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tre sí por una débil cresta central. Fué creado el género Sieberella en 1887 por Ehlert, separándole del género Conchidium creado por Linneo; se distribuyen todas sus especies desde el terreno silúrico hasta el carbonífero, siendo la más importante la Sieberi, debida á L. von Buch.

SIEBERIA: f. Bot. Género de plantas perteneciente à la familia de las Orquídeas, tribu de las ofrídeas, cuyas especies habitan en los países templados del hemisferio boreal, y son plantas herbáceas con aspecto semejante al de las especies del género Orchis; perigonio en forma de casco, con las divisiones casi iguales, las exteriores laterales y patentes y la superior connivente con las interiores, más corta que éstas y ahorquillada; labelo anterior ó posterior adherido á la base de la columna, trilobo y espolonado; antera erguida, con las celdas contiguas, paralelas, en forma de saco en la parte inferior, y con retináculo marginado; polinias con dos glándulas laterales separadas y sin bursícola.

SIEBOLD (FELIPE FRANCISCO DE): Biog. Viajero y naturalista alemán. N. en Wurtzburgo en 1796. M. en Munich en 1866. Deseoso de seguir las huellas de su padre y de su abuelo, estudió Medicina en la Universidad de su ciudad natal, y en ella se recibió de Doctor en 1820. Dos años más tarde pasó al servicio de Holanda y partió para Java como oficial de Sanidad de primera clase. En febrero de 1823 fué nombrado médico militar del cuartel general de Batavia, y poco después acompañó al Japón á una embajada holandesa enviada á esta región, no sólo con un fin diplomático sino también para hacer allí estu dios é investigaciones científicas. En 11 de agosto de 1823 desembarcaba Siebold en Nangasaki. Residió más de seis años, como médico de la factoría holandesa, ya en dicha gran ciudad de comercio, ya en la vecina isla de Dezima. Aprovechó esta larga permanencia para formar inmensas colecciones de Historia Natural y Etnografía japonesas, que hoy figuran en el Museo de Leyden; consiguió obtener, además del permiso para recorrer los campos de los alrededores de Dezima, la autorización, casi nunca conconcedida á los extranjeros, para hacer excursiones por el interior. Logró hallar entre los jóvenes japoneses gran número de excelentes discípulos, que enviaba á las montañas de la isla y también á las islas vecinas, los cuales le llevaban animales raros, plantas y minerales preciosos. Sus colecciones fueron aumentando así de año en año, hasta el punto de que á su regreso á Europa causaron una admiración general en una época en que se estaba muy lejos de tomar en el estudio sistemático de las Ciencias naturales un interés tan marcado como en la actualidad. Siebold describió una parte de los animales por él en su Fauna japónica. Dió á conocer y aclimató en Europa 100 especies de plantas japonesas de recreo ó útiles, debiéndosele además la aclimatación del arbolito del te de Java.

Familiarizado con la lengua japonesa se ocupó en estudiar á fondo la literatura de este país, y reunió una gran colección de libros y materiales interesantes sobre el culto de Sinto y de la religión de Buda, libros y materiales cuya exportación fuera del Imperio era castigada con las más severas penas. En 1826 emprendió con la embajada holandesa un viaje á Yedo, capital del Imperio, en donde consiguió permanecer bastante tiempo con el pretexto de iniciar á los médicos de la corte en los secretos de la Historia Natural de la Medicina europeas. En el moy mento en que se disponía á abandonar el Japón para volver á Europa, fué de pronto complicado en un asunto que debía tener para él un resultado fatal. El astrónomo de la corte de Yedo, ganado por el oro y las promesas, había consentido en confiarle un mapa original de la isla de Nipón; la connivencia fué descubierta, el astrónomo y sus subordinados fueron reducidos á prisión, y Siebold fué también arrestado y encarcelado en Nangasaki. Más de una vez, durante el curso del proceso, los amigos japoneses del doctor alemán aconsejaron á éste que se abriese el vientre para evitar una condena á muerte, que según las leyes del Imperio parecía inevitable; pero Siebold prefirió esperar con resignación el término de los acontecimientos, y su firmeza y prudencia acabaron por devolverle la libertad. Abandonó el Japón en enero de 1830, y de regreso en Holanda fué nombrado médico del Estado Mayor general. Ennoblecido en 1845, reci

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bió al cabo de seis años el grado de coronel de Estado Mayor y dedicó sus ratos de ocio á trabajos literarios y científicos, todos relativos al Japón. En 1859 partió de nuevo para este país, á fin de tomar á su cargo los intereses de la Compañía Comercial Neerlandesa; con el consentimiento del rey de Holanda pasó en 1861 al servicio del soberano temporal de Yedo, con el encargo de ser en todas las negociaciones importantes el intermediario entre el Japón y las potencias marítimas de Europa; pero la envidia fué causa de que perdiese pronto esta elevada posición. Abandonó la corte del taikun, quien le hizo un magnífico presente, y se retiró á una pequeña posesión que había adquirido en las cercanías de Nangasaki. En 1862 regresó á Europa y se estableció en Wurtzburgo, su ciudad natal; en las salas de la Maxschule (Escuela de Maximiliano) colocó la colección etnográfica que había formado durante su segunda permanencia en el Japón. En 1866 Napoleón III lo llamó á París y le encargó la dirección del plan de una sociedad de comercio franco-japonesa que intentaba fundar. Con este motivo Siebold tuvo una conversación con Napoleón, que le nombró ofi cial de la Legión de Honor. En abril de 1866 pasó á Munich á poner en orden, en las salas de los Arcades, su Museo Etnográfico, que le había sido comprado por el gobierno bávaro. Era éste un trabajo penoso para un anciano de setenta años, trabajo que debía costarle la vida. Fué Siebold atacado de varios enfriamientos sucesivos que le ocasionaron una fiebre tifoidea, de la que murió en 18 de octubre siguiente. A pesar de su mucha edad, tenía proyectado un tercer viaje al Japón para fundar, á costa del gobierno francés, una gran escuela en donde aprendiesen las lenguas europeas los jóvenes japoneses, que después vendrían á Europa á completar su educación. Quería también ver por última vez à su hijo Alejandro, intérprete de la embajada inglesa en Yedo. Siebold era individuo honorario de la miayor parte de las Academias y Sociedades científicas de Europa. Escribió las siguientes obras: Fauna japónica, antes citada; De historiæ naturalis in Japonnica statu; Epitome linguæ japo nica; Niphón, archivos para la descripción del Japón y de las regiones vecinas; Bibliotheca japónica; Flora japónica: Isagoge in bibliothecam et studium litterarum japonicarum, etc.

- SIEBOLD (CARLOS TEODORO ERNESTO DE): Biog. Fisiólogo alemán, hermano de Felipe Francisco. N. en Wurtzburgo en 1804. M. en Munich en 1885. Fué sucesivamente médico de los círculos de Heilsberg y de Koenigsberg; quiso en 1834 recibirse de agregado en la Universidad de esta última ciudad, pero no pudo conseguirlo por ser católico. Al año siguiente fué director de la Escuela de Partos de Dantzig; después, en 1839, médico de Anatomía comparada y de Veterinaria en la de esta ciudad, y en 1840 profesor de Fisiología, Universidad de Erlangen, de donde pasó con el Brisgau (1845), de Breslau (1850), y de Munich mismo destino á las Universidades de Friburgo en (1853), siendo encargado más tarde de la dirección del Gabinete de Zoología y Zootomía de esta ciudad. Adquirió un puesto importante entre los fisiólogos de nuestra época por sus trabajos acerca de la estructura interior y acerca de la historia de la vida y de la reproducción de los animales del orden inferior. Además de numerosas disertaciones sobre Helmintología y Entomología, insertas en diferentes periódicos y colecciones científicas, publicó las siguientes obras: Manual de Anatomía comparada de los animales las mariposas y en las abejas; Los peces de agua invertebrados; La verdadera partenogenesia en dulce de la Europa central, etc.

SIECHA: Geog. Laguna de Colombia en la provincia de Cundinamarca, á menos de 20 kilómetros distante del pueblo de Guasca, hacia el S., en un páramo á 3455 m. sobre el nivel del mar, entre 0-1° long. oriental y 4-5° lat. N. Fué éste un lugar religioso de los antiguos chibchas, donde se cree ofrecían oro al Sol y á la Luna, que eran sus divinidades principales. En la actualidad, y desde hace algún tiempo, se intenta secarla para extraer los tesoros que la tradición dice encierra en su seno, y de los cuales parece que se ha encontrado algo en sus orillas. En marzo de 1874 se aseguró haberse conseguido ya desaguarla en parte, y que lo sería del todo mediante los esfuerzos del ingeniero D. Indalecio Liévano, quien había logrado taladrar la úl

tima roca, dando esta operación por resultado el que saliera gran cantidad de agua (Esguerra, Dic. Geog. de Colombia).

SIEDLCE Ó SIEDLETZ: Geog. Gobierno de Rusia, en la Polonia, sit. entre los de Lomıza y Grodno al N., Grodno y Volinia al E., Lublín y Radom al S. y Varsovia al O.; 14335 kms.2 y 752152 habits. País llano y pantanoso, con pocas y pequeñas elevaciones. Pertenece a la cuenca del Vístula, río que corre por la frontera occi. dental, y recibe allí el Wieprz, el Okrzcyca y el Wilga; también bañan el territorio de este gobierno los ríos Swider y Bug occidental. La agricultura es la principal riqueza del país, y los cereales y patatas la producción más abundante. Industrias derivadas de la agricultura, fab. de harinas, destilerías, cervecerías, etc. Predomina la religión católica, pero hay unos 160000 cismáticos y 120000 judíos. Pasa por el gobierno el f. c. de Varsovia á Brest-Litowskii, y se divide en nueve dists., que son: Siedlce, Biala, Garwolin, Konstantinow, Lukow, Radin, Sokolow, Wegrow y Wlodawa; la cap. es Siedlce. || Ciudad cap. de dist. y gobierno, Polonia, Rusia, sit. al E.S. E. de Varsovia, en región pantanosa, entre el Muchawka, afl. del Liwiec, y este río, y en el f. c. de Varsovia á Brest-Litowskii por Lukow; 15000 habits. Sede episcopal. Castillo con magnífico jardín. Buena Casa Ayuntamiento. Fué cap. de la antigua prov. de Podlaquia, y durante la insurreccion de los polacos, en 1831, la ocuparon los rusos.

SIEDRITA (de Sihedra, n. pr.): f. Min. Silicato hidratado alumínico cálcico, perteneciente al grupo de las zeolitas, con bases de calcio, potasio y sodio, cuyos metales contiene siempre, para constituir en realidad un silicato múltiple de composición tal como aparece expresada en la fórmula H(CaNa,K)AI,SiO21. En realidad es la siedrita mineral complejo en alto grado, como producto de la asociación de un silicato alumínico hidratado con los silicatos de calcio, potasio y sodio, caracterizado principalmente merced á la forma rómbica de sus cristales, los cuales, reuniéndose muchos, suelen agruparse formando vistosos penachos dotados de hermoso y nacarado brillo, cuyo carácter es propio asimismo del mineral denominado estildita, del cual puede considerarse variedad bien determinada el cuerpo que describimos; distínguese bien de ella mediante cualidades tan externas como es el color, porque mientras el de la estildita propiamente dicha es blanco, rojizo, rosado ó pardo más ó menos obscuro, la zeolita que se describe siempre preséntase verde con tonos bien marcados y definidos y como su coloración atribuyenla algunos mineralogistas á materias extrañas á los elementos constitutivos de la siedrita, pero obligados acompañantes suyos y asociados constantes, de ahí viene considerarla, no sin fundamento, á modo de estilbita impura, de la verdadera especie mineralógica diferenciada atendiendo en especial à la densidad y á la dureza, sólo comparable, en ocasiones, á la determinada en la esferostildita en el interior del mineral cuyos fragmentos rayan el vidrio, mientras que la superficie externa de los glóbulos radiados, habitual forma con que se presenta, es rayada con la uña en la mayoría de los no abundantes ejem plares.

Muchos autores han emitido la idea de que, partiendo de un silicato hidratado y normal alumínico cálcico, compréndense generadas las variedades de estildita mediante sustituciones regulares de parte del calcio por los metales potasio y sodio, de donde derivarían grupos enteros de zeolitas, cuyos caracteres específicos siempre serían los mismos; así, su calidad de silicatos hidratados pónese de manifiesto con sólo calentarlas en un tubo de ensayo, en cuya parte superior se condensa agua y el cuerpo pierde de peso; siguiendo la acción del calor, con el dardo del so. plete, el mineral se hincha experimentando considerable aumento de volumen, y al cabo de muy continuada y elevada temperatura se funde en un característico esmalte de color blanco; por vía húmeda el mejor reactivo de la sicdrita y sus congéneres es la disolución concentrada de ácido clorhídrico, que á todas estas zeolitas ataca y disuelve, sin que se forme ó precipite la sílice en estado gelatinoso. El mineral descritos muy escaso, y sólo se ha señalado como yacimiento suyo las montañas de Syhedrex, cerca de Bonbay, en la Lidia.

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SIEG: Geog. Río de Prusia. N en la vertiente S.O. del Ederkopf y de Jagdberg, cerca de las fuentes del Edery de las del Lahn; corre hacia el S., baña á Siegen en Westfalia, recibe por la derecha el Asdorf y el Wisse y por la izq. el Haller y el Niester; entra en la prov del Rhin, que recorre de E. à O.; recibe por la dra. el Bröl, el Wahn y el Agger, y por la izq., frente á Siegbur go, el Pleis, y á los 131 kms. de curso vierte sus aguas en el Rhin, á 43 m. de alt. y unos 3 kilómetros más abajo de Bonn. || Círculo de la regencia de Colonia, prov. del Rhin, Prusia, situado en la orilla dra. del Rhin y en las del curso inferior del Sieg; 766 kms.2 y 95000 habitantes. Cap. Siegburg.

SIEGA: f. Acción, ó efecto, de segar las mieses.

En ocasiones extraordinarias hay otras faenas y diversiones que dan á todo más anima. ción, como en tiempo de la SIEGA, de la vendimia, etc.

VALERA.

-SIEGA: Tiempo en que se siegan.

por que no arranquéis à vueltas algún trigo, dejalda crecer hasta la SIEGA. FR. CRISTÓBAL DE FONSECA.

-SIEGA: Mieses segadas. -SIEGA: Agr. La operación designada con este nombre tiene por objeto proceder al levantamiento de las cosechas de algunos cultivos, especialmente de los cereales y de las praderas. La época en que esto puede efectuarse cambia con el clima y con el género de cultivo; y aun cuando suele decirse la época de la siega, ésta se refiere especialmente à la del trigo y el centeno. La de la cebada se anticipa en todos los países un mes ó dos respecto de la del trigo.

Procedimientos empleados para segar. - Durante largo tiempo sólo se ha empleado la hoz, en la cual se pueden á su vez distinguir dos modelos, según ésta tenga el filo continuo ó aserrado. La hoz con borde dentado sirve especialmente para la recolección de forraje y para separar las partes aéreas de las remolachas y zanahorias, pero para la siega en general es preferible la hoz lisa, que en manos de un obrero hábil puede realizar un trabajo tan útil como el de una guadaña. Generalmente en los países septentrionales se prefiere este instrumento á la hoz propiamente dicha, porque las mieses, frecuentemente tumbadas y revueltas y no completamente secas, se recogen más facilmente que con una hoz ordinaria, y ésta á su vez es preferida en los países secos y cálidos, en los cuales las mieses llegan á agostarse de una manera perfecta sin tumbarse.

Para las mieses verdes, como ocurre con las de las praderas, da más resultado la guadaña de rabo largo, generalmente conocida con el nombre le dalla, la cual reune condiciones muy prácticas cuando termina en una especie de muletilla para apoyar la mano derecha y tiene cerca de la mitad del vastago una especie de pitón para aplicar la izquierda; también se le agrega una especie de peine de púas paralelas á la cuchilla y tan largas como ésta, que favorecen el amontonamiento de la hierba al mismo tiempo que la siega. Con este instrumento se cortan los tallos y hojas á ras del suelo, lo cual es muy ventajoso para la recolección del heno en los prados, pero no lo sería para el trigo, por ejemplo, porque las espigas demasiado maduras podrían desgranarse, y también porque las matas cortadas se apoyan sobre las que aún permanecen en pie y la mies se maneja dificilmente, por lo cual sólo puede emplearse en las mieses de cereales que se siembran prematuramente para forraje.

En algunos países se recomienda que la siega se haga muy alta, para no recoger más que la parte útil de los cereales sin mezclarlos con las hierbas extrañas, y el rastrojo con éstas se siembra más tarde para forraje.

También se emplean máquinas segadoras para la siega en gran escala, las cuales son de invención más moderna.

De muy antiguo se pensó en hacer la siega por

cargan al valor de la cosecha, pagándolo de este modo todo el país, dentro del cual no puede haber competencia con los granos extranjeros por el precio á que suben en aquéllos los transportes, y finalmente porque, muy dividida la propiedad por regla general, una segadora resultaría casi constantemente parada, representando un capital muerto que para las labores es necesario, tanto más cuanto el coste de las máquinas no es pequeño y que su manejo necesita hacerse por hombres hábiles ganando un jornal crecido y que habían de estar desocupados gran parte del año. Sin embargo, las máquinas tomarán carta de naturaleza en nuestro país el día en que esos pequeños propietarios se agrupen por zonas y una sola máquina en cada zona haga el trabajo sucesivamente de cada propietario, lo que ocurrirá á no dudar cuando la industria tome mayor desarrollo, escaseando los brazos, como ocurre en otros países, y las tarifas de transporte permitan la competencia de los productos de otras naciones con la nuestra, circunstancias ambas que se hallan muy próximas, según todos los indicios; acaso se deba también la poca aceptación en España de las máquinas, á que las extranjeras no se adaptan á las condiciones de nuestro suelo, pues la segadora Elizalde, que funciona en terrenos de cualquier clase, por accidentados que sean, que tiene mecanismos muy sencillos que permiten sea manejada por cualquier labrador, y en la que por la misma razón las reparaciones puede hacerlas un herrero cualquiera, y que resulta de muy poco precio, está dando resultados satisfactorios, habiendo sido de los primeros que han hecho y están haciendo uso de ella, después de los brillantes trabajos de ensayo practicados en el Instituto Agrícola de Alfonso XII, D. Francisco Cavero, en sus propiedades de Zaragoza; los talleres de construcción de esta máquina se haIlan en Burgos.

procedimientos mecánicos, y hasta llegó á prac-
ticarse, pues ya en tiempo del Imperio romano
se usaron algunas máquinas para este trabajo,
aplicándolas á los cereales, pero las cuales sólo
cortaban las espigas, dejando las cañas sobre el
terreno; y como esto representaba una gran pér.
dida para el agricultor o un aumento de trabajo
en la siega ordinaria si se querían recoger, deja-
ron de emplearse al poco tiempo, sin que volvie.
ra á hacerse nada en este sentido hasta principios
del siglo actual, en que el inglés Smyth dió la
idea de máquinas semejantes á las que hoy se
emplean, cabiendo el honor de la realización de
este adelanto al Carmelita R. P. Bell, que cons-
truyó una segadora á la que dió su nombre, si
bien no tuvo aceptación porque marchaba empu-
jada, y esto presentaba algunas dificultades; al-
gunos años más tarde, en 1831, el norte-america-
no Mac-Cormick evitó este inconveniente cons-
truyendo una máquina también de su nombre,
como generalmente han hecho todos los inven.
tores, moviéndose la máquina por tracción de
caballerías ó bueyes, y marchando lateralmente
al campo que se trata de segar, como hacen hoy
casi todas las que se han aceptado; desde los pro-
medios de este siglo de progreso, de iniciativa y
adelantos en Ciencias y Artes, han sido muchos
los que se han ocupado de asunto tan importan-
te, siendo innumerable el catálogo de los inven-
tores: Burgés-Key, Wood, Samuelson, Johons.
ton, Aultman, Bausomes, y el ingeniero de mon-
tes español D. Manuel Elizalde, con otros mu-
chos que pudiéramos citar, han dado á la Agri-
cultura máquinas segadoras más o menos inge-
niosas y perfectas, cada día más generalizadas,
por lo menos en el extranjero; en España hasta
ahora no han dado los resultados que de ellas po-
día esperarse en los ensayos hechos, aplicando
la tracción por caballerías, no habiéndose em-
pleado el ganado vacuno por la lentitud de su
paso, lo que no sucede en otros países, en que los La diferencia esencial que presentan los di-
bueyes, educados de diferente modo que en el versos sistemas de segadoras consiste en que
nuestro, y acostumbrados á una marcha viva y unas dejan la mies cortada en manojos sueltos ó
regular, dan resultados más beneficiosos; no quie- gavillas y otras las atan formando haces, lo que
re decir esto que el poco éxito que aquí han alcan- establece ya una división en agavilladoras y
zado las máquinas se deba al sistema de tracción, atadoras; las máquinas de tracción de una ó dos
como pudiera creerse, á pesar de la supremacía caballerías llevan junto al tiro y bajo el pescante
de las máquinas, supremacía que la teoría de- del conductor una gran rueda de llanta ancha,
muestra también, porque siendo uno de los más en cuyo interior está el mecanismo motor al que
graves peligros que corre el labrador al hacer la pone en acción, al rodar dicha rueda sobre el te-
siega el que una tormenta, una lluvia impre- rreno, transmitiéndose por mecanismos más ó
vista, ocasione la destrucción de toda la parte menos sencillos ó complicados este movimiento,
segada, cuya semilla es arrastrada por las aguas tanto á la sierra como al aparato agavillador ó
y cuyos tallos se humedecen y quedan expuestos atador; el trabajo de una segadora suele ser de
á la descomposición, cuanto más rápida sea la 4 á 5 hectáreas de terreno por cada diez horas
operación menor será el riesgo que se corra, y de trabajo, ocupando uno ó dos hombres para
ciertamente con las máquinas se abrevia notable- conducirla y seis para atar cuando no lo hace la
mente la recolección, y más si, como las moder- máquina; la segadora Elizalde, movida por un
nas, recogen en haces ya atados los productos, que caballo, da un trabajo equivalente al de 24 sega-
no queda más que cargarlos para llevarlos á la dores con la hoz; conviene, cuando se hayan de
era en que se han de trillar (V. TRILLA); además emplear segadoras, hacer labor plana, pues tra-
la siega á brazo no puede ser tan perfecta, por-bajan mejor las máquinas, que con la labor alo-
que por gran práctica que en ella se tenga no se
pueden cortar todos los tallos á la misma altura,
y siempre resulta más pérdida de ellos por lo que
en el campo queda; resultado de todo esto es la
mayor perfección y economía de la siega con má-
quinas, el aumento de productos y la disminu
ción de riesgos; con la siega á brazo, en cambio,
pueden separarse aquellas plantas de que el te-
rreno no se ha podido limpiar, en tanto que las
máquinas, no pudiendo elegir, las siegan tam-
bien y las mezclan con los verdaderos productos
de la cosecha, que por esta razón empeora; mas
no es esta sola la razón de que en España se prac-
tique casi exclusivamente á brazo la recolección;
hay sobra de brazos, y por lo tanto falta de di-
nero; los segadores se dedican á los trabajos más
rudos, en los que ya tienen gran práctica, y para
las cuadrillas que de las provincias gallegas y
asturiana, así como de la de Almería y las de los
reinos de Valencia y Murcia, se distribuyen en
el resto de España, representa la siega el susten-
to de todo el año y el país se ve libre de la mi-
seria que de otro modo le amenazaría; pudiera ob-
jetarse á esto que no es equitativo que el agricul-
tor lo pague todo, pudiendo montaise industrias
que ocupasen esos mismos brazos; como la mayor
parte de los agricultores están muy conformes
con su sistema, como lo prueba el que nadie les
obliga á seguirles primero porque en nuestro
país, por fortuna, los riesgos son contadísimos,
porque salen más limpios los productos según
hemos dicho, porque si bien ellos pagan un so-
brepremio en el trabajo éste es pequeño y le

mada.

Hechas estas indicaciones generales, vamos á hacer una ligera descripción de algunos tipos, comenzando, como es natural, por la ya citada de Elizalde, no sólo por ser española (se la llama la Española, sino por su gran sencillez: tiene el aspecto exterior de un carro de dos ruedas, bastante pequeño para moverle con una caballería, pudiendo también engancharse dos, y dando un corte de un metro de ancho; marcha como todas en sentido normal á la dirección de las labores; una de las ruedas del carro, la que marcha junto al corte y que se llama principal, lleva una clavija para enlazar el mecanismo con ella y poner éste en movimiento; el mecanismo se reduce à un engranaje cónico para transformar el movimiento vertical de la rueda en otro horizontal; una rueda en conexión con la del engranaje anterior lleva una biela que produce el movimiento alternativo de una varilla, á que se articula una sierra horizontal que, suspendida de una cadena, puede elevar ó bajar á voluntad aquélla con el auxilio de la articulación, con lo que se consigue suspender el corte ó hacerle á diversas alturas, según convenga, y también salvar cualquier obstáculo que se presente en la marcha; la cadena de suspensión va unida á una palanca cuya manija ó escamera está al alcance del conductor para maniobrar la sierra que ha de cortar las cañas de la mies; la biela de que hemos hablado va movida por una excéntrica unida á la rueda horizontal; dos poleas montadas en sus ejes correspondientes, y de las que la

inferior está movida por el engranaje cónico, llevan una cadena sin fin, yendo unidos á la polea superior unos rastros que al girar la polea van cogiendo y dejando las gavillas en el suelo con gran suavidad; posteriormente, en 1879, en cuyo mes de junio obtuvo premio en el concurso celebrado en Madrid, la ha modificado su inventor, simplificando aún más su mecanismo y reduciendo el peso total á 275 kilogramos, inferior al de todas las máquinas conocidas.

Las sierras de las segadoras son unas barras cubiertas de espolones ó cuchillas, todas en el mismo sentido, terminadas en punta y con cortes muy afilados; penetran en la mies, y por los movimientos de transformación alternativo van cortando las cañas que á su paso encuentran, siendo la carrera de la sierra ó amplitud del movimiento igual á la separación entre dos espolo nes consecutivos de la sierra.

La segadora Samuelsón es de de hierro forjado, y por tanto de las más sólidas y ligeras y de las más empleadas en España; puede cortar la mies á alturas diferentes, según la alzada de la sierra ó barra de espolones; la rueda de rastrillo lleva seis de éstos con movimiento independiente, no sólo del de la sierra sino unos de otros, con lo que se puede interrumpir el movimiento de uno cualquiera por medio de una palanca al alcance del pie del conductor, lo que sirve para determinar el tamaño de las gavillas; la sierra va montada de manera que puede elevarse cuando ha de marchar por un camine y no es necesario que funcione; lleva además un tablero, como se ve en bA (fig. correspondiente de la lámina adjunta), que también puede levantarse cuando no trabaja, y el que está destinado á recoger las gavillas para atarlas.

La segadora Hornsby, designada con el pretencioso nombre de El Monarca de la Siega, es de acero y amarradora, y puede segar tan bajo como se quiera, pudiendo sus diferentes elementos pasar por encima de cualquier obstáculo que se presente en el suelo, formando la plataforma unos tableros guarnecidos inferiormente por una chapa de acero ó hierro, y las barras de espolón ó sierra se hallan próximas al terreno, dejando á la plataforma completamente libre, pudiéndose recoger hasta las espigas más cortas; esta disposición se encuentra en la figura correspondiente de la lámina adjunta; lleva unos separadores cuyo objeto es enderezar las espigas torcidas para que puedan segarse con aprovechamiento de la mayor cantidad de paja; las guadañas van en una barra impulsada por un vástago de acción directa; una vez cortados los haces, caen en elevadores de lona completamente fuera de la acción del viento; estos elevadores, especie de vela, descienden hasta un nivel inferior al de la plataforma, donde dejan los haces con completa regularidad y son movidos aquéllos por cilindros que giran en cojinetes de metal; el amarrado de haces es automático, quedando en reposo el mecanismo hasta tanto que no se depositen los haces en la plataforma, y después que son empujados hacia adelante por los mecanismos embaladores; en el momento en que se reune cantidad suficiente, una guita enhebrada en una aguja pasa rodeando al haz, hace ella misma el nudo y corta la cuerda, quedando el cabo suelto sujeto para hacer el haz siguiente: el anudador lleva un muelle de resorte, que al pasar por entre los lazos de la cuerda que va formando tiene el nudo ó lazo, que es de la forma representada en la fig. 1, habiendo, como se ve, escasísimo desperdicio de

Fig. 1

cuerda, pues en rigor sólo se emplea la estrictamente necesaria; deja los haces en tierra por grupos de á cuatro, perfectamente ordenados y sin la menor sacudida que pudiera hacer perder el grano, para lo que lleva un portahaz forma. do por cuatro barras unidas por uno de sus extremos á una palanca en combinación con otras varias, de las que la última se halla al lado del pie derecho del conductor; al efecto, estas cua

tro barras de hierro entran en un tablero que
se pone en contacto con otro, abisagrado á la
máquina y formando entre ambos un lecho jun-
to á la amarradora que va empujando los haces,
y cuando hay número suficiente basta que levan-
te el pie el conductor para que, abriéndose el
portahaz por el peso de aquéllos, queden depo-
sitados en el suelo; cuando no convenga amarrar
los haces basta no poner cuerda en el brazo del
amarrador; la máquina se halla además per-
fectamente equilibrada.

parte de la América del Sur; en febrero y marzo en Egipto y en la India; en abril en la isla de Cuba, Siria, Chipre, Persia y Méjico; en el Asia Menor y en la central, en China y el Japón, en Marruecos y en Argelia, en mayo; en junio en la mayor parte de España, Italia meridional, Portugal, Grecia, Hungría, Turquía, Rumelia, Mediodía de Francia, Estados Danubianos, Rusia meridional, Oregon, California, Sur de los Estados Unidos de América, el Kansas, Kentuky y Colorado; en julio en el resto de España y Francia, Suiza, Hungría, Polonia, Inglaterra, Alemania, Austria, Italia, Nueva Inglaterra, Nueva York, Virginia, Alto Canadá, en la India, el Illinois, Minnesota, Michigan y Ohio; en agosto en el resto de Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica y Holanda, Polonia, Dinamarca y Bajo Canada; en septiembre en Escocia é Irlanda, Suecia, Rusia del Norte y resto de América; en octubre en el resto de Escocia; en noviembre en el Africa del Sur, Norte de Australia y el Perú, y en diciembre en Chile y la República Argentina; estos datos han sido recogidos por la Revista Popular en su mayor parte.

La segadora Mac-Cormich es muy semejante á la guadañadora de Wood, de que después hablaremos, de la que únicamente se diferencia en que lleva la sierra en el borde anterior de un gran tablero destinado á recibir la mies segada, y en que lleva un aparato que sujeta las cañas que se van á cortar y las coloca después bien ordenadas sobre el terreno para formar las ga. villas; después ha sufrido una primera modifica ción, debida á Burgess, que consiste en recibir la mies cortada en tres cilindros cuya snperficie está labrada en espiral, y á los que se imprime un movimiento de rotación por medio de una correa sin fin; estos cilindros son los que depo- Siega de los cereales. - Cuando la siega se hace sitan la mies con las espigas todas del mismo á mano, los obreros depositan en el suelo, con lado; otra segunda modificación ha sufrido esta orden y á medida que las cortan, gruesas gavi. máquina haciéndola amarradora, para lo que llas, que se disponen en líneas sobre el campo lleva una tela sin fin que corre sobre el tablero que acaba de segarse. Las segadoras bien consque recibe la mies, se eleva por un plano incli- truídas hacen el mismo trabajo con perfecta nado hasta la altura del conductor y vuelve á regularidad. Algunas veces conviene dejar las descender al suelo; á los costados de los table-gavillas tendidas en el suelo durante algún tiemros corre la tela, y en rebajos á propósito corren po, pero nunca deberá ser excesivo, para evitar con aquélla unas fuertes correas con garfios que el riesgo de que las espigas se desgranen, y para van cogiendo la mies, la que en manojos, al lle- mieses bien secas conviene que la reunión en gar á la parte superior, queda sobre una plata- haces se efectúe inmediatamente después de la forma en que está la amarradora, con dos barras siega. El fin principal que puede determinar la de hierro encorvadas en sentido contrario, espe necesidad de retardar esta operación es el de cie de garfios, los que al propio tiempo que suje- aguardar la perfecta maduración de los granos, tan el haz por su medio y le oprimen, uno de que en ciertos países se retrasa mucho sobre la ellos desarrolla el alambre que ha de formar la mata. Cuando el tiempo es favorable este resulligadura, y el otro, que conduce una cremallera, tado se consigue en muy pocas horas, pues los al juntarse las extremidades de las barras y del principios nutritivos que existen aún en los taalambre retuerce éste, forma la ligadura y la llos llegan poco á poco á las semillas, fijándose corta, soltando al haz terminado, que al encon- en ellas. También cambian las condiciones según trarse libre sigue el movimiento de la tela sin la especie del cereal, pues mientras las gavillas fin y queda depositado en el suelo; presenta este de la cebada y del trigo pueden en general recosistema dos inconvenientes: es el primero que gerse casi inmediatamente las de la avena rela ligadura de alambre puede cortar las cañas, y quieren bastante más tiempo, y con frecuencia se el segundo que los haces caen por el plano in- las deja sobre el suelo algunos días. clinado con alguna velocidad y pueden desgra narse las espigas.

La segadora Wood es también muy semejante á la guadañadora del mismo autor, y se la puede adaptar el aparato amarrador de que acabamos de hablar.

Después de las máquinas que acabamos de explicar, y otras de su misma índole, procede hablar de las llamadas segadoras combinadas, que pueden convertirse en guadañadoras sin más que el cambio de algunas de sus piezas, y que más propiamente se podrían llamar mixtas: son convenientes para los propietarios que cultivan las mieses, tanto como el heno y otras plantas forrajeras.

Las guadañadoras, que siguen á las máquinas anteriores, están destinadas á guadañar ó segar las hierbas de los prados naturales ó artificiales, siendo en general más sencillas que las segadoras; describiremos, según hemos dicho, la de Wood, que tiene varios modelos. aunque poco diferentes entre sí, construyéndose para uno o dos caballos, habiendo obtenido siempre los primeros premios en los concursos celebrados tanto en Europa como en América, porque realmente no conocen rival hasta el día, pues cortan la hierba completamente al raso aun cuando se halle echada, pudiendo también, como en las segadoras, levantarse la sierra sin parar la máquina, por una pequeña maniobra que hace el conductor desde su asiento; puede guadañar 4 hectáreas en diez horas de trabajo, bastando para ello el conductor y dos caballerías.

Por el dibujo representado en la figura 3.a de la
lámina adjunta se ve su sencillez, y por lo tanto
lo fácil de manejar y poco expuesta á descom-
ponerse.

La sierra es una simple barra armada de es
polones, á la que se comunica el movimiento de
vaivén por su conexión con una de las ruedas
del cario,
las que van armadas de listones trans-
versales para que agarren sobre el terreno.
l'ara terminar, indicaremos las épocas en que
se hace la siega en las diversas partes del globo:
en enero en Australia, Nueva Zelanda, Chile y

Donde especialmente se requiere que las gavillas permanezcan en libertad bastante tiempo es en los países húmedos del Norte y Oeste, en los que se amontonan formando hacinas especiales á modo de tiendas, á fin de que el viento no se las lleve y de que puedan resistir con mayor facilidad las lluvias que puedan sobrevenir hasta la recolección. Para hacinarlas se disponen desde luego unas cuantas gavillas cruzadas, de manera que las espigas de cada una se apoyen sobre los tallos de las otras, y sobre éstas se aplica una capa de gavillas en forma circular con las espigas hacia el centro, procediéndose de este modo á colocar nuevas capas, que cuando llegan á alcanzar la altura de 1,25 á 1,50 metro presentan la base superior de forma cónica bastante inclinada para dejar escurrir el agua, y algunas veces se las recubre de una especie de techado de hierba seca. Esta disposición no debe desde luego emplearse para mieses demasiado húmedas, que en este caso deberán previamente desecarse, formando con ellas, entrecruzándolas, montones pequeños, y sólo cuando ya se encuentren casi enteramente secas se procederá al hacinamiento.

Las hacinas, bien construídas y cubiertas de una hierba fina y apretada, pueden desafiar durante largo plazo un tiempo lluvioso, y este procedimiento se emplea como general en los países en que una desecación demasiado rápida de los tallos podría impedir la perfecta maduración. En todo caso la construcción de las hacinas requiere gran solidez é impermeabilidad para el agua, y presentar la menor resistencia posible al viento. Las disposiciones cilíndricas conoideas en la terminación, las rectangulares ú oblongas en su planta y abovedadas ó de dos vertientes en su parte superior, reunen generalmente buenas condiciones. En la indicada primeramente, que por su sencillez es empleada con mucha frecuencia para el hacinamiento en masas pequeñas, suelen construirse alrededor de un palo profundamente clavado en el suelo, ó á veces del tronco de un arbolillo despojado previamente de todas sus ramas.

El mayor inconveniente que pueden presentar

todas estas disposiciones es el de ser muy grandes, pues en este caso, cuando comiencen á des. montarse para proceder á la trilla, hay el inconveniente de que un temporal lluvioso pudiera alterar el resto de la hacina, desventaja que no ofrecen los hacinamientos en masas pequeñas, puesto que en cada uno sólo hay la cantidad de mies que puede ser trillada de una

vez.

También se recomiendan como prácticas para países lluviosos las construcciones de techumbre fija sostenida por un solo pilar, alrededor del cual se va almacenando la mies.

En los países meridionales y de clima seco todas estas precauciones pueden simplificarse mucho. Las gavillas, á las pocas horas ó al día siguiente de haber sido cortadas, se reunen formando un haz, con las espigas alternativamente dispuestas hacia ambos extremos y la base de los tallos hacia la porción media del haz, por la cual se le ata con un manojo de hierbas flexibles, las cuales pueden ser matas de centeno des provisto ya de los frutos y remojado previamente, ó sencillamente unos cuantos juncos. Estos haces pueden permanecer sin inconveniente varios días diseminados sobre el rastrojo, mas si su estancia en éste hubiere de prolongarse mucho deberán reunirse allí mismo, formando pequeñas hacinas de dos vertientes, á las que los agricultores dan frecuentemente el nombre de ascales.

En general conviene levantar pronto los haces del terreno en que se obtuvieron, bien porque se necesite disponer de él para preparar una nue va cosecha, ó bien por la necesidad de atender mejor á la custodia de la mies. En este caso, cuando se trate de mieses en cantidad considerable, deberá procederse á la formación de hacinas, de igual modo que cuando se trata de las gavillas sueltas. Todo cuanto se refiere á las formas y disposiciones de estas hacinas, así como á sus condiciones de solidez, resistencia al viento y defensa contra la humedad, es aplicable de igual modo á este caso; pero cuando se trata de haces bien atados, el montado y desmontado de las hacinas será mucho más fácil y practicable que cuando se trate de gavillas sueltas. En cambio presenta dos inconvenientes: que el volumen del hacinado en haces es siempre mayor para igual cantidad de mies que el de las gavillas ó nieses sueltas, y que la impermeabilidad es á su vez mayor en éstas que en los haces, defectos por los cuales el atado de las mieses sólo se recomienda para países secos.

Siega de los prados y forrajes. - Lo primero á que debe atenderse, respecto de la época conveniente para llevar á cabo la siega de los forrajes, es á llevar en éstos la mayor cantidad posible de principios alimenticios, y por razones prácticas, como por el estudio teórico, se fija como la época más favorable aquella en que las plantas se hallen floridas inmediatamente después de la fecundación; pero si ésta es fácil de fijar cuando se trata de plantas de una sola especie, como por ejemplo las praderas artificiales de una especie de trébol ó de alfalfa, no lo es tanto cuando se trata de campos cubiertos naturalmente de vcgetación herbácea, la cual está compuesta de varias especies que naturalmente florecen en épocas más o menos distintas. En este caso deberá atenderse á la época en que florecen la mayoría de las especies ó aquella en que lo haga la especie dominante. La razón de fijar la época de la floración para operar la siega es que, inmediatamente después, comienzan á desecarse muchos de los órganos aéreos, disminuyendo la cantidad de materias asimilables, y otros se hacen duros y leñosos, y por tanto de digestión difícil; los análisis practicados en Inglaterra y en Francia han demostrado que, á partir de la floración, la cantidad de compuestos nitrogenados disminuye rápidamente, mientras que aumenta la cantidad de leñoso. También hay desventaja en segar antes de la floración plena, porque las plantas jóvenes y cortas, creciendo rápidamente, consumen gran parte de sus alimentos, y en relación con su masa y volumen su coeficiente de nutrición es menor. Sin embargo, el inconveniente de una siega prematura es menor que el de una siega tardía, puesto que en el primer caso cabe la compensación de obtener un forraje en la siega siguiente.

También hay que tener en cuenta para la siega de los forrajes el gusto de los animales á cuya alimentación se ha de dedicar, pues los solípedos

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prefieren los forrajes bien desarrollados, que son muy saludables para ellos, mientras que los rumiantes, por el contrario, gustan más de los más tiernos; los brotes ó retoños aumentan la secre ción de leche en las vacas, para cuya alimentación, lo mismo que para la de los chotos y corderos, son muy adecuados los forrajes segados prematuramente.

Como regla general, las leguminosas deben segarse cuando sus flores se hallen abiertas, pues después de esto suelen secarse sus hojas inferiores, y porque, además de retrasar la siega, las raíces, agotadas, sólo producirán después brotes muy debiles. Para esta plantas no deberá esperarse ni aun la floración cuando sufran por la sequía, pues si llegasen á ponerse amarillentas su crecimiento cesa, y aun cuando sobrevengan nuevas lluvias no se reanuda, sino que se originan nuevos brotes, y después de este segundo crecimiento el forraje obtenido tiene muy malas condiciones por estar constituído por tallos mezclados, unos débiles, demasiado jóvenes, y otros demasiado duros. También cuando las plantas se hallen tumbadas deberá anticiparse la siega para que no se altere con el contacto del suelo húmedo.

Para segar las gramíneas se espera generalmente á que comiencen á presentar un color menos verde y aun ligeramente amarillento, pues su forraje es más consistente y no pierde tanto por la desecación; y en cuanto á los brotes, en praderas que tengan el riego seguro, el retra. so de unos cuantos días en la siega no supone grandes pérdidas. Sólo el temor de que se aproximen los temporales de otoño puede obligar al agricultos á apresurar la siega de los últimos forrajes.

Para todos los forrajes debe atenderse á las condiciones climatológicas del país. Así, por ejemplo, en los países meridionales de clima seco, en que no debe esperarse segunda cosecha, no hay inconveniente en retrasar la siega de la primera, sobre todo si su producto se destina à la alimentación de los animales de trabajo.

A veces conviene dejar que la hierba se pase cuando conteniendo especies más tardías y de buena calidad alimenticia puedan recogerse forrajes bien nutridos y dar lugar á que las plantas tempranas diseminen sus semillas.

Aunque todas las horas del día son igualmente favorables para la operación de la siega conviene esperar á que el rocío se haya disipado, á fin de no cortar la hierba impregnada de humedad; pero esto sería demasiado penoso en determinadas exposiciones, en las que no se disipa por completo el rocío sino en las horas medias del día, y el trabajo sería más favorable para el obrero durante las horas frescas de la mañana; por otra parte, ciertas gramíneas de montaña, cuyos tallos son rígidos, son más fáciles de cortar cuando la hierba se encuentra húmeda. La altura á que debe segarse la hierba es cuestión de interés, más que por la mayor ó menor cantidad de forraje que se recoja, por lo que afecta á la ramificación posible para la cosecha siguiente, cuando se trata de plantas perennes. No es conveniente cortar la planta por su misma base, pues esto en la mayoría de las especies dificulta la aparición de nuevos brotes, ni tampoco lo es segar demasiado alto; pues aparte de que esto disminuye sensiblemente la cantidad de forraje que puede recogerse, no por eso aumenta en proporción la cosecha siguiente. En general puede estimarse que la altura de unos 2 centímetros es la más conveniente, y en este caso quedan los prados en estado muy semejante al que quedarían si los herbívoros hubiesen ago. tado la cosecha sobre el terreno. También influye en esto el procedimiento seguido para la siega. Si ésta se efectúa por medio de la hoz es difícil apurar tanto la mies, pero nada más fácil si se opera por medio de la guadaña ó de la dalla. Una vez segada la mies se necesita proceder á su desecación, privándola de la mayor parte posible de su agua de vegetación, á fin de poderla conservar largo tiempo en buenas condi ciones. Las plantas herbáceas desecadas disminuyen de peso, experimentando una pérdida de 49 á 80 por 100; pero no es una proporción muy fija la que puede establecerse aun para una misma especie, pues esto depende en gran parte de las condiciones en que ha vegetado; así, las plantas que han vivido á la sombra, ó las que son muy jóvenes y han experimentado un crecimiento rápido, pierden mucho más por la desecación. Además de la humedad las plantas

pierden en gran parte sus principios volátiles, que se evaporan bajo la influencia del calor, y pierden también cierta porción de sus partes sólidas, especialmente de sus hojas, de sus flores y de sus frutos. De estos efectos perjudiciales los hay que son inevitables, como la evaporación en parte de los principios olorosos de las flores y la solidificación del azúcar, de la albúmina y de las sales disueltas en la savia; pero otros, como la caída de las hojas y flores, pueden impedirse en gran parte si las manipulaciones que la desecación exige se realizan cuidadosamente.

Para proceder á la desecación con la menor agitación posible de las plantas, deberá comenzarse por dejarlas algún tiempo sin moverlas en el mismo sitio en que se segaron; de este modo las plantas mueren, y basta entonces una ligera exposición al aire para conseguir la desecación. La hierba cortada por la hoz ó por la segadora se dejará tendida en el suelo formando bandas paralelas durante dos ó tres días, al cabo de los cuales se reune en montones pequeños, en los cuales se los deja otros dos ó tres días para que la desecación se ultime sin que la mayoría de la masa se encuentre directamente expuesta á los rayos solares. Si la exposición sobre el terreno se hubiese de prolonger en esta forma será preciso cuidar de que la hierba esté bastante unida en la superficie, á fin de que no la penetren las aguas on caso de lluvia. Es necesario que al cabo de dos ó tres días de haberse formado los montones, y utilizando horas y días de tiempo seco, se disemine nuevamente la hierba á fin de que el aire y el sol ultimen la desecación.

Este procedimiento economiza la mano de obra y no divide innecesariamente las matas, por lo que los resultados son generalmente muy ventajosos, y es el único que debe seguirse cuando el tiempo no está muy fijo y sea de temer que después de dos ó tres días de buen tiempo sobrevengan otros de lluvias. Si estas alternativas tuvieren lugar, convendrá diseminar nuevamente la hierba tan luego como vuelva el buen tiempo y el piso se encuentre medianamente seco.

En algunos puntos recogen la bierba de las bandas apenas comienzan a mustiarse, dándole vuelta sin alterar la posición de las plantas, y en cuanto se encuentra á medio desecar forman con ella montones pequeños que se vuelven cuidadosamente, y después de secos se recubren con una capa de paja de centeno ó de corteza de tilo. En los Alpes atan las leguminosas casi inmediatamente después de segarlas, formando haces pequeños, que pueden resistir una lluvia ligera y transportarse fácilmente á un sitio seguro si las aguas persisten.

Los forrajes de gramíneas se secan con más facilidad que los de leguminosas y no exigen tantas precauciones, porque siendo plantas más delgadas y menos frágiles y carnosas su manipulación no ofrece el inconveniente que tienen las de aquéllas. Generalmente se espera para comenzar á volver las bandas del forraje á que el rocío haya desaparecido, á fin de no extender la hierba sobre el suelo húmedo.

La hierba mustia exige algún tiempo, variable según su naturaleza y según el grueso de las bandas, para ultimar su desecación, y hasta que ésta termine convendrá darles vuelta todas las tardes, á fin de que toda la parte más húmeda, que es la que había estado en contacto con el suelo, sea también la que reciba el rocío y la que se exponga al sol al día siguiente. Generalmente se dejan hasta el día siguiente las bandas que se han vuelto durante la tarde, y no hay grandes inconvenientes en que permanezca así por la noche; pues aunque durante ésta el calor no sea bastante para facilitar la desecación, las partes todavía verdes no se alteran por el rocío y reci ben la acción solar á la mañana siguiente, antes de que hubiese habido tiempo de volverlas; pero la práctica general es que durante la noche la hierba, cuya desecación esté algo avanzada, permanezca en montones para que no se impregne nuevamente de humedad, práctica recomendable sobre todo en los valles de los países montuosos, en los que, siendo abundante el rocío, una sola noche puede bastar á veces para hacer perder al heno su color verde. Si el tiempo fuese favorable, estos montones se esparcen otra vez á la mañana siguiente después de desaparecer el rocío, diseminándolos en un área tanto mayor cuanto más sea lo que falte para ultimar la desecación.

En algunas regiones se hace uso para la desecación de los forrajes de leguminosas, ó de las de sitios pantanosos ó sombríos, de una especie de caballetes ó portahenos formados por palos unidos á modo de trípode, con pisos superpuestos formados por otros transversales menos resistentes. Esta especie de perchas se plantan en el suelo esparcidas ó en grupos, y á veces se unen unas á otras por medio de ramas largas sobre las cuales se puede tender el forraje, de modo que no tenga contacto alguno con el suelo. El empleo de estos aparatos es muy recomendable cuando se trate de climas muy lluviosos ó de suelos excesivamente húmedos.

También se han preparado los forrajes llamados de heno pardo, obtenidos por primera vez en Alemania por Klapmayer y extendidos después á algunos otros países de Europa, para lo cual se forman grandes montones con la hierba al día siguiente de la siega, y dejándolos largo tiempo sin remover se inicia en ellos una fermentación que deberá dejarse llegar hasta el punto de que la temperatura se eleve de un modo sensible, y logrado esto se extiende la hierba rápidamente, y bastan unas cuantas horas de sol ó de aire para ultimar su desecación.

En Hannover, para sustraer los forrajes á la acción de probables inundaciones, se amontona al poco tiempo de secarse sobre eminencias situadas de trecho en trecho, y la hierba experimenta allí una alteración especial que la hace tomar una coloración rojiza, un sabor particular y una tenacidad propia.

bastante incompleta de la que estudiamos, y este fenómeno se advierte lo mismo, aunque se eleve hasta la ebullición la temperatura de los líquidos. Ha sido encontrada la siegburgita en un piso verde que recubre el lignito de Siegburg, cerca de Bonn, á orillas del Rhin, en Alemania, y constituye con la arena superior al lignito concreciones á las cuales sirve de cemento, y la proporción en la cual está contenida en tales nódulos llega hasta ser de 54 por 100. El mineral descrito tiene analogías con muchos otros de parecida composición, todos ternarios y oxigenados, los cuales agrúpanse en torno del sucino, tipo de las resinas fósiles, siendo entre ellos los más importantes la butirita y la copalina, que al fundirse y arder despide olor aromático; la retinita, cuya llama amarilla es bastante brillante, la bombicita, procedente de un lignito de Toscana y cuyos cristales son incoloros y transparentes: y la hofmannita, de incoloros y tabu lares cristales. A todos estos cuerpos puede asignárseles el mismo origen del ámbar, y aun cabe considerarlos productos de una transformación general llevada á cabo en el transcurso de los tiempos, habiéndose formado en ella hidrocarburos y compuestos ternarios, que son en definitiva resinas y ceras fósiles.

SIEGEN: Geog. C. cap. de círculo, regencia de Arnsberg, prov. de Westfalia, Prusia, sit. al S. de Arnsberg, á orillas del Sieg, á 234 m. de altura y en el f. c. de Betzdorf á Alten; 17000 habits. Importantes fab. de hierro, curtidos, paTodos los procedimientos empleados para la ños, papel, jabones, máquinas y material de fefabricación del heno pardo son útiles en los paí-rrocarriles. Escuelas Real, Profesional, de Agrises muy húmedos ó en años muy lluviosos; y cultura y de Minas. En los alrededores minas aun cuando la hierba ha sufrido una fermentade hierro. Fué cap. del principado de Nassaución, no por eso adquiere mal sabor ni deja de Siegen. agradar á los animales; pero para esto es necesario impedir el desarrollo de los mohos, lo que especialmente se logra impidiendo la acción del aire.

SIEGBURG: Geog. C. cap. del círculo del Sieg, regencia de Colonia, prov. del Rhin, Prusia, sit. al S. E. de Colonia, cerca de la orilla dere cha del Sieg, á 67 m. de alt. y en el f. c. de Deutz á Au; 7500 habits. Fab. de armas de fuego, perteneciente al Estado; de loza, célebre en toda Europa en los siglos XV y XVI, y de piedras refractarias. Antigua abadía, que fué Manicomio y hoy Casa de Corrección.

SIEGBURGITA (de Siegburg, n. pr.): f. Miner. Cera fósil, sumamente carburada, conteniendo además casi igual proporción de oxígeno, colocándose en las clasificaciones de estos cuerpos cerca del ámbar, atendiendo á su composición quími

ca.

Es un cuerpo sólido, cuyo color varía mucho, y así vense ejemplares amarillos de tonos bastante acentuados, otros hay pardos, algunos rojizos y varios se han recogido dotados del color propio del jacinto; posee la dureza del ámbar é igual brillo, pudiendo recibir pulimento y moldearse al igual de la substancia á la cual puede mejor asimilarse. Según Ladanlk, quien principalmente ha estudiado la siegburgita, hállase compuesta, en 100 partes, de 81,37 de carbono, 5,26 de hidrógeno y 13,37 de oxígeno. A pesar del cuidado puesto en las determinaciones numéricas no todos los análisis están de acuerdo con

- SIEGEN (LUIS DE): Biog. Alemán, inventor del grabado à media tinta. N. en Utrecht en 1609. M. en Wolfenbüttel hacia 1680. Hizo sus estudios en Cassel; permaneció sucesivamente en Holanda y Francia, y fijó después su residencia en Amsterdam, en donde operó su importante descubrimiento (1641). Murió completamente olvidado, después de haber llevado una vida aventurera. Dejó, entre otros trabajos, los retratos de Amalia de Hanau; Isabel de Hungría, Leonor de Gonzaga, esposa de Fernando III;

Guillermo de Nassau; un San Bruno; un San Jerónimo, etc.

SIEGENITA (de Siegen, n. pr.): f. Min. Sulfuro de níquel y cobalto conteniendo cortas propor ciones de hierro, cuyo metal no llega al 3 por 100; llámase también linneíta, en memoria de Carlos Linneo. Cristaliza en formas pertenecientes al sistema cúbico, siendo las más frecuentes y caracterizadas el cubo típico sin deformaciones, y también el octaedro regular, su exfoliación no es fácil, y siempre se observa imperfecta, á lo menos en determinada dirección, en otra presentan los cristales características y bien definidas maclas, aunque no son frecuentes tales anomalías, pues las formas propias de la siegenita suelen ser perfectas y completas, lo mismo si se consideran los ejemplares que contienen hierro que si se trata de aquellos, muy notables y escasos, en cuya composición determinase cobre en proporciones variables, aunque siempre insignificantes. Variable en grado sumo el color del mineral cuya descripción nos ocupa, aparece unas veces blanco argentino bien marcado; otras ofrece los tonos agrisados peculiares del acero no exentos de ciertos visos azulados, y no es raro ver ciertos ejemplares en los cuales los colores blancos y grises se han tornado rojos ó rojizos más o menos acentuados; en todos estos casos presenta la sie genita intenso brillo metálico muy notable y caoxíge-racterístico; su estructura es compacta y sumamente desigual la fractura, y lo mismo cristalizada que amorfa es uno de los minerales cuya opa. cidad parece una cualidad determinante suya. El peso específico del cuerpo en el cual nos ocupamos varía entre los números 4,80 y 5,30, pudiendo atribuirse las diferencias á variaciones en las cantidades de níquel en él contenidas: la dureza, bastante considerable, es 5,5 en la escala correspondiente, y el polvo del mineral, cuando se raya, es de tonos grises ó negruzcos. No abunda la siegenita en los terrenos, ni son frecuentes sus cristales, antes bien cuando se encuentra es amorfa, y no se ha descrito tampoco como doble sulfuro de níquel y cobalto hasta bien rectificados sus análisis, pues era tenida como el

las cifras apuntadas, y así tenemos que mientras su autor refiere la cera fósil cuya descripción nos ocupa á la krantzita, otros créenla más semejan. te á la rosthanita de Höfer y al copal encontrado en la arcilla de Londres, y también á una suerte de resina fósil, cuyo análisis y conocimiento son debidos á Bousingault; de todas suertes resulta siempre una resina sumamente rica en carbono, y también muy rico al mismo tiempo de no. Sometida la siegburgita á la acción del calor, no tarda en inflamarse ardiendo con llama no muy clara y fuliginosa, y al propio tiempo des. pide olor empireumático desagradable, propio y característico suyo; si las acciones del calor llévanse á cabo en aparatos dispuestos para el caso, sometiendo el cuerpo que nos ocupa á la destilación seca, consiguese pronto un nuevo cuerpo líquido, de consistencia oleaginosa, bastante espeso, no bien conocido respecto de su composi ción química, enteramente exento de ácido sucínico y dotado de color amarillo verdoso, inalterable por el aire atmosférico; apelando á los disolventes neutros propios de las resinas y ceras, el alcohol y el éter, lógrase una disolución

bisulfuro cobáltico, y así era llamada en algunos libros, no muy viejos ciertamente, pirita de cobalto, á la cual daban por constantes asociados no bien definidos sulfuros de cobre y de hierro en muy variables proporciones, dependientes, en la mayoría de los casos, del yacimiento de los minerales. Ahora no parece haber dudas respecto del particular, y la composición de la siegenita corresponde á la de un sulfuro de cobalto, muy rico de níquel, variando, entre no muy apartados límites, las cantidades proporcionales del primer metal, y conteniendo, a guisa de mezcla, hierro y cobre en cantidades exiguas; para la composición del mineral puede tomarse como típico el siguiente análisis hecho por Schnabel: azufre 41,98, níquel 33,64, cobalto 22,09 y hierro 2,29; esto no obstante, es menester tener presente cómo las anteriores cifras están sujetas à singulares variaciones, porque hay siegenitas que son puro sulfuro de cobalto, y otras más niquelíferas todavía que la indicada; por eso, y con muy buen acuerdo tratándose de definir la especie desde el punto de vista de la composición química centesimal, tomando los resultados de muy variados análisis, dícese que la proporción de níquel varía desde 0 à 42 y la de cobalto de 11 á 40, constituyendo de cualesquiera manera una buena mena de tan parecidos metales, pues se presta de igual modo al beneficio de uno ú otro, con la ventaja de no contener ni siquiera trazas de arsénico. En cuanto á los caracteres

químicos de la siegenita, que sirven para determinarla y reconocerla, puede decirse cómo se trata de un cuerpo bastante fusible, el cual, so

metido al fuego del soplete, empleando soporte de carbón, da un glóbulo ó botón metálico de color gris negruzco más ó menos obscuro, y hállase dotado de bien manifiestas cualidades magnéticas; mezclado de sulfuro de cobalto y níquel en flujo negro presenta, después de un tratamien to más o menos largo por el fuego del soplete, los caracteres peculiares del níquel, del cobalto y del hierro, cuyos metales contiene siempre en distintas proporciones; ensayado con el bórax trabajos por vía seca, consiguese pronto la perla en el hilo de platino, de frecuente empleo en los de color azul vivo, peculiar y característica del cobalto. Por vía húmeda tiene la siegenita como disolvente más apropiado el ácido nítrico, en particular empleándolo concentrado y en caliente; el líquido resultante posee el color verde propio de los compuestos salinos de níquel, cuyo metal, así como los otros sus acompañantes, son determinables en él mediante la aplicación de los reactivos y de los métodos generales de análisis química, los cuales permiten separarlos para conocer la composición del cuerpo objeto del presente artículo. Con ser tan varia su composición asignanle una fórmula (NiCo)S, que responde á los análisis tomando el promedio de muchos realizados y llevados á término por varios autores, no todos ciertamente conformes para definir la especie conforme aquí se hace, aunque desde el punto de vista de la metalurgia y beneficio de los minerales de níquel y de cobalto colócase siempre entre los sulfuros de ambos considerándose beneficiable, aun cuando, á causa de lo poco frecuente y escaso en sus yacimientos, no ha entrado en la industria practicada en grande.

A pesar de su escasez hállase la siegenita en España, y parece haberse encontrado algunos ejemplares de no gran tamaño en los Pirineos de Aragón y en las inmediaciones de San Juan de las Abadesas; su principal yacimiento está en terrenos primarios de los Estados Unidos de la América del Norte y en Suecia, señalándose como el principal Misen, cerca de Siegen, de cuya localidad toma nombre el mineral, cuyo conocimiento es á la hora presente bastante imperfecto, por no estar bien definidos, desde el punto de vista cuantitativo, sus componentes esenciales, al punto de no poder decir con rigor si se trata particularmente de los ejemplares amorfos de un sulfuro doble constituído ó formado como tal, ó de una mezcla de sulfuro de níquel y sulfuro de cobalto, ambos en cantidades no definidas y variables, y llevando cada uno los otros metales que los impurifican y son sus más constantes y obligados asociados, cuando aquellos minerales se consideran solos y aislados, como formando por sí mismos bien determinadas especies mineralógicas. Teniendo presentes las relaciones de este otro parentesco reconocidas entre el níquel y el cobalto, y tan íntimas que, en sentir del químico alemán Krauss, casi pueden ser conside

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