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encintado de labra fina todo alrededor de las superficies a y b; la labra de abultamiento es también almohadillada, y se diferencia de la anterior en que los dados a y b pierden su forma presentando una convexa algo semejante, aunque apenas marcada, á la de las bóvedas en rincón de claustro; la labra vaciada es inversa de las dos anteriores; es decir, que en el espacio comprendido en el paramento exterior entre el encintado de cada piedra se vacia ésta hacia el interior en el espesor de un centímetro: resulta de menor resistencia que las anteriores; la labra historiada, en que el paramento, encerrado en un encintado, lleva grabados á cincel dibujos más o menos sencillos, altos ó bajos relieves, etc.; la de paramentos pulimentados, como su nombre lo indica, y cuando la naturaleza de la piedra lo permite lleva pulimentados los paramentos, pudiendo combinarse esta labra con todas las que llevamos explicadas. Como esta clase de labra tiene un carácter especial no es arbitraria en absoluto la elección, sino que ha de estar en armonía con el carácter del edificio á que el sillar se destina, sitio en que ha de estar colocada la obra, etc.

Respecto de la colocación de los sillares en obra, en cuanto se refiere á su disposición ó aparejo, que tal nombre recibe, no nos es posible entrar en grandes detalles, cuyo estudio corresponde á la Estereotomía; pero ateniéndonos úni camente á cuanto à éstos concierne, se disponen en los muros á juntas encontradas, es decir, que se van formando hiladas horizontales, enrasadas cada una en un mismo plano, que es el de hilada, y teniendo cuidado que los sillares de las hiladas sucesivas se hallen, con las juntas verticales de cada dos sillares, en la mitad del ancho del inferior, esto con el objeto de dar enlace á la obra y que no puedan moverse sus diferentes partes; sin embargo, no es absolutamente preciso que las juntas verticales sigan en el medio de los sillares inferiores, sino que pue den distribuirse de distintas maneras, con tal que debajo de una junta vertical, ni muy próxima á ella, se encuentre otra en la hilada inferior. En el artículo correspondiente (V. SILLERÍA) nos ocuparemos de los diferentes aparejos más en uso, pues tiene esta parte su colocación natural en el artículo citado.

les cruzan una gran explanada inme liata á los |
puntos de embarque, destinadas aquéllas al paso
de los trenes que han de condncir los materiales
para la fabricación del hormigón, primero al
punto en que éste se fabrica y después desde
allí al sitio que ocupan los moldes, colocados
ordinariamente entre las vías por filas paralelas;
por las vías corren grúas que cogen los sillares
fabricados y los llevan á los puntos de embarque;
el taller de fabricación del hormigón debe ha-
llarse en piso más elevado que en el que se mol-
dean los sillares, para que sea fácil verter aquél
en los moldes.

y se le hace correr por un sistema de vías hasta colocarse sobre el molde que ha de recibir el hormigón, en el cual se vierte haciendo girar la hormigonera hasta tener su boca mirando al molde, en cuyo momento se abre la compuerta, y en tanto se retira el vagón y se apisona el hormigón vertido, para que pueda recibir nueva cantidad.

Los vagones vacíos pasan por la báscula al piso inferior.

En Port-Said los malacates llevaban tres rastrillos entre los rodillos, con un movimiento de báscula los brazos de éstos y aquéllos para cuando, por acumularse mucho mortero en un punto, se hacía difícil la marcha, pudieran, elevándose algo, salvar el obstáculo; los vagones vacíos bajaban por donde habían subido, combinando este descenso con la subida de otro vagón por el otro platillo de la báscula: esto en cuanto á los destinados á la cal y la arena; pero los de mortero piedra, una vez vacíos, seguían por la vía suÎlevaba su brazo de palanca libre unido á una cadena que se arrollaba á un torno, por el que se les hacía subir ó bajar; entre los sillares que se emplearon los había exclusivamente de mortero, lo que abreviaba las operaciones, hallándose la plataforma superior de este taller unida á la inferior por un plano inclinado con dos vías, por las cuales subía un tren cargado y bajaba otro vacío al mismo tiempo; el mortero pasa. ba directamente de los malacates á los vagones, que le conducían al taller de fabricación de siПlares.

La fabricación de sillares de las dimensiones que se necesitan merece que, siquiera sucintamente, digamos algo de ella, más que nada por la organización de trabajos y disposición de los talleres. En Marsella es tal vez donde los talleres de construcción de sillares son más completos, por los detalles de organización; en la dársena nacional se lleva embarcada la piedra hasta la playa á un punto de descarga; en sitio dife-perior hasta una romana de un solo platillo, que rente de la misma playa se toma la arena para los morteros; la cal se lleva á una caseta construída también en la playa, estando estos tres depósitos en el vértice y dos costados adyacentes del rectángulo donde están los moldes; vías férreas enlazan entre sí y con placas giratorias estos tres puntos, reuniéndose en otras dos paralelas, de las que una se destina al transporte de piedra y la otra á la arena, habiendo otra vía para depósito de vagones vacíos; las vías paralelas terminan en dos platillos de una báscula de balanza de brazos iguales, pero de distinto movimiento, de la que uno de sus brazos va movido por una biela en comunicación con un cilindro de vapor para poderla maniobrar, lo que se hace moviendo á mano la corredera de distribución; los platillos de la balanza se conservan horizontales durante su carrera y llevan trozos de vía, prolongación de las vías en que termina. Se hace bajar el platillo que ha de recibir la arena ó la cal para hacer el mortero, se coloca el vagón, que conduce la cal viva en la proporción en que aquél la ha de entrar, y subiendo el platillo pasa el vagón á una vía que corre á todo lo largo del piso superior del taller, inmediatos á la cual hay tres malacates formados por una artesa circular, en cuyo centro va montado un eje vertical con cuatro brazos que llevan tres rodillos á distancias diferentes para el amasado, y una rastrilla desmontable para remover los materiales, que cuando están fabricados se sustituye por una racdera que empuja el hormigón hacia una trampa que hay en el fondo de cada malacate, y que en tanto dura la fabricación se halla cerrada por una compuerta; en estos malacates se arroja la cal y se apaga y amasa con el agua de dos depósitos intermedios á ellos, la que se vierte con cubos; amasada la cal se lleva la arena en igual forma y se mezcla en los malacates hasta tener el mortero fabricado, en cuyo movimiento se abre la trampa del malacate y el mortero cae á vagones colocados en otra vía que corre debajo de aquéllos en el piso inferior.

En las construcciones marítimas, que han de estar expuestas al embate constante de las olas, no sirven, en general, las piedras que puedan extraerse de las canteras, muy pequeñas para resistir tales empujes, y que son arrastradas en breve tiempo, produciendo la destrucción de la obra; se encuentran piedras cuyo volumen exrede de 3 à 4 metros cúbicos, que bajo la forma de sillares se obtienen artificialmente, constru yéndose hoy sillares artificiales que alcanzan hasta la enorme cifra de 50 metros cúbicos, los que generalmente se emplean como escollera, pero que también se aplican á obras concertadas y aparejadas de modo semejante á las que en tierra se ejecutan; en las obras de Dublín se han encontrado sillares artificiales hasta de 152 metros cúbicos; hay que advertir, sin embargo, Un piso intermedio, á 1,50 metro bajo el su que bloques de tan grandes dimensiones son perior y al costado de éste, lleva una vía lonmuy difíciles de manejar, que para su transpor-gitudinal, por la que corren las hormigonete exigen aparatos especiales y relativa tranquilidad en el agua, pues el aparato flotante que conduce sillares tan enormies en aguas muy agitadas se halla muy expuesto á irse á pique; en Dublin se pudieron emplear los indicados silla. res porque las aguas no estaban muy agitadas, por tratarse de construir un dique interior al que se conducían los sillares con poderosas grúas flotantes que llevaban suspendido el sillar á su vez sumergido en gran parte en el agua para hacer más fácil su transporte por la disminación de peso que sufre todo cuerpo sumergido; lo que limita las dimensiones de un macizo de esta clase es, además de la dificultad de su transporte, la dilatación, no debiendo exceder de 20 metros lineales su mayor dimensión.

Los materiales que se emplean para la fabricación de sillares artificiales son el hormigón y la mampostería; el primero permite aprovechar toda clase de piedras, exigiendo un molde para vaciarlas; la segunda no necesita molde y exige menor cantidad de mortero. En las obras marí timas en que se emplean sillares artificiales, como éstos han de ser en gran número, hay que montar talleres en la proximidad del puerto donde se han de embarcar; estos talleres se componen de varias vías que en dos sentidos norma

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ras, que son unos cilindros de hierro con as-
pas interiores montadas sobre el eje giratorio
del cilindro, terminado en uno de sus extremos
por una rueda que engrana con otro eje, que lleva
una polea para adaptar una correa y dar movi-
miento á las aspas; y como para fabricar el hor-
migón se necesita que dé un cierto número de
vueltas el eje, lleva un diente que á cada vuelta
hace pasar otro de una rueda que, cuando ha
llegado al número de vueltas suficiente, se aco-
dala y deja de moverse el eje; las hormigoneras
llevan una compuerta en la superficie cilíndrica
para cerrarlas; sabido esto, es fácil dar cuenta de
la marcha de la operación; los vagones, cargados
de mortero en proporción conveniente, y otros
cargados de la piedra machacada para el hormi-
gón, suben por el platillo de la báscula destina-
do al efecto, y van á verter en las hormigoneras,
volcándose por el costado; aquéllas van monta-
das en vagones, que se arriman á los vertederos
una vez llenas y cerradas, corren hasta la extre-
midad de la vía, en que se acuña el vagón para
que no se mueva, y se pasa por la polea de la
hormigonera la correa que, conducida por la
máquina de vapor, ha de poner en movimiento
su eje, y cuando se observa que se detiene se
suelta la correa, se quitan las cuñas del vagón

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En Cartagena se establecieron los malacates á la altura del terreno, lo que disminuía las maniobras, y debajo de aquellos se excavó para formar lo que se llama via honda, por la que circulan los vagones que reciben el mortero, y de allí pasan por un carretón transbordador á un plano inclinado, por el que suben á la plataforma superior en que se fabrica el hormigón, con una sola vía para subida y bajada de vagones cargados de mortero y vacíos después; los de piedra van y vuelven por el lado opuesto; la ventaja de esta disposición es que se evitan las falsas maniobras de subir la cal y la arena aisladamente, para hacerlas bajar después reunidas.

Hoy se hace uso, en los talleres que se establecen, de hormigoneras, dentro de las que se hacen todas las operaciones de fabricación del mortero y hormigón, ahorrándose los malacates y mucho tiempo perdido en las operaciones. En Bilbao se emplea una hormigonera cilíndrica casi horizontal, en la que gira el cilindro á razón de 20 vueltas por minuto, y su eje, con 16 paletas helizoidales, en sentido contrario, á razón de 15 vueltas en el mismo tiempo; el eje está hueco y cubierto de aberturas ó agujeros en su mitad inferior solamente; por este eje se lleva el agua, de modo que los materiales se remueven en seco en la mitad superior y se mezclan con el agua en la inferior; el cilindro, abierto por su base superior, y prolongada la hélice al exterior, recibe en ella la arena y la piedra que elevan dos rosarios inclinados, uno á un lado para la arena y otro al otro para la piedra; la cal o el cemento baja de una tolva (véase), en que termina el cilindro que la contiene.

Los moldes rectangulares se componen de cuatro tableros bien fuertes: dos longitudinales, M, y dos cabeceros, N; están formados por tablas colocadas horizontalmente á junta plana por sus cantos, que entran en ranuras practicadas en dos largueros, A y B ó C y D (fig. 2), y de dos montantes verticales extremos, estando reforzados

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éstos y se ajustan en bb muescas inferiores, las a a de los largueros, colocando luego los traveseros C de modo que las muescas b encajen en las a superiores de los largueros, y que en las cajas y ranuras que llevan ajusten las tablas Fy los refuerzos D, acuñando después bien para dar fijeza al molde. Los talleres de fabricación de sillares forman una gran explanada en que quepan los sillares necesarios para surtir á las obras durante tres meses á lo menos, tiempo necesario para el endurecimiento de los sillares; se colocan los moldes en filas ordenadas entre las vías que los separan; se espolvorea con arena seca el fondo para que no se agarren al suelo los sillares; se colocan transversalmente hacia los tercios extremos dos canales de madera invertidas para que dejen una vía en el sillar, por cuyo medio se le puede coger, y se llenan los moldes apiso nando constantemente, según antes henios indicado; al cabo de pocos días han adquirido los sillares suficiente consistencia para poder desarmar los moldes y colocarlos en otro punto.

Es conveniente que los sillares descansen sobre las vías mismas para su más fácil transporte, y en este caso hay vías laterales para la marcha de las grúas; con una se levanta un sillar, se tiende una vía debajo, pasa un vagón y en él se deposita el sillar, que pasa al embarcadero; las operaciones que hay que ejecutar con los sillares son: la suspensión, su traslación á la vía de embarque, transporte al embarcadero, embarque y asiento en obra.

Para suspender el sillar se han empleado varios aparatos, de uno de los que sólo daremos ligera idea, suficiente á nuestro objeto; un bastidor montado sobre dos rodillos, y formado por dos largueros y dos traveseros, lleva en los extremos de los primeros unos garfios para poderle arrastrar con cuerdas; apoyándose en los rodillos tiene en un ángulo cuatro dobles montantes unidos por sus cabezas por otro bastidor semejante al primero; lleva entre cada par de montantes unos husillos, unido cada uno á una rueda de palancas para hacerle girar cuando convenga; pero á fin de impedir este giro cuando no sea oportuno, tiene unas barras horizontales de hierro que entran en ranuras chapeadas de hierro también, que llevan los montantes; cada husillo termina en su extremidad inferior en un grillete para sujetar los extremos de la cadena de suspensión de los sillares; encima del bastidor superior va una plataforma rodeada por una balaustrada para que puedan colocarse los operarios que han de hacer las maniobras; para suspender el sillar se introduce la cadena por debajo de la ranura de aquél, sirviéndose de una aguja ó listón de madera, uniendo uno de los extremos de la cadena á una cuerda delgada para enhebrarla, y el otro extremo á una de las cadenas de suspensión; haciendo esto con las dos ranuras del sillar, y sujetando los extremos de las cadenas de suspensión de las de amarra, y ha ciendo girar los husillos, se levanta el sillar lo suficiente para que pueda pasar por debajo el carretón que le ha de transportar, el que una vez colocado recibe al sillar, al que se hace descender hasta aquél, cuyo piso de tablones se tiene cuidado de ensebar primero En lugar de este aparato puede emplarse una grúa movida por fuerza animal, ó por el vapor o por la electricidad, como se hizo en Bilbao. Cualquiera que sea el procedimiento que se emplee para la suspensión del sillar, se transporta, ya con el carretón, ya con la grúa, á una vía transversal que hay en el taller y que pone en comunicación la otra vía con los embarcaderos, cuya vía es recorrida por una plataforma que recibe el sillar ó el ca rretón que le conduce; un cabrestante arrastra al sillar en esta disposición hasta el embarcadero por la tracción de una cadena sin fin sostenida de trecho en trecho por pequeñas poleas; el torno ó cabrestante que está en el embarcadero va movido por el vapor ó por la electricidad, como en Bilbao, en que la dinamo del carro transbordador servía de locomotora, tomando su fuerza de la corriente que circulaba por el taller. Para el transporte por mar, unas veces se colocan en gabarras y otras van suspendidos de flotadores formados por toneles ó por pontones de palastro; para hacer el embarque tiene el embarcadero dos pisos: el inferior en prolongación de la vía de servicio, y el superior, á la entrada de la vía, forma escuadra con ella, y en este piso hay un torno que marcha sobre una vía, del que penden los aparejos de suspensión, con un freno para

moderar la velocidad en el descenso hasta colocar el sillar sobre la gabarra; estas indicaciones bastan para comprender la operación del embarque, que se reduce a suspender el sillar, llevarle con el torno sobre las gabarras o flotadores que se hallan debajo, y hacerle descender hasta aquéllos. Del transporte por mar nada hay que decir, pues se reduce á conducir las gabarras ó flotadores hasta el punto en que se ha de soltar el sillar, que conviene que vaya sumergido en parte si es muy grande, para disminuir su peso. No corresponde hablar en este punto de su colocación en obra, que varía con la naturaleza de ésta. Los bloques de mampostería son los que de ordinario alcanzan dimensiones más considerables; ya hemos hablado de los bloques de Dublín, que alcanzaban 152 metros cúbicos, el ingeniero López Navarro redactó en 22 de julio de 1882 un proyecto ó presupuesto, que llamaba progra. ma, para el puerto de Manila; en la fabricación de bloques de mampostería, que después se sustituyeron en las obras por otros de hormigón por razones que no es del caso exponer aquí, huía el autor de las grandes dimensiones, sin duda por no juzgar ésta una solución satisfactoria. Los sillares artificiales de mampostería hidráulica tienen, según hemos apuntado anteriormente, la apreciable ventaja de no exigir moldes para su fabricación; la instalación de un taller de esta clase es, por lo demás, muy semejante á la empleada comúnmente para los bloques de hormigón que hemos reseñado muy á la ligera, pero economiza muchos aparatos y grandes maniobras, exigiendo sólo los talleres de fabricación del mortero hidráulico que ha de unir los bloques de la mampostería, los moldes se sustituyen aquí por armaduras á claraboya ó esqueletes, formados por largueros, traveseros, tornapuntas y tirantes de hierro ó de madera y hierro, según la posición de las piezas, que no tienen otro objeto que marcar las líneas ó paramentos de los macizos de mampostería; ésta se construye á mano por buenos mamposteros, dando á los sillares la forma paralelepipédica, con cajas ó ranuras para el paso de las cadenas de suspension; muchas veces las aristas de tales sillares están constituídas por cadenas de sillarejos. En el puerto de Denia el ingeniero D. Rafael Yagüe propuso el empleo de bloques ó sillares de esta clase, pero de pequeñas dimensiones, pues los mayores tenían sólo un metro cúbico, aprobado también por el gobierno de España para su puerto de Gandía, siendo los menores de solos 10 kilogramos de peso.

Las armaduras que sustituyen á los moldes en esta clase de bloques exigen, como condición indispensable, que puedan armarse y desarmarse con facilidad.

Para terminar cuanto á sillares se refiere, debemos mencionar el importante estudio que el ingeniero D. Pedro Valdés hizo siendo subdirector del puerto de Barcelona sobre los sillares huecos, con objeto de disminuir su peso ó aumentar su volumen cuando, como allí sucedía, las circunstancias especiales de la obra pudieran aconsejar esta clase de sillares; los interesantes trabajos teóricoprácticos, y varios ensayos hechos por el referido ingeniero, han venido á demos. trar la posibilidad y conveniencia del empleo de tales sillares en determinados casos; el sillar aparece en el sentido longitudinal del aspecto de un sillar de hormigón, que es el material que emplea para su fabricación, pero se halla vaciado en casi toda su longitud por una bóveda colocada de tal modo que cambie poco la posición del centro de gravedad respecto de un sillar macizo de las mismas dimensiones.

De modo que (fig. 3) N será la sección por un

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han de ser iguales, y á cuyo molde se le llama cimbra, porque en efecto hace veces de tal, aun cuando su carga sea pequeña; las condiciones que su autor la imponía eran: una gran solidez, para poderse emplear un número crecido de veces, sin deformaciones de ningún género; ser ligera, para la facilidad y economía en su maniobra y que pudieran hacerse con rapidez extremada las operaciones de montaje y desarme. Satisface á estas condiciones formando la cimbra de tres elementos, iguales y simétricos dos de ellos para formar los costados, y el tercero es una tabla horizontal que llama falsa cimbra; cada uno de los costados se compone de siete semicerchas arriostradas entre sí por tablas machiembradas superiores al revestimiento, comprendiendo cada cercha la altura que le corresponde de la parte circular, más la del estribo hasta el plano de la solera; las cerchas no llegan al plano medio de la bóveda, y tres de ellas se enlazan por pequeñas barras de sección cuadrada sujetas por chavetas á dos tornillos empotrados en el extremo de las cerchas y correspondiendo uno á cada una; por esta disposición la falsa llave sólo tiene por objeto impedir que el hormigón caiga al fondo al verterlo en el molde, como sucedería si esta tabla no existiera; las juntas de esta pieza con las cerchas tienen dirección inclinada, pero opuesta las de las claves de las bóve das, con objeto de facilitar el desarme, y se hallan completamente abiertas en toda su extensión, hallándose revestidas de una plancha de palastro para evitar la deformación; el extremo interior de la falsa clave se apoya en el fondo que hace de tapa vertical de la cimbra por una junta biselada que permite á aquélla un giro alrededor de su arista horizontal; el extremo opuesto lleva en la parte superior una pequeña caja de fondo ligeramente inclinado y revestida de palastro; el fondo de la cimbra se compone de tres partes, sujetas por cuerpos salientes en sus rebordes al marco que forman las últimas cerchas, y de tal modo dispuestas que no pueden moverse la parte superior ni la inferior sin desprender la central, que se une al marco por dos fuertes tornillos de hierro. Para desprender el molde interior ó cimbra hay que entrar en el molde para quitar los dos tornillos del trozo central de la tapa, aflojar las correas de la cimbra, esto es, los maderos que descansan sobre las cerchas, lo que se hace con un golpe de mazo en las chavetas que sujetan las otras barras cuadrangulares, pero sin sacarlas del todo, para que aun cuando la falsa clave se desprenda por sí sola no pueda caer; el obrero que está dentro de la cimbra introduce una palanca acodada entre el trozo central y el marco en el punto conveniente, que para conocerle está forrado de palastro, y haciendo un pequeño esfuerzo se desprende dicho trozo, pudiendo ya sin dificultad terminar el desarme de la cimbra.

SILLARBAJA: Geog. Aldea del ayunt. de Diezma, p. j. de Iznalloz, prov. de Granada; 569

habits.

SILLAREJO: m. Sillar pequeño, esté ó no bien labrado.

- SILLAREJO: Const. Como su nombre indica, es un sillar de pequeñas dimensiones; y por más que con el mismo nombre se designa en general á toda piedra labrada en forma de paralelepipedo rectángulo, se marca el tamaño admitido para los sillares, que es, para el sillarejo tipo, según el ingeniero Rebolledo, 20 cents. de alto por 40 de ancho y 60 de long., es decir, que sus dimensiones están en la relación de los números 1: 2: 3; también los adoquines son verdaderos sillarejos (V. ADOQUIN), que se emplean para una construcción especial en los pavimentos, á que se da el nombre de adoquinado (véase). El sillarejo tiene de ordinario una labra mucho menos esmerada que la sillería, labra que se hace con el pico ó la escoda; y como el peso de las piedras es mucho menor que el de las empleadas en la sillería, se simplifican mucho las operaciones en las fábricas en que se emplea, y que se llaman fábricas de sillarejo. En muros se colocan por hiladas como la sillería, no comenzando una hilada hasta no tener terminada la inferior, cuyo sobrelecho se enrasa y limpia perfectamente, mojando después una parte de éste, la en que se va á trabajar, y el sillarejo que se va á colocar; se tiende sobre la hilada inferior una tortada de mortero entrefino, de 2 à 3 centímetros de grueso, sobre la que se coloca el sillarejo de plano,

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golpeándole con un pisón de madera ó con un mazo hasta reducir la capa de mortero á un centímetro ó centímetro y medio, enrasando bien la cara de paramento con la parte ya construída; se guarnece después con mortero la cara de junta, sentando otro sillarejo del mismo modo que el anterior y oprimiendo aquél contra éste lateralmente, de modo que el espesor de la junta ó llaga no pase de 2 centímetros, siendo tanto mejor la fabrica cuanto más se reduzca dicho espe sor; cuando un sillarejo resulta de menor altura por la cola que por la cabeza se le acuña con cuñas de piedra hasta que su paramento venga á ajustarse con el del muro.

El aparejo de los sillarejos es semejante al que se emplea en la sillería, por más que, como no necesitan tener dimensiones tan fijas como en aquélla, no son tan obligadas las disposiciones de las juntas verticales, siendo, sí, preciso que no se correspondan las de dos hiladas consecutivas, y conveniente que una junta vertical, al terminar en un lecho, no vuelva á encontrarse hasta tres ó cuatro hiladas más abajo, con lo que se da mayor seguridad á la obra.

También se emplean los sillarejos en bóvedas, pero sin necesidad de labrarlos como dovelas, bastando que tengan menor espesor por la cabeza, ó bien por la cola, para tener en cuenta el desarrollo del arco exterior; el mortero que forma las juntas subsana las pequeñas diferencias de espesor que resulten.

Para pavimentos ó adoquinados, como han de resistir el paso constante de vehículos de pesos muy diferentes, que marchan á todo género de velocidades, necesitan un cimiento ó fundación, porque si descansasen directamente en el suelo y éste fuese de roca se partirían con los choques producidos por la trepidación de los carruajes á gran velocidad; si fuese impermeable al agua pasaría al fondo por las juntas que los separan, y con aquélla y los choques se formaría un barro líquido que refluiría por las juntas, al propio tiempo que reblandeciéndose el suelo se irían hundiendo en él los sillarejos ó adoquines, que producirían baches constantemente, lo que es preciso evitar por lo que dañan al tránsito y por

que perjudican al adoquinado; el firme de éste debe ser de condiciones tales que, repartiendo las presiones en la mayor extensión posible, sea poco compresible y conserve igual resistencia en todo tiempo y con cualquier clase de suelo; á ellas satisface la arena bien apisonada, porque no cede á la compresión, es permeable y deja pasar el agua á las capas inferiores por donde puede correr ó ser absorbida, se endurece con la humedad y es inalterable; se empieza por lo tanto por formar la caja, que de ordinario se limita con losas de canto, que pueden ser las de las aceras; se nivela perfectamente, y encima se tiende una capa de arena fina de mina, á ser posible, y que tenga un espesor de 15 á 25 centímetros, que en caso necesario puede reducirse á 10 ó elevarse á 30, debiendo ser tanto más espesa cuanto el suelo sea más impermeable y que las lluvias sean más frecuentes; sin embargo, cuando la frecuentación excede de los límites ordinarios, y en países muy húmedos, como sucede en muchas calles de Londres, el cimiento le constituye un macizo de hormigón de 15 centímetros de espesor; aquél le forma una parte en volumen de cemento Portland ó cal hidráulica y siete de arena y piedra partida, encima se coloca una capa de arena de 2 á 3 centímetros de espesor, y encima el adoquinado á baño flotante de mortero. Para una frecuentación intermedia basta una lechada de cal sobre la arena, ó en todo caso una pequeña capa de mortero, cuidando que sea éste muy fluido.

mente la arena del firme haciendo la cama al adoquín, que se coloca en seguida y se afirma con la mocha del martillo, haciendo que quede vertical, se oprime la arena que se removió en un principio contra la junta, y se golpean las caras laterales para unirle en lo posible á los de la hilada anterior; si las juntas no quedan bien cubiertas de arena se introduce en ellas con una fija de albañil; después se vierte la arena, como llevamos dicho, y se extiende, conviniendo, si se puede, regar encima ligeramente, y en seguida se procede al apisonado con pisones de madera de dos manos y unos 30 kilogramos de peso para sentar el pavimento, haciendo que quede formando una superficie unida; y como es frecuente que la are na que se puso primeramente haya descendido por las juntas á ocupar otros huecos en la parte inferior, hay que volver á cubrir de arena, y si es preciso llenar las juntas con la fija, apretando bien la arena hasta estar seguros de conseguir el objeto.

Hay que hacer, sin embargo, todavía algunas observaciones; en primer lugar que la caja no ha de ser plana, sino bombeada hacia los costados, porque el adoquín, siendo de la misma altura para todas las piezas, la caja ha de presentar la forma que el pavimento, y éste ha de tenerla tal que reuna las aguas ó en los costados, en la cuneta triangular que queda entre el adoquinado y la acera, ó al centro en una vaguada llamada vulgarmente arroyo, y por tanto la caja debe tener el bombeo que hemos indicado, y que suele ser de 10 á 12 centímetros de flecha, ó bien, por el contrario, darla dos vertientes hacia el centro de la vía, formando una cuneta central.

El Parlamento de Londres, en 1766, pensó en la conveniencia de un firme para las calles muy semejante al adoquinado de hoy, según resulta de un acta del mismo; pero hasta 1826 no se empezó á dar forma al asunto, ó por lo menos á pensar seriamente en él; se hicieron adoquines de granito azul de Aberdeen, de dimensiones exageradísimas, pues tenían de 18 á 30 pulgadas de largo por 7 á de ancho y 9 de alto ó cola; después se redujeron estas dimensiones de 10 á 14 de largo por 4 á 5 de ancho y 7 de altura; se colocaban en las calles de mayor movimiento, y cuando resultaban inútiles se relabraban para las de menor tránsito, y cuando ya no servían, al cabo de muchos años, se machacaban para cimiento del nuevo adoquinado: las dimensiones hoy está demostrado que no deben pasar de 25 á 30 centímetros de largo por 10 á 12 de ancho y 15 á 16 de tizón.

Los adoquines empleados en Madrid tienen de 26 á 28 centímetros de largo por 12 á 14 de ancho y 25 de tizón mínimo; resultan excesivamente grandes, siendo mucho mejores los llamados pedruscos, empleados en la mayor parte de las calles y paseos, que son adoquines desbastados con 16 centímetros de longitud por 10 de latitud y 25 de altura; como se ve, el sillarejo para adoquines es menor que el tipo antes fijado. William Taylor ensayó un sistema de adoquinado en la estación de Eustow-Square del ferrocarril del North-Western con resultado satisfactorio, cuyo sistema estaba reducido á desmontar el terreno hasta la profundidad de 16 pulgadas (medida inglesa) bajo la superficie en que había de quedar el pavimento, dando á la caja la forma que había de tener el haz; después hizo una fundación de grava gruesa perfectamente apisonada, sobre la que tendía otra capa del mismo material, pero mezclado con cal, á fin de dar elasticidadá esta tongada, que se apisonó perfectamente, y scbre ésta una tercera capa como la segunda exactamente; afirmado el cimiento, se cubría con una capa de arena fina de una pulgada de espeSobre el cimiento, cualquiera que sea, se colo- sor, sobre la que se colocaron los adoquines excan los adoquines, á los que pueden darse dos traídos del monte Sorrel, de granito muy duro, disposiciones: ó por líneas paralelas normales al con 4 pulgadas de largo, 3 de ancho y de 3 á 4 eje de la calle, que es lo general, ó formando las de cola, pudiendo aumentarse, según Taylor, líneas de hilada un ángulo más ó menos abierto esta dimensión para vías de mayor tránsito hasta cuyo vértice mira de ordinario á la parte más 5 pulgadas, pero nunca más, para que no hubaja de la calle; se colocan de canto por el lado biese tendencia á voltear alrededor de su arista más largo, unos en contacto con otros formando inferior. Estos adoquines prescribe se junten tohiladas, á juntas encontradas, y una vez cubier do lo posible y se apisonen, haciendo dar al pisón to un cierto espacio se vierte arena fina angulo- un pequeño giro alrededor de su eje al tiempo sa y algo húmeda encima del pavimento, barrien- de imprimir el golpe, continuando hasta que ya do con escoba basta para que llene la parte de las el pisón no produzca efecto, en cuyo momento juntas que dejan en hueco las partes salientes de se extiende por todo el pavimento una capa los adoquines, y se apisona. Para colocar los ado- de arena fina no muy espesa, la que, con el tránquines se emplea, á fin de sentarlos, un martillo sito y las aguas, rellena las juntas; el pisón, al con dos bocas, una recta y la otra curva y afilada que daba mucha importancia este constructor, en forma de corazón; con éste se remueve ligera-pesaba 56 libras, iba herrado con un cincho de

TOMO XIX

hierro en su parte inferior; la experiencia demostró que carruajes de dos ruedas, cargados con 10 toneladas inglesas de peso (1015,65 kilogramos), no dejaban la menor impresión de su paso; en cambio Holland, ingeniero, asegura que el buen resultado obtenido por Taylor se debe, no al tamaño de los sillarejos, sino á lo rígido é inalterable del cimiento empleado.

Para terminar, diremos que ni en muros, ni en bóvedas, ni en pisos, puede ir el sillarejo solo, sino que es preciso que vaya encuadrado y como encajonado por materiales de más resistencia; así que para los pisos se hace necesario el empleo de un encintado de losas de canto de alguna longitud y mayor tizón que los adoquines, ó de verdaderos sillares que atizonados sujetan al pavimento y que la mayor parte de las veces limitan también los andenes ó aceras más altas que el resto del piso; en muros y bóvedas se hacen necesarias cadenas y boquillas de sillería, con adarajas para el enlace de las piedras grandes con las pequeñas, para lo que los dientes que forman dichas adarajas deben tener un espesor igual al de dos ó tres hiladas de sillarejo, más el mortero que entre ellas debe colocarse para hacer la unión; también se acostumbra en estos casos hacer resaltar las boquillas de sillería ó las cadenas de este material sobre la fábrica de sillarejo 1 ó 2 centímetros, para expresar el objeto de resguardar al material más débil y como decoración natural de la obra.

SILLASO: Geog. Lugar de la parroquia de Santiago de Sierra, ayunt. y p. j. de Cangas de Tineo, prov. de Oviedo; 138 habits.

SILLEDA: Geog. Lugar con ayunt., formado con las parroquias de Santa María de Abades, San Pedro de Ansemil, Santa María de Carboéiro, San Salvador de Cerbaña, Santa Eulalia de Cira, Santa María de Cortegada, San Ciprián de Chapa, San Martín de Dornelas, San Salvador de Escuadro, San Martín de Fiestras, Santa María de Gestoso, Santa María de Graba, San Miguel de Lamela, San Salvador de Laro, San Tirso de Manduas, San Mamed de Moalde, San Martín de Negreiros, San Miguel de Oleiros, Santo Tomé de Parada, San Julián de Piñeiro, San Miguel de Ponte, San Pelayo de Refojos, San Martín de Rellas, San Juan de Saidres, San Miguel de Siador, Santa Eulalia de Silleda, Santiago de Taboada y San Martín de Villar, y las ayudas de parroquia de Santiago de Breijas, San Pedro Félix de Margarid, San Cristóbal de Martije, San Mamed de Ocastro y San Martín de Pazos, p. j. de Lalín, prov. de Pontevedra, dióc. de Lugo; 12434 habits., de los que sólo 146 viven en el lugar cab. Sit. al N.O. de Lalín y á orillas del río Deza, por donde pasa la carretera de Orense á Santiago. Terreno montuoso; cereales, lino, castañas, patatas y frutas; cría de ganados. V. SANTA EULALIA DE SILLEDA.

SILLEIRO: Geog. Cabo de la costa de Ponteveára, cerca y al O. de Bayona. Es un frontón alto y escarpado que corre del N. N. E. al S.S.O. por distancia de 7 cables. Su extremidad meridional se conoce con el nombre de punta Queimada y dista 4 millas al N. de la punta Orulluda. La parte más pronunciada del cabo es su extremimidad N.O., de la cual arranca un extenso arrecife que se corre hasta la punta Queimada. Este arrecife se prolonga por distancia de 6 cables en dirección al N.O., y se recubre casi todo en cada pleamar, pero á bajamar escorada manifiesta multitud de piedras más ó menos aisladas. Casi en la extremidad del arrecife se halla el Lobo de Silleiro, laja que queda á flor de agua á bajamar. Distamilla de la punta N.Ö. del cabo al rumbo del N.O. & N. Por poca que sea la marejada revienta ésta sobre la piedra, aun en pleamar, y se descubre en parte á bajamar de aguas vivas à la caída de la ola. Los navegantes llaman Lobos de Silleiro á todas las piedras visibles del arrecife. Esta prolongada restinga se hace temible con mares gruesas, porque las rompientes salen hasta cerca de una milla, pues si bien á esta distancia del cabo se sondan de 33m, 4 á 46m, 8 la mar arbola mucho sobre su prolongación submarina. Es el punto de la costa en donde revienta la mar con más furia. El Cabo Silleiro, particularmente su extremidad septentrional, baja en pendiente rápida de terrenos elevados que se derivan del monte de la Grova, distante 3 millas por su parte del S.E., y cuya máxima alt. es de 649 m. Hay faro, emplazado

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en el declive de la parte más saliente del cabo Es de cuarto orden, de luz fija y natural, con alcance de 17 millas. El edificio dista 25 m. de la orilla y línea de pleamar, y el foco luminoso se eleva 22m, 2 sobre el nivel medio de las aguas y 10m, 6 sobre el terreno. Este faro tiene el doble objeto de indicar de noche la entrada meridional de la ría de Vigo en unión del faro de Las Cíes, y de valizar los peligros de que debe huir el navegante al dirigirse de noche al puerto de Bayona. Sirve al propio tiempo de guía á los buques que con procedencia de Ultramar recalan á sotavento, ó sea al S. de la indicada ría. El faro de Silleiro tiene la ventaja de verse mejor en tiempos foscos que el de Las Cíes, que por su mucha elevación sobre el nivel del mar suele quedar envuelto entre las nieblas, tan frecuentes en estas costas (Derrotero de las costas occi dentales de España).

SILLÉ-LE-GUILLAUME: Geog. Cantón del distrito del Mans, dep. del Sarthe, Francia; 10 municipios y 15000 habits.

SILLERA: f. Apartado hecho regularmente de tablas, de que usaban en la casa de los señores para poner las sillas de manos.

SILLERÍA: f. Conjunto de sillas iguales; ó de sillas, sillones y canapés de una misma clase con que se amuebla una habitación.

Tapices, SILLERÍA guarnecida también de damasco, mesa y escritorio de nogal, etc. HARTZENBUSCH.

- SILLERÍA: Conjunto de asientos unidos unos á otros; como los del coro de las iglesias, los de las salas capitulares, etc.

es el coro muy bien proporcionado, la bóveda alta y curiosa; pende de ella una gran lámpara de plata; la SILLERÍA de nogal junta mente es recoleta, y regia.

LUIS MUÑOZ. merece particular memoria la SILLERÍA del coro, etc. JOVELLANOS.

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- SILLERÍA: Taller donde se fabrican sillas. - SILLERÍA: Tienda donde se venden. - SILLERÍA: Oficio de sillero. -SILLERÍA: Fábrica hecha de sillares asentados unos sobre otros y en hileras.

Su primera mansión era una gran plaza en cuadro con su muralla de SILLERÍA, etc. SOLIS.

...

la torre de SILLERÍA... aún hoy se ve unida por medio de un arco al palacio episcopal, etc. JOVELLANOS.

-SILLERÍA: Conjunto de estos sillares. -SILLERÍA: Bell. Art. y Arqueol. En las iglesias más antiguas de Occidente, al fondo del ábside, en sitio prominente y adosada al muro, estaba la silla (cathedra) del obispo ó del abad, y partiendo de ella los bancos, dispuestos en hemiciclo, que ocupaban los individuos del capítulo ó de la comunidad. En algunas iglesias de Italia todavía se conserva esta disposición de asientos. Cuando en el siglo XIII cambiaron las costumbres litúrgicas y la disposición de los altares con la aparición de los retablos que empezaron á cubrir los muros de los ábsides (V RETABLO), dichos asientos se colocaron generalmente en medio de la iglesia, á partir de la línea del crucero, hasta casi la mitad de la nave central, cuyo espacio, convenientemente cerrado y lleno con dos y aun tres órdenes de asientos, es decir, de sillerías en el fondo y costados, más el facistol en el centro, constituyó el coro V esta voz.

Raros son los restos de sillerías anteriores al siglo XII, época en que la industria de los muebles se ofrece ya bastante adelantada, y las obras de ebanistería y de talla, entre las que se cuentan y sobresalen por su importancia las que aquí nos ocupan, tienen ya un valor artístico decorativo que sería ocioso desconocer, y que va en aumento á medida que el estilo ojival desarrolla su riqueza ornamental y multiplica su variedad inagotable de motivos. Más que obras de ebanista son de arquitecto y de escultor las sillerías, según la amplitud de su traza y la importancia de sus exornos, en el siglo xv. Más ó menos decoradas, todas tienen la misma disposición y la misma estructura. Separados por los brazos se suceden

los asientos, con su respaldo alto y coronado por un doselete ó arco en los asientos de la fila superior, y bajo en la inferior; unos y otros con la tablilla movible sobre pivotes laterales, de suerte que se puede levantar, y que una vez levantada ofrece una ménsula llamada misericordia, que permite algún apoyo á la persona mientras ésta permanece de pie. Salvo rara excepción, las filas de los asientos son dos, una más elevada que la otra, y sobre los respaldos de ésta hay un atril corrido para que los oficiantes de la fila superior puedan tener sus breviarios. Esta fila superior es la destinada á los canónigos ó religiosos profesos, y la inferior á los individuos inferiores de la clerecía ó congregación. Para subir á la sillería alta hay en algunos puntos tres ó cuatro escalones que interrumpen la sillería baja. La silla del obispo hállase por lo general á uno de los extremos al principio del coro ó al fondo, en el medio, y se distingue por la riqueza de su deco

rado.

En Alemania hay numerosas y buenas sillerías en las iglesias, entre ellas restos de una del siglo XII en la iglesia de Ratzburg, y una completa del XIV en San Gereón, en Colonia, con figuras talladas en alto relieve. En Francia las hay también notables: de mediados del siglo XIII en la catedral de Poitiers y en la iglesia de Saulieu; en la capilla de Nuestra Señora de la Roche de fines de la misma centuria; de los siglos XV y XVI en la iglesia de Flavigny, en la de Jura y en la de la catedral de Amiéns, extremada por la riqueza de sus detalles. Esta sillería de Amiens fué comenzada en 1508, acabada en 1522 por dos maestros ebanistas, Alejandro Huet y Arnult Boullín, bajo la dirección de Juan Turpín y por el imaginero Antonio Avernier, y costó 11230 libras y 5 sueldos.

En España el resto más antiguo de sillería que conocemos procede de León; parece datar del siglo XI ó del XII, y se conserva en el Museo Arqueológico Nacional. No sólo es curioso por su remota fecha, sino por su carácter artístico, pues pertenece al estilo llamado mudéjar; y aun que es cierto que sólo mudéjares pudieran hacer entonces en León una sillería de coro, sólo al gusto oriental corresponde su exornación, sin que en ella se descubra el menor detalle del arte cristiano. Tan rara pieza arqueológica solamente consta de tres sillas seguidas, cuyos asientos faltan. Están divididos los huecos por tablas caladas figurando arcos lobulados, y al extremo de cada tabla hay una columna que sostiene el brazo del sitial. Estas columnas, con capiteles de hojarasca, descansan sobre unos paralelepípedos, cuyas tres caras visibles están decoradas de análoga manera. Toda esta parte tallada es de nogal y los respaldos son de pino llevan pintadas sendas figuras de leones, cuyo carácter persa salta á la vista.

No existe, que sepamos, sillería alguna española de los siglos XIII y XIV. Sin duda las que hubiera, ó por viejas ó por sencillas, fueron sustituídas con otras más lujosas y sólidas á fines del siglo XV y principios del XVI, que es la época en que están hechas casi todas las que se conservan La fastuosidad decorativa, la exuberancia ornamental del estilo ojival florido y del plateresco con que comienza el Renacimiento, son la característica de las sillerías de esa época de transición, en la que por esta misma causa se desborda la imaginación de los artistas. Las sillerías, obras complejas en las que era menester agotar los recursos de la inventiva para dar variedad á los motivos, prestábanse como pocas á desarrollar las galas y riquezas de esos dos estilos, que

á veces se desarrollan unidos en una sola de aquéllas.

Entre las distintas sillerías de gusto ojival sobresale por su importancia la de la catedral de León. Se sabe que en 1468, por conducto del obispo Antonio de Veneris, fueron pedidas bulas para subvenir al coste de esta sillería, y que en 1481 todavía se trabajaba en ella Largo debió ser por lo visto, y asaz costoso, el trabajo de su talla Contra lo acostumbrado en otros coros, tiene el de León puerta al fondo y dos pequeñas laterales. Aquélla divide en dos secciones los cuerpos de las sillerías alta y baja. Los asientos de ésta tienen no acostumbrado desarrollo, tanto que sobre sus respaldos elévase otro cuerpo ó friso en el que á cada uno de aquéllos corresponden dos figuras de medio cuerpo que representan personajes del Antiguo Testamento. Sobre los respaldos de la sillería alta hay efigies, de cuerpo

entero, de Apóstoles y santos, que ocupan los sucesivos huecos de una arquería ojival con peregrinos entrelazados. En los tableros contiguos á la entrada se ven la generación temporal de Jesucristo, la Visitación, la caída de los ángeles y la bajada del Salvador á los infiernos. Sobre una y otra sillería se alza un elegante guardapolvo de menuda labor, y sobre el de la superior, por remate, hay un calado friso, interrumpido por pináculos y por un gallardo doselete en el medio de cada costado. Ornamentación varia y caprichosa invade los brazos y costados de las sillas, las misericordias, los grumos y florones que sustentan los guardapolvos, los costados y puertas laterales que interrumpen las sillas en la serie alta bajo los indicados doseletes. El trazado y la composición arquitectónica de esta sillería están hechos con mucho saber, dando á los miembros sobria elegancia y severa gallardía, que no desaparecen bajo los accidentes decorativos como en otras obras de este género. La ornamentación, sin embargo, es rica y profusa, está ejecutada con sumo arte y acabado primor. Las figuras, que son lo que más avalora esta sillería, están talladas en bajo relieve, no como simples elementos decorativos, á menudo incorrectos en otros ejemplares, sino por mano que dibujaba con seguridad y corrección, que modelaba con delicadeza y gusto exquisito. ¡Lástima que sea desconocido el nombre del maestro que ejecutó obra tan excelente! A juzgar por su estilo, por el naturalismo arcaico de sus figuras, por la grandiosidad que supo darles, la blandura y la distinción con que supo plegar aquellos paños angulosos, el desconocido autor debió ser algún artista flamenco.

La sillería del coro del convento de Santo Tomás, en Avila, está también reputada, con razón, como una maravilla de arte. El coro está en alto, á los pies de la iglesia, y la sillería, con sus dos órdenes de asientos, llama la atención por su originalidad. Es de gusto ojival, y su prolija decoración está toda ella compuesta con motivos ornamentales: llevan la mejor parte elementos arquitectónicos delicadamente tallados y trazados geométricos de pasmosa variedad, en los tableros que hay sobre los respaldos de la sillería alta y en la rica faja, calada de corridos doseletes, que sirve de coronamiento; entre los adornos aparece por casualidad alguna figurilla humana de personaje grotesco, algún animal cuadrupedo ave, ó algún escudo real de los católicos monarcas Fernando é Isabel, con la granada, que aquí marca una fecha al monumento en cuestión. Están estos escudos, que son dos, cada uno en uno de los tableros de las sillas de en medio de las 16 de cada lado en la serie alta. Separados de las sillas y como complemento de la sillería, pero unidos á ella por la labor de las dos sobrepuertas que tienen las entradas laterales, se ven, uno á cada lado junto à la barandilla del coro, dos sitiales cobijados por doseletes y con su torre piramidal colocada encima, en cuyos respaldos destaca el simbólico haz de flechas, pregonando que eran los sitios de honor en que se sentaban, cuando moraban en aquella casa, los Reyes Católicos (Uno de estos sitiales es visible en nuestro grabado).

La ausencia de representaciones y símbolos religiosos, las primeras casi constantes en otras sillerías, han dado pábulo á la absurda suposición de que el desconocido autor de tan prolija y bella obra de talla fué un judío, el cual se pretende que la hizo para que tan pecienzuda labor le sirviese de conmutación de cierta pena que le había impuesto el Tribunal de la Inquisición, y que él, como persistía en su religión, se abstuvo de emplear allí los signos de la nuestra. El vulgo ha querido explicarse por medio de esta fábula el hecho de ser exclusivamente ornamental la decoración de la sillería, hecho que en el terreno del Arte tiene facilísima explicación, pues obedece á la razón de que el decorador que la trazó era un ornamentista y no un imaginero, y bien se alcanza que con ser el autor quien la trazó no pudo ser él solo quien ejecutase trabajo de tal índole. En cuanto al nombre de ese artista, que por lo inagotable de su invención merecía conocerse y alabarse, no existe en el convento de Santo Tomás documento que nos lo revele. D. Isidoro Rosell (Museo Español de Antigüedades, t. III, pág. 380) conjetura que pudo ser autor de esta sillería el mismo que lo fué de la del convento de la Cartuja de Miraflores, junto á Burgos, Martín Sánchez, fundán

dose en la identidad de proporciones y repetición de adornos que encuentra en ambas. Hizo Martín Sánchez la de la Cartuja en 1488 por 125000 maravedís, según nos informa Ceán Bermúdez. La de Santo Tomás de Avila no pudo hacerla antes de 1493; pues aparte de que la construcción del convento no se terminó hasta este año, la granada no pudo ponerse en el escudo real hasta la fecha memorable en que los Católicos Reyes acabaron la obra de la Reconquista. Además la madera en que está tallada esta sillería, por unos autores llamada nogal, por otros roble, parece ser caoba, según dijo un carpintero que la restauró, al P. Cienfuegos, autor del libro Reseña histórica del Real Colegio de Santo Tomás, y dicha madera no pudo venir de América antes de dicha fecha.

Al estilo ojival pertenece también la sillería del coro de la catedral de Zamora, de la que dice Quadrado que pocas como ella «pueden ostentar esculturas como los bustos de patriarcas y profetas que hay en las respaldos de la sillería baja, como los santos de uno y otro sexo entallados en la alta, y el Redentor y los Apóstoles que ocupan el muro del testero.» Las barandillas de las escaleras de comunicación ofrecen en sus ángu los imágenes entre haces de columnas y bajo doseletes. Los casetones del friso superior están decorados con follajes y variados caprichos, y la crestería es de labor más delicada, como el aéreo doselete de la silla episcopal. Entre las obras de imaginería de la Edad Media es curiosa esta sillería por el carácter pornográfico de una parte de su decoración. Quadrado da cuenta de esta particularidad con las siguientes palabras: De humor alegre, de fecunda y retozona fantasía, debió ser el artífice que en el reverso (debe ser en las misericordias) y en los brazos de los asientos esculpió mil picantes apólogos, mil raras caricaturas y transparentes alegorías, algunas, en verdad, sobrado licenciosas.»

Ojival es asimismo la sillería del coro de la catedral de Palencia, para la que se dice dió don Sancho de Rojas 2000 florines, especie que desmiente Quadrado con acertado juicio, indicando que no corresponde á la pureza de estilo del edificio, que es de comienzos del siglo xv. Las sillas bajas llevan sus respaldos adornados con labores geométricas, y las altas están coronadas por doseletes piramidales, más elevados en la silla episcopal.

El coro de la catedral de Barcelona ofrece interés desde dos puntos de vista; pues al propio tiempo que como obra de arte puede ser considerado como monumento histórico, en atención

á

que los escudos de armas pintados en los espaldares de la sillería alta dan testimonio de que en él celebró su primera reunión en España el capítulo de la Orden del Toisón de Oro, bajo la presidencia del emperador Carlos V. Dan razón de este memorable suceso, y de su fecha (5 de marzo de 1519) ciertas inscripciones en latín y en francés colocadas á derecha é izquierda de la puerta que tiene este coro, como el de León, al fondo. Las dos series en que por esta causa queda dividido el coro alto recibe cada una su nombre: la de la derecha de San Juan ó del Obispo, porque al extremo está la silla episcopal, con su gran doselete y alta torrecilla; la de la izquierda de San Pedro ó del Deán. Como sucede en muchos coros no son coetáneas ni de la misma mano las sillerías alta y baja, pero ambas corresponden al estilo ojival, que en la alta aparece mezclado con algunos conatos del Renacimiento en las columnillas abalaustradas que dividen los huecos y en las misericordias y figuras que las acompañan. Si hemos de dar crédito á las noticias que trae Piferrer, por los años de 1457 á 1460 trabajaba la sillería baja el tallista catalán Matías Bonafé, y la sillería alta hiciéronla desde 1483 á 1485 los alemanes Miguel Loquer y Juan Frederich, éste discípulo del primero. Observando ambas sillerías, cuesta trabajo admitir todo esto al pie de la letra. Los asientos de la sillería alta y los de la baja son exacta mente iguales, trazados por el mismo dibujo, de donde puede inferirse que si los alemanes hicieron aquélla la hicieron copiando la obra anterior del catalán é introduciendo novedades en las misericordias. En cambio los doseletes, con sus aéreas torres caladas y las agujas intermedias, que forman la vistosa cresteria del coro alto, es indudablemente obra de los alemanes, que dejaron en ella muestra preciosa de las delicadezas del estilo ojival del Norte. Pero hay todavía

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con la silla episcopal que está enfrente. El estilo de esta decoración es el mismo de la talla de la sillería, sin duda empleado de intento para armonizar con lo demás. Cada respaldo está dividido en tres compartimientos rectangulares: uno arriba grande, donde campea el escudo correspondiente con su yelmo, sus lambrequines, etcétera, y el collar del toisón, en cuyas figuras predomina el oro sobre fondo azul; y dos pequeños abajo, con adornos separados por una pilas trita. Bajo cada escudo aparece escrito en caracteres alemanes el nombre del personaje á quien aquél corresponde. El primer sitial, á la derecha de la puerta del fondo, ostenta el escudo real de Carlos I de España, V de Alemania; el primero á la izquierda el del emperador Maximiliano I, y en la ceremonia este sitial estuvo cubierto con paños negros, por haber fallecido ya su augusto dueño. Tampoco ocuparon los

suyos otros de los caballeros de la Orden por la misma causa, que aparece indicada bajo el nombre con la palabra traspassé. La circunstancia de ser ésta francesa, y de estar también en francés las inscripciones, que según dijimos conmemoran en la puerta del coro la solemne ceremonia, induce á pensar si sería francés el autor de esa decoración pintada. Los nombres allí escritos nos revelan con toda exactitud qué personajes asistieron al capítulo. En éste recibieron el collar de la Orden: Cristerno, rey de Dinamarca; Segismundo, rey de Polonia; D. Fadrique de Toledo, duque de Alba; D. Diego Pacheco, duque de Escalona; D. Diego Hurtado de Mendoza, duque del Infantado; D. Iñigo Fernández de Velasco, duque de Frías y condestable de Castilla; D. Alvaro de Zúñiga, duque de Béjar; D. Antonio Manrique, duque de Nájera; D. Fadrique Enríquez, almirante de Castilla; D. Fer

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