colocada entre ambas; esta cubeta se calienta por un hogar D), cuya rejilla está situada á 1,25 6 1,30 m. del fondo de la misma; la llama de este hogar se repliega contra las paredes del horno para pasar por cierto número de aberturas simétricamente colocadas, al canal

á los anteriores, los productos de la combustión después de circular alrededor de la mufla pasan por debajo de la cubeta y desembocan en la chimenea sin que sea necesario hacerlos atravesar por condensadores por no mezclarse con el ácido clorhídrico; así se consigue que este último cuerpo salga casi puro en los dos períodos de la reacción y pueda ser absorbido con más facilidad. La mufla debe ser de paredes delgadas para que el

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E E

Fig. 5

calor se transmita sin excesivo gasto de combustible, por lo que se la construye con baldosas refractarias muy compactas y perfectamente unidas, á las que se da forma curva en los puntos en que sea necesario con objeto de que puedan resistir bien su propio peso, á la vez que impidan completamente el paso á los vapores clorhidri

COS.

En la actualidad se ha procurado evitar el penoso trabajo del braceamiento y remoción de de la masa, hecho á mano tanto en la calcina como en la mufla, trabajo excesivamente molesto, no sólo por el esfuerzo material que supone, sino por el desprendimiento del ácido clorhídrico, y al efecto se han ideado hornos mecánicos, en los que, además de evitarse este trabajo, se obtiene fácilmente una mezcla perfecta, y por consiguiente un grado de descomposición á que no se llega con los hornos ordinarios; el más repar

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Fig. 6

tido entre los aparatos mecánicos de este género
es el de Mac-Tear, representado en la fig. 6, y
en el cual la cubeta 4, de fundición, está situada
en el centro de una plataforma giratoria B, que
se mueve mediante el engranaje D; en la parte
más alejada del hogar G hay una serie de agita-
dores C que giran de un modo continuo mediante
las ruedas dentadas E, y que son los que produ-
cen la agitación perfecta de la masa: el ácido
clorhídrico y los productos de la combustión se
desprenden por el tubo F, y la materia que ha
experimentado la reacción pasa á los recipien
tes II de cierre hermético. La introducción del
ácido sulfúrico y de la sal común en la cubeta A
se hace de un modo continuo sin que el obrero
tenga otra guía para regular la alimentación que
la composición del producto que sale del aparato,
presentando además el inconveniente de que
no es posible emplear hulla, que produce mu-
cho negro de humo y polvo que estorbaría la
operación, y es necesario calentarle con carbón

de cok.

Los rendimientos que producen los hornos de sulfatos no son los correspondientes á lo que la teoría indica, pues, según ésta, 100 partes de cloruro sódico puro deberían producir 121 de de sulfato anhidro, mientras que en la práctica no se obtienen sino de 105 á 113 partes de sal, cuya composición es de 93 á 97 por 100 de sul

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fato sódico puro; de 0,5 á 2 por 100 de cloruro sódico no descompuesto; de 0,5 á 2 por 100 de ácido sulfúrico en exceso, y de 0,3 á 1,5 por 100 de sulfato de hierro y otras impurezas; la cantidad de ácido clorhídrico producido debería ser de 160 partes por cada 100 de sal común, y con las calcinas de reverbero no se llega á obtener 100 partes, aumentándose la proporción á 150 en las de mufla. El sulfato obtenido en los hornos Mac-Tear es más puro que en los de mano, pues contiene menor cantidad de sal marina no transformada, así como de hierro, no obstante la presencia de la fundición en la segunda fase del trabajo.

Terminado el estudio de los hornos de sulfato por el procedimiento de que se trata, hácese indispensable ocuparse, aunque no con tanto detenimiento, de los medios destinados á condensar el ácido clorhídrico que se desprende durante la reacción, pues de no hacerlo así se perdería un producto cuyo valor compensa con exceso los gastos de condensación, además de originarse daños á la vegetación. En las primeras fábricas establecidas el gas ácido se perdía en la atmósfera por chimeneas que llegaron á alcanzar 133 m. de altura para de este modo difundirle, segun so decía entonces, en gran cantidad de aire y evitar sus perniciosos efectos; pero semejante suposición no se confirmó en la práctica, especial

mente en los tiempos húmedos en que los gases ácidos formaban blancos penachos inclinados, visibles aunque su proporción no fuese sino de 3/100000 con relación al aire y que se prolongaban hasta 1500 m.; esta circunstancia obligó á pensar en la condensación, perfeccionada hoy hasta el extremo de aprovecharse cerca de 99/100 del ácido desprendido. Las condiciones á que han de satisfacer los aparatos destinados á este objeto son las tres siguientes: 1., hacer recorrer á los gases canales suficientemente largos y anchos para que pudiendo circular sin excesivos rozamientos tengan tiempo suficiente para perder su temperatura, demasiado elevada en un principio; 2.a, hacer atravesar á dichos gases por una primera caja que contenga agua independiente de la del resto del aparato: esta caja retiene canti

dar entrada á los gases y á recoger el líquido que ha recorrido toda la altura del aparato, y sobre ella se edifica la torre empleando materiales variables según su tamaño y las localidades, pero que siempre han de satisfacer á la condición de ser inalterables por los ácidos. El interior de la torre está lleno de materias inertes y dispuestas de modo que dejen entre sí los huecos necesarios para que el agua circule entre ellas irregularmente humedeciéndolas por completo; para este uso se utiliza de ordinario el cok en gruesos fragmentos, pero puede ser sustituído por piedras silíceas, por ladrillos embreados, y aun por pie. zas cerámicas especiales dispuestas de modo que satisfagan la condición antes indicada. En cuanto á los dimensiones de estos aparatos, están subordinadas, como es lógico, al número y tamaño dades bastante notables del ácido sulfúrico arras- de los hornos de sulfato, existiendo algunas, cotrado, á la vez que satura de humedad los gases, mo las de la Newcastle Chemical Works Comcircunstancia muy favorable para la condensa-pany, que llegan á tener una altura total de 38 ción, sobre todo cuando el ácido clorhídrico está diluído en gran cantidad de aire, como sucede con el procedente de la calcina; y 3.a, dar á los condensadores suficiente sección, no sólo para aumentar los puntos de contacto entre el agua y los productos que se han de condensar, sino tamibién para disminuir su velocidad. Para satisfacer las condiciones anteriores, es preciso no olvidar que en los hornos de cubeta los gases de ésta son más ricos en ácido clorhídrico, y por tanto más fáciles de condensar que los de la calcina.

metros, y cuya base es un cuadrado de 1,53 metros de lado; frecuentemente se construyen dos torres, de las que la una produce líquidos más ricos en ácido que los de la otra, y entonces los gases las atraviesan sucesivamente. Por último, para impedir que las menores porciones de ácido clorhídrico se difundan en la atmósfera, se puede hacer pasar los gases á través de fragmentos de caliza ó de witerita, que producirán respectiva mente cloruros cálcico ó bárico, de los que el primero puede eliminarse sin que sea perjudicial, y aprovecharse el segundo en la fabricación del Ilamado blanco fijo (sulfato bárico artificial).

Los aparatos de condensación actualmente empleados se reducen á tres tipos distintos, de los que dos puede decirse que son uno mismo, El método de preparación del sulfato sódico sin más modificación que la referente á la forma que se acaba describir exige el consumo de grany naturaleza del recinto condensador; el primero des cantidades de ácido sulfúrico que represende estos tipos consiste en una serie de cajas de tan valor algún tanto considerable, por cuya raparedes gruesas (0,20 á 0,25 m.), hechas de pie-zón se ha tratado de reemplazarle por diversos dra silícea, llenas de agua hasta los dos tercios de su altura y colocadas en gradería; estas cajas comunican entre sí por una serie de tubos situados cerca de su fondo y que sirven para la circulación del agua que penetra por la colocada á ma yor altura, y por otros situados en la parte superior de cada caja y destinados á dar paso á los gases que se han de condensar; de esta manera se consigue que el agua y dichos gases marchen en sentido contrario, con lo que el ácido clorhí drico se disuelve en aquélla produciendo un líquido que, á la salida del aparato, marca 21° en areómetro de Beaumé. En algunas fábricas inglesas se ha modificado esta disposición haciendo que el agua penetre en las cajas bajo presión de tres atmósferas y en condiciones tales que resulte completamente pulverizada, lo que aumenta de una manera considerable la superficie de contacto.

El segundo tipo de aparatos de condensación consiste en bombonas de barro unidas entre sí de un modo análogo que las anteriores cajas, pero dispuestas de manera que el líquido saturado, más denso que el agua pura, se encuentre siempre en el fondo de las bombonas, mientras que esta agua, hallándose en la parte superior, está siempre en contacto con los gases que se han de condensar; de esta manera se condensa el ácido clorhídrico procedente de 100 kilogramos de sal común, haciendo circular por el aparato de 140 á 146 litros de agua. Ha de tenerse presente que los gases de la cubeta y de la calcina exigen distinto aparato condensador, pues los primeros pierden casi todo su ácido clorhídrico en una serie de 25 á 30 bombonas, mientras que los segundos obligan á aumentar el número de éstas hasta 70 ú 80, sin que por eso la disolución sea completa, pues se escapan á la atmósfera cantidades notables de ácido clorhídrico.

Conforme el sistema de bombonas sustituyó casi por completo al de cajas, éste ha sido reemplazado posteriormente por las torres de condensación, que constituyen el tercer tipo de los aparatos destinados á este objeto; empleadas por primera vez en 1836 por Gossage, se fundan en hacer que los gases atraviesen de abajo á arriba una columna de suficiente altura llena de substancias porosas, constantemente humedecidas por corriente descendente de agua, con lo que, dividido el líquido de modo que presente gran superficie, la disolución es tan rápida como completa. No pudiendo entrar en detalles, que no son de este lugar, acerca de la construcción de las torres, no se hará sino indicar las condiciones generales á que deben satisfacer; en la base de la construcción debe hacerse una cámara de techo abovedado y agujereada, destinada á TOMO XIX

sulfatos naturales ú obtenidos á bajo precio, si bien hasta ahora no se ha conseguido llegar á resultados satisfactorios, por lo cual, lejos de entrar en detalles acerca de estos procedimien tos, no se hará sino indicarlos de una manera sucinta. Constantín y Dundonald han propuesto hacer reaccionar el sulfato alumínico sobre la sal común en presencia del agua, en cuyo caso se produciría sulfato sódico, óxido de aluminio y ácido clorhídrico, de los que los dos primeros se separan fácilmente mediante lixiviaciones seguidas de las filtraciones y cristalizaciones oportunas; Athenas, Vanderballen y Macfarlane calcinan en hornos de reverbero o de nrufla la sal común con sulfato ferroso en presencia del aire; Kuhlmann y Pelouze sustituyen el sulfato ferroso por el férrico haciendo intervenir el vapor acuoso, y algunos otros han propuesto hacer reaccionar dicha sal común con el sulfato de cromo en presencia del sulfato potásico, teniendo en cuenta que los compuestos de cromo y hierro utilizados, se pueden producir á muy bajo precio, ya por el tratamiento conveniente de ciertos minerales ya como residuos de otras fabricaciones; con el mismo objeto, el químico español Muñoz de Luna trató de someter á la calcinación en corriente de vapor de agua una mezcla de sulfato magnésico y cloruro sódico, pero este método resultó impracticable en la Industria, por exigir temperaturas sucesivamente elevadas muy costosas de producir, y sin las cuales se origina un sulfato doble sódicomagnésico que sería preciso descomponer por la cal hidratada. Otro medio de conseguir el mismo resultado emprendido muchas veces en grande escala y después abandonado, es el que se funda en el empleo de los sulfuros metálicos, y especialmente de las piritas de hierro y de cobre; para operar por este medio se mezclan dichas piritas con sal común y se somete la mezcla á la tostación, en cuyo caso las primeras desprenden anhidrido sulfuroso, que en presencia del oxígeno en exceso y del cloruro sódico forma sulfato de sodio y desprende cloro, pudiendo este último ser reemplazado por el ácido clorhídrico si la reacción se verifica en presencia del vapor de agua; los obstáculos principales que presenta este procedimiento son: en primer término la dificultad con que se realiza la descomposición de la sal marina, y después la necesidad de lixiviar el producto calcinado para separar el sulfato sódico de las materias insolubles. Hargreaves y Robinsón, directores de la gran fábrica de productos químicos de Widnes, en Inglaterra, verifican aparte la tostación de la pirita, en virtud de un procedimiento que, de haberse confirmado en la práctica, hubiera constituído uno de los

adelantos de mayor trascendencia realizados en la gran industria química; el principio del mé

todo consiste en hacer reaccionar sobre la sal

común, en presencia del oxígeno y del agua en vapor, el gas sulfuroso producido por la tostación de las piritas; pero los considerables gastos de instalación de los aparatos, la delicada marcha de éstos y la dificultad de condensar el ácido clorhídrico, que sale mezclado con grandes cantidades de gases inertes, no compensan la economía resultante de no tener que fabricar el ácido sulfúrico, por cuya razón este procedimiento no ha realizado las esperanzas que hiciera nacer en un principio. De todo lo dicho resulta, en síntesis, que del gran número de reacciones que pudieran emplearse para obtener en grande escala el sulfato de sodio indispensable para la fabricación de la sosa, la que da mejores resultados, tanto bajo el punto de vista económico como por la pureza del producto, es la que tiene lugar, en las condiciones descritas, entre la sal común y el ácido sulfúrico.

Terminado el estudio de la fabricación del sulfato de sosa, es preciso tratar de los medios de convertirle en carbonato, medios que son bastan te numerosos; pues si se tiene en cuenta la grandísima importancia que en el Comercio y en la Industria tiene la sosa, no debe extrañar que los químicos se hayan preocupado de su producción, agotando todas aquellas reacciones que, conduciendo al mismo objeto, sean susceptibles de aplicarse en gran escala; estos medios, sin embargo, pueden clasificarse en dos grandes grupos, según utilicen directamente y sin reducción dicho sulfato, ó según requieran se transforme antes en sulfuro. Los primeros puede decirse que no han dado resultados prácticos, á excepción de uno solo, por lo que no se hará sino indicar las reacciones en que se fundan, que son las siguientes: 1.o, descomposición del sulfato sódico por los acetatos impuros ó pirolignitos de calcio, bario ó plomo, y calcinación subsiguiente del acetato sódico formado; 2.°, doble cambio por calcinación ó por vía húmeda entre el sulfato sódico y el carbonato bárico; 3.o, descomposición de dicho sulfato por el mismo carbonato de bario, pero en presencia de ácido carbónico en exceso; 4.°, caustificación por medio del hidrato cálcico, ya por simple ebullición ya bajo presiones superiores á la atmosférica; y 5., reacción antre el sulfato sódico y el carbonato ácido de emonio en análogas condiciones á aquellas otras en que se realiza el método de Solvay: este procedimiento, debido á Carey, Gaskell y Hurter, parece presentar algunas ventajas, pues permite regenerar á la vez, no sólo el amoníaco, sino también el ácido sulfúrico.

También son varios los métodos en que se uti. liza indirectamente el sulfato sódico, mediante su reducción preliminar á sulfuro, conseguida calentando aquella sal, mezclada con carbón, al rojo sombra, y entre ellos se encuentra el de Leblanc y algunos otros cuyos resultados han sido bastante aceptables, aunque sin poder nunca compararse al del citado químico francés; entre los últimos se encuentra el indicado en 1775 por Marherbe y perfeccionado en 1854 por Kopp y Stromeyer, que consiste en fundir en un horno de reverbero la mezcla formada por 160 kilogramos de sulfato de sosa, 80 de óxido de hierro y 60 de hulla, y lixiviar metódicamente la masa fundida después de haberla dejado expuesta por algún tiempo á la acción de la humedad y del ácido carbónico; otro medio que también ha sido objeto de estudio por prácticos y químicos eminentes es el fundado en la descomposición del sulfuro sódico por el ácido carbónico bajo la influencia del agua; pero esta reacción, á pesar de ser tan sencilla y tan racional bajo el punto de vista teórico, tiene el inconveniente de desprender el azufre al estado de ácido sulfhídrico, cuerpo cuyo aprovechamiento ofrece numerosas dificultades.

Dejando aparte otros métodos que no han recibido sanción en la práctica, importa ahora describir el único que antes de la invención del de Solvay logró, no sólo hacer competencia seria, sino casi anular en absoluto el empleo de las sosas procedentes de la calcinación de las plantas barrilleras: el método de Leblanc se funda en la serie de reacciones simultáneas que tienen lugar al calcinar una mezcla de sulfato sódico, carbo nato cálcico y carbón; en estas condiciones el sulfato se reduce en primer término á sulfuro, á su vez actúa sobre la caliza en tal forma 72

que

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