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traba en Portugal por otro lado, mas de nuevo
se vió rechazado. El marqués, lejos de intimi-
darse por la superioridad de sus enemigos, medi-
taba un nuevo ataque, cuando el 20 de febrero
sus tropas se amotinaron, le abandonaron gran
número de sus soldados y fueron á unirse al
marqués de Angeja. El resto de los insurrec-
tos entró en España, en donde fué desarmado.
Los esfuerzos del marqués de Chaves causaron,
sin embargo, el efecto de reanimar y preparar
á los defensores de la antigua Constitución, y
mientras el marqués huía delante de los sol-
dados de la regencia, una nueva revolución, cau-
sada, tanto por el descontento que producía la
permanencia de los ingleses en Portugal, como
por la prolongada ausencia de la reina doña Ma-
ría, estalló en Lisboa en 30 de abril, á los gritos
mil veces repetidos de: ¡Abajo la Constitución! |
¡Viva el rey D. Miguel! D, Pedro creyó domi-
nar el movimiento privando de la regencia á la
infanta Isabel para darla á su hermano D. Mi-
guel, á quien casaba al mismo tiempo con la
reina doña María, pero era ya demasiado tarde.
A la entrada de D. Miguel en Portugal (22 de
febrero de 1828) el marqués de Chaves desapa
reció de la escena política, y ya no volvió á figu-gicos
rar sino con ocasión de un decreto dado algunos
días antes de la apertura de las Cortes, el 23 de
junio, y que permitía á su pequeño ejército en-
trar en el territorio portugués. El marqués de
Chaves murió de enajenación mental, enferme.
dad que se había manifestado algunos años an-
tes, dos meses después que la reina madre.

SILVELA: Geog. Aldea de la parroquia de San
Juan de Noceda, ayunt. de Nogales, p. j. de
Becerreá, prov. de Lugo; 80 habits. || V. SANTA
MARÍA DE SILVELA.

obras de aquel insigne poeta, ilustrándolas con interesantes cartas, noticias y datos curiosísimos. Antes había insertado en la Revista de España otro estudio del mismo gran escritor, titulándolo Reseña analítica de las obras póstumas del memorable dramaturgo, reformador de nuestro teatro. Como jurisconsulto, no bien terminó la carrera, ingresó en el Colegio de Abogados de Madrid y trabajó en el bufete de Pérez Hernández, uno de los primeros de su tiempo. Establecido luego por su cuenta no tardó en adquirir numerosa clientela, tanta que se vió abrumado por el trabajo durante muchos años, y en su estudio acabaron de formarse letrados tan conocidos como Germán Gamazo. Entró á formar parte de la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados de Madrid (1858), al que debió cuatro reelecciones, y el cual le confió (1869) las funciones de diputado primero. La Academia Matritense de Jurisprudencia, en un período de cuatro años, le eligió sucesivamente secretario, revisor, censor y vicepresidente primero. Hacia el fin de su vida, con Francisco Lastres, representó Silvela á España en el Congreso Antropológico reunido en Italia, al que dió á conocer muy notables trabajos antropolóhechos antiguamente en nuestro país. Del Congreso obtuvo señaladas distinciones. Antes en España fué (1880) presidente de la citada Academia de Jurisprudencia. Cuando falleció era decano del Colegio de Abogados en la capital de España. Sin renunciar á sus trabajos forenses atendió Silvela á la política desde 1863, año en que fué por primera vez elegido diputado á Cortes por el distrito de Arenas de San Pedro (Avila). Reelegido diputado á las Cortes de 1864 á 1865 y para las de 1865 à 1866, tomó asiento en las Cortes Constituyentes de 1869 á 1871; contóse entre los senadores electivos desde 1871 - SILVELA (MANUEL): Biog. Político y es- hasta 1873; logró igual cargo en 1876, 1877, 1879 critor español. N. en París á 9 de marzo de 1830. y 1881, año en el que, como en 1879, tuvo la M. en Madrid á 25 de mayo de 1892. Fué hijo representación de Avila, y por Real decreto de de D. Francisco Agustín Silvela, que en la capi- 14 de diciembre de 1883, tiempo en que Posada tal de Francia vivía desterrado, y de doña Luisa Herrera presidía el gobierno, fué nombrado sede Le-Vielleuze, natural de San Sebastián (Gui- nador vitalicio, dignidad que poseyó hasta su púzcoa). Causa del destierro del autor de sus fallecimiento Al empezar su vida política se días eran las ideas liberales que éste profesaba. afilió al partido unionista. Narváez le desterró á Francisco Agustín Silvela figuró como docto ju- Toledo (1866) por haber firmado la protesta de risconsulto, diputado, senador, Ministro de Gra- los diputados, quejosos de que Narváez no abriecia y Justicia y magistrado del Tribunal Supre- se las Cortes. Como diputado de oposición, Mamo. Su hijo, Manuel, recibió en Burdeos la pri- nuel Silvela firmó con otros (1868) la exposición mera educación literaria. En Valladolid comenzó á la reina, que produjo el destierro de los prela carrera de Jurisprudencia, que terminó en la sidentes de las Cámaras, el de muchos generales Universidad Central, donde adquirió (1851) el y políticos. Ya en el reinado de Isabel II, figutítulo de Licenciado en Derecho. Por aquel ró entre los mejores oradores parlamentarios. tiempo ingresó en la Academia Matritense de En las Cortes de 1863 había intervenido en los Jurisprudencia y Legislación. En ella no tardó debates del Mensaje de la corona, en los relatien distinguirse al lado de Cánovas, el marqués vos á las leyes de reunión, incompatibilidades y de Vega Armijo y otros. No se ocupaba entonces otras no menos importantes. En las de 1864, al de política, de la que prescindió también en los discutirse el Mensaje de la corona, presentó una primeros años siguientes. Sus aficiones literarias, hábil enmienda que unió eficazmente, en contra sus poesías, casi todas inéditas, consumían los del gobierno moderado, á todos los liberales del ratos que no dedicaba al estudio del Derecho. Congreso, lo cual le valió gran nombradía, y Escribió Silvela en aquellos días, si bien tardó pronunció un notable discurso sobre el abandono diez ó doce años en publicarlos, muchos trabajos de la isla de Santo Domingo por el Gabinete literarios, notables por su gracia y elegantes for- que presidía Narváez. Sustituído en 1865 el Mimas. Al insertarlos en varias publicaciones adop-nisterio moderado por otro en que se dió á tó el seudónimo de Velisla, anagrama de su ape. llido, que ocultó para no exponer indiscretamente la reputación que acompañaba, por su padre y por su abuelo, al nombre de Silvela. Aquellos trabajos merecieron los elogios de sus compatriotas y los honores de ser traducidos por los extranjeros. Por ellos y como periodista ganó fama de escritor correcto y ameno, siendo muy joven todavía, principalmente por sus artículos en La Ilustración de Fernández de los Ríos, en El Heraldo, en la Revista de España, en El Diario Español y más tarde en El Imparcial. Transcurridos no pocos años reunió sus mejores escritos en un volumen, el que dió á las prensas con el título de Sin Nombre y con el seudónimo citado, al que acompañaba su verdadero apellido, pues cuando ya había adquirido reputación de literato, periodista y político empezó á firmar sus producciones. A éstas debió el ser elegido (30 de junio de 1870) individuo numerario de la Academia de la Lengua, en la que sucedió á Mateo Seoane. En su recepción pública (25 de marzo de 1871) leyó un excelente discurso sobre la influencia ejercida en el idioma y en el teatro español por la escuela clásica que floreció desde los comedios del siglo XVIII. Pagando tributo á la memoria de Leandro Fernández de Moratín (amigo y compañero de su abuelo Manuel durante la emigración en París), coleccionó y publicó las

O'Donnell la presidencia, Silvela fué nombrado
director general de Instrucción pública, lo que
no le impidió combatir en el Congreso con ener-
gía el proyecto de ley de reuniones, el de im-
prenta, el de auxilio á los ferrocarriles y el de
autorizaciones y supresión de garantías. Con los
unionistas volvió á la oposición al año siguiente
después de los sucesos del 22 de junio. El mismo,
en el discurso que se citará más abajo, hizo así
su biografía: «En el primer período de mi vida
política impugné hasta donde mis fuerzas alcan-
zaron la ley de reuniones; defendí los comités
progresistas; sostuve la rebaja del censo electo-
ral; combatí las administraciones moderadas;
sufrí después el destierro y las persecuciones que
se me impusieron, y continué luchando desde
las columnas del valeroso Imparcial; pero.. no
salí del terreno de la legalidad, y no tomé parte
ninguna en el movimiento antidiuástico y en la
Revolución de Septiembre. » Destronada Isa-
bel II (1868) aceptó Silvela el cargo de concejal
del Ayuntamiento de Madrid, y en seguida el de
Consejero de Estado. En el discurso antes refe-
rido, aludiendo á sus servicios en ambos pues-
tos, decía: «El digno señor alcalde... puede de-
cir si este hábil doctrinario no Supo pasar días
enteros en la plaza de la Villa organizando
aquella muchedumbre, dando pan á los traba-
jadores. El mismo os dirá si en la mañana en

que, al eco de los sucesos de Cádiz, se agitaban las masas populares, no tuve la habilidad de estar de los primeros á su lado y de afrontar toda la extensión del peligro y de la responsabilidad. Cuando el gobierno creyó que podía ser útil en el Consejo de Estado, acepté de ese alto puesto sólo el trabajo y la responsabilidad. > Enviado por Avila á las Cortes Constituyentes, Silvela renunció los anteriores cargos para ejercer el de diputado. Como individuo de la Comnisión Constitucional, y en defensa del proyecto monárquico por ésta elaborado, pronunció (17 de mayo de 1869) el discurso de que más arriba se han copiado párrafos, y en el que se hallan también estas líneas: «Queremos, como base de nuestro sistema, el sufragio universal y las libertades de imprenta, asociación y reunión; queremos la libertad religiosa; creemos que los asuntos del país deben discutirse en dos Cámaras elegidas por ese medio; creemos que debe haber Ministros responsables, y creemos que, como coronación de ese edificio, debe existir en España la forma monárquica.» Aunque en este discurso declaró Silvela que no tenía candidato para el trono, no acertó á ocultar que sus simpatías estaban con el duque de Montpensier. Proclamado regente el duque de la Torre (Serrano), se nombró, bajo la presidencia del general Prim, nuevo Ministerio (19 de junio de 1869). En él se confió á Silvela la cartera de Estado. Como Ministro, á nombre de los unionistas, defendió la candidatura del duque de Montpensier. Digna de recuerdo es la circular que dirigió (26 de julio) al cuerpo diplomático, y que originó animada discusión en la prensa. En la circular veían unos al revolucionario decidido, otros al conservador tímido, que en todas partes ve peligros. Silvela en aquel documento decía lo que se había hecho hasta entonces, y lo que el gobierno se proponía hacer en lo venidero para afirmar la revolución y para que ésta fuese fecunda en benéficos resultados. Convencido de que Montpensier no sería rey de España, se retiró del Ministerio (octubre de 1869). Durante el período revolucionario, que acabó en diciembre de 1874, permaneció callado, mejor que retraído, de la política activa. No contribuyó en nada á la proclamación de Alfonso XII. En los primeros días del reinado de este monarca Silvela mostró ciertas dudas, pero al cabo ingresó en el partido conservador y prestó decidido apoyo á Cánovas, siendo uno de los que más trabajaron para elaborar, discutir y votar la Constitución de 1876. Era senador por Avila cuando aceptó (1876) la cartera de Estado, que conservó hasta marzo de 1879, en un Gabinete presidido por Cánovas. Con feliz resultado, en calidad de Ministro, negoció el arreglo arancelario entre Francia y España. Cuando salió del Ministerio se consagró á las tareas del bufete. En 1880 era Consejero de Instrucción pública, individuo de la Junta Provincial de Beneficencia de Madrid, vocal de la junta para la inspección, vigilancia y administración de las obras de la nueva Cárcel Modelo, construída en la capital de España. Siendo Cánovas jefe del gobierno, desempeñó Silvela (1884) el cargo de embajador en París, del cual hizo dimisión para acudir al Senado, en el que pronunció (1885) un discurso de oposición á su partido, pretextando las medidas adoptadas por el gobierno en la cuestión del cólera, pero lo que en realidad combatía era la marcha general de la política conservadora. Así á lo menos lo entendieron sus amigos y le juzgó la opinión pública. Más de una vez renunció un título del reino. Gentilhombre de cámara desde 17 de octubre de 1865, era, á la hora de su muerte, administrador de la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid á Zaragoza y Alicante, y poseía la gran cruz del Mérito Naval (distintivo blanco) desde 1878, el collar y la gran cruz de Carlos III desde 19 de marzo de 1879, la gran cruz de la Legión de Honor, la de Leopoldo de Austria, y otras nacionales y extranjeras.

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que siempre le distinguieron por su aplicación y acarreó (diciembre) la caída de aquel Ministerio,
talento. Sólo contaba veinte años de edad, y al que sustituyó otro bajo la presidencia de Cá-
aún no había concluído sus estudios en la es- novas. Unido á éste, Silvela, reelegido diputado
cuela citada, cuando por oposición ganó la plaza por la provincia de Avila en 1881, hizo la opo-
de auxiliar del Consejo de Estado, la que ocupó sición al gobierno fusionista dirigido por Sagasta.
hasta junio de 1869, tiempo en el que la renun- En el Congreso, secundando la iniciativa de otros
ció para dedicarse á las tareas del foro y á la diputados, censuró de modo implacable la con-
política. Aficionado también á la Literatura, ducta del Ministro de Gracia y Justicia, Romero
para adquirir nombre fué suficiente que escribie. Girón, á quien se acusaba de haber procurado la
ra tres o cuatro artículos. Sin embargo publicó absolución de Monasterio, procesado en causa
muchos más, que le aseguraron el aprecio de los criminal. A fines de 1883 Cánovas volvió á la
eruditos, en La Epoca, La Voz del Siglo y la presidencia del Consejo de Ministros. Entonces
Revista de España. Recuerdo especial merece su Silvela obtuvo la cartera de Gracia y Justicia.
folleto titulado Los neocultos, que primeramente Con sus correligionarios figuró en la oposición,
apareció en El Imparcial hacia 1869. En el fo- desde que por muerte de Alfonso XII (1885) se
lleto combate Silvela, son sus palabras, «la des- dió á Sagasta la jefatura del gobierno. Desde
atentada manía que se ha apoderado de algunos muchos años antes poseía la gran cruz de Isabel
de nuestros críticos y literatos distinguidos de la Católica. En las primeras Cortes de la Restau-
proteger y fomentar una extraña invasión de giros ración había sido secretario, no bien constituídas
arcaicos y de palabras mal embalsamadas, que aquéllas, y vicepresidente en la tercera legisla
así parecen sentar en los escritos donde las es-
tura. Separado del partido conservador Romero
polvorean como un casco de visera sobre un frac Robledo en los primeros días de la regencia de
azul y unas tirillas inglesas.» Como individuo Cristina, Silvela fué considerado como jefe de
de la Academia Matritense de Jurisprudencia, y batalla entre sus correligionarios. En las prime-
como socio del Ateneo de Madrid, intervino Sil- ras Cortes del reinado de Alfonso XIII (1886-90)
vela en varias discusiones importantes, que acre- representó en el Congreso al distrito de Piedra-
ditaron sus dotes de polemista. Alcanzó su pri- hita (Avila). Elegido (1.° de junio de 1886) in-
mer triunfo oratorio importante al celebrarse en dividuo numerario de la Real Academia de Cien
Madrid (21 de abril de 1869) un meeting en el cias Morales y Políticas, presentó su discurso (1.°
Salón de la Bolsa, con motivo de la inauguración de febrero de 1887), que versaba sobre los Prin-
de la sesiones de la Sociedad Librecambista para cipios capitales á que deben ajustarse, en nuestra
la reforma de los aranceles. En aquel día defen- codificación civil, y modo de ser de las personas
dió el librecambio en un discurso que los oyen-morales, y lo leyó el día de la toma de posesión
tes juzgaron no menos brillante y científico que (5 de junio), siendo contestado por Carlos María
el de Moret, por algunos calificado de inmejora- Perier. Al constituir Cánovas un Ministerio en
ble. Por la influencia de su familia y de sus 6 de julio de 1890 se reservó la presidencia, y
amigos particulares logró, en segundas elecciones dió la cartera de Gobernación á Silvela. Este re-
por Avila, ser diputado á las Cortes Constitu- sistió cuanto pudo la influencia de Romero Ro-
yentes de 1869, en las que tomó asiento en los bledo, y al cabo presentó la dimisión, que fué
bancos de los antiguos unionistas. Como diputa admitida (noviembre de 1891), con lo cual Ro-
do, al discutirse la cesantía de Hoppe, Ministro mero pudo entrar á formar parte del Ministerio
del Tribunal de Cuentas, presentó con González conservador. Sin dejar de llamarse conservador,
Marrón un voto particular en el que se afirmaba antes bien proclamando la jefatura de Cánovas,
que el Ministro de Ultramar, Becerra, no había
sabido interpretar la ley, si bien los firmantes
del voto le declaraban libre de responsabilidad,
por ser público y notorio á las Cortes el celo y
patriotismo del Ministro citado. Ante las Cons-
tituyentes pronunció Silvela varios discursos. De
ellos se citan los relativos á los proyectos de
Gracia y Justicia, á la organización municipal y
provincial, al Código penal, á la organización de
los tribunales, á la elección de rey á la diso
lución de las Cortes de que formaba parte, y en
las que defendió siempre el sistema monárquico.
Elegido diputado por Arenas de San Pedro
(Avila) para las Cortes ordinarias de 1871, en
ellas sentó las bases de su fama de orador par-
lamentario hábil é intencionado. Fué el primiero
que pidió al Ministro de Hacienda, Moret, el
expediente relativo á unos tabacos; el primero
que anunció las irregularidades cometidas en
dicho expediente, y el que provocó la informa.
ción parlamentaria á que se debió la dimisión
del Ministro (V MORET Y PRENDERGAST (SE-
GISMUNDO). En otro discurso posterior, también
pronunciado en 1871, criticó desde el punto le-
gal el contrato que otro Ministro de Hacienda,
Figuerola, había firmado con el Banco de París
en marzo de 1870. Aunque también tomó asiento
en el primer Congreso de 1872, no volvió á inter-
venir de un modo activo en la política del pe-
ríodo revolucionario, á que puso fin la procla-
mación de Alfonso XII por Martínez Campos
en diciembre de 1874. Organizado el primer
Ministerio del reinado de dicho monarca, Silvela
ocupó el puesto de subsecretario de Gobernación,
Ministerio que desempeñaba Romero Robledo,
pero lo dejó al poco tiempo obligado por grave
enfermedad al decir de unos, y movido, en opi-
nión de otros, por la incompatibilidad de sus
ideas con las del nombrado Ministro de la Go.
bernación. En las Cortes Constituyentes de 1876,
como en las otras que se han citado, representó
á la provincia de Avila, y en defensa del pro-
yecto de Constitución impugnó en un discurso
(20 de abril de 1876) las razones expuestas por
Ulloa. Aunque afiliado en el partido conserva.
dor, que dirigía Cánovas, mantuvo siempre una
actitud de relativa independencia. Al formarse
en 1879 un nuevo Gabinete, presidido por el ge-
neral Martínez Campos, Silvela obtuvo la cartera
de Gobernación (marzo), y en tal concepto diri-
gió unas elecciones de diputados y senadores que
dieron una mayoría canovista, lo que bien pronto

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Silvela no ocultó su hostilidad á Romero y sus
amigos. Al discutirse en el Congreso los abusos
que se atribuían al Ayuntamiento de Madrid, y
especialmente á su presidente, Alberto Bosch,
intervino Silvela en el debate, afirmando que era
necesaria una gran moralidad en la Administra-
ción, pero negando que él fuera un disidente,
pues muy al contrario, creía que los individuos
de un partido cualquiera debían soportar á su
jefe. Cánovas, al dar respuesta á este discurso
(diciembre de 1892), anunció la dimisión del Mi-
nisterio conservador, al que, en efecto, sucedió
(día 11) otro liberal presidido por Sagasta. En
las elecciones generales del año siguiente no pre-
sentó Silvela su candidatura para diputado. Por
aquellos dias declaró que por algún tiempo vivi-
ría apartado de la política. No obstante, la opi
nión creyó descubrir claras alusiones á los suce-
sos del día en el discurso que Silvela pronunció
en el Ateneo de Madrid (23 de marzo de 1893)
para exponer la historia de la conspiración de la
baronesa de Alby en el siglo XVII, según la des-
criben testigos de la época. Poco después Silvela
verificaba su ingreso en la Academia de la Len-
gua (30 de abril), leyendo un discurso sobre El
mal gusto literario en el siglo XVII. Le contestó
Pidal Volvió Silvela á la cátedra del Ateneo, en
la que desarrolló (12 de abril de 1894) el tema
de la opinión pública. Poniendo fin á su volun-
tario retiro logró el triunfo en la elección par-
cial de un diputado, y tomó asiento en el Con-
greso. Al discutirse en esta Cámara las reformas
de Cuba declaró su conformidad con el criterio
de Cánovas del Castillo febrero de 1895). Dejó
también oir su voz en el debate político termi-

nado en 2 de abril del mismo año Desde el día
en que dejó el Ministerio de la Gobernación es
jefe de un grupo de conservadores disidentes,
Hoy (septiembre de 1896) entiende, sin embar
go, que mientras haya guerra en Cuba nadie de-
be crear dificultades al gobierno de Cánovas. Si-
gue siendo diputado á Cortes. Se han impreso
sus Discursos pronunciados en el Senado y Con-
greso de los Diputados durante la legislatura de
1884 á 1885 (Madrid, 1886, en 8.°). De él se ha
dicho: «Tiene fama de orador intencionado y
elocuente, y en verdad que da á su palabra, siem
pre suave, limpia y monótona, un acento tan
irónico, que desconcierta al adversario, á quien
por otra parte trata con exquisita cortesía de
forma. Sus discursos despiertan gran expecta-
ción, porque siempre hay en ellos finísimos dar

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dos para alguien, á veces para los que se sientan á su lado, y puntos de vista nuevos en el debate. Raro es el discurso del Sr. Silvela en que no hay que lamentar desgracias personales. El entendimiento de este orador es tan sutil y acerado como su palabra. » Silvela ha publicado las Cartas de la venerable Madre Sor María de Agreda y del señor rey D. Felipe IV, precedidas de un bosquejo histórico (Madrid, 1885, 2 t.).

SILVER: Geog. Montaña de la sierra Nevada, est. de California, Estados Unidos, así llamada por sus filones de plata. Elévase en la parte central de la sierra, al E. de Sacramento y al S. del Carson, uno de los pasos más frecuentados de la sierra Nevada. Su alt. es de 3 327 m.

- SILVER CLIFF: Geog. C. del condado de Ceister, est. de Colorado, Estados Unidos, sit. en un valle, á la izq. del Grape, afl. dro. del Arkansas, y en la vertiente oriental de los montes Sangre de Cristo; 4 560 habits. Ricas minas de plata.

- SILVER ISLET: Geog. Islote del dist. de Algoma, prov. de Ontario, Dominio del Canadá, sit. en el lago Superior, al E.S.E de Port-Arthur, junto al Cabo Trueno. Es pequeño, pero famoso en la historia minera del Canadá por su rica veta argentífera descubierta en 1868; hasta 1879, en que estaba ya casi agotada, produjo unos 16 millones de pesetas.

SILVERIO (SAN): Biog. Papa. N. en Frosinoni, Terracina, á 20 de junio de 538. Hijo del Papa cerca de Roma. M. en la isla Palmaria, frente á Hormisdas, que antes de ser sacerdote había contraído un matrimonio legítimo, era subdiá. cono en Roma cuando Teodato, rey de los godos, le elevó por la fuerza (8 de junio de 536) á la silla pontificia, vacante por la muerte de Agapito I. Habiéndose negado Silverio á obedecer las órdenes de la emperatriz Teodora fué acusado de mantener amistad con los godos, despojado de la silla por Belisario (17 de noviembre de 537) y desterrado á Licia, dándole por sucesor á Vigila; pero el emperador Justiniano, conocedor del asunto, dispuso que se devolviera la autoridad pontificia á Silverio. Regresaba éste á Italia cuando fué de nuevo preso por Belisario, que le envió á la isla Palmaria, en la que pereció asesinado ó se dejó morir de hambre. La Iglesia celebra su fiesta en 20 de junio.

SILVERTON: Geog. C. del condado de Yangowinn, Nueva Gales del Sur, Australia, sit. en la región montuosa del Stanley Range, cerca de la Australia del Sur; 14000 habits. Ramal de f. c. á la línea de Adelaida á la región occidental del lago Eyre. C. de origen reciente, debe su existencia á las minas de plata de la región; la de Broken Hill, 24 kms. al S. E., es la mina más grande del mundo.

SILVES: Geog. Aldea del ayunt. y p. j. de Boltaña, prov. de Huesca; 49 habits.

- SILVES: Geog. C. cap. de concejo y comarca, dist. de Faro, Algarbe, Portugal, sit. cerca de la costa, en la orilla O. de la rivera ó río de su nombre, sobre el que hay un puente de piedra que comunica á la c. con la orilla opuesta; 7050 habits. Es una población muy decaída, que aún conserva vestigios de la importancia que tuvo antiguamente. Bajo la dominación musulmana fué cap. del Algarbe, y conquistada en 1189 por el rey de Portugal Sancho I. Figuró como sede episcopal hasta 1580, en que se trasladó el obispado á Faro. Las malas condiciones sanitarias del país y las alteraciones ocurridas en el régimen del río, en otros siglos navegable para buques de gran porte, han sido las causas princicipales de la decadencia de esta c.

El río de Silves baja de la sierra de Malhão en dirección al S.O., deja la c. de Silves á la derecha, y se inclina más al O. hasta el sitio denominado Nossa Senhora do Rossario, cerca del cual se le une el río Odeloco ó Belouca, que viene del N. Juntos corren á unirse con el Boina, que baja de la sierra de Monchique, y desde esta confl. se forma amplia ría que baña los muros de Villanova de Portimão. Por el Silves pueden llegar á la c. de su nombre diates y otras embar caciones de 40 á 50 toneladas, utilizando las

mareas.

- SILVES: Geog. Lugar cap. de municipio, comarca de Manaos, est: de Amazonas, Brasil, situado en la orilla meridional del lago Saraca y no lejos de la orilla izq. del Amazonas. Bosques, zarza parrilla y resinas.

20

SILVESTRE (del lat. silvestris): adj. Criado naturalmente sin cultivo en selvas ó campos.

habitaba en las cavernas de la tierra ó en quiebras de los peñascos, sustentándose de la caza y fruta de árboles SILVESTRES.

SOLÍS.

¿No sientes ya, mi amada, los olores De las SILVESTRES yerbas?

MALÓN DE CHAIDE.

Las plantas SILVESTRES desmedradas, arrugadas y muy claras en un terreno franco, dan á entender que éste carece de mérito, etc. OLIVÁN.

- SILVESTRE: Inculto, agreste y rústico.

...; Antigono rey, perdido de los suyos, arribó en una pobre pajiza choza entre guardacabras, gentes SILVESTRES. JUAN DE LUCena. porque en dejando de tratarlos se hace el ingenio SILVESTRE.

SAAVEDRA FAJARDO.

SILVESTRE (GREGORIO): Biog. Poeta espapañol. N. en Lisboa en 1520. M. en Granada, donde ejerció el cargo de organista mayor de la catedral, en 1570. Se equivocan los biógrafos que suponen que vió la luz primera en Granada. En la edición de sus obras, hecha en 1599, se incluyó un Discurso breve sobre la vida y costumbres de Gregorio Silvestre, necesario para entendimiento de sus obras, por Pedro de Cáceres y Espinosa. He aquí algunos párrafos de ese Discurso, que contienen la biografía más completa de Silvestre por nosotros conocida: «Nació Gregorio Silvestre en Lisboa en el año de 1520 entre los dos últimos días del dicho año que tiene la advocación de los dos santos, por los cuales fué llamado así. - Yendo su madre Doña María de Mesa, preñada desde Zafra, donde antes vivía, por haber sido el Dr. J. Rodriguez su padre llamado entonces para Médico del Rey de Portugal, y estuvieron en servicio del Rey hasta el año de 1527, que viniendo la Infanta Doña Isabel de Portugal á casarse con el Emperador D. Carlos V á Castilla vino por su médico el dicho Doctor trayendo á Gregorio Silvestre de siete años, como parece en el privilegio que en este mismo año les concedió el Emperador á ellos y á sus descendientes. Siendo Silvestre de casi catorce años vino en servicio de D. Pedro, conde de Feria, do á la sazón florecía entre los Poetas Españoles Garci Sánchez de Badajoz; y como siempre la casa del Conde fuese llena de curiosidad, y visitada con los escritos de aquel célebre Poeta, participó tanto de lo uno y de lo otro, que en sus tiempos ninguno se puede decir que le hiciese ventaja. Verdad es que como él se diese á la Música de tecla... no comenzó tan presto á ser conocido en la Poesía; porque debía tener ya más de veintiocho años cuando comenzó á tener nombre entre los que se preciaban de componer los versos Españoles que llaman Ritmas antiguas, y

| Latino, dicen que habló á todos y no á él... y quejándose Juan Latino dello, dicen que respondió: «Perdone, Señor Maestro, que entendí que era sombra de uno destos Señores. - Dícese también que uno de los que entonces componían en Granada, le hurtó un Soneto, y vínoselo á enseñar por propio, y preguntarle qué tal le parecía... ¿Qué le parece? Que me parece. Disgustado con el Conde de Miranda porque le hablaba de vos, no le había visitado muchos días, y que como una vez le encontrase el Conde en la calle, le dijo: Señor Silvestre, ¿por qué no vais á mi casa vos? - Señor por eso. De lo cual se rió el Conde, y entendiéndole procuró enmendarse de ahí adelante... Otros muchos y muy discretos (donaires) hay suyos, que por ventura juntará algún curioso. La pintura de su cuerpo y rostro fué extraña, y tanto que le llamaban monstruo de Naturaleza, porque doquiera era notado entre muchos hombres, aunque de estatura mediana... Era hombre descuidado de su atavío corporal, como casi siempre lo son los que ocupados en mayores cosas no se acuerdan de sí. Tuvo por Mecenas y favorecedor de sus escritos á D. Alonso Portocarrero, hijo del Marqués de Villanueva: al cual hizo muchas coplas y sonetos, aunque parecen pocos. Y á D. Alonso Bencgas, al cual hizo una elegía á la muerte de su mujer... Tuvo por particulares amigos los que entonces eran famosos en Granada, el singular abogado Luis de Berrio; á D. Diego de Mendoza, y á Fernando de Acuña, honra de la Poesía de España; el Maestro Juan Latino, doctísimo en la Gramática Latina y Griega; el gran traductor Gaspar de Baeza, y el Bachiller Pedro de Padila, habilidad rara y única en decir de improviso, y á pocos inferior en escribir de pensado; y al Licenciado Luis de Castilla, que le escribió una Carta, á la cual respondió con otra; y al Licenciado Josef Fajardo, hombre insigne en las Matemáticas y Lenguas latina y Griega, Hebrea y Caldea y Arábiga, del cual hay ciertos sonetos en loa de Silvestre, y al Licenciado Juan Mejía de la Cerda, y al Licenciado Macías Bravo, y otros muchos que escribieron en su loor algunos versos. - Escribiéronle Cartas Poéticas el famoso Pedro de Padilla, y George de Montemayor, y Francisco Farfán, el indio; y la que más se estimó en aquellos tiempos fué la de Luis Barahona de Soto, el cual también fué uno de sus particulares amigos. - Parte de sus obras se han conservado, y parte están perdidas. . Escribió muchas obras espirituales, así por ser él aficionado á religión, como por darle ocasión la iglesia Mayor, donde era organista; obligándose por sólo su gusto cada año á hacer nueve Entremeses y muchas estancias y chanzonetas; en el cual oficio sucedió al famoso Maestro Pedro Mota, complutense, y al Licenciado Jiménez, que hizo el Hospital de Amor, que imprimió por suyo Luis Hurtado de Toledo; que éstos también tuvieron cargo de escribir estos Entremeses para las fiestas más célebres de la iglesia Mayor; aunque al uno y al otro supo aventajarse sin comparación alguna. - Escribió los franceses Redondillas. - A las cuales se dió Obras morales muchas, una Glosa á-las coplas de tanto, ó fuese por el amor que tuvo á Garci- D. Jorge Manrique. - Glosó otras muchas cosas, Sánchez y á Bartolomé de Torres Naharro, y á y tuvo para esto particular ingenio, más que para D. Juan Fernández de Heredia, á los cuales ce- otra cosa; y así lo solía él decir, que no era poelebraba aficionadamente, que no pudo ocuparse ta, sino glosador. - Escribió muchas obras amoen las Composturas Italianas que Boscá intro- rosas, teniendo por sujeto casi desde su niñez á dujo en España en aquella sazón. Y así, imitan- una dama llamada doña María, cuya calidad, por do á Cristóbal de Castillejo, dijo mal de ellas en razonable respeto, no se explica... Murió esta su Audiencia (de Amor). - Pero después, con el señora el mismo año que Gregorio Silvestre, mes discurso del tiempo, viendo que ya se celebraban y medio antes que él... Sintió mucho Gregorio tanto los Sonetos y Tercetos y Octavas... compuso Silvestre la muerte de doña María, y así dicen algunas cosas dignas de loa: y si viviera más que se determinó á hacer muchas canciones á su tiempo, fuera tan ilustre en la Poesía Italiana muerte á imitación del Petrarca, y pienso que como lo fué en la Española. - Con todo eso in- hizo una ó dos... y como murió tan presto no tentó una cosa bien célebre, que fué poner me- pudo pasar adelante con su intento... Está entedida en los versos Toscanos, que hasta entonces rrado en la iglesia del Carmen.» Las primeras no se les sabía en España: la cual pocos días an- líneas copiadas enseñan que los verdaderos apetes intentó el Cardenal Pedro Bembo en Italia; llidos de Gregorio Silvestre eran los de Rodrí como parece en sus Prosas, y lo refiere Ludovico guez de Mesa. La doña María cuya calidad no Dolche en su Gramática... Murió en el año de se explica era doña María Manrique. Barahona 1570 siendo de cincuenta años, poco después de celebra á Silvestre por gran jugador de ajedrez la rebelión de Granada, de una calentura pesti y por autor de un Arte de cifra. Las producciolencial con tabardete. - Murió también el mayor nes de Gregorio, en las impresiones que se citan de sus hijos en aquella sazón; y vive el menor. más abajo, forman cuatro libros. El primero - De sus hijas la una entró Monja, sin dote, contiene 10 lamentaciones, cinco sátiras, multiporque era diestra en la Música de tecla, y hacía tud de glosas, canciones y otras cosas, todo en versos aventajadamente. Las otras quedaron con coplas castellanas. El segundo la Fábula de Dafne su madre. Fué Silvestre de agudo ingenio; y en y Apolo; Piramo y Tisbe; La visita (de cárcel) conversación hablaba muy discretamente, y casi de Amor, y La residencia de Amor. El tercero siempre con dichos agudos y donosos. - Hablan-glosas y canciones de moralidad y devoción; los do una vez á ciertos amigos en compañía de Juan romances devotos y glosa sobre las coplas de

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Jorge Manrique. Y el cuarto versos endecasíla. bos, sonetos y la Fábula de Narciso, en octavas. Hállanse en el mismo libro poesías de Luis Barahona de Soto, Juan Romero, Agustín de Tejada, Cáceres y Espinosa, Pedro Rodríguez de Ardila, el Licenciado Jiménez, el canónigo Mohedano, Alonso Puertocarrero, Diego Hurtado de Mendoza, Francisco Farfán de Veragua, María de Espinosa y otra doña María, hija de Silvestre. Otras noticias bibliográficas se hallarán en el Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos (t. IV, Madrid, 1889, col. 619 á 625). Las poesías de Silvestre están en castellano puro y castizo. El poeta, que al principio fué partidario de la escuela castellana, acabó for adoptar la forma italiana, pues en los últimos años de su vida escribió sonetos coplas en ottava y terza rima. Acaso no se sintió con fuerzas suficientes para oponerse á la reforma. Como Castillejo, dió muestras de ser ingenioso y agudo, aventajando á aquél en el sentimiento poético, por el que sus canciones se pueden calificar de notables y colocar á la altura de las mejores que se escribieron en su tiempo. Las glosas de que se hallan seguidas sus coplas están hechas con acierto y discreción tales que, á juicio de algunos críticos, no tiene Silvestre rival en este género. En las fábulas mitológicas y en el poema titulado Residencia de Amor, obras que no carecen de mérito, estuvo Gregorio menos feliz que en las demás. Por el contrario, en sus sátiras en verso corto español campean la antigua libertad, una desenvoltura y una mordacidad en extremo notables. Las producciones de este poeta se die. ron á las prensas con este título: Las obras del famoso pocta Gregorio Silvestre, recopiladas por diligencia de sus herederos y corregidas conforme á sus más verdaderos originales (Granada, 1599, en 8.o, y antes en Lisboa, en 12.°). Un manuscrito de Glosas y versos de Gregorio Silvestre se guarda en la Biblioteca Nacional (Madrid). La Biblioteca de autores españoles de Rivadeneira, en los tomos XXXII (págs. 130, 135, 136, 140 y 159) y XXXV (págs. 47, 48, 82, 105, 136, 215, 243, 245, 259, 315, 330 á 332, 334 y 347 á 350) insertó varias poesías de Gregorio Silvestre. El nombre de éste figura en el Catálogo de autoridades de la lengua publicado por la Academia Española.

- SILVESTRE DE SACY: Biog. V. SACY (ANTONIO ISAAC, barón SILVESTRE DE).

SILVESTRE I (SAN): Diog. Papa. N. en Roma hacia 270. M. en la misma ciudad á 31 de diciembre de 335. Era hijo de Rufino y de Santa Justa. Contaba treinta años cuando se ordenó. Por sus virtudes fué elegido (31 de enero de 314) sucesor del Papa Melquiades. No pudiendo, por sus achaques, concurrir al concilio de Nicea (325), envió á él dos sacerdotes y encargó á Osio, obispo de Córdoba, que presidiera la asamblea en su nombre. Redactó varios reglamentos para el clero y fué el primer Papa á quien se representó con la tiara. Son apócrifos otros hechos que se le atribuyen, uno de ellos la pretendida donación de la ciudad de Roma y del poder temporal por Constantino. Sú fiesta se celebra en 31 de diciembre.

que

- SILVESTRE II: Biog. Papa. N. en Aurillac (Auvernia). M. en Roma á 12 de mayo de 1003. Se llamaba Gerberto, ó, según la crónica de Aurillac, Gerlento (Gerlent). Todos los historiadores afirman la obscuridad de su origen. Hizo Gerberto sus primeros estudios en el monasterio de SaintGerauld, de su pueblo natal, donde vistió el hábito religioso. Allí residía cuando Borrell, conde de Barcelona, visitó el monasterio. Con él vino Gerberto á España, en la que frecuentó el trato con los maestros árabes. Estuvo en Barcelona, y acaso también en Córdoba y Sevilla. Afirmase con Borrell marchó á Roma, y que, presentado al Papa Juan XIII, éste escribió á Otón I, emperador de Alemania, el cual dió á Gerberto la abadía de Bobbio. En ella abrió el último una escuela de Matemáticas, á la que acudieron gentes de todas las regiones de la Europa cristiana; mas perseguido por los señores y los envidiosos, se refugió en Alemania. Después en Reims fué secretario y consejero del arzobispo. Estudiaba al mismo tiempo en dicha ciudad Geometría, Astronomía, Historia, Física, Lógica y Poesía. Tanıbién inventó instrumentos de Astronomía y Matemáticas, particularmente tres esferas que le servían para demostrar los movimientos diversos de los planetas. Restauró la Escuela de Reims, que dió mu

chos doctores, y muerto (988) el arzobispo Adalberón, á quien servía de secretario, se apartó (990) del nuevo arzobispo, Arnulfo, depuesto en el concilio de Saint-Basle, cerca de Reims. Entonces Gerberto ocupó la vacante (991) por nombramiento del rey de Francia, Hugo Capeto. Anuladas por el Pontífice Juan XV las elevaciones de Arnulfo y Gerberto, éste, en una carta al arzobispo de Sens, afirmó que el obispo de Roma no era infalible ni impecable; que observando la letra del Evangelio los obispos cristianos no necesitaban atender à los juicios del Papa sobre su conducta, y que ellos á su vez podían condenar al Papa como infiel y publicano. Aún resistió Gerberto algunos años, pero en 996 se mostró dispuesto a reconocer la autoridad del Papa y perdió su silla. Trasladóse entonces á la corte del emperador Otón III, por cuya influencia Gregorio V le aceptó como arzobispo de Ravena (997). Gran influencia adquirió por aquellos días en la Iglesia, y á la muerte de Gregorio V (18 de febrero de 999), Gerberto le sucedió como Papa (2 de abril) con el nombre de Silvestre II. Bien pronto alcanzó del emperador cartas solemnes que juntamente limitaban y afirmaban el poder temporal de la Santa Sede. En aquellos días estaban en guerra varios obispos de Alemania, desobedecían al Imperio los habitantes de Tibur, no acataba Cesena la autoridad del Papa, y en Roma una insurrección formidable negaba los derechos del Pontífice y del emperador. Dudoso es que Silvestre II terminase todas estas guerras de un modo equitativo. Sin embargo, es casi innegable el celo con que atendió á tan graves asuntos. Cinco años más tarde, merced á su prudencia, se le contaba entre los más ilustres sucesores de San

Pedro. Sus Cartas, que son muy interesantes para conocer la historia del siglo x, fueron publicadas por Papire Masson (París, 1621, en 4.°), por Du chesne (1636) en el t. II de los Historiadores de Francia, y por otros. De sus obras de pura Filosofia sólo conocemos una: De rationali et ratione uti, insertada por Pez en el t. I del Thesaurus novissimus. Se citan muchas de sus obras matemáticas, que aún están manuscritas; sus Discur sos, las Actas del concilio de Saint-Basle (Francfort, 1600, en 12.), del que fué secretario, etcétera. Una extensa lista de todas sus producciones puede verse en el t. XLIII de la Nueva biografia general publicada en París por la casa Didot bajo la dirección del doctor Hoefer (columnas 1005 á 1009). Los Discurcos han sido traducidos al francés por Barse (Riom, 1849, 2 vol. en 8.°). En 1851 su pueblo natal erigió á Silvestre II una estatua de no escaso mérito artístico.

- SILVESTRE III: Biog. Antipapa. N. en Roma. Vivía en 1046. Expulsado de Roma por sus habitantes en mayo de 1044 el Papa Benedicto IX (véase), por influencia del cónsul Ptolemeo, fué elegido para sucederle el obispo de Sabina, Juan, que tomó el nombre de Silvestre III. Este sólo reinó tres meses próximamente, pues los condes de Frascati, por la fuerza, restablecieron la autoridad de Benedicto, el cual vendió la tiara á Juan Gracián, que se llamó Gregorio VI. Así hubo en Roma tres Papas á un tiem.

po. El emperador Enrique III reunió (diciembre de 1046) en Sutri un concilio, en el que hizo deponer a los tres Pontífices y elegir en su lugar á Clemente II. Ignoramos el resto de la vida de Silvestre III.

SILVESTRENO: m. Quím. Hidrocarburo perteneciente al grupo de los terpenos, descubierto por Atterberg en 1877 en la esencia del pino silvestre de Suecia. Para aislarle se trata esta primera materia por la potasa, que la priva de la creosota y de los ácidos resinosos, y se somete después el residuo á repetidas destilaciones fraccionadas, recogiendo los productos condensados entre 173 y 175°. Es un líquido transparente, de olor característico á madera de pino, volátil á la temperatura dicha, de 0,8612 de densidad á 16°, y que desvía á la derecha el plano de polariza ción de la luz, con un poder rotatorio para la raya D del espectro solar de +19°,5; representado por la formula C16H16, se combina con el ácido clorhídrico para formar una mezcla incristalizable de mono y diclorhidratos, de los cuales el primero no se ha aislado en estado de pureza; el segundo, C10H16. 2HCl, se obtiene haciendo pasar corriente de gas clorhídrico á través de la disolución etérea de silvestreno, desalojando el éter por destilación y abandonando el residuo por algunos días para que se transforme

en masa cristalina, que se purifica por cristalizaciones repetidas en alcohol: este cuerpo se presenta en largas agujas aplastadas y brillantes, fusibles á 72, descomponibles incompletamente por el agua á 100°, y que tratadas por la potasa alcohólica se convierten en una mezcla de otro terpeno C10H16, y de un terpinol 2C10H16+ H2O.

SILVIA (del lat. silva, selva, bosque): f. Bot. Género de plantas perteneciente a la familia de las Escrofulariáceas, tribu de las gerardiéas, cuyas especies habitan en los países cálidos americanos, especialmente en Mejico, y son plantas herbáceas, con las hojas opuestas, aovadas, oblongas ó lineales, asperitas, dentadas, y los pedúnculos axilares, solitarios, unifloros, provistos de dos bracteitas y con flores grandes y blancas; cáliz con tubo muy largo, pentagonal, quinquéfido en su ápice y con las lacinias casi patentes; corola hipogina, embudada, con el tubo largo y delgado, y el limbo ancho, quinquelobulado y patente; cuatro estambres insertos en el tubo de la corola, didínamos é incluídos, con las anteras todas fértiles y las celdas aristadas en su base; ovario bilocular, con las placentas multiovuladas, adheridas á uno y otro lado del tabique medianero; estilo sencillo y estigma ligulado, rugoso y ondeado; el fruto es una cápsula bilocular, bivalva, loculicida y con semillas nume

rosas.

- SILVIA: Zool. V. CURRuca.

- SILVIA: Geog. Dist. del municip. de Popayán, dep. del Cauca, Colombia; 6050 habitantes. Antiguamente se llamaba Guambía, y no hay noticia de su primera fundación, sabiéndose únicamente que en 1794 figuraba ya como parroquia. Sit. en un pequeño y elevado valle, en las vegas que forman la abundante quebrada del Salado y el río Piendamó y á 2521 m. sobre el nivel del n.ar. Cerca se halla el peñón de Pitayó, y sobre los páramos se eleva como una torre el pico del Bujío. Subsiste aún el comercio de quinas, al cual debió su progreso hasta hace pocos años (Esguerra, Dic. Geog. de Colombia).

- SILVIA Ó SYLVIA: Geog. Montaña de la parte septentrional de la isla Formosa, sit. 90 kilómetros al S.O. de Tamsui ó Tan-chui-ting. Tiene 3600 m. de alt. y es una de las cimas más ele

vadas de la isla.

SILVICO (ACIDO) (del lat. silva, selva, bosque): adj. Quím. Acido resinoso extraído de la colofonia ó pez griega. Lejos de ser esta substancia una verdadera especie química, resulta, por el contrario, de la mezcla en proporciones variables de distintos cuerpos casi todos de propiedades ácidas, y así Umverdorben ha encontrado los ácidos pínico y sílvico denominados por Gerhard respectivamente resinas a y ẞ de trementina; Laurent ha demostrado la existencia, á más de estos cuerpos, de pequeñas cantidades de ácido pimárico, y por último Baup y Maly han hallado el ácido abiético; la presencia ó falta de algunas de estas substancias en las diferentes colofonias guarda cierta relación con la especie de Pinus de que la misma procede, sin que hasta ahora se conozca el alcance de estas diferencias. El ácido silvico estudiado por Tromsdorff, Liebig, Rose, Laurent y Siewert, se prepara por distintos procedimientos propuestos por cada uno de dichos químicos, pues ha de tenerse presente que los resultados de los estudios hechos hasta el día no son todo lo concordantes que fuera de desear; Tromsdorff aconseja diluir la colofonia bien pulverizada en alcohol de 60° centesimales y abandonar el líquido turbio en reposo durante algún tiempo para que se depositen copos amarillos constituídos por el cuerpo de que se trata, aunque muy impuro; lavados estos copos muchas veces con alcohol se les disuelve en caliente en el mismo líquido pero de 80° centesimales, y se añade á la disolución hirviente suficiente cantidad de agua para determinar la precipitación de parte de la resina; entonces se separan gotas pardas oleaginosas, en tanto que se aclara el lí quido que sobrenada, y, decantado éste cuando aún la masa está caliente, aquéllas cristalizan por enfriamiento: estos cristales se purifican di solviéndolos en alcohol caliente y precipitando la disolución por el agua, purificación que conviene repetir por tres ó cuatro veces. Laurent trata muchas veces la colofonia triturada por alcohol frío, y después hace hervir el residuo insoluble con alcohol abandonando el líquido á la cristalización, pero es de notar que operando

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según este método con la colofonia de Burdeos el mismo químico ha obtenido, en lugar del ácido sílvico, su isómero el pimárico, y según Maly el cuerpo que resulta es el ácido abiético, contradicciones que Strecker explica suponiendo que estas tres substancias son idénticas. Por último, Laurent afirma haber obtenido igualmente el ácido sílvico sometiendo el ácido pimárico á la destilación seca en el vacío.

Así como son distintos los procedimientos propuestos por diferentes químicos para preparar el cuerpo de que se trata, cada uno de ellos le atribuye propiedades diferentes á veces muy alejadas unas de otras, lo que parece indicar que las substancias estudiadas por los didistan mucho de ser especies químicas definidas; versos autores con el nombre de ácido sílvico

así, según Tromsdorff, cristaliza de sus disoluciones medianamente concentradas é hirviendo en grandes tablas romboidales muy delgadas y agrupadas en hacecillos, cristales que en opinión de Umverdorben son prismas cuadrilateros de base rómbica terminados por un apuntamiento de cuatro facetas; formas que Laurent afirma que las tablas, en lugar de ser cuadriláteras, son triangulares, presentando ligeramente inclinada la cara que corresponde á la base del triángu lo, cuyos otros dos lados son reemplazados por otras tantas facetas, que al unirse forman el ángulo del vértice ligeramente truncado. Según Siewert, dichos cristales no son otra cosa que combinaciones derivadas de un prisma rómbico de 96 y 84°, de aristas agudas laterales truncadas y terminadas por caras esferoidales lo bastante desarrolladas para obliterar por completo las dos primitivas del prisma. Sea cualquiera la forma propia de estos cristales, son vítreos, frágiles, y por trituración producen polvo blanco.

Grande es la incertidumbre que reina acerca de la fusión del ácido sílvico, no sólo en lo que se refiere á la temperatura á que el fenómeno se produce, sino también al cambio de propiedades que en su virtud puede experimentar, por lo que convendrá exponer los datos que se conocen hasta el presente. Según Laurent el cambio de estado tiene lugar alrededor de 125°, y la solubilidad en el alcohol del cuerpo resultante después del fenómeno sería la misma que la del ácido pimárico. Umverdorben da para dicho punto 152°,5 y Wöhler 140, solidificándose después de fundido en una masa cuyo nuevo punto de fusión desciende hasta hallarse comprendido entre 90 y 100°; en opinión de Siewert, si se calienta en un tubo el ácido, ya esté cristalizado, ya haya sido fundido previamente, cambia de estado á los 162°, pero calentado en una retorta se reblandece á 110 y se funde por completo á 150 en un líquido claro que después de solidificarse puede cambiar de estado parcialmente á 135°, y de una manera total á 155. Sublímase el ácido silvico en parte cuando se le somete á la temperatura de 170°, y la porción destilada, redisuelta en el alcohol, constituye un cuerpo de idénticas propiedades que el ácido no alterado, pero a la vez se forma un residuo que no es susceptible de hervir aun cuando se le caliente á 290°; en opinión de Lausilvico sin que sufra más que una ligera alterarent, se puede destilar muchas veces el ácido

ción.

El ácido sílvico es soluble en el éter, la esencia de trementina, el petróleo y el ácido acético; una parte de él se disuelve en 10 de alcohol frío de 92°, siendo esta solubilidad mayor que la del ácido pimárico; y según parece resultar de las investigaciones de Umverdorben, tres partes de alcohol hirviente de 65° disuelven una de ácido que cristaliza por enfriamiento, y si se añade á la disolución alcohólica un volumen de agua igual al suyo el ácido tantas veces citado se precipita en forma de líquido oleaginoso transluciente, que se solidifica por exposición al aire.

Respecto de la composición de este cuerpo, y de la fórmula por la que debe representarse, también existen algunas divergencias, pues los análisis de Tromsdorff, Liebig, Rose y Laurent conducen á la expresión C2H3O2, según la que resulta isómero de los ácidos pínico y pimárico; sin embargo, Maly afirma que el ácido sílvico de Umverdorben debe representarse por

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por lo que le considera distinto del anterior y le da el nombre de ácido abiético, conservando el de silvico para representar el cuerpo de la composición arriba dicha.

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SÍLVIDOS (de silvia): m. pl. Zool. Subfamilia de aves del órden de los pájaros, familia de los luscínidos, que se caracterizan por tener la parte superior de la cabeza redondeada; el pico débil, delgado, recto, comprimido hacia adelante, de mediana longitud y con la margen inferior media de la sínfisis larga y ascendente; alas redondeadas; tarsos cubiertos por delante de varias y grandes escamas; dedos cortos y gruesos; uñas comprimidas, encorvadas y agudas; la cola se compone de 12 timoneras de forma y largo variables; el plumaje no es muy rico en colores, predominando el gris pálido.

Las especies de esta subfamilia viven en el Antiguo Continente, sobre todo en su parte septentrional, y habitan en los bosques y principalmente en las breñas.

Evitan las alturas, frecuentando rara vez las grandes montañas. Cuanto más espesos y compactos son los jarales más les gustan á los sílvidos, por lo cual abundan tanto en los tallares del Mediodía de Europa. Casi todas estas aves suelen estar en las breñas, y rara vez permanecen en el suelo más que por un instante; son muy torpes para andar, pero en cambio entre la espesura de las breñas despliegan toda su ligere. za; son aves muy graciosas. Son vivaces y activas, deslízanse en medio de los vallados más espesos, saltan y no audan; por lo regular tienen las piernas dobladas, á lo cual se debe que su cuerpo esté casi horizontal; jamás mueven la cola y las alas; sólo cuando están irritadas levantan la primera y erizan al mismo tiempo las plumas de la cabeza y de la garganta. A varias especies les gusta posarse en las ramás salientes; otras se remontan por los aires cantando, pero las más viven escondidas y no se aventuran fuera de los jarales que les sirven de refugio. Los sílvidos vuelan mal: muy pocos son capaces de franquear espacios grandes de una sola vez; la mayor parte no hacen más que revolotear; sin embargo, las especies que pueblan nuestros países no temen emprender largos viajes, y emigran hasta el centro de Africa.

Todas estas aves, sin excepción, figuran entre las mejores cantoras. Sus facultades intelectuales no alcanzan menor desarrollo: pero como todas las aves en general, el oído y la vista son mejores que el gusto, el tacto y el olfato. Su inteligencia es innegable; son prudentes; saben conformarse con las circunstancias y reconocer á sus amigos y enemigos; se muestran confiadas donde saben que no deben temer nada, y recelosas si sospechan que se les tienden lazos; algunas se distinguen por su astucia; otras manifiestan una desconfianza sin límites que no está en relación con sus movimientos habituales. Viven en buena armonía con las otras aves y con sus semejantes, por lo menos mientras no las domina la pasión del amor ó de los celos. La hembra y el macho se mantienen fieles y son cariñosos con su progenie.

Anidan varias veces al año; su nido es de forma elegante, ligero y ancho en la base; se compone de tallos de hierbas secas entrelazados débilmente, y las paredes son casi transparentes. Las telas de oruga y de araña y la pelusilla de ciertas plantas sirven también para la construcción; la cavidad interior está cubierta de raíces, rastrojo, briznas y crines de caballo. Pocas anidan en árboles altos; la mayor parte buscan los matorrales bajos y fijan su nido en una bifurcación, á unos 2 metros del suelo, pero le sujetan tan poco á la rama que basta á veces una ráfaga de viento para derribarlo. Cada postura consta de cuatro ó cinco huevos blancos, con manchas grises ó parduscas.

Su alimento consiste en insectos durante la primavera y el verano, y en el otoño de bayas; en las ramas y hojas atrapan larvas, orugas, crisálidas é insectos que en ellas se posan, y en las flores también cazan su presa. A fines de verano y en el otoño comen principalmente bayas; acuden á los groselleros. los frambuesos, serbales, guindos, saúcos é higueras. A pesar de esto son insignificantes los daños que ocasionan, comparados con los beneficios que prestan exterminando tanto animal nocivo.

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Esta subfamilia comprende los géneros siguien tes: Acanthiza V. et H., que vive en Austra lia; Sylvia Escopt; Melizophilus Leach.; Phyllopneuste Mey. et. V.; Hypolais Bre.; Chloropeta Smith, y Regulus Cuv., que están todos representados en el Sur de Europa y principal mente en nuestra patria.

SILVIELLA: Geog. Aldea de la parroquia de San Martín de Ayones, ayunt. de Valdés, partido judicial de Luarca, prov. de Oviedo; 60 habitantes. || Aldea de la parroquia de San Pedro do; 66 habits. de Pria, ayunt. y p. j. de Llanes, prov. de Ovie

SILVINO (de Silvio, n. pr.): m. Min. Cloruro de potasio, también denominado sal digestiva de Silvio; es un mineral cúbico el cual preséntase por lo general cristalizado en cubos ó cuboctae dros bien determinados, con una exfoliación fácil y perfectamente definida; conocido de muy antiguo, sus caracteres hallánse muy bien determinados y su estudio está hecho con gran lujo de pormenores desde los puntos de vista químico y mineralógico. Es el silvino incoloro muchas veces y otras blanco, siendo además susceptible de tomar diversas tintas, merced á las propias de las materias extrañas que pueden interponerse en su masa, especialmente cuando los cristales se forman evaporando sus disoluciones en el agua; en uno ú otro caso el cloruro potásico es transparente ó cuando menos translúcido, poseyendo marcado brillo vítreo, y también resinoso en algunos ejemplares; tiene la propiedad de ser bastante soluble en el agua, lo mismo en caliente que en frío, y es substancia sápida, con sabor salado, bien diferente, no obstante, del que es propio y peculiar del cloruro de sodio, de cuyo mineral es isomorfo, en lo tocante á la forma de los cristales y á la misma composición química, con la sola diferencia de estar sustituído el potasio por el sodio, desempeñando ambos la propia función química respecto del cloro, cuya presencia indica el género de los dos compuestos; la dureza del silvino puede ser comparada á la del yeso cristalizado, y así corresponde al número 2 de la escala de Molis; y el peso específico, tan poco extremado, represéntase comprendido entre 1,9 y 2; la estructura es compacta, y en ocasiones laminar no bastante definida, y la fractura unida, notándose muy bien, cuando se parte un pedazo de silvino, cómo los fragmentos tienen marcada tendencia á la forma cúbica, al igual que lo observado tratándose del cloruro sódico, y es asimismo de notar cómo los tres cloruros alcalinos que se encuentran en la naturaleza, el de potasio, el de sodio y el amónico, cristalizan en el sistema cúbico y en la forma tipo casi siempre ó en combinaciones de ella con su derivado el octaedro regular, implicando cierta identidad en la composición molecular, respecto de las cantidades de los elementos constitutivos y de sus disposiciones.

De los análisis del silvino resulta que se trata de la combinación del cloro y el potasio representada en la fórmula KCl, y en 100 partes contiene, el mineral que nos ocupa, 47,7 de cloro y 52,3 de potasio, sin contener agua de cristalización. En cuanto a sus caracteres químicos, sábese cómo calentándolo decrepita antes de fundirse,

á no muy elevada temperatura primero fúndese y luego puede volatilizarse, siendo posible cristalizarlo empleando el método de la sublimación; colorea la llama de violeta claro como todos los compuestos de potasio; preséntase neutro á los reactivos coloridos, y en sus disoluciones acuosas es determinable el cloro por medio del nitrato de plata, que las precipita en blanco, y estando muy concentradas ponen de manifies to el potasio apelando al cloruro de platino y al alcohol para conseguir el característico precipitado amarillo; también precipitan en las mismas circunstancias con el ácido hidrofluosilicico.

Tiene el silvino la propiedad de unirse á otros cloruros de metales ferrosos, en especial al cloruro de magnesio, para constituir minerales especiales, cuya explotación constituye muy adelantadas industrias, y aun puede decirse que cuando se halla disuelto el cuerpo descrito acompáñale siempre este otro de análoga composición

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química: el cloruro doble é hidratado de potasio y magnesio forman el cuerpo denominado carnalita (V. esta palabra), primera materia de rial, beneficiada particularmente en Stanfonth, donde se extrae todo el cloruro potásico mercucuyas salinas se explotan con objeto de aislar los cloruros dichos el bromo en aquellas aguas contenido en variadas combinaciones. En Stanfonth también, y procedente de evaporación de las aguas que han atravesado terrenos muy salinos, suele hallarse el silvino constituyendo grandes y hermosos cristales incoloros bien formados, los cuales son, ó cubos, ó combinaciones de otra forma elemental y primitiva con el octaedro, la extraordinaria lentitud y en condiciones detercual prodúcese á la continua evaporando con minadas disoluciones bastante concentradas de cloruro potásico. Otro origen tiene asimismo el silvino, pues resulta formado y cristalizado me. diante sublimación por efecto de reacciones químicas llevadas á cabo en los volcanes; de esta suerte explícase su presencia en aquellos lugares, generado por contarse en dobles descomposiciones efectuadas entre sulfatos de potasio y cloruros más fijos, llevada á término á muy eleva da temperatura y operando con las substancias cristalizadas, ó cuando menos fundidas. En Galizia, de Austria, también suele encontrarse el cloruro de potasio, aunque cristalizado por vía húmeda, en terrenos salinos, nunca en grandes cantidades, y asociado á otros cloruros no siempre isomorfos suyos.

Es el silvino uno de los minerales con mayor facilidad reproducidos en operaciones sintéticas, y bien puede asegurarse como tales reproducciones concuerdan perfectamente con el origen atribuído al mineral que nos ocupa, lo mismo á los cristales conseguidos por vía húmeda que á los procedentes de sublimación; esto último hállase confirmado en el hecho de haberse encontrado cristales sublimados de cloruro de potasio constituyendo cubos perfectos y transparentes entre los productos recogidos en muchos altos hornos del Hartz. De la propia suerte consiguense cris. tales de silvino apelando al medio más elemental de la vía seca; y así, basta fundir el mineral y dejarlo enfriar con cierta lentitud, rompiendo la costra sólida superficial y vertiendo el líquido, para ver el crisol fapizado de cubos incoloros de cloruro de potasio; apelando á la vía húmeda, y por evaporación de las disoluciones, consiguense las mismas formas idénticas á las procedentes de las aguas saladas naturales, y si la cristalización es muy lenta y llévase á cabo en un medio lí. quido bastante alcalinizado los cristales recogidos tienen forma octaédrica perfectamente clara y definida; el hecho es de observación corriente, y vese confirmado con frecuencia en las fábricas de jabón, donde se manejan aguas muy alcalinizadas y cuerpos cuyas mutuas reacciones son capaces de originar el silvino, cuyo cuerpo tiene cierta importancia industrial para obtener sales potásicas mediante sus transformaciones y cam. bios.

SILVINÓLICO (ACIDO): adj. Quim. Cuerpo poco importante descubierto por Maly en 1861, y que se obtiene haciendo pasar una corriente de gas ácido clorhídrico á través de la disolución alcohólica de los ácidos abiético ó sílvico; se forma un depósito cristalino y queda en disolución el ácido silvinólico, que se precipita añadiendo agua. Es un cuerpo sólido, incristalizable, fusible á 120°, soluble en alcohol y éter, y cuya composición responde á la fórmula Č2H ̧¤ ̧; funciona como ácido bibásico y forma sales, de talizables, la cálcica constituye un precipitado las que la potásica y sódica son como él incrisespeso y la argéntica otro precipitado pulverulento casi insoluble en el amoníaco.

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SILVIO (del lat. silva, selva, bosque): m. Zool. Género de insectos del orden de los dípteros, familia de los tabánidos, que se distingue por ofrecer los caracteres siguientes: primer artejo de los palpos cilíndrico en los machos; el tercer artejo de las antenas subulado, con cinco divisiones, sin estilo; tibias intermedias terminadas por dos puntas; en las alas generalmente dos células submarginales; cinco posteriores casi siempre abiertas en la extremidad, la anal alargada. Este género no contiene más que dos especies: el Silvius vituli Meig., de 5 à 6 líneas de longitud; cuerpo amarillo; extremidad de los palpos negra en los machos; la de las antenas también negra; tórax con reflejos pardos

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