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ción de Caronia se halla sobre la cresta de una colina áspera de 302 m. de alt., en el lindero de un bosque. Los lugares contiguos á Caronia se extienden á distancia considerable hacia el interior, siendo los mayores de Sicilia: producen gran cantidad de encina, olmo, pino y fresno de exce lente calidad, si bien los mejores árboles los cortan durante el año para el carboneo. Cuatro millas al O. del río Caronia está la punta pedregosa de Rigitano, y sobre ella la ciudad de Tan Stéfano, al E. de un riachuelo del mismo nombre. A 4,5 millas más allá existe otra proyección pedregosa en la Marina de Tusa: muchos riachuelos y arroyos corren entre ambos. La costa del O. es aita, escarpada, limpia y describe una ligera curva, dirigiéndose al O. N.O. por espacio de 5 millas, à partir de la torre de Tusa hasta el abultado Cabo Finale; alrededor de su base se ven algunas piedras, si bien el agua es profunda á corta distancia, encontrándose de 37 á 35 m. á una milla de él. La población de Finale está situada en la costa, 0,75 milla al E. del cabo, y algo más distante el río Pollina, que corre en un valle y tiene ancha embocadura. El castillo de Pollina se halla sobre una altura dominante, á 2,25 millas del cabo, y entre él y el río, á una milla de la playa, se eleva á 410 m. de alt. el pico Spina Costa del mismo género, con curvatura desigual y más profunda, continúa durante 6 millas del Cabo Finale hasta la punta Cefalú ó Sant'Antonio. Profundos valles cortan las altas tierras del interior y forman muchos torrentes, entre los cuales los de Malpertusio y de Carbone están próximamente á una milla á cado lado de una proyección central llamada punta Sant'Ambrogio. La ciudad y puerto de mar fortificado de Cefalú (antiguamente Cephaladium), está en el extremo O. de la punta y se halla rodeada de murallas construídas con inmensas piedras. Las alturas pedregosas de Sant'Angelo se elevan á 910 m. á 3,5 millas al S. de la ciudad. Luego se halla la punta Plaja á 3,5 millas de la anterior, siendo la costa intermedia escarpada y cortada por muchas bahías pedregosas; la ciudad de Santa Lucía está sobre la punta más próxima al O. de Cefalú. A partir de dicha punta la costa tiene una curvatura considerable y forma entre ella y el Cabo Zaffarano, que está 20 millas al O. N.O., una bahía de unas 6 millas de seno, encontrándose la c. y puerto de Términi en el fondo de ella y casi equidistante de sus extremos. El Fiume Grande, uno de los mayores ríos de Sicilia, corre à 7 millas al O.S.O. de la punta Plaja y 2,25 más allá el Torto, otro río considerable. Por encima del valle de Torto pasa el camino de hierro de Girgenti, al E. de la villa de Sciara y por las c. de Roccapalumba y de LercaraIriddi: dicha vía atraviesa el Torto á 0,5 milla de su desembocadura, y la estación está á una milla más lejos, cerca del puente de la carretera. Las notables alturas de las montañas de Castellacio y Calacero, de 502 y 1325 m., están á 1,75 milla al S. de esta parte de la costa. Desde Fiume Grande hasta el puerto de mar de Términi hay 3,25 milas al O.; hasta menos de 2 millas de Términi en donde la costa es lisa y terminada por una playa de arena limpia, algunas piedras avanzan desde tierra al E. de esta c. A 2 millas al S.S.O. de la punta Plaja se encuentra la población de Lascari, sobre el río Pilello, á más de una milla de su embocadura; la Roccella en la costa y á 2 millas más alla, y la de Campofelice algo al interior, como asimismo muchas torres. Las ruinas de la antigua c. de Himera, comple. tamente destruída por Aníbal, están 2 millas al O. del Fiume Grande. El país es rico y el Torto serpentea en una campiña magnífica, más allá de las ruinas de la c. A 8 millas al N. 63o O. de Términi, desemboca el río Milicia; desde allí la costa, formando muchas pequeñas bahías, se dirige 3,5 millas al N.N.O. hante el Cabo Zaffara no, escarpado y redondo. Se ven esparcidas por la costa torres, molinos y poblaciones, así como las c. de Trabia, Altavilla, Milicia, Castel d'Accia y Baglieria, con numerosos arroyos á corta distancia unos de otros. Una cadena de alturas pedregosas desciende en pendiente del monte Sant Onofrio, elevado 792 m., á 2,5 millas de la costa, y se prolonga por espacio de 4 millas hacia la embocadura del río San Michele: es país generalmente fértil. Quebradas pedregosas se elevan á corta distancia del Cabo Zaffarano, y al pie de estas quebradas, á lo largo de la parte saliente y central de la costa, está la torre y población de pescadores Sant Olivo. El cabo es alto, aislado,

en forma de pirámide pedregrosa con torre encima, y como está separado de las tierras bajas por las masas ásperas de las montañas de Malfatano, elevadas 373 m. sobre el nivel del mar, parece de lejos una isla.

El espacio entre el Cabo Zaffarano y la estación telegráfica de punta Mandre es la bahía de Solanto, en donde los buques contrariados por los temporales del O. y que no pueden alcanzar á Palermo pueden fondear en 22 á 27 m. de agua á cosa de una milla de la playa. Desde Zaffarano una costa acantilada y terminada por quebradas escarpadas corre al O.N.O. formando una curva saliente por espacio de 1,5 milla hasta el cabo, proyección del monte Aspra, elevado 357 m. sobre el mar y sit. más de una milla al S. Entre el Cabo Mongerbino y el de Gallo, á 10 millas al N.O. O., la costa entra 4 millas próximamente y forma la bahía de Palermo (V. PALERMO). Extremo N.O. de esta bahía es el Cabo di Gallo,

y

del N. E. de la montaña del mismo nombre que se eleva inmediatamente por encima de él á la alt. de 516 m.; el cabo se distingue por sus manchas rojizas obscuras, y desde lejos parece una isla. A partir de Cabo Gallo, la costa, pedregosa y endentada, se dirige al S. 73° O. por espacio de 3,5 millas hasta una proyección baja sobre la que hay una pesquera de atunes; la punta Barcarello avanza entre las dos. La población de Sferracavallo está en la bahía del E. Próximamente 0,25 milla de la punta E. y baja de la bahía está el islote Jemina, bajo y pedregoso, sobre el cual se ve una torre. El islote es escarpado por la parte del N., y sólo embarcaciones menores pueden pasar entre él y la costa. Allí se ven la pequeña población de Capace, construída al pie de pendientes escarpadas, y la c. de Carini, antigua Hycara, 2,5 millas al interior, sobre la costa O. de la bahía. La costa corre una milla al O. hasta la punta Raisi, extremidad N. de una costa baja y pedregosa que limita las altas tierras mencionadas antes, mientras que su extremidad O. es el monte Palmito, cuyo pico nombrado Paviglio. ne alcanza 840 m. de alt. Entre esta punta y el Cabo de San Vito la costa forma una bahía de 10 millas de seno nombrada Castellamare, del nombre de la c. que está en su extremo S. Después de la punta Riasi corre la costa al S.O. 4 0. hasta la punta y torre de señales de Molinazzo, y luego 2,25 millas al S.O. S. hasta el Cabo Rama: la primera parte es sucia, con muchas piedras en la orilla, pero la última punta es limpia y acantilada. La costa intermedia está cortada por muchas ensenadas y bahías. Las c. reunidas de Terrasini y Javarota se hallan en la costa cerca del lado S. de la bahía más al N. Cerca del Cabo Rama, la costa, formada de quebradas, corre al S.S. E. por espacio de 3,25 millas hasta la embocadura del riachuelo tortuoso de Podastes. Las quebradas están ahuecadas por grutas, y sobre la pendiente de las montañas se ven algunas casas y edificios, como en la orilla del mar algunos molinos. La c. de Partinico está al pic del monte Cesaro, que se eleva á 432 millas al S. E. S. de esta parte de la costa. Desde allí hasta Castellamare la distancia es de 10 millas, y la costa forma una ligera curva terminada por una playa de arena. Sobre un frontón, á 2 millas del río, se ve un grupo de casas nombrado Trappetto, y algo más lejos la población de Balistrata: entre ambos corre por un valle profundo el río Giangnadara, que riega una rica llanura, la cual se extiende á considerable distancia hacia el interior. Desde Castellamare, costa pedregosa terminada por quebradas escarpadas corre á 1,5 milla al N.N.O. hasta dos puntos salientes, al lado O. de los cuales hay una bahía abierta al N. E.; desde allí la dirección general de la costa es al N. O. por espacio de 2,5 millas hasta la punta y torre de Scopello, siendo por todas partes pedregosa y accidentada; un poco al S. de la torre hay una pesquera de atunes; 2,5 millas al O. de la torre se levanta el monte Sparagió á 1128 m., cadena que se termina al S. extendiéndose á través de la isla hasta el monte Cofano, en la costa O. de Sicilia y al N. hasta el Cabo San Vito. Después de la torre Scopello la costa corre 7 millas al N.N.O. hasta la punta Solanto, escarpada y sin punta notable, formando pequeñas bahías y algunas casas en el flanco de las colinas. En una bahía formada por dos quebradas, y sobre las cuales corre un pequeño arroyo, está la pesquera de atunes de Guzzo, á 3,5 millas de la anterior; á una milla más al N. se encuentra la torre Impicatto, y algo más al N. la punta escarpada de Tanure.

Esta última punta forma con la extremidad N. de la punta Solanto una bahía profunda; abierta al E. y en la parte S. de esta bahía están la torre de Uscierfe y la pesquera de atunes de Secco. La costa Ŏ. de Sicilia empieza en el Cabo de San Vito, extremidad N.O. de la isla y punto de recalada habitual de los buques que vienen del O.; es una punta baja, situada al pie de un promontorio escarpado de 700 m. de alt. Entre el Cabo San Vito y la punta Saraceno, debajo del monte Cofano, está la bahía Vermia. El monte citado es una montaña cónica de 648 m., que se levanta bruscamente de la playa á la extremidad S. O. de la bahía Vermia, casi á 6 millas al S.O. 1 S. del faro del Cabo San Vito. La punta de su base se llama Cabo Cofano. Cerca de él la costa forma otra bahía, después de la cual se avanza hacia el S. y el O. durante 5,5 millas hacia la punta Pizzolongo. A 2,5 millas al S.O. de ésta hay una proyección pedregosa sobre la que se levanta la torre de San Julián, de 15 m. de alt., y casi una milla al S.O. de la torre se halla la la c. de Trápani, antigua Drépanum. Al S. de Trápani la playa es tan baja y llana que fácilmente puede ser cubierta por el mar; está convertida en salinas, cuyas eras se hallan separadas por caminos y sendas artificiales. La sal, recogida y amontonada en pirámides, en expectación de embarque, presenta el aspecto de un vasto campamento detrás del cual las tierras, perfectamente cultivadas, se elevan gradualmente hasta las pequeñas ciudades de Xieta y Pacheco, que están adosadas á una cadena de colinas que se elevan á 180 m. sobre el nivel del mar. A partir de la punta Nubia la costa, baja y con casas á la orilla del mar, toma la dirección al S. S. O. hasta una punta sobre la cual hay un telégrafo y dos molinos; casi á la mitad de la distancia se halla la torre de Mezzo. El país está perfectamente cultivado de olivares y viñas, y se adosa á una cadena de 96 á 120 m. de alt. Enfrente se halla la isla baja de Stagnone, cubierta de salinas. El Cabo Boco, á unas 5,5 millas al S. de la punta Scara, es bajo y pendiente; la costa intermedia remata en fondo escaso. Sobre la punta está emplazada la ciudad de Marsala, antigua Lilibeum. Desde Marsala la costa se dirige al S. 1S. E. por espacio de 5 millas hasta la punta y torre Sibilliana. Frente á la costa O. de Sicilia, en la Trapani y Mazzala, están las islas antiguamente llamadas Egades ó Aegades. A partir de la punta y torre Sibilliana la costa continúa durante una milla al SS. E. hasta la punta Ruchini, que es baja y está rodeada de piedras. Desde allí toma la costa casi la dirección S. E. & S. por espacio de 3,75 millas hasta la punta della Matica, baja y limitada por piedra en todo su largo. Desde la punta della Matica se extiende al E. y al S. E. una playa que forma un arco interior hasta la ciudad de Mazzara. No es prudente fondear demasiado cerca de la c. á causa de la marobia, fenómeno singular cuyo nombre deriva probablemente de las palabras mare ubbriaco ó mar borracho. Véase MAROBIA.

En el inmediato Cabo Granitola se halla la costa S. de Sicilia. Entre los cabos Mazzara y Granitola la costa es baja; en el Cabo Granitola hay faro. Después hay varias quebradas, y tras de ellas se ven las ruinas de Selinonte ó Selino, y en la misma costa el puerto Palo, desde el cual la costa, baja y arenosa, se dirige al E. y al S. durante 7,5 millas hasta el Cabo San Marco, y en el intermedio se encuentra el río Carabí. La costa entre la punta Atriversa, á 17 millas al O. N.O., y este cabo, forma una bahía de 3 millas de seno, exenta de peligro. Entre los cabos de San Marco y Bianco, á unas 14 millas al S. E. E., la costa forma otra bahía extensa y semejante á la que está al N.O. del primer cabo. La ciudad Siacca (antigua Therma Selinuntiæ), á 3 millas del Cabo San Marco, está situada en el declive de una eminencia que se eleva desde el mar. La punta Verdura, con una torre de 91 m., se ve cerca de 5 millas al E. de Sciacca; como una milla más lejos y más al S. se encuentra un arroyo considerable que tiene el mismo nomibre, y cuya embocadura está en la costa E. de la punta Stingo. Sigue el Cabo Bianco, promontorio blanco de unos 28 m. de alt. que desciende de un alto de 137 m. Entre el cabo y Sciacca el país presenta una gran llanura ondulada cultivada, regada por muchos riachuelos en los que en algunos abunda el pescado: los mayores son los de Magazzolo y Plataní, que corren á

bien

ambos lados del monte Sara, de color sombrío y de 433 m. de alt. La llanura está adosada á una tierra alta y áspera, en la que hay minas de azu fre á 2 millas al interior del cabo. Desde el Cabo Bianco al de Rosselló, que dista 10 millas, la costa es accidentada, con muchos cabos y quebradas pedregosas. Las tierras descienden en pendientes del monte Sedita, elevado 427 m. á 2 millas al O., y por bajo del cual se encuentra la población de Montallegro. Al E. del riachuelo de Canna, y como á una milla del mar, se halla la c. de Siculiana (antigua Cena), perfectamente situada entre dos colinas. Hay grandes minas de azufre en sus inmediaciones.

Llégase ya al puerto Empedocles, nombre moderno del puerto de Girgenti, formado por un muelle poligonal que se extiende á 2 cables de la punta extrema. Tres millas al S. E. del muelle corre el río Girgenti ó Acragas; más allá se ve la embocadura del Naro y la punta Bianca, desde la cual la costa, alta y pedregosa, se dirige al S. E. E. por espacio de 6 millas; luego se inclina más al E., volviendo por último al S. E. E. hasta la punta de San Nicolo, á 5,5 millas más distante y formando en el intermedio una bahía. A 2 millas al S. E. E. de la punta Bianca está la de Montechiari, dominada por una colina de 134 m. de alt., sobre la que se alza un castillo de forma cuadrada; la costa es pedregosa, y la mar con mal tiempo rompe á alguna distancia por fuera. A 2 millas más allá de esta última punta desemboca el río Palma, que desciende formando varias bocas de las tierras altas. La c. de San Carlo está al E. de la entrada, y en la bahía del O. se halla la Marina de Palma con algunos almacenes. Más allá de la Marina de Palma están las puntas de Tenda Grande y Tenda Piccola; viene en seguida la bahía Grugno, de unas 5 millas de abra y playa arenosa, en donde desembocan varios riachuelos. Cerca de San Nicolo, punta E. de la bahía Grugno, está puerto de San Nicolo, y á unas 15 mi. Ilas al S. E. E. de la punta Bianca, en el lado O. de la embocadura del río Salso, la c. de Licata. El Salso separa las prov. de Girgenti y Caltanisetta y serpentea por medio de la gran llanura de Licata. A partir de Licata la costa describe una curva hasta una distancia considerabie; la bahía formada así está limitada al E. por el Cabo Scalambri, que yace á 33 millas de distancia al S. E. E. de Licata. Hay algunas cadenas aisladas de 45 á 122 m. de elevación cerca de la costa, y más allá de las vastas llanuras, adosándose á montañas de 600 á 900 m. que se levantan á 15 millas al interior. Muchos arroyos desembocan en la bahía; los dos principales son: el Maroglio cerca del centro, y el de Durillo al E. de aquél. El Cabo Soprano á 4,5 millas de la torre de Manfria, es la primera punta notable, y sobre su parte elevada del E. está la ciudad de Terranova. Cerca de 7 millas al S. E. del Cabo Soprano se encuentra la entrada del río Durillo, antiguo Achates; el lago Riviere está al pie de las colinas una milla al N., 6 más lejos la punta pedregosa Safaglione, y 2 al E. la población de Scoglitti. A 11 millas al E.S. E. del Cabo Scalambri hay un promontorio ancho y alto que termina en la punta pedregosa de Corvo: nuchos arroyos desembocan en la bahía, que es en parte arenosa, y algunas casas conocidas con el nombre de Donna Luzata están en la costa, á 4 millas de Mazzarelle. Al N. del Corvo se halla la c. de Scicli; más al E., en la misma costa, Pozzallo, y á 4 kms. de esta población las bocas del Favara, que corre desde el N. y pasa por bajo la c. de Spaccaforno, sit. 3,5 millas al interior. Una playa se extiende luego de 3 millas de largo hacia la punta Grotta y termina en el mar con tierra baja y pantanosa; á lo largo de las costas de la bahía se ven algunas ruinas antiguas. Entre la punta Grotta y la isla Correnti hállase la bahía de la Marza. Desde el Cabo Correnti la costa de Sicilia se dirige al N. E. † E. durante 3 millas hacia una pequeña bahía llamada Puerto Palo, en donde los buques menores fondean con todo tiempo, excepto con los del S. Los contornos de la bahía son bajos y pantanosos. El litoral corre allí casi al N.E. N. durante 2 millas hasta Cabo Passero, donde está el islote así llamado, de 1,5 millas de extensión. Empieza allí la costa oriental de Sicilia. Entre los Cabos Passero di Porco, distante 21 millas, la costa entra y forma una gran bahía de 6 de seno, con playa desigual y pedregosa, bordada de islotes y bajos que sólo se separan una milla

de la costa. Muchos riachuelos y arroyos desembocan por allí en el mar, y casi á la mitad de la bahía están las c. de Avola y de Noto. A 3,5 millas al N.N.O. de la torre del islote de Passero avanza una ancha punta saliente, sobre la que está la población y almadraba de Marzamemi. Tres millas al N. hay una isla pequeña casi unida á Sicilia por una lengua de tierra; la costa intermedia forma muchas bahías reducidas con playas de arena, y frente al islote existen dos lagunas saladas. Más al N. avanza la costa y forma la punta Bernardo, en donde se encuentran algunas casas llamadas Ballata ó Marina de Noto. El río Tellaro corre entre Vendicari y Ballata, á la mitad de la distancia entre ambos, así como otros arroyos y un lago salado. A 2 millas al N. de la punta hay una playa, una escollera y muchas casas llamadas la Marina de Avola, distante de la c. 0,5 millas por carretera. Noto se encuentra en el emplazamiento de la antigua Nétum, y Avola está 2,5 millas al N. de Ballata, en una situación agradable y sana, en una eminencia cubierta de arbolado.

El río Miranda, antiguo Frineus, desemboca al N. de Avola; más allá están el Cabo Negro y el río Cassibili, cerca del cual se halla la punta Cane y muchas piedras. Al N. E. encuéntrase el Cabo Muro de Porco, antiguo promontorio Lóngum, extremidad S. E. de la península Maddalena (Plemmyrium). A 6,5 millas al N. 18° 0. del Cabo Muro de Porco hay un macizo escarpado de 66 m. de alt. terminado por quebradas de 13,7 m. : es el Cabo Panagia. Entre ambos cabos la costa es generalmente acantilada, y vista desde el mar parece árida y pedregosa, porque no tiene árboles, si bien está perfectamente culti vada; la c. y puerto de Siracusa están casi á igual distancia de ambos cabos. Al O. del puerto desemboca el Anapo, después de atravesar la llanura de aluvión y los pantanos de que se origina el nombre de Siracusa. Sus miasmas ocasionaron en otro tiempo muy á menudo la destrucción de los ejércitos sitiadores; hoy el pantano está drenado en cierta parte, reinando la malaria en la costa O. del puerto, si bien los habitantes están libres de esta plaga. A una milla del desemboque el río Ciant se une con el Anapo, y cerca de 2 millas se encuentra la célebre punta ó manantial de Cyanea, hoy llamada La Pizona, depósito circular con agua muy pura, aunque su fondo fangoso le da un aspecto negruzco; tiene de 18 á 21 m. de diámetro, 8 de profundidad, y está lleno de hermosos pescados, como sus orillas de profusión de plantas acuáticas. Desde allí las aguas van á unirse al Anapo á 0,75 milla del mar, por un estrecho arroyo profundo y limpio. En el valle, y entre los dos ríos Ciant y Anapo, á 6 millas al O.N.O. de su embocadura, está la c. de Florida. A unas 5 millas al O.N.O. del Cabo Panagio una cadena notable de montañas, de 366 á 457 m. sobre el nivel del mar, llamada Fiopriolo, se eleva de las llanuras de Siracusa y se extiende hacia el N.O., entre la península de Magnisi y Augusta, esta cadena, que corre paralelamente á la costa á unas 2,5 millas de ella, desciende rápidamente 120 m. y después gradualmente hasta el mar. Sobre el vértice del S. hay una gran valiza, y sobre la vertiente del N. la c. de Melleli, 8,5 millas al N. N.O. del Cabo Panagia, está el de Santa Croce; la costa intermedia forma dos bahías separadas por la península de Magnisi; la bahía del S. se llama Panagia, y en la parte N. de la bahía N. encuentra la c. y puerto de Augusta. Entre el Cabo Santa Croce y el de Moliui, sit. á 18 millas al N. N.O. del primero, se abre la bahía de Catania. Su orilla presenta una larga línea de colinas bajas de arena que se extienden hasta el faro. A partir de este punto la costa se compone generalmente de lava negra. En el centro se encuentra la gran llanura de Catania ó de Lentini, limitada al N. al S. por el río Giaretta y sus tributarios; la c. de Catania está en su extremo N. E. al pie del monte Etna. Desde la punta Izzo, al S.O. del Cabo Santa Croce, el terreno se eleva gradualmente formando una cadena hacia el N.O., que termina bruscamente cerca del Cabo Ferello. Desde esta cadena, que se halla á más de 0,5 milla de la costa, la tierra, cubierta de olivares, viñedos y otros cultivos, desciende hacia el mar. La costa, entre la punta Izzo y el Cabo Ferello, á 4,5 millas distantes, es desigual y pedregosa. A menos de 0,5 milla al O. del Cabo Ferello la costa vuelve al S. y forma la bahía Brucola. Como á

1,33 milla al O. del puerto Brucola se encuen tra otra bahía más pequeña llamada de Arcile, con costa pedregosa entre ellas. La pequeña ensenada y la almadraba de Pecchia están 1,75 milla al N.O. O. de la bahía de Arcile. A 1,25 milla más allá las quebradas se terminan bruscamente y una playa de arena corre al N.; en la unión de ambos trozos de costa hay un sitio de carga llamado Scara di Agnuni. Desde el Cabo Ferello hasta Agnuni la costa es por lo regular limpia; la altura de las quebradas de piedra varía de 15 á 30 m. y la tierra se levanta á 130 y 90 á 0,75 milla del mar, formando así dos ó tres valles. Entre los ríos Forgia ó Lentini y Giaretta se eleva el monte Cartina; en la parte S. E. de la base las tierras bajas forman en el invierno un gran lago que en el verano se convierte en pantano malsano. La cadena de colinas que se extiende al O. del Cabo Ferello, cuyo ramal forma el monte Cartina, limita al S. la fértil llanura de Catania, la cual se extiende al N. de las vertientes S. del monte Etna. Al N. del río Forgia, á unas 5 millas al O. de Agnuni, se levanta la c. de Lentini. El Giaretta ó Simeito toma su curso en la entrada O. del monte Etna después de haber atravesado 40 millas de terrenos perfectamente cultivados, y desemboca á 5 al N. de Agnuni y á igual distancia de Catania.

A partir del Scara de Agnuni la playa de arena adosada á las dunas bajas se dirige casi al N. 5° O., durante 11 millas, hacia el faro de Catania, que es blanco, bien visible y situado sobre la punta de lava negra formada por la erupción del Etna en 1669. Desde esta punta la costa corre al N. 40° E. durante 6 millas hasta el Cabo Molini, formando varias ensenadas pequeñas; las vertientes de las montañas están cubiertas de arbolado y bien cultivadas, y con poblaciones y casas diseminadas; el f. c. de Mesina sigue la costa algo al interior. Esta última parte de la costa está formada generalmente por peñascos de lava negra de 5 à 9 m. de altura, elevándose por cadenas sucesivas hacia el monte Etna. La costa entre Catania y el río Alcántara al N. E. forma el límite oriental de la base del monte Etna. Dos millas al N. del puerto de Catania están la población y ensenada de Ognina, en donde se embarca gran cantidad de lava labrada en piedras cuadradas para las construcciones. A 2 millas más allá de Ognina se encuentra la pequeña población de Aci Castello, con las ruinas de un castillo, sobre una quebrada de lava que se cleva verticalmente por encima del mar. Dos millas más al N. E. N. hay un notable promontorio de lava con una torre cuadrada, llamada torre Santa Ana. Frente de Trizza, cerca de una milla al S.O. del Cabo Molini y á menos de 0,33 milla de tierra, yacen los Faraglioni (los Cyclópeum Scopuli de los antiguos), cuatro isloses pequeños y de apariencia escarpada y singular. Desde el Cabo Molini la costa se dirige al N. N. E. durante 2 millas hacia Aci Reale, y otras 6 más hasta punta San Leonardo. A corta distancia al N. de la torre de Santa Ana, en el Cabo Molini, las quebradas se levantan de repente, y en Aci Reale alcanzan 183 m. sobre la superficie del mar, separándose en este sitio de la costa, la primera volviendo algo al O. y la segunda hacia el N. E. A 2,5 millas al N. de la punta de San Leonardo se encuentran las ciudades modernas de Riposto y de Giarre. El río Alcántara (antiguo Onabola) corre en dirección E. y S.E. E. durante 10 millas alrededor de las vertientes N. del Etna y desemboca en una bahía arenosa á 1,5 milla al S.O. O. del Cabo Schiso. Entre éste y el de Taormina se halla la bahía de este nombre. A unos 9 kilómetros al N. E. del Cabo Taormina está el de San Alesio; más al N.E. el Cabo Grosso. La c. de Ali, de remota antigüe dad, se ve precisamente por dentro del Cabo, y es muy conocida desde largo tiempo por la bondad de sus aguas minerales. Una línea que vaya desde el Cabo Grosso al Cabo dell'Armi en Calabria puede considerarse como el límite S. del Estrecho de Mesina. Se distingue por encima del Cabo dell'Armi, y á 4 millas de distancia, la colina de Pentedalilo, la cual debe su nombre á cinco rocas y á su base aislada, que le dan gran semejanza á la mano de un hombre. A 2,7 millas del Cabo Grosso la playa se interrumpe por el Cabo Scaletta, punta pedregosa con una antigua torre, y á menos de 0,5 milla se encuentran las ciudades alta y baja del mismo nombre. Desde el Cabo Scaletta ó Mesina, que

está á 10 millas al N. 30° E., la costa describe una ligera curva, la playa es escarpada y arenosa y se tienen de 18 à 91 m. de agua á un cable de distancia. A lo largo de la ribera y sobre las vertientes interiores se ven las ciudades de San Paolo, Galali y Gazzi, las poblaciones de Briga, Lardaria y Bordanario, y por último conventos diseminados. La cadena de montañas cuyo pie se aleja de la ribera á medida que se aproxima á Mesina desciende de alturas de 900 à 1200 m.; á 4 millas de distancia está cortada por numerosos arroyos, generalmente cubiertos de arboleda; se encuentran también viñedos y terrebien cultivados. (V. MESINA.) (Derrotero del Mediterráneo, t. II).

Sicilia es tierra montañosa, surcada por ramificaciones de la cordillera de Pelore, que empieza en Faro, ó sea en la punta del N.E., y atraviesa toda la long, de la isla hasta Trápani; sus cimas están por término medio á unos 18 kms. del mar. Hay además montañas aisladas, de las que la más notable es el Etna, al E., que se eleva 3314 m. sobre el nivel mar (V. ETNA). En la vertiente oriental del Etna se abre el valle del Bove, gran circo lleno de cráteres adventicios, escalonado en gigantescos peñascos, desde cuyas alturas descienden las corrientes de lava. La meseta que termina por la parte del mar en un muro de 100 m. de elevación está formada por corrientes de lava. Dan testimonio de los importantes cambios que se han operado en la es. tructura de las lavas desde la época de su erup ción varias cavernas rodeadas de prismas basalticos, y, en las cercanías de Aci Trezza, los Faraglioni ó rocas de los Cíclopes.

La antigua cadena Neptúnica, hoy montes Pelore, que continúa en Sicilia la cordillera calabresa del Aspromonte, es bastante menos elevada que

la del Etna. Fórmanla rocas primitivas y cristalinas, revestidas en sus flancos de calizas y mármoles, dirigese primero hacia el S.O., separando las aguas del Estrecho de Mesina de las del Mar Eólico; torna luego hacia el O., costeando este último mar hasta más allá de Palermo, hacia Trápani. El pico Antennamare, consagrado á Neptuno por los antiguos, se alza, al O. de Mesina, á 1130 m. de alt. La cadena alcanza su mayor elevación hacia su parte media, en el Pizzo d'Antenna (1975 m.), sit. al S. de Cefalu. Promontorios calizos, completamente aislados, avanzan hacia el mar al N. de las montañas, y la variedad y belleza de sus formas hacen de esta costa una de las más notables del Mediterráneo. El monte San Giuliano, el Tryx de los antiguos, sit. al E. N. E. de Trápani, termina la cadena al O. y se eleva á 751 metros. Todas las montañas que irradian de esta cordillera hacia las partes meridionales de la isla van descendiendo gradualmente y forman, en cierto modo, el armazón de la isla. El más largo de estos ramales se destaca de la cadena principal al N. de Castro Giovanni y se dirige diagonal mente hacia el Cabo Passaro, formando la divisoria entre la vertiente del Mar Jónico y la del Mar de Africa; su punto culminante es el monte Lauro, sit. al E. de Licodia (prov. de Siracusa), que se eleva á 985 m. De los montes Madonia, nombre que toma la cordillera del N. en su parte central, destacase otro ramal cuyo punto culminante, el monte Cammarata, sit. al N. de Girgenti, alcanza una altura de 1578 m., terminando en la orilla dra. del Platani; un tercer ramal, desprendido al S. del Alcamo, forma cerca de Marsala el Cabo Boco. Estos derrames se componen de terrenos secundarios y tercia

rios.

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Entre las producciones minerales de la isla el azufre es la principal; se recoge hacia el centro y parte del S. y constituye uno de los primeros artículos de exportación. Cerca de Mesina se explotan filones de antimonio cuyos productos, en bruto ó preparados, se exportan para Francia é Inglaterra; existen también minas de cobre y plata que no se explotan. Hay manantiales ferruginosos y sulfurosos en gran número, y sus aguas se han utilizado desde los más antiguos tiempos; tales son los de Ali, al S. de Mesina; Aci Reale, cerca de Catania; Términi Imerese, en la costa del Mar Tirreno; Sclofani, cerca de Términi, y Sciacca. Se encuentran también en Sicilia yacimientos de sal gema y salinas maríti mas considerables, sobre todo en la extremidad meridional de la isla, en Trápani, en Marsala y en Siracusa. En esta última prov la explotación del asfalto y del betún da una producción de i

15 000 toneladas anuales. En otras regiones se
explotan canteras de mármol y de puzolana. La
piedra pómez y el bórax son igualmente explo
tados, sobre todo en las islas Eolias (en Lípari,
Stromboli y Vulcano).

Los ríos de la isla son pequeños y ninguno de
ellos navegable, excepto para botes; los principa-
les son: el Fiume Grande al N., la Giaretta y el
Alcántara al E., el Salso, que es el mayor de la
isla, el Platani y el Belici, que se halla al S.
Los lagos son poco numerosos, siendo los prin-
cipales el Biveri o Lentine, sit. al S. de Cata-
nia, y el de Pergusa ó Enna en la prov. de Cal-
tanissetta.

Ríos y lagos dan pescado en abundancia, y las costas de la isla son muy renombradas desde hace mucho tiempo por sus pesqueras de atún, pez espada y anchoas. Sicilia tiene sobre las localidades que la rodean la ventaja de que, después de la pesca ordinaria en mayo y julio, se hace una nueva en octubre y noviembre, cuando el pescado vuelve del E. siguiendo por costumbre la costa de Africa. En la costa del mar de este nombre se explotan algunos bancos de coral de muy mediana calidad.

La temperatura general de Sicilia puede de
ducirse de las observaciones hechas en Catania
y en Palermo: las primeras dan un promedio de
19° y las últimas 16; la máxima temperatura en
Palermo en día de sirocco ha sido de 45° (27 de
agosto de 1885), pero esto es accidental y por
breves momentos. La máxima media es de unos
32°, y en invierno rara vez el termómetro des-
ciende bajo 2°. El número de días lluviosos varía
entre 112 en Palermo y 72 en Siracusa, y la
cantidad de lluvia caída durante el año es de
600 milímetros por término medio. La nieve
sólo se encuentra sobre el Etna y algunos otros
de los más altos picos de la montaña. En el ve-
rano regularmente hace calma por la mañana,
pero la brisa se entabla de nueve ȧ diez, refresca
de dos á tres de la tarde y va cayendo gradual-
mente. Los vientos son variables, tanto en
fuerza como en dirección. Los del N. y O., que son
los más frecuentes, son asimismo los más secos y
más sanos; el mamaliti, modificación del mis-
tral, es en Palermo una brisa fresca y regenera.
dora. Los vientos del E. y del S. son pesados y
vienen cargados de nieblas y á menudo acompa-
ñados de grandes lluvias, truenos y relámpagos.
Hacia el equinoccio de primavera la fuerza del
viento del S. O. es muy sensible en la costa desde
Trapani ó Girgenti, pero á medida que el sol
avanza los vientos soplan más del N., con tem-
porales que, sin embargo, son pocas veces vio.
lentos en las bahías y puertos, y duran rara vez
más de cuarenta horas. Los prácticos aseguran
que los temporales que empiezan de día son más
duros y de más duración que los que empiezan
durante la noche. El sirocco ó viento del S. al
S. E., que viene del desierto de Africa, á su paso
por el mar toma una temperatura soportable,
y sobre la costa del E., á donde llega al princi-
pio, sus efectos son poco sensibles; pero parece
tomar nuevo calor á medida que pasa por las
tierras de la isla, haciéndose cada vez más des-
agradable. Al principio el aire es pesado y sofo-
cante; grandes nubes blancas se detienen por
bajo de los picos de las montañas, y en la mar
se las ve flotar sobre el horizonte en líneas para-
lelas á él; el termómetro marca una temperatura
mucho más elevada, la humedad aumenta y el
barómetro desciende. Estos vientos suelen cal-
mar á menudo de repente y van seguidos de una
brisa del N.O., aunque por lo común el sirocco
dura tres ó cuatro días; en el verano es muy
perjudicial para la vegetación, mientras que en
el invierno la favorece en parte. Estos vientos
son muy desagradables en Palermo; las calles
quedan desiertas y se cierran las puertas y ven-
tanas para impedir que penetre en las casas; en
la primavera y el otoño son más frecuentes que
en verano, y durante el invierno no son tan
desagradables. Las lluvias no empiezan común-
mente antes de noviembre, y la campiña sufie á
meirudo una sequedad continua desde abril á
septiembre. En invierno, además de los tempo-
rales accidentales de nieve, caen á menudo lu-
vias torrenciales acompañadas de relámpagos
intensos y peligrosos. En Mesina los vientos

dominantes durante el verano son los del N. E.
y S. E., generalmente húmedos; la malaria en
esta estación reina sobre toda la comarca inme-
diata.

Sicilia, por su suelo y por su clima, está con

siderada como una de las islas más fértiles de la Tierra. Posee hermosos bosques de madera de construcción, sobre todo alrededor del Etna, en cuyas laderas la encina y el castaño crecen á 1 200 m. de alt. y el abedul á 1800; la viña y los árboles frutales se cultivan en grande escala, particularmente la primera. El algodón también se da perfectamente, en particular en las llanuras de Catania y á lo largo de la costa O.; se presta asimismo gran atención á la cría del gusano de seda.

Como dice un reputado geógrafo, gran número de plantas oriundas de Asia y de Africa se han aclimatado fácilmente en la isla. Las palmeras crecen agrupadas en los jardines y en los campos; las llanuras de aspecto enteramente africano que rodean á Sciacca están en muchos lugares completamente cubiertas de pequeñas palmeras que valieron á la antigua Selinonte el nombre de Palmosa; varias especies de algodoneros crecen en las laderas de las colinas hasta una altura de 200 m.; el bananero, la caña de azúcar y el bambú florecen fuera de los invernaderos; la Victoria Regia cubre los viveros con sus largas hojas y sus flores; el papiro del Nilo, desconocido en Europa, aparece en los grandes cañaverales que obstruyen el curso del Anapo en los alrededores de Siracusa, y el Cactus opuntia ó higuera chumba ha venido á ser la plata característica de las campiñas del litoral siciliano. A excepción de los parajes más elevados el campo se ostenta por todas partes cubierto de verdor aun en invierno, y los horticultores pueden sin dificultad mantener constantemente la vegetación; las legumbres se obtienen frescas durante todo el año. Por su riqueza en cereales, los romanos llamaron á Sicilia el granero de Italia. Después ha disminuído algún tanto esta portentosa fecundidad y se abandonaron muchos terrenos en el inmenso llano de Catania por la sola razón de hallarse algo alejados de las c. Esto no obtante, cultivase todavía más de la mitad de la superficie de la isla, siendo las principales cosechas el trigo, la cebada, el maíz, el lino, el tabaco y el algodón en las playas del mar de Africa. Sicilia ocupa uno de los primeros lugares entre los países vinícolas de Europa, representando su producción la cuarta parte de la cosecha de Italia. La mayor parte de las viñas, sobre todo en la prov. de Trapani, de donde proceden los célebres vinos de Marsala, y en las de Palermo y Catania, pertenecen á sociedades italianas ó extranjeras, ó bien à propietarios italianos ó extranjeros que han sabido comprender la importancia de los mejores procedimientos de cultivo y vinificación, obteniendo por consiguiente productos superiores capaces de sosteuer la concurrencia con otros vinos similares. Gozan de merecida reputación los vinos de Marsala, Siracusa y Zucco. Los huertos pueden también considerarse como una de las riquezas de Sicilia; es importantísima la producción de los Agrumi (naranjas, limones, etc.), que en 1889 representó las 10 de la produc ción total de Italia. En las prov. de Palermo, Mesina, Catania y Siracusa cultivanse en grande escala todas las variedades de naranjos, el limo. nero, el almendro, la higuera, el algarrobo y otros frutales. El olivo ocupa una sup. de 114720 hectáreas y produce anualmente, por término medio, unos 660 000 hectolitros de aceite.

Las mejores praderas se hallan en la prov. de Trápani, pero la cría de ganados está, en general, muy descuidada; los toros son pequeños y poco numerosos; los caballos deformes y los carneros dan lana basta. También escasean las aves; en cambio abundan las abejas, y su miel es muy estimada; en Catania y Siracusa se cultiva tam. bién el gusano de seda. La industria manufacturera está poco desarrollada; hay algunas manufacturas de seda en Palermo y en Mesina, tejido de lana, hilo y algodón é hilados de seda en Catania, refinerías de azúcar en Mesina, elaboración de tabacos en las tres c. citadas, é industrias derivadas de la agricultura, aceites, esencias, etc., en varias localidades. Las principales exportaciones de la isla son azufre, zumaque, vino, aceite, frutas, seda, cereales, mármol y pescados salados; el valor total de la exportación se puede estimar, por término medio, en unos 120 millones de pesetas al año. Los puertos de mayor comercio son: Palermo, Mesina, Girgenti, Marsala, Trapani, Siracusa y Catania. La marina mercante siciliana posee unos 80 vapores y más de 1 300 buques de vela.

Las comunicaciones terrestres de la isla, pres

cindiendo de las vías férreas, son pocas y malas; la principal carretera es la de Mesina á Palermo por Catania y Leonforte. Los f. c. suman hoy unos 1100 kms., y las principales líneas son las de Mesina á Catania y Siracusa, la de Catania á Caltanisetta, Canicatti y Caldare, la llamada Sicula occidental, la de Palermo á Porto-Empédocles y la de Palermo á Corleone.

Aunque la isla es italiana, los sicilianos difieren bastante de sus vecinos de la Italia peninsular por el tipo físico y costumbres. Es una población muy mezclada, porque muy diferentes elementos han concurrido à formarla. A fines del siglo XI se hablaban en la isla cinco lenguas: árabe, hebreo, griego, latín y siciliano; sobrevi no luego la influencia aragonesa ó española, reforzada en los primeros siglos de la Edad Moderna, y franceses y alemanes dejaron también huellas muy sensibles en las costumbres é idioma de Sicilia.

La isla, que antiguamente se dividía en tres distritos ó valles, Val Demone al N. E., Val di Noto al S. E. y Val di Mazzara al O., comprende hoy siete prov., que son: Caltanissetta, Catania, Girgenti, Mesina, Palermo, Siracusa y Trápani; tres tribunales de apelación en Palermo, Mesina y Catania; un tribunal de casación en Palermo; tres Universidades reales en Palermo, Mesina y Catania; cinco arzobispados (Catania, Mesina, Monreale, Palermo y Siracusa) y doce obispados.

Hist. Según mitos y leyendas aceptados por algunos antiguos historiadores, los cíclopes y los lestrigones fueron los primeros habits. de Sicilia. Sucediéronles los sicanos, y de ellos tomó la isla el nombre de Sicania. Hacia la misma época se dice que algunos troyanos establecieron colonias en Sicilia y fundaron, entre otras, las c. de Erix y Segesta. Expulsados de Italia los pelasgos siculos, pasaron á Sicilia y se impusieron á los anteriores pueblos; ellos dieron origen al actual nombre de la isla, también llamada por los romanos Trinacria ó Triquetra á causa de su forma. También los fenicios llegaron á Sicilia, y á ellos se atribuye la fundación de Solúntum, cuyos restos se encuentran en el monte Catalfano, al E. de Palermo, así como la de Segesta, cuyo origen, según se ha dicho, es troyano según las leyendas míticas. A mediados del siglo VIII antes de J. C. debió empezar la colonización griega, y con ella la verdadera historia de Sicilia. Según Herzberg, después que los indígenas, los siculos, atacados por los griegos, emprendieron la fuga ó se sometieron al helenismo, los jonios, calcidios y naxos fundaron en 738 ó 735 a. de J. C. la c. de. Naxos, y al poco tiempo las de Catania (730), Leontinoi y Zancle ó Mesina. De este modo los corintios y los megarenses encontraron abierto el camino de Sicilia. De la antigua c. corintia de Siracusa, que existía ya en 735 ó 734, partieron grandes colonizaciones, entre las cuales merece citarse la de Enna, situada en el centro de la isla. Los dorios de Megara, por su parte, fundaron en 728, entre Na xos y Siracusa, la llamada Megara Hibbla, y en 690 Gela, que, sit. en la costa meridional, fué la residencia de los dorios, rodios y cretenses. Cuando, finalmente, los megarenses hubieron creado en 628 a. de J. C., en la costa S.O., la c. de Selinonte, y los rodios y griegos de Gela fundaron á mediados del siglo VI la de Acragas (Agrigento), que floreció con tanta rapidez, la mitad oriental de la isla quedó poblada por elementos griegos y la occidental siguió en poder de las antiguas colonias fenicias. Todas las c. griegas de Sicilia alcanzaron, aunque no por igual, un alto grado de poder y prosperidad, sobresaliendo entre todas ellas la de Siracusa, Gela y Acragas (Agrigento). Las débiles razas sicilianas, que sólo pudieron conservar su independencia en las clevadas comarcas del interior, perdieron en en todas partes los territorios de las costas, que pasaron á los helenos. Con tales fundamentos alcanzó gran esplendor el poder de los griegos, que se dedicaron á la Agricultura y á la cría de ganados en gran escala.

Pero estas c. ó repúblicas tan florecientes fueron rivales unas de otras, y frecuentemente las guerras ensangrentaron el suelo de Sicilia, porque las más poderosas querían absorber á las más débiles, y éstas llamaban en su auxilio á los extranjeros.

Durante el siglo VI sobre todo hubo graves conmociones interiores. Así como las c. jónicas aceptaron gradualmente las formas democráti

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cas, los lugares dóricos, por el contrario, se des-guir Gelón una política extranjera tan hábil como
arrollaban bajo la tiranía. Este hecho se com- atrevida.
prueba por primera vez en Acragas. Esta c., fa-
mosa por su comercio de aceite, por su cría de ca-
ballos y por sus canteras, se hallaba regida desde
565 por el príncipe Falaris de Astipalea. General
afortunado, extendió el territorio de su ciudad
conquistando algunas comarcas del interior que
ocupaban los sicelios, pero su soberanía era en
extremo dura, por lo cual fué derribado en 549
por una sublevación que dirigió el noble Telé-
maco. No faltaron entonces repetidas sublevacio-
nes contra la restablecida soberanía de los no-
bles, hasta que Terón aprovechó la circunstancia
de haber sido nombrado jefe del ejército para
nombrarse príncipe de Acragas y ejercer una
soberanía inteligente, justa y popular. Sus con-
quistas sobrepujaron á las de Falaris, pues se
apoderó de todo el centro de la isla y robuste
ció su poder sosteniendo íntimas relaciones con
la casa reinante de Siracusa, que entonces había
llegado á un alto grado de fuerza y esplendor,
y cuyo tirano, Cleandro, logró apoderarse en
505 de la soberania de la colonia rodia de Gela
después de largas y variadas contiendas entre
los nobles y el pueblo. Asesinado en 495 este
príncipe, sucedióle en el trono su hermano Hi-
pócrates, muy dado á la guerra, que reunió un
ejército de mercenarios, y no sólo sujetó á varias
razas de sicelios, sino que redujo á su domina.
ción algunos lugares calcidios, como Naxos,
Leontini y otros. En 494 se apoderó de la im-
portante plaza de Zande, si bien no la pudo
conservar nucho tiempo; pues durante una gue-
rra con Siracusa, Anaxilao, oriundo de una fa-
milia de la antigua nobleza mesenia, y príncipe
desde 495 de la italiota Regio, conquistó la ve-
cina c. de Zande, que á partir de aquel momen-
to tomó el nombre de Mesana ó Mesina, la po-
bló con nuevos habitantes, y para robustecer su
poder se alió, por medio de un matrimonio, con
el príncipe Terillos de Himera. Hipócrates, en-
tretanto, emprendía una enérgica lucha contra
la nobleza de la c. de Siracusa, y después de una
gran victoria ganada en 495 junto al río Helo-
ros llegó hasta los muros de aquella c. Enton-
ces Corinto y Corcira negociaron una paz entre
los dos beligerantes, por la cual se cedió al prín-
cipe de Gela la ciudad y todo el territorio de
Camarina. Muerto Hipócrates al año siguiente,
durante el sitio de la sicelia Hibbla, la nobleza
de Gela restableció la soberanía de la aristocra-
cia. El ejército sitiador de Hibbla no se daba, en
tanto, punto de reposo y nombraba su jefe á
Gelón, hombre dotado de eminentes cualidades,
que debía conservar el trono para el hijo de Hi-
pócrates. Pero cuando Gelón hubo derrotado al
contingente de los nobles se apoderó de la co-
rona y siguió con energía el plan, no sólo de con-
servar el Imperio de su predecesor, sino de ex-
tenderlo por toda la mitad oriental de Sicilia, lo
cual no podía suceder hasta que el centro de
sus dominios fuese Siracusa, c que pudo tomar
gracias al cruel furor de los partidos siracusa-

nos.

La nobleza, es decir, los llamados geomoros, fueron arrojados de la c. por una sublevación del demos y de los indígenas, y se vieron obligados á dirigirse á Casmene. Ciegos de cólera, y privados de reflexión, solicitaron los nobles el apoyo de Gelón contra su demos, consecuencia de lo cual fué que, cuando en 485 el príncipe de Gela apareció delante de Siracusa, el demos entregó la c. al tirano amigo del pueblo, el más importante de cuantos hasta entonces habían conocido los helenos. Gelón entonces hizo todo cuanto era preciso para aumentar el esplendor de Siracusa, c. en la cual fijó su residencia, y que por su situación y por sus puertos estaba destinada á ser con el tiempo la cap. de la isla. Quiso Gelón formar una burguesía poseedora de algunos bienes, que bajo su protección alcanzase un completo bienestar y pudiese ser una segura defensa de su soberanía. Para esto llamó á Siracusa á los habitantes de Gela, donde á la sazón gobernaba su hermano Hierón como regente, y los estableció en la nueva cap. de los pueblos siciliotas orientales. También fueron destinados á repoblar la comarca los ricos habits. de las c. calcídicas, y finalmente, después de la conquista de Megara (484), los proletarios de esta c. fueron vendidos en los países extranjeros de allende los mares, mientras la nobleza y el demos eran trasladados á Siracusa. Finalmente, asegurada la alianza con Terón de Acragas y por ella protegido, pudo se

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Ambos príncipes concibieron la idea de conquis tar para los griegos las plazas fenicias del O.de Sicilia. Es muy probable que el rey Jerjes decidiera á su vez á los cartagineses á que se dirigiesen enérgicamente contra los helenos. Pero aun cuando no mediase mandato alguno de Susa, la política de Cartago debió aprovechar la ocasión de atacar fuertemente á Acragas y Siracusa, en una época en que los siciliotas no podían recibir auxilio alguno de Grecia. La c. sicelia de Egesta se alió con los cartagineses, é idéntica conducta siguió la dórica Selinonte por miedo á Terón; y cuando éste (182) conquistó la c. de Himera y arrojó de ella al príncipe Texilos, éste y Anaxilao de Regio solicitaron el auxilio de Cartago contra sus enemigos griegos. Los cartagineses hicieron grandes preparativos; Gelón, públicamente informado del peligro que le amenazaba, decidió luchar con toda su energía contra los africanos. Gelón y Terón se pusieron de acuerdo y movilizaron sus fuerzas, ayudados por los siciliotas que se adhirieron completamente á la resolución de ambos caudillos. La corte de Siracusa se puso al frente del movimiento. Damareta, esposa de Gelón é hija de Terón, ofreció sus joyas para atender mejor á los gastos de la guerra, y las mujeres de la c. se apresuraron á imitar su ejemplo. En el verano del año 480 ancló en Panormos una escuadra cartaginesa de 3000 buques de transporte protegidos por 200 de guerra. Un ejército compuesto de 300000 hombres, mandados por Amílcar, de la gran familia de Magón, cuya madre ó esposa era oriunda de Siracusa, se dirigió á la costa de Panormos contra Himera y sitió en seguida esta c., estableciendo á su alrededor un campamento fortificado. Llamado por Terón, que defendía personalmente la c., tan fuerte por su situación natural, acudió Gelón á su auxilio con 50000 infantes y 5000 caballos, estableció y fortificó un campamento al S. E. de Himera, púsose desde allí en comunicación con la c., y comenzó su ataque contra los cartagineses, cuya fuerza principal se encontraba al O. de la c. Cuando Gelón supo que Amílcar esperaba el auxilio de la caballería de Selinonte, su aliada, envió á los cartagineses una parte de la suya, fingiendo que eran las tropas esperadas, astucia que tuvo el éxito más completo. Apenas supo el siracusano que su caballería había sido admitida en el campamento de los cartagineses sin excitar la menor sospe cha, comenzó el ataque decisivo acometiendo enérgicamente el campamento púnico. La batalla estuvo indecisa durante mucho tiempo, hasta que la caballería que Gelón había enviado á los cartagineses logró incendiar la escuadra de Cartago, al ver lo cual se desorganizó el ejército cartaginés. El mismo Amílcar, en su desesperación, se arrojó al fuego, ofreciendo, según el procedimiento salvaje de aquellos cultos semíticos, el sacrificio de su persona para aplacar la cólera de los dioses contra su pueblo. El poder de los cartagineses decayó completamente á consecuencia de esta derrota; la escuadra de transporte de Amílcar se puso en marcha en seguida y parte de las tropas cartaginesas huyó con los 20 buques de guerra, únicos que habían podido salvarse del incendio. La masa del ejército púnico en parte fué pasada á cuchillo, en parte se vió obligada á capitular junto á Himera, y en parte tuvo que huir hacia Selinonte. El hermano de Gelón, Hierón, en vez de proclamarse regente del hijo de Gelón, menor de edad, se puso al frente del gobierno y fué un rey esencialmente popular; la magnificencia de su corte era universalmente celebrada; las artes plásticas, la Arquitectura, la Poesía y las Ciencias estaban en alto grado protegidas; pero lo que más contribuyó á su popularidad fué sus grandes hechos de guerra y su imponente política exterior. En 475, acudiendo al auxilio de la italiota c. de Cime, derrotó por completo en una batalla naval á los etruscos, antiguos aliados de Cartago que durante el siglo VI se habían extendido hasta la Campania y dominaban el Mar Tirreno.

A consecuencia de esta victoria quedó destruída la soberanía marítima de aquel pueblo y asegurada la preponderancia de Siracusa en las aguas de Sicilia. El poder de Hierón llegó á su más alto grado cuando, después de la muerte del príncipe Terón de Acragas (472), consiguió aniquilar á su hijo Trasideo, que no quería reconocer la hegemonía de Siracusa y anexionarse el reino agrigentino. Muerto Hierón en 467,

el mismo Alcibiades podía esperar. Tampoco se
detuvo la empresa con motivo de la acusación
contra Alcibiades por haber cometido sacrilegio
con los misterios de Eleusis y con los bienes
sagrados del Estado. El demos, deseando favo-
recer al general, se decidió á aplazar la vista
de las acusaciones presentadas contra Alcibia
des para después de su regreso de la expedi-
ción de Sicilia. La poderosa escuadra atenien-
se, que constaba de 136 buques de guerra, entre
ellos 100 áticos, de 30 embarcaciones mercantes
y de 100 pequeños barcos, que llevaba 6 430 sol-
dados, de los cuales más de 2 000 eran atenien-
ses, y que constituía un contingente como nun-
ca había presentado Atenas, tropezó muy pron-
to con inesperadas dificultades. Este mismo ex-
ceso de fuerza había introducido la desconfianza
en los lugares italiotas y siciliotas respecto á los
atenienses. Reggio se mantenía neutral, y las
últimas noticias llegadas de Egesta indicaban
claramente que los habitantes de esta ciudad
habían engañado por completo á los embajado
res atenienses respecto de su riqueza. El demos
ático había creído dar muestras de prudencia
nombrando para estrategos en una misma expe-
dición á dos hombres tan opuestos por su ca-
rácter y por su partido como Nicias y Alcibia-
des; pero no hizo más que trasladar á otra parte
el teatro de sus rivalidades, las cuales estallaron
en el primer Consejo de Guerra que celebraron
los expedicionarios ante las murallas de Reggio.
Nicias esperaba poderse deshacer de esta gue-
rra, contraria á su voluntad, con un simple alar
de de fuerzas en las costas de Sicilia, con el res-
tablecimiento de la paz entre Egesta y Selinonte,
y en todo caso con algunos movimientos en be-
neficio de Leontini, pero sus esperanzas se vieron
frustradas. Alcibiades no opinaba así, y tampo-
co participaba de la opinión de Lamacos, el cual
dió el prudentísimo consejo de abandonar en se-
guida à Siracusa, poco preparada todavía y des-
truída por la luchas intestinas de los partidos,
y en donde el poderoso Hermócrates acababa
de reducir al silencio á la demagogia del radical
Atenágoras y conseguir que se comenzasen los
preparativos de guerra. De modo que predominó
el plan de Alcibiades, quien, contando con su
personalidad, con sus tesoros y con su habilidad
diplomática, se proponía en primer lugar separar
por medio de negociaciones generales á los sici-
liotas y sicelios de Siracusa y Selinonte y tentar
un ataque contra Siracusa cuando ya contase
con una ancha base de operaciones. Comenzá-
ronse las encaminadas á este objeto, y apenas se
habían conquistado para Atenas las plazas de
Naxos y Catania, cuando llegó el Salam. a, que
debía llevarse á Alcibiades á Atenas, en virtud
de la acusación criminal que sobre él pesaba.
Alcibiades se refugió en Esparta, y fácil le fué
conseguir que los peloponesios prestasen auxilio
á los de Siracusa. Nicias, sin embargo, se había
repuesto gradualmente, poniendo otra vez de
manifiesto delante de Siracusa su talento como
general; y cuando á principios del año 414 reci-
bió de Atenas algunos refuerzos, especialmente
de caballería, y puso estrecho cerco a la ciudad,
obligó á los siracusanos á pensar en la rendición.
Los espartanos enviaron á instancias del pérfido
Alcibiades, á fines de mayo de 414, á Sicilia al
mejor general que entonces tenían, al activo y
hábil Cilipos, muy conocedor de los asuntos
de allende los mares, poniendo á sus órdenes
una escuadra corintia. No sin tener que vencer
muchas dificultades logró este atrevido militar
llegar á Himera con 700 hombres; pero desde
esta ciudad, y engrosado su ejército hasta contar
con 2000 soldados, supo llegar á Siracusa en el
mes de julio. Revestido del mando de esta ciudad,
y obrando con energía y feliz estrategia, pudo
conseguir al poco tiempo que los atenienses se
viesen en una situación en extremo crítica. La-
macos halló la muerte en esta expedición, y Ni-
cias, acobardado y atacado por una grave enfer-
medad, no tuvo valor moral para mejorar rápi-
damente aquella situación extrema ni para ex-
ponerse á la cólera del demos. Cuando á media-
dos del próximo invierno dió cuenta en sus co-
municaciones de la apurada situación en que se
encontraba y manifestó la necesidad ó de renun-

la sangrienta dominación de su hermano Trasí
bulo precipitó la caída de la Monarquía. Al año
siguiente (466) se levantó el partido republica-
no, y después de una corta lucha entre los ciu-
dadanos sublevados de las ciudades siciliotas y
los guardias de Trasíbulo éste se vió obligado á
abandonar para siempre la isla, derrumbandose
de este modo el Imperio creado por Gelón y
Hierón. La caída de la Monarquía trajo inme-
diatamente consigo graves desórdenes y la des-
trucción del orden de cosas que hasta entonces
había existido. Por un lado los distintos ele-
mentos reunidos por el príncipe en las antiguas
y modernas ciudades, especialmente los merce-
narios, comenzaron á descomponerse y á ene-
mistarse entre sí; por otro los antiguos indíge-
nas, los sicelios, guiados por el audaz Ducetios,
procuraron aprovechar la ocasión y recobrar su
independencia, deseo que no pudieron ver reali-
zado y que se desvaneció por completo con la
muerte de Ducetios, acaecida en 440. A medida
que se fueron consolidando las cosas fuese Sici-
lia fraccionando en una porción de ciudades in-
dependientes, en las cuales dominaba por com-
pleto la democracia. En ellas, sin embargo, se
luchaba en vano para lograr la consolidación y
duración de las nuevas instituciones, á causa de
la movible é inquieta condición de la raza, de la
mala influencia debida á la mezcla del pueblo, y
de la falta de una escuela política seria
de un
Derecho como el que tenían los atenienses en el
Código de Solón. Las comunidades siciliotas pu-
dieron ciertamente gloriarse de que entre ellas
el arte de la palabra, la elocuencia pública, así
como la investigación histórica y geográfica to-
maron gran vuelo, pero casi continuamente se
vieron estas ventajas destruídas por violentos
movimientos interiores y por las apasionadas
luchas de clases, partidos y personas. La histo-
ria de esta parte de Grecia tomó un nuevo as-
pecto, cuando la democrática Siracusa, desde
440, reanudó la antigua política exterior de los
Gelónidas, y trabajó con energía, y empleando
sin consideración la fuerza de las armas, para
conquistar la soberanía de toda la isla. De esta
tendencia surgió una ruda oposición, muy pare-
eida á la que desde 432 conmovía á la madre
patria, con la cual se estrecharon más las rela-
ciones. Siracusa, con la masa de los dorios y de
los locrios italiotas, estaba en lucha abierta con
los elementos jonios, es decir, con el grupo for-
mado por Leontini, Naxos y Catania, a las cuales
se agregaron en Italia la doria Camarina y Reg.
gio. Durante el verano de 427 se vieron los leon-
tinos en una situación tan crítica, que tuvieron
que pedir auxilio á los atenienses; la fascinadora
elocuencia de su embajador, el filósofo Gorgias,
determinó á los de Atenas á tomar parte en las
luchas siciliotas. Pero los siciliotas se reunieron
en Gela, pusiéronse de acuerdo y consiguieron
que regresara á Grecia la escuadra ateniense que
mandaba Eurimedonte. Sin embargo, Sicilia no
tardó mucho en perder la tranquilidad que pa-
recía asegurarle el convenio de Gela, habiéndose
reproducido muy pronto los conflictos entre Si-
racusa y Leontini. Mientras la primera conser-
vaba gran preponderancia, la protección que la
gran metropoli dórica de los siciliotas dispensa-
ba á los selinontinos en la guerra que se había
encendido en la parte occidental de la isla, entre
Selinonte y la semihelénica ciudad de Egesta,
amenazaba facilitar á los elementos dóricos de
aquella una completa victoria. Abandonados de
todos, los egesteos enviaron durante el verano de
416 sus embajadores á Atenas para procurarse
el auxilio de esta población. La idea de una
grande expedición á Sicilia halló eco en una
buena parte de los atenienses, que buscaban en
los vaivenes de la guerra el botín y la gloria, y
que, halagados y embriagados por el fantástico
atractivo de la distancia, se hacían exageradas
ilusiones del poder de Atenas. El hombre más
popular entonces, Alcibiades, era el más elo-
cuente representante de aquella idea. Los emi-
sarios que los atenienses habían enviado para
reconocer el estado de cosas de Egesta se deja
ron engañar, y, sobornados ó no, llevaron á su
patria las mejores noticias acerca del poder de
los egesteos. En vano Nicias, que con espanto
se vió nombrado general con Lamocos y Alcibia-ciar á la guerra ó de que le enviasen refuerzos,
des en una guerra por él tan execrada, trató con
gran audacia de hacer revocar la orden; pero
toda la oposición que el inteligente soldado ha-
cía á aquella guerra sirvió únicamente para que
se concediesen muchos más elementos de los que
Томо ХІХ

los ciudadanos áticos quisieron proseguir la cam-
paña de Siracusa y despacharon á Nicias otros
dos generales y además 10 buques y dinero. De-
móstenes llevó 73 triremes, 5000 guerreros y
otras muchas tropas ligeras á Sicilia, á donde

llegó cuando los atenienses, que se encontraban delante de Siracusa, se veían atacados por mar por los siracusanos, á quienes habían instruído los marinos corintios, y sufrían una derrota completa. La llegada de la escuadra ateniense espantó á los siracusanos tanto como animó á los atenienses. Propuso entonces Demóstenes apoderarse de nuevo de la altura que dominaba la ciudad; pero en el ataque nocturno que dieron los atenienses sufrieron una gran derrota, debida no á su culpa, sino al cúmulo de incidentes desgraciados de una batalla en tales circunstancias, en vista de las cuales opinó aquel inteligente general qua era preciso abandonar la insostenible posición que los atenienses ocupaban delante de Siracusa. La tenacidad de Nicias no quiso consentir en ello; mas cuando los inconvenientes del clima de la comarca siracusana se hicieron temibles, cuando los siracusanos dirigieron al exterior sus ataques cada vez más fuertes, Nicias se vió obligado à ceder de su empeño. Un eclipse de luna acaecido la noche del 27 de agosto de 415 aterrorizó al supersticioso ejército, no teniendo ninguno de los caudillos talento ni presencia de espíritu suficientes para tranquilizar á los soldados y á las tripulaciones. Por otra parte, los siracusanos hicieron todo lo imaginable para impedir que las fuerzas atenienses permaneciesen por más tiempo en Sicilia. Cuando después de una última derrota naval se les cerró el camino del mar, no tuvieron más remedio que partir por tierra. En esta marcha desesperada, que después de algunos rodeos debía conducir á los atenienses perseguidos por los siracusanos á Catania, trabáronse muchos combates, à consecuencia de los cuales la mayor parte del ejército ático, dividido en dos columnas, cayó en 10 de septiembre en manos de Cilipos; 7 000 hombres fueron hechos prisioneros, siendo la mayoría de ellos vendidos como esclavos; Nicias y Demóstenes fueron inhumanamente ejecutados en Si

racusa.,

Después de las derrotas sufridas por los atenienses ante Siracusa, los egesteos quedaron indefensos y abandonados á los ataques de los selinontinos; en tan crítica situación invocaron el auxilio de los cartagineses, quienes viendo que ya no se les podían oponer un Gelón ni una fuerte escuadra ática aprovecharon con verdadero placer esta ocasión, no sólo de vengar la antigua derrota de Himera, sino de tentar una conquista de los territorios siciliotas. Como los siracusanos, en su implacable odio contra Atenas, no titubearon en enviar su escuadra al Asia Menor, pudo Aníbal, nieto de Amílcar, conquistar y destruir en 409 la c. de Selinonte, después de lo cual dirigióse á Himera, que también sintió los efectos del furor y del arte de la guerra africanos; el cruel vencedor hizo asesinar á 3 000 prisioneros, en venganza de la derrota sufrida en aquel mismo punto por su abuelo. Habíase en el entretanto sublevado al O. de Sicilia una antigua prov. cartaginesa ó epicracia, y las antiguas tribus de la isla, los secanios y los sicelios, en su odio contra la soberanía griega, se habían unido con los cartagineses. Desgraciadamente la poderosa Siracusa, la primera potencia de Sicilia, se hallaba desgarrada por luchas intestinas. La victoria conseguida sobre los atenienses había despertado en gran manera el sentimiento de independencia de la democracia, y durante la ausencia de Hermócrates, que esgrimía sus armas en las costas asiáticas, el partido del pueblo había conseguido el poder, que mantenía, gracias á la nueva legislación, muy rigurosa para los delitos comunes, promulgada por el demagogo Diocles. El escaso éxito de la guerra sostenida en Oriente, y especialmente la derrota de Cizico, indujeron a los siracusanos á decretar en 410 la destitución y el destierro de Hermócrates. El no menos desgraciado papel que desempeñó en 409 Diocles en Himera infundió á aquél la esperanza de poderle derrotar, á cuyo efecto reunió en Mesana tropas y buques, reconquistó á Selinonte en 408, prosiguió desde allí con 5000 hombres una campaña feliz contra la prov. cartaginesa, y supo conseguir que sus partidarios de Siracusa desterrasen á Diocles, que ya había caído en desgracia. Como el demos no se determinaba á llamarle de nuevo à la patria, se aventuró finalmente, en 407, á penetrar por fuerza en la c. nativa, en donde encontró la muerte. Ocupados los siracusanos en estas luchas intestinas, veían tranquilamente los nuevos y grandes preparativos de los cartagineses que, conducidos por Aníbal y su

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